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miércoles, 23 de octubre de 2024

MIGUEL URIBE TURBAY: EL “DELFÍN” URIBISTA QUE QUIERE GOBERNAR A COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los delfines rosados que nadan plácidamente en el lago Tarapoto y en el lecho del río Amazonas no se parecen en nada a esos otros “delfines” que flotan en Bogotá entre los privilegios heredados de tíos, padres y abuelos que en el pasado llegaron a ser presidentes de la República. Se trata de prerrogativas cargadas de clasismo y tradición que les da el “derecho” a ser jefes del Estado sin haber hecho mucho por el país desde los cargos públicos que han ejercido.

Como país biodiverso que somos, podemos a diario escuchar al “delfín” Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo, exponer con singular propiedad las soluciones a los graves problemas del país. Por llevar la sangre de los Lleras, el exvicepresidente de Santos se siente con el “derecho” de aspirar a gobernar al país. Es su único “mérito”, salvo que dirigir a Cambio Radical, el partido con más políticos procesados, investigados y condenados, lo asuma como una virtud. Pero Germán Vargas Lleras no está solo.

En Copacabana (Antioquia) el “delfín” Miguel Uribe Turbay lanzó su candidatura presidencial. El nieto del expresidente liberal, Julio César Turbay Ayala, invitó a los “colombianos de bien” para que lo acompañaran en su primera aventura electoral hacia la Casa de Nariño. El senador del Centro Democrático, a sus 38 años, se cree capaz de gobernar a la compleja Colombia, ofreciendo seguridad, la misma que su patrón Álvaro Uribe Vélez prometió a los colombianos. Es decir, bala, bala y bala.

Este descendiente de Turbay Ayala, ejecutor del temido y violento Estatuto de Seguridad, invita a los “colombianos de bien” a que se unan a su proyecto de país, que es el mismo que ejecutó Uribe Vélez entre el 2002 y el 2010.

Hablemos de esa expresión. Se trata, sin duda alguna, de una locución cargada de clasismo y arrogancia que les sirvió a muchos en el pasado reciente para ocultar sus negocios ilícitos, sus relaciones con mafiosos, criminales y miembros corruptos de clanes políticos. Se asocia la idea de “colombianos de bien” a gente derechosa tratando de zafarse de una multa o con la firme intención de mostrar algún tipo de “superioridad económica o moral” frente a otros considerados previamente como “escoria, gente pobre o vaciada”. La misma frase deviene con una carga moralizante y estigmatizante en la medida en que si hay “colombianos de bien”, auto considerados así, o reconocidos como tal por específicos agentes del poder político y económico, es porque existen “colombianos del mal” o “malos colombianos”.

Una dualidad así planteada le servirá a Uribe Turbay para dar continuidad a las prácticas estigmatizantes que el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez puso de moda durante sus ocho años de la Seguridad Democrática, política pública parecida en sus logros al Estatuto de Seguridad del abuelo del senador Miguel Uribe: asesinados, perseguidos y estigmatizados por pensar diferente y atreverse a criticar al gobierno de turno.

En el video con el que se lanzó prematuramente a la contienda electoral de 2026 el senador uribista (un verdadero godo), hizo referencia a Dios. Al decir “Dios bendiga a Colombia y a los colombianos”, el retoño de la señalada familia les habla a los sectores creyentes, mostrándose como un político religioso dispuesto a desconocer el principio constitucional que reconoce como laico al Estado colombiano.

Miguel Uribe Turbay sabe que el futuro de su candidatura presidencial depende exclusivamente del guiño del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Por ello, el ladino congresista, para ganar puntos con el patrón se fue a territorio antioqueño a lanzar su aspiración, mencionó a Dios y habló de seguridad. Su visión de país se reduce a las circunstancias que rodean a eso de ser antioqueño, creyente y adorar el uso legítimo de la fuerza. Lo cierto es que después de Iván Duque Márquez, el títere de Uribe, cualquier pelmazo, muñeco, idiota, pendejo, pusilánime, vociferante, homúnculo, pendenciero y bravucón puede aspirar a llegar a la Casa de Nariño. 




miguel uribe turbay - Búsqueda Imágenes

miércoles, 14 de agosto de 2024

IVÁN DUQUE: ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

 

Por Germán Ayala Osorio


Los expresidentes colombianos suelen usar los medios de comunicación para criticar o avalar las ejecuciones del presidente en ejercicio. También se prestan gustosos para que los periodistas afectos al establecimiento posicionen un hecho noticioso en la opinión pública, así sea a base de mentiras y exageraciones. 

