Esta carta va dirigida al maldito que violó a la periodista Claudia Morales. El acto sexual abusivo se consumó entre el 2002 y el 2006. La periodista víctima escribió el 19 de enero de 2018 una columna titulada Una defensa del silencio, donde señaló a su violador: «ustedes lo oyen y lo ven todos los días».
Aunque hay indicios de tu
identidad, el país aún espera que la víctima revele algún día tu nombre. Lo
poco que se sabe es que te aprovechaste de la relación de poder que ejercías
sobre la periodista. Eso te convierte en un cobarde. Para mí, no sos un hombre:
sos un macho perverso, un depredador.
Imagino que sos hijo de una
familia disfuncional, violenta, conservadora y goda. Suele ser ese el ambiente
en el que se crían hombres inseguros de sí mismos. En cuanto al lugar donde
naciste, pudo ser cualquier departamento del país: Antioquia, Valle del Cauca o
cualquiera de los Santanderes. Sos hijo de la Colombia misógina, machista y
rezandera; pero también sos vocero de la narrativa compartida por la Iglesia
Católica que indica que las mujeres fueron hechas para preñarlas, criar hijos y
cuidar al marido; imagino que sos creyente y que vas a misa cada ocho o quince
días a recibir el “cuerpo de Cristo”. A las iglesias suelen concurrir los seres
más despiadados. Son recintos en los que la aviesa condición humana encuentra
abrigo y consuelo por parte de hombres con sotanas que han violado niñas y
niños. Unos y otros encuentran refugio en ese Dios imaginario. Al final, con
dos padrenuestros quedan saldadas violaciones y otros crímenes.
Esa misma narrativa religiosa
sostiene que las mujeres siempre estarán disponibles para los machos cachondos,
incapaces de conquistarlas. Para qué intentar seducirlas si manosearlas o
violarlas siempre estará culturalmente justificado. Expresiones como “mire cómo
iba vestida; quién la mandó a salir sola», o «por qué le aceptó la invitación»;
o «son males buscados» y «¿por qué le abrió la puerta?”, terminan casi
justificando el delito de acceso carnal violento.
Imagino que ya estás en el ocaso
de tu vida. Cuando te llegue el momento de tu óbito, es posible que pasados
unos días o semanas la víctima decida por fin revelar tu identidad, en acto de
justicia con la historia. En ese momento los verdaderos en su respectivo dios,
porque no aceptan en su reino a violadores como vos, pedirán que llegues pronto
a ese imaginado infierno. En resumidas cuentas, estoy convencido de que cuando
se produzca tu deceso millones de hombres y mujeres descansarán si no es que
celebran el esperado desenlace, sí sentirán un profundo alivio.
No sé si esta epístola llegue a
tus manos, execrable violador. Lo que sí espero es que muchos hombres y mujeres
se animen a escribirte cientos de miles de misivas, como una manera de
solidarizarse con Claudia Morales y con el resto de las mujeres violadas por
malandrines como vos.
Repulsivamente,
Germán Ayala Osorio