Por Germán Ayala
Osorio
Desde su creación en 1991, con la
nueva constitución, la elección de un fiscal no había generado tanta
expectativa en el país como la que se generó en relación con la terna de solo
mujeres, de la que hizo parte Luz Adriana Camargo Garzón, la nueva fiscal general.
Son varias las circunstancias que
contribuyen a la enorme expectación que millones de colombianos tienen sobre cuál
será la agenda con la que llega la nueva fiscala, en particular, que no tenga
una oculta que termine empeñando su desempeño a las intrigas y exigencias que
muy seguramente le harán los sempiternos agentes del nefasto régimen de poder
colombiano.
Una de esas circunstancias tiene
que ver con la configuración de la terna de solo mujeres. Ello rompió con una
larga tradición en la manera en la que los presidentes de la República proponían
a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) las ternas dominadas por hombres. Tanto
fue así, que el magistrado de ese alto tribunal, Gerardo Botero, interpuso una
acción de tutela ante el Consejo de Estado, aduciendo que violaba los derechos
de los hombres a participar de la elección. Sin duda alguna, un ataque de
misoginia y machismo que dice mucho del talante del togado y del impacto que
generó en sectores conservadores de la sociedad, la terna compuesta por solo mujeres.
La segunda circunstancia tiene
que ver con la no cercanía del actual presidente de la República con la nueva
fiscala general de la Nación. Este factor es importante porque Francisco Barbosa,
el fiscal saliente, era íntimo amigo del entonces jefe del Estado, Iván Duque
Márquez, lo que convirtió a Barbosa en una ficha del presidente de la República.
Realmente, Barbosa fue una ficha del régimen y del uribismo, sectores de poder
interesados en salvarles los pellejos al expresidente y expresidiario, Álvaro
Uribe Vélez y a miembros de la familia Sarmiento Angulo, propietarios del Grupo
Aval.
Si bien hay que reconocer un importante
peso a esas dos circunstancias en la generación de las enormes expectativas de
cientos de miles de colombianos en el desempeño de la nueva fiscala, existen
otras que podrían pesar más sobre los hombros de Luz Adriana Camargo, si ella,
claro está, lo permite. El enrevesado proceso de elección del que participó la
nueva fiscal aporta a que las expectativas sociales aterricen en las profundidades
de las dudas que siempre aparecen cuando emergen sospechas asociadas a
maniobras clientelistas originadas en los togados que terminaron eligiendo a Camargo
Garzón.
La periodista María Jimena Duzán
expuso en su podcast situaciones
que hacen pensar en que la nueva fiscala llega al cargo con dos agendas: una,
en la que sobresale el genuino interés de recuperar el prestigio perdido del
ente acusador y otra, la que le impusieron los magistrados que votaron por
ella.
Si bien Luz Adriana Camargo
defendió su independencia, no podemos llamarnos a engaños: la elección del fiscal
general de la Nación deviene con un carácter político, lo que supone intrigas y
presiones de poderosos agentes del establecimiento colombiano. La defensa de
Camargo se hizo en referencia a las suspicacias que la prensa puso a circular
en torno al nombramiento del vicefiscal, Gilberto Javier Guerrero, de quien las
versiones periodísticas indican que es cercano a la cuestionada Martha Mancera,
a quien la Corte Suprema de Justicia le permitió fungir como fiscal encargada
por treinta días.
Si Luz Adriana Camargo logra recuperar
la Fiscalía para la sociedad y el Estado de Derecho, habrá dejado un legado
importante. Para poder lograrlo, deberá dejar que los fiscales actúen con
criterios jurídicos en casos delicados como Odebrecht, en el que están involucrados
Óscar Iván Zuluaga y su hijo; también, el caso del crimen de Jorge Enrique
Pizano en el que estaría comprometido el exfiscal Néstor Humberto Martínez
Neira, en lo que tiene que ver con la valoración y la custodia de las pruebas
que desvirtuarían que se trató de un suicidio. De igual manera, los procesos que
se llevan en contra del expresidente Uribe Vélez y Nicolás Petro, el hijo del
presidente de la República. Y quizás el más delicado de todos los casos: las
responsabilidades que debería de asumir en el país la familia Sarmiento Angulo en
lo que tiene que ver con actos de corrupción en la Ruta del Sol II, reconocidos
ante las autoridades norteamericanas.
Camargo Garzón lleva sobre sus hombros una enorme responsabilidad, en un país en el que el ethos mafioso y la corrupción público-privada se naturalizó de tal forma, que la institucionalidad de la Fiscalía hace rato que viene capturada por los agentes de poder político y judicial cuyas vidas privadas y públicas son guiadas de tiempo atrás por ese ese nefasto y criminal ethos mafioso. Eso sí, confío en que Camargo Garzón no se emulará la gestión del inefable, Francisco Barbosa.
Imagen Óscar Pérez, de EL ESPECTADOR. COM