Con el asunto de las "inversiones forzosas" planteado por el actual gobierno como estrategia para reactivar específicos sectores económicos, empresas mediáticas como Semana y Caracol optaron por generar un mal ambiente social y político a la propuesta  a través de mentiras y erróneas interpretaciones alrededor de los alcances de las tales inversiones forzosas. Esos medios de información decidieron amplificar la lectura maliciosa y mentirosa que hizo el ex-títere de Uribe y expresidente Iván Duque Márquez. El fatuo exmandatario dijo que se trataba de una "expropiación del ahorro de los colombianos". Nuevamente la narrativa de la derecha de insistir en que la izquierda y el progresismo son sinónimo de expropiación, cuando en dos años de la administración Petro a nadie le han quitado la casa y mucho menos se nacionalizó la banca o exitosas empresas privadas, como lo aseguraban en la campaña presidencial de 2022. 

El exministro de Hacienda, Antonio José Ocampo, invitado por Semana para hablar del espinoso asunto contradijo  a Duque y lo exhortó indirectamente a que se auto corrigiera porque las inversiones forzosas están lejos de ser una medida expropiatoria como lo señaló de manera irresponsable y politiquera el mandadero del uribismo. Sin duda alguna, una inesperada respuesta para la candidata presidencial y directora de Semana, Victoria Eugenia Dávila. 

Casi de inmediato el presidente Gustavo Petro confrontó al pusilánime  expresidente al que calificó de torpe y mentiroso. En su cuenta de X, el escenario predilecto del jefe de Estado para contradecir y desmentir a la Oposición política y mediática, dijo que "el expresidente Duque de nuevo le miente al país. Difunde la calumnia con su red de extrema derecha haciendo ver que la inversión forzosa, que deben hacer los bancos en créditos a la producción y no con créditos a la especulación o la economía fósil, es una forma de expropiación. Mentiroso”.

En un anterior enfrentamiento, esa vez por cuenta del sobreendeudamiento en el que incurrió Duque cuando pernoctó en la Casa de Nariño entre 2018 y 2022, el presidente Petro calificó esa decisión económica en particular, como "tonta". De acuerdo con todo lo anterior, Iván Duque, además de mentiroso y torpe, es un tonto económicamente hablando.  

Duque ataca la propuesta, pero "olvida" que Álvaro Uribe Vélez, su titiritero, lanzó la misma propuesta de Petro. Y lo que es peor, que el mismo gobierno de Duque apeló a esa medida. Así se lo recordó el presidente Petro: 

"Tan cínica y mentirosa es la extrema derecha que en su gobierno, el gobierno de los falsos positivos encubiertos, de los ojos arrancados, de las niñas violadas en manifestaciones, de las decenas de muertos por protestar y de los miles de jóvenes detenidos, hicieron lo mismo. Proponer inversiones forzosas invirtiendo el ahorro en crédito, que es lo que hace todo banco, pero ahora lo critican irradiando la falsa información que se trata de expropiación. La falsa derecha de Duque y Vicky es un Fake News. Quienes le siguen tienen un grave problema de educación y de información". 

Con la mala leche de la señora Dávila y las mentiras de Iván Duque el debate político y económico de cara a las elecciones de 2026 pierde altura, quedando en manos de inexpertos que al desconocer el manejo macroeconómico y los mínimos principios de la economía, terminarán engañando a la opinión pública. La derecha parece decidida a volver a las mentiras con las que buscaron afectar la imagen y la candidatura presidencial de Petro. Volver a insistir en el "Castrochavismo y en la llegada del comunismo" les puede dar réditos electorales porque aún hay cientos de miles de colombianos y colombianas que creen a pie juntillas en lo que dicen Semana, RCN, Caracol, La FM, La W, Blu Radio, El Tiempo, El Colombiano y El País de Cali. 

