miércoles, 18 de octubre de 2023

¿“Titerazgos” o nuevos liderazgos?

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Después de firmado el Acuerdo de Paz en La Habana, los posteriores escenarios electorales seguirán girando en torno al proceso de implementación de lo que se acordó en Cuba entre las antiguas Farc-Ep y el Estado colombiano, durante la administración de Juan Manuel Santos Calderón (2010-2018). Ya hace parte del pasado la desastrosa e indolente administración de Duque-Uribe (2018-2022), que transcurrió en medio de la pandemia del Covid 19, el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientalistas, reclamantes de tierras, indígenas, campesinos y firmantes de la paz. Y el gobierno de Gustavo Petro apenas lleva un año y unos meses.

Son cientos de miles las víctimas que deja el desinterés de Iván Duque Márquez de proteger a quienes estuvieron en disímiles territorios y desde diversos roles, jugándosela por consolidar la soñada paz estable y duradera. Esa apatía gubernamental hizo parte del objetivo trazado por el Centro Democrático, de “hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz”. Y lo hicieron, al generar condiciones de inseguridad e incertidumbre en el campesinado que reclama tierras y se la juega por la sustitución de los cultivos de uso ilícito, así como en los firmantes y comparecientes a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y sus familias. A esto se suman variadas maniobras administrativas y técnicas para impedir el buen desarrollo de la implementación, los ataques del Ejecutivo y de la Fiscalía General de la Nación a la JEP y el total desinterés del gobierno central por generar un ambiente de reconciliación y de aceptación de lo firmado en Cuba.

Si bien la consolidación de la paz, tal y como fue concebida en La Habana fue un tema importante para la campaña de 2022, ya emerge otro asunto que no es de menor peso. Y esa cuestión o asunto tiene que ver con la profunda crisis por la que atraviesan los partidos políticos, a la que se suma la falta de carácter, la pobre credibilidad y el débil liderazgo de quienes ya se asoman a la arena electoral, para presentar sus nombres al electorado en el 2026. El aterrizaje del apocado, ladino e intrascendente de Iván Duque al Solio de Bolívar, y sus débiles intenciones y acciones políticas, son fruto de lo que aquí llamo un Titerazgo, que no es otra cosa que el actuar manipulado y controlado que aceptó Iván Duque desde el preciso momento en que consintió ser manejado y manoseado por Uribe Vélez. Así entonces, en el escenario electoral de 2026 veremos los movimientos de un péndulo que se mueve entre mantener y extender en el tiempo el Titerazgo o el surgimiento de unos nuevos líderes políticos o políticos de verdad, que sepan hacer coaliciones con los sectores tradicionales del Régimen de poder y sobre todo, que tengan un proyecto de país que no solo asegure la implementación del Acuerdo de Paz, sino la recuperación económica y el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de colombianos que por cuenta de la Pandemia y de las equivocadas decisiones adoptadas por Duque en materia de política económica, perdieron el empleo y se acercaron a niveles de pobreza absoluta.

En las pasadas elecciones presidenciales vimos a Rodolfo Hernández cumplir el rol de títere del uribismo y de la godarria colombiana. También estuvo dispuesto a lo mismo Federico Gutiérrez, alias Fico, el ungido de Uribe Vélez. Y en ese movimiento pendular de 2022 también estuvo Sergio Fajardo Valderrama, quien quiso ser el muñeco cuyos hilos los manejara Uribe Vélez y el GEA.

Si bien el Titerazgo se inaugura con Duque, ello no quiere decir que la práctica sea nueva. No. Por supuesto que la historia política colombiana está colmada de ejemplos de Titerazgos, pues los candidatos presidenciales, en su gran mayoría, suelen ser las marionetas de los banqueros, empresarios y militares, que, en cofradía, terminan por apoyar económica, política y militarmente a quienes se comprometan a mantener las condiciones internas y las correlaciones de fuerza al interior del Establecimiento.

Ya veremos en el 2026 quiénes querrán parecerse al fatuo e infantil de Iván Duque, el más grande y visible títere que el régimen de poder (el uribismo) impuso. Lo que no contaban es que el muñeco les salió defectuoso y resultó ser un fiasco total. ¿Se cuidará el uribismo y la derecha de equivocarse llevando a la Casa de Nariño a otro títere?


Imagen tomada de Youtube


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