Por Germán Ayala Osorio
Los delfines rosados que nadan plácidamente
en el lago Tarapoto y en el lecho del río Amazonas no se parecen en nada a esos
otros “delfines” que flotan en Bogotá entre los privilegios heredados de tíos,
padres y abuelos que en el pasado llegaron a ser presidentes de la República. Se
trata de prerrogativas cargadas de clasismo y tradición que les da el “derecho”
a ser jefes del Estado sin haber hecho mucho por el país desde los cargos públicos
que han ejercido.
Como país biodiverso que somos,
podemos a diario escuchar al “delfín” Germán Vargas Lleras, nieto del
expresidente Carlos Lleras Restrepo, exponer con singular propiedad las
soluciones a los graves problemas del país. Por llevar la sangre de los Lleras,
el exvicepresidente de Santos se siente con el “derecho” de aspirar a gobernar
al país. Es su único “mérito”, salvo que dirigir a Cambio Radical, el partido
con más políticos procesados, investigados y condenados, lo asuma como una
virtud. Pero Germán Vargas Lleras no está solo.
En Copacabana (Antioquia) el “delfín”
Miguel Uribe Turbay lanzó su candidatura presidencial. El nieto del expresidente
liberal, Julio César Turbay Ayala, invitó a los “colombianos de bien” para que
lo acompañaran en su primera aventura electoral hacia la Casa de Nariño. El
senador del Centro Democrático, a sus 38 años, se cree capaz de gobernar a la
compleja Colombia, ofreciendo seguridad, la misma que su patrón Álvaro Uribe
Vélez prometió a los colombianos. Es decir, bala, bala y bala.
Este descendiente de Turbay
Ayala, ejecutor del temido y violento Estatuto de Seguridad, invita a los “colombianos
de bien” a que se unan a su proyecto de país, que es el mismo que ejecutó Uribe
Vélez entre el 2002 y el 2010.
Hablemos de esa expresión. Se
trata, sin duda alguna, de una locución cargada de clasismo y arrogancia que
les sirvió a muchos en el pasado reciente para ocultar sus negocios ilícitos,
sus relaciones con mafiosos, criminales y miembros corruptos de clanes
políticos. Se asocia la idea de “colombianos de bien” a gente derechosa
tratando de zafarse de una multa o con la firme intención de mostrar algún tipo
de “superioridad económica o moral” frente a otros considerados previamente como
“escoria, gente pobre o vaciada”. La misma frase deviene con una carga
moralizante y estigmatizante en la medida en que si hay “colombianos de bien”,
auto considerados así, o reconocidos como tal por específicos agentes del poder
político y económico, es porque existen “colombianos del mal” o “malos
colombianos”.
Una dualidad así planteada le
servirá a Uribe Turbay para dar continuidad a las prácticas estigmatizantes que
el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez puso de moda durante sus ocho años de
la Seguridad Democrática, política pública parecida en sus logros al Estatuto
de Seguridad del abuelo del senador Miguel Uribe: asesinados, perseguidos y
estigmatizados por pensar diferente y atreverse a criticar al gobierno de
turno.
En el video con el que se lanzó prematuramente
a la contienda electoral de 2026 el senador uribista (un verdadero godo), hizo referencia a Dios. Al decir “Dios bendiga a Colombia
y a los colombianos”, el retoño de la señalada familia les habla a los sectores
creyentes, mostrándose como un político religioso dispuesto a desconocer el principio
constitucional que reconoce como laico al Estado colombiano.
Miguel Uribe Turbay sabe que el futuro de su candidatura presidencial depende exclusivamente del guiño del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Por ello, el ladino congresista, para ganar puntos con el patrón se fue a territorio antioqueño a lanzar su aspiración, mencionó a Dios y habló de seguridad. Su visión de país se reduce a las circunstancias que rodean a eso de ser antioqueño, creyente y adorar el uso legítimo de la fuerza. Lo cierto es que después de Iván Duque Márquez, el títere de Uribe, cualquier pelmazo, muñeco, idiota, pendejo, pusilánime, vociferante, homúnculo, pendenciero y bravucón puede aspirar a llegar a la Casa de Nariño.