Iván Duque está obligado moral y éticamente a retirarse de la vida política. Su desastrosa y violenta administración sirve para constatar su ineptitud, su pobreza de criterio y  discurso falaz. Como ya sabe que desplazó a Andrés Pastrana del negativo lugar que la opinión pública le supo dar al hijo de Misael, Iván Duque parece sentirse  cómodo haciéndole mandados al uribismo y buscando protagonismo mediático a pesar del ridículo en el que lo hicieron caer Gustavo Petro y el exministro Ocampo. Así actúan los mentecatos. 

Parafraseando al Rey de España, Juan Carlos I: ¿Duque, por qué no te callas? O mejor en tono caleño: Ve, Duque, por qué no te callás?


Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

sábado, 8 de junio de 2024

IVÁN DUQUE Y SU ALIANZA REPUBLICANA


Por GERMÁN AYALA OSORIO

El expresidente Iván Duque Márquez reaccionó a la propuesta del presidente Petro de invocar al poder constituyente para que este defina si quiere o no una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El exmandatario llamó a la derecha a conformar una "gran alianza nacional republicana contra Petro". Aunque es fácil deducir los alcances de ese llamado, vale la pena hacer un ejercicio analítico que girará en torno al concepto de República contenido en la propuesta de quien fuera el mandadero del expresidente Álvaro Uribe Vélez entre 2018 y 2022.

Empecemos por comprender qué se entiende por República. Se trata de un concepto complejo y con una larga presencia e invocación dentro de la historia de las ideas políticas y por supuesto, dentro del mundo de la vida, como diría Habermas. 

La República se refiere al bien común, a la cosa pública, a la cosa política, esto es, a la cosa del pueblo, a todo lo que refiere a su bienestar, formas de tramitar sus conflictos y diferencias, de participar de la vida política; a la libertad y a otros derechos consagrados en el liberalismo. Por supuesto que esas nociones de la categoría República toman distancia y de cierta manera se oponen a la esfera de lo privado, en particular cuando quienes actúan dentro de esta, lo que buscan es afectar el bien común que no es otra cosa que todo lo que nos conviene y concierne a todos. 

Dicho lo anterior, examinemos algunos hechos, acciones y discursos que guardan estricta relación con las maneras como gobernó Iván Duque Márquez. Eso sí, propongo a los y las lectoras que por un momento se aparten de la narrativa que indica que Duque jamás gobernó, pues en su papel de títere, las decisiones de gobierno las tomó su titiritero: Álvaro Uribe Vélez.

Duque es responsable del estallido social y de haber co-gobernado con el uribismo, que no es otra cosa que una seudo doctrina fincada en un enraizado ethos mafioso que tiene a varios de sus miembros, voceros y cabezas visibles investigados, procesados y condenados por la justicia por paramilitarismo, corrupción, apropiación indebida de baldíos, entrampamientos, manipulación de testigos, desplazamiento forzado y homicidios,  entre otros delitos.

El país recuerda y no olvida la violencia estatal que Duque desató en contra de quienes solo querían ser escuchados en función de la conculcación de sus derechos. Más de 60 jóvenes afectados en sus ojos por armas accionadas por el Esmad; otros tantos desaparecidos y mujeres violadas. Bajo esas circunstancias, Iván Duque no actuó de manera republicana. Por el contrario, se olvidó que la democracia también hace parte del macro concepto República y se acercó más a un gobierno de mano dura. 

Frente a la obligación ética, judicial, moral y política de cumplir con lo acordado en el tratado de paz de La Habana, Duque de manera deliberada buscó "hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo Final", siguiendo las órdenes del exministro Fernando Londoño Hoyos, quien a su vez seguía las instrucciones del inefable patrón y dueño del Centro Democrático, el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. Y lo hizo ralentizando la implementación de programas encaminados a consolidar la paz en los territorios. Para darle algún sentido de legalidad, propuso su política de gobierno, Paz con Legalidad, para atacar la política de paz de Estado que brotó del Acuerdo Final firmado en el teatro Colón de Bogotá, posterior al triunfo del No en el plebiscito por la paz. Es decir, un presidente atacando una política de paz del orden estatal, con una política de paz de gobierno. 

Iván Duque no tiene la autoridad moral y mucho menos la experiencia política para invocar una alianza nacional republicana porque todas sus acciones estuvieron encaminadas a poner por encima del interés general, del pueblo, de las mayorías, los intereses de quienes actuando en la esfera privada, le entregaron un guión corporativista que él siguió al pie de la letra. 

Lo que realmente está proponiendo el fatuo e indolente expresidente es un Frente Nacional. La historia no oficial señala que ese acuerdo entre conservadores y liberales fue una sólida alianza que terminó por alejar al país, a sus instituciones y a quienes se alternaron el poder durante 16 años, de la idea y del objetivo de consolidar a Colombia como una verdadera República. Téngase en cuenta que República también alude a forma de gobernar a través de la representación política. 

La reacción del homúnculo de Iván Duque y su regreso a la discusión política después de su nefasto gobierno solo sirve para constatar la crisis de liderazgo que arrastra la derecha de tiempo atrás. Si el "gordo marica", como lo llamó su compañera de partido, María Fernanda Cabal, va a asumir la jefatura de la Oposición en la actual coyuntura, muestra el desespero del uribismo por no tener claridad cómo y con quién podrán competir en el 2026 para recuperar lo único que les interesa: el control del erario. En 20 años jamás estuvieron cerca de consolidar una verdadera República. Lo que sí hicieron bien fue convertir al país en una República Bananera; y de la mano de Chiquita Brands, la multinacional asesina que patrocinó masacres que los paramilitares perpetraron, convirtieron al Estado colombiano en un orden criminal. 



Imagen tomada de El Universal. 

viernes, 17 de noviembre de 2023

IVÁN DUQUE MÁRQUEZ Y SU RELATIVISMO MORAL

 

Por Germán Ayala Osorio

Iván Duque Márquez y Martha Lucía Ramírez, así como el comandante de la Policía, el general Jorge Luis Vargas,  no aceptaron el calificativo de masacre que la ONU dio al informe que entregó a Colombia, a propósito de los hechos acaecidos en Bogotá los días 9 y 10 de septiembre de 2020.

Después de la poco creíble solicitud de perdón que hizo la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, las críticas desde otros sectores políticos no se hicieron esperar, en relación con la conclusión a la que llega la ONU en su informe.

La reacción de Iván Duque, en el marco de un evento oficial frente a la tropa, en relación con el epíteto de <<gobierno asesino>> que lanzó Gustavo Petro en referencia a la masacre policial del 9 y 19 de septiembre,  el huésped de la Casa de Nariño dijo lo siguiente:

quienes asesinaron policías, quienes secuestraron, quienes pretendieron tomarse la sede de la justicia de nuestro país y que dejaron un macabro recuerdo no pueden venir a hablar de honor frente a quienes siempre han obrado del lado de la legalidad…he sido y seré un demócrata y nunca he empuñado un arma para justificar ninguna causa y nunca lo haré. Uno de los grandes errores que se han cometido en Colombia, históricamente, es el relativismo moral que se ha tenido con quienes han tratado de justificar asesinatos, secuestros y reclutamiento, minas antipersonales con ribetes y aromas políticos. Esas conductas son criminales e ilegales. Y no pretendemos ahora modificar la historia, pero que no pretendan también los beneficiarios de la impunidad que nunca respondieron por esos crímenes tratar de sacar un dedo inquisidor cuando se han surtido los debidos procesos sobre todo, frente a quienes protegen a toda la ciudadanía del país”

Sin duda, Duque exhibió su molestia frente a lo dicho por Petro, insistiendo en una parte del relato oficial que señala que el hoy candidato de la Colombia Humana participó de la toma del Palacio de Justicia, cuando no fue así. Lo dicho por Iván Duque amerita un rápido análisis. En varias columnas he hecho referencia a  que Iván Duque Márquez es, además de obsecuente con su Patrón, un político fatuo y retador. A esas características hay que sumarle que es un defensor de oficio de la institucionalidad castrense y policial, ancorada esa defensa en una ciega confianza en  la legalidad de las acciones adelantadas por policías y militares. Lo que más preocupa de Duque es que moralmente descalifica a quienes se levantaron en armas contra el Estado, al tiempo que justifica y minimiza los crímenes cometidos por miembros de la fuerza pública, por el simple hecho de estar del lado de la institucionalidad estatal.

Considera Iván Duque que haberse levantado en armas es un acto inmoral y criminal que no tiene ninguna justificación. Hay que recordarle que fue el mismo presidente Belisario Betancur quien reconoció que había unas <<causas objetivas>> que explicarían y legitimarían el levantamiento de las guerrillas en los años 60. Además, el marco contextual de la época de alguna manera abocó a que el malestar social y político impulsara a un grupo de ciudadanos a levantarse en armas contra el Estado. Intenta fortalecer su argumento moral, señalando que él jamás empuñó un arma y que jamás lo haría. Esa opción de vida es respetable y millones de colombianos la hemos adoptado, pero no por ello estamos dispuestos a  justificar y aceptar las acciones oprobiosas, criminales y mezquinas de quienes son miembros de la élite que está detrás del actual régimen de poder.

Que Duque Márquez haya tomado distancia de lo que su padre, Iván Duque Escobar pensaba alrededor de Álvaro Uribe cuando fungía como director de la Aerocivil, e incluso, haya reversado lo que de joven pensaba del mismo que años después sería su mentor, confirma su pusilánime carácter, el mismo con el que hoy defiende a dentelladas la institucionalidad estatal, así esta venga manchada de sangre.

Habla de relativismo moral, pero Duque cae justamente en la trampa en la que, según él, cayó el país. No se trata  de justificar y mucho menos de olvidar los crímenes cometidos por las guerrillas, de lo que se trata es de aceptar que todos los actores armados, incluidos los miembros de la fuerza pública, violaron los derechos humanos y el DIH. Al ubicarse como un terco defensor del establecimiento, Duque Márquez cae en el craso error de creer a pie juntillas en la legalidad, solo por el hecho de que esta viene de una fuente oficial dominante.

Y de contera, Duque, nuevamente, deja ver su molestia con los procesos de paz e incluso, con la decisión política de la que en su momento participó Uribe Vélez, al plantear una política de perdón y olvido para el M-19. Olvida el señor Duque que a la amnistía e indulto que benefició a Petro y a otros guerrilleros, incluidos los que hoy militan en el Centro Democrático, fue ofrecida a los militares que participaron de la retoma del Palacio de Justicia. Que  no hayan querido participar o hacer parte, aduciendo cuestiones de honor, no invalida la decisión de pasar esa página de nuestra violenta historia política.

La historia de este país está manchada de sangre, señor Duque. Su postura moral y política no lo hace mejor ciudadano, pues el haber sido congresista y nominalmente presidente de la República, lo hacen responsable de los crímenes y vejámenes que en nombre de la patria vienen cometiendo los hombres en armas que hoy están bajo su mando.

Lo sucedido en Bogotá fue una masacre y así quedará registrado en la historia política de Colombia. Y por más que desconozca ese informe, el país sabe que sobre su espalda recaen responsabilidades políticas. Su lealtad a la institucionalidad castrense y policial no lo convierte en demócrata. Usted está lejos de serlo. Los crímenes de Estado cometidos entre el 2018 y el 2022 son y serán la prueba de su talante fatuo, retador, inmoral, pero sobre todo, de ser un aprendiz de sátrapa.


Imagen tomada de Colombia.com



miércoles, 18 de octubre de 2023

¿“Titerazgos” o nuevos liderazgos?

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Después de firmado el Acuerdo de Paz en La Habana, los posteriores escenarios electorales seguirán girando en torno al proceso de implementación de lo que se acordó en Cuba entre las antiguas Farc-Ep y el Estado colombiano, durante la administración de Juan Manuel Santos Calderón (2010-2018). Ya hace parte del pasado la desastrosa e indolente administración de Duque-Uribe (2018-2022), que transcurrió en medio de la pandemia del Covid 19, el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientalistas, reclamantes de tierras, indígenas, campesinos y firmantes de la paz. Y el gobierno de Gustavo Petro apenas lleva un año y unos meses.

Son cientos de miles las víctimas que deja el desinterés de Iván Duque Márquez de proteger a quienes estuvieron en disímiles territorios y desde diversos roles, jugándosela por consolidar la soñada paz estable y duradera. Esa apatía gubernamental hizo parte del objetivo trazado por el Centro Democrático, de “hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz”. Y lo hicieron, al generar condiciones de inseguridad e incertidumbre en el campesinado que reclama tierras y se la juega por la sustitución de los cultivos de uso ilícito, así como en los firmantes y comparecientes a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y sus familias. A esto se suman variadas maniobras administrativas y técnicas para impedir el buen desarrollo de la implementación, los ataques del Ejecutivo y de la Fiscalía General de la Nación a la JEP y el total desinterés del gobierno central por generar un ambiente de reconciliación y de aceptación de lo firmado en Cuba.

Si bien la consolidación de la paz, tal y como fue concebida en La Habana fue un tema importante para la campaña de 2022, ya emerge otro asunto que no es de menor peso. Y esa cuestión o asunto tiene que ver con la profunda crisis por la que atraviesan los partidos políticos, a la que se suma la falta de carácter, la pobre credibilidad y el débil liderazgo de quienes ya se asoman a la arena electoral, para presentar sus nombres al electorado en el 2026. El aterrizaje del apocado, ladino e intrascendente de Iván Duque al Solio de Bolívar, y sus débiles intenciones y acciones políticas, son fruto de lo que aquí llamo un Titerazgo, que no es otra cosa que el actuar manipulado y controlado que aceptó Iván Duque desde el preciso momento en que consintió ser manejado y manoseado por Uribe Vélez. Así entonces, en el escenario electoral de 2026 veremos los movimientos de un péndulo que se mueve entre mantener y extender en el tiempo el Titerazgo o el surgimiento de unos nuevos líderes políticos o políticos de verdad, que sepan hacer coaliciones con los sectores tradicionales del Régimen de poder y sobre todo, que tengan un proyecto de país que no solo asegure la implementación del Acuerdo de Paz, sino la recuperación económica y el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de colombianos que por cuenta de la Pandemia y de las equivocadas decisiones adoptadas por Duque en materia de política económica, perdieron el empleo y se acercaron a niveles de pobreza absoluta.

En las pasadas elecciones presidenciales vimos a Rodolfo Hernández cumplir el rol de títere del uribismo y de la godarria colombiana. También estuvo dispuesto a lo mismo Federico Gutiérrez, alias Fico, el ungido de Uribe Vélez. Y en ese movimiento pendular de 2022 también estuvo Sergio Fajardo Valderrama, quien quiso ser el muñeco cuyos hilos los manejara Uribe Vélez y el GEA.

Si bien el Titerazgo se inaugura con Duque, ello no quiere decir que la práctica sea nueva. No. Por supuesto que la historia política colombiana está colmada de ejemplos de Titerazgos, pues los candidatos presidenciales, en su gran mayoría, suelen ser las marionetas de los banqueros, empresarios y militares, que, en cofradía, terminan por apoyar económica, política y militarmente a quienes se comprometan a mantener las condiciones internas y las correlaciones de fuerza al interior del Establecimiento.

Ya veremos en el 2026 quiénes querrán parecerse al fatuo e infantil de Iván Duque, el más grande y visible títere que el régimen de poder (el uribismo) impuso. Lo que no contaban es que el muñeco les salió defectuoso y resultó ser un fiasco total. ¿Se cuidará el uribismo y la derecha de equivocarse llevando a la Casa de Nariño a otro títere?


Imagen tomada de Youtube


domingo, 17 de septiembre de 2023

DUQUE, EL POSESIONADO

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Esta columna debió escribirse en agosto 7 de 2022. Su precoz aparición se explica porque no importa cuánto tiempo falte para que Iván Duque Márquez abandone la Casa de Nariño, pues su paso por el poder estatal no da para que alcance un lugar privilegiado en la historia política de Colombia.

Faltan ya menos de dos años para que Iván Duque Márquez termine su periodo presidencial. Si los historiadores no oficiales hacen la tarea, deberán reseñar que se trató de un presidente intrascendente, apocado, sumiso e infantil. Su aparente serenidad contrasta con el carácter autoritario, impulsivo y rabioso del latifundista que lo puso en la Casa de Nariño, con el apoyo de millones de colombianos interesados en sacar provecho de eso que se llama “uribismo” y otros tantos que se dejaron asustar con el cuento del <<Castrochavismo y el rayo homosexualizador>>. Cuánta ingenuidad e ignorancia en por lo menos 10 millones de connacionales.

Una vez deje la Casa de Nariño o de Nari, Duque Márquez está obligado, por su fútil paso por la jefatura del Estado, a retirarse de la vida pública, tal y como en su momento lo hiciere el expresidente Belisario Betancur Cuartas. Eso sí, con una diferencia: el retiro del poeta de Amagá (Antioquia) está profundamente soportado en haber dejado que los militares manejaran a discreción la toma y la retoma del Palacio de Justicia, asaltado por un piquete de la entonces guerrilla del M-19. El forzado retiro de la vida política del país, por parte de Duque Márquez, está soportado en su desastroso manejo de la pandemia, su obsecuente carácter frente a quienes manejan el Establecimiento colombiano y en los enormes daños que su nula gestión produjo en la institución presidencial.

Tengo dudas de que las decisiones tomadas desde la presidencia hayan sido el fruto de un concienzudo análisis por parte Duque. Por el contrario, pienso que la inercia del poder político, de la mano de un par de agentes económicos y políticos del Establecimiento colombiano, posibilitará que termine su periodo en el 2022, sin que se pueda ocultar su ominoso manejo de la pandemia, de la política exterior y de la implementación del Acuerdo de Paz.

Manipulable como ningún otro, Duque pasará a la historia como aquel que duró cuatro años como posesionado o como simple inquilino de la Casa de Nariño. Jamás se vio, se sintió y proyectó la imagen de jefe de Estado. Comparte esa misma condición y circunstancia con su mentor, el caballista de Salgar. Este último, de acuerdo con su talante arbitrario y camorrero, jamás gobernó y actuó como Jefe de Estado. Por el contrario, supo Mandar, porque desde siempre asumió a este país como una finca, una posesión, un predio o un platanal con bandera. Y mandó, porque para gobernar a un país complejo como Colombia, se necesita forjar y tener el talante de Jefe de Estado.

Lo mismo pasó con Duque: jamás se asumió como Jefe de Estado. Un ejemplo que explica con enorme claridad ese señalamiento es que manoseó el proceso de implementación del Acuerdo de Paz, fruto de una decisión de Estado, adoptada en la administración de Santos Calderón (2010-2018). Hoy, en virtud de su supina ignorancia en qué es eso del Estado, Duque sigue insistiendo al gobierno cubano para que extradite a los negociadores del ELN, que hacen presencia en la Isla.

Por todo lo anterior, Duque pasará a la historia como el posesionado. A él se le asignó la tarea de gobernar a Colombia, pero no lo logró. Fue la inercia del poder la que le garantizó su estancia o pasantía en la Casa de Nariño.

El 7 de agosto de 2022, del Solio de Bolívar no se parará investido como expresidente. Saldrá de Palacio como aquel que fue posesionado, que jamás gobernó y actuó como Jefe de Estado.


Imagen tomada de Youtube.com

IVÁN DUQUE MÁRQUEZ: ENTRE TERCO E IGNORANTE

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Ya son varias las ocasiones en las que Iván Duque Márquez exige al gobierno de Cuba la extradición de la dirigencia del ELN que se encuentra en la isla. Huelga recordar que hasta allá se trasladó en su momento la mesa de diálogos entre los negociadores de esa  guerrilla y los del gobierno de Juan Manuel Santos, ante el intempestivo retiro del apoyo político y logístico de la administración de Lenín Moreno, presidente del Ecuador.

Después del execrable atentado dinamitero contra la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional, perpetrado por ese grupo subversivo, esa parte de la delegación guerrillera se quedó en la isla caribeña en virtud del rompimiento de la negociación que había empezado en territorio ecuatoriano.

La insistencia de Duque al gobierno Díaz-Canel lo hacen ver como un ignorante frente a un imposible jurídico-político: Cuba, como país garante de esos diálogos de paz, no puede desconocer los protocolos firmados entre el Estado colombiano y el ELN, con el respaldo político de Noruega.

La insistencia de Duque Márquez con el espinoso asunto no solo lo hace ver como un ignaro, sino como un político testarudo. Testarudez que se explica, claro está, porque jamás se ha sentido como Jefe del Estado colombiano. Si así fuera, entendería que ningún Estado que sirva como garante de un proceso de paz puede violar o desconocer los protocolos firmados entre las partes que se sentaron a dialogar para poner fin a las hostilidades.

Ser Jefe de Estado y actuar en consecuencia obliga a quien tiene esa investidura, a actuar con mesura, inteligencia y sobre todo, con sentido histórico. Y Duque se ha demostrado así mismo que su paso por la Casa de Nariño o de Nari, obedece más a un capricho del uribismo por poner en el Solio de Bolívar no solo a un intransigente e indocto en temas de relaciones internacionales y derecho internacional, sino a un hombre sumiso al que no le interesa hacer historia como Jefe de Estado, porque solo vive pendiente de cumplir las órdenes de sus dos patrones (Uribe y Sarmiento Angulo), en particular las que a diario le musita al oído el latifundista de Salgar.

Parece ser que los seguidores de Uribe desconocen qué es eso de ser Jefe de Estado. El mismo Uribe jamás se sintió cómodo al ostentar por ocho años esa dignidad, pues mandó en este país como si lo estuviera haciendo dentro de los límites de El Ubérrimo. Lejos estuvo el vulgar caballista de actuar como Jefe de Estado. Por ello no podemos esperar mucho de Iván Duque, quien cada día que pasa deja en claro, por su ignorancia y testarudez, que su intención es parecerse a quien lo puso en la Casa de Nari.



Imagen tomada de la BBC

jueves, 10 de agosto de 2023

GUAIDÓ MÁRQUEZ Y DUQUE MÁRQUEZ: PARECIDOS RAZONABLES

 

Por Germán Ayala Osorio

Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez pasará a la historia como el más grande payaso de la derecha venezolana. Ese reconocimiento se lo ganó por haberse auto proclamado “presidente interino de Venezuela”. Guaidó Márquez “gobernó” sin ministros, sin fuerzas armadas y sin territorio. Es decir, en su propio mundo imaginario, su Narnia.

Ese mismo relato histórico deberá dar cuenta de que su imaginario ejercicio del poder fue convalidado por un arlequín colombiano que, contrario al bufón venezolano, sí llegó a tener ministros a su cargo, a pesar de que sus decisiones y actos de gobierno siempre dependieron de las orientaciones dadas por su dueño, conocido como el Gran Titiritero.

El fantasioso mandato de este  gracioso mamarracho lo llevó a viajar en aeronaves oficiales que su amigo, el Títere, Iván Duque Márquez, le prestaba para que su fantasía se acercara en algo a la realidad. Además de viajar como si verdad fuera presidente de alguna República, era recibido con honores militares. Debido a la obediencia debida, jamás sabremos qué pensaron los generales o coroneles que ofrecieron su saludo castrense a un mandatario sin territorio, sin pueblo, sin autoridad…

Para comprender la amistad entrañable entre estos dos polichinelas latinoamericanos se sugiere mirar el significado de la palabra que les sirve de apellido: Márquez. “Persona con el título nobiliario inferior al de duque y superior al de conde”.

Guaidó Márquez fue un presidente que apenas si se gobernó así mismo y Duque Márquez un presidente sin imaginación, autonomía y criterio. Creo que en la historia política de Venezuela y Colombia se deberá reconocer que en un corto periodo ambos países vivieron un proceso de “infantilización” por cuenta de esas dos figuritas que le quitaron seriedad a la política, hasta convertirla en una ronda infantil, en un juego de infantes que se acostumbraron a jugar a ser presidentes, de la misma manera como otros menores jugaban al papá y a la mamá.

Guaidó dejó el poder imaginado y viajó a la tierra del Tío Sam, esta vez en un avión comercial, a cumplir el sueño americano; mientras tanto, Duque sigue en la búsqueda de convertirse en una estrella de rock o un DJ. Lo curioso de estos muñecos es que se ganaron un lugar especial en los niños que algún día leerán sus biografías y el fantasioso mundo en el que vivieron por unos cuantos años. ¡Payasos!


Imagen tomada de Pulzo. 


“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...