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sábado, 16 de marzo de 2024

GUSTAVO PETRO Y LA DEMOCRACIA PLEBISCITARIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Si algo saber hacer el presidente Gustavo Petro es incomodar a los momios del Establecimiento. Después de señalar en Cali, en Puerto Resistencia, que Colombia debe ir hacia una Asamblea Nacional Constituyente, los medios masivos hegemónicos se dieron un banquete periodístico y político con la propuesta presidencial: les abrieron los micrófonos a los agentes políticos que se oponen a las tres reformas planteadas por el gobierno, encaminadas estas a tratar de profundizar la democracia y por ese camino, cumplir con lo que señala la Constitución de 1991: que Colombia es un Estado Social de Derecho.

La propuesta es a todas luces inviable, por una razón fundamental que parece que Petro olvidó: no tiene las mayorías en el Congreso. Mientras la derecha pasa el trago amargo que les hizo pasar la simple propuesta, lo que tendría que hacer el gobierno nacional es avanzar en la reforma agraria, la recuperación de las vías férreas, frenar la deforestación de las selvas; en cuanto a las reformas, debe darle más poder a la Superintendencia de Salud para esta entidad sancione con dureza a las EPS que se nieguen a prestar a entregar a tiempo los medicamentos y autorizar los procedimientos. Igualmente, crear una red de centros de salud en los lugares más apartados del país.

Las resistencias al cambio de los agentes del Establecimiento no son óbice para avanzar en otros asuntos en los que se requiere la atención del Estado y que no necesariamente pasan o tocan los temas de las tres reformas. Mientras tanto, los seguidores del presidente deben entender que hay que prepararse desde ya para las elecciones de 2026. No haber votado masivamente en las elecciones del Congreso le permitió a la derecha conservar sus curules, las mismas que está usando para atravesarse a las reformas.

Hay que comprender que con un exguerrillero como presidente de la República (2022-2026), se resintieron los cimientos conservadores, excluyentes y autoritarios de quienes lideraron el establecimiento colombiano durante más de 50 años de guerra. La figura de Petro presidente genera unas grietas por las que deberán por fin colarse las ideas modernas que la élite feudal dominante jamás acogió, porque estaba cómodamente instalada en la tradición, en el pasado y en la cultura dominante. O quizás, plácidamente moviendo los hilos de un eterno estado de naturaleza. La conquista del poder, por la vía democrática, del primer gobierno nacional de izquierda, abre el camino para que Colombia se vea inmersa en una especial coyuntura política, que muy seguramente irradiará a ámbitos como el económico, el social y en particular, en el de la cultura. La llegada de Gustavo Petro a la jefatura del Estado, después de haberse levantado en armas en su contra, le da un valor innegable a la vida democrática, a pesar del cerramiento que la democracia colombiana exhibió desde los tiempos del Frente Nacional. Pero también, legitima los esfuerzos de paz que desde el Estado se emprendieron en el pasado y los que se ojalá se pongan en marcha para lograr la desmovilización del ELN y la de las disidencias de las extintas Farc-Ep, otoñales grupos armados que se quedaron en el pasado.

Como líder carismático, Gustavo Petro tiene la oportunidad, junto con los cuadros que lo acompañan ideológicamente, de proscribir todos los procesos de estigmatización, persecución y exclusión que la gran prensa aupó, siguiendo las narrativas violentas con las que se logró demonizar a todo lo que oliera a izquierda. Si Petro y su gobierno cumplen con lo más sustancial de lo prometido en campaña, será posible transitar los caminos de una modernidad que lleve a la consolidación de una verdadera democracia, pluralista y respetuosa de las diferencias y al nacimiento de unas nuevas ciudadanías, más acordes con los desafíos que hoy, entre otros fenómenos, nos impone el cambio climático y la crisis humana-ambiental (civilizatoria) que abraza al planeta. Por eso no es conveniente distraerse haciendo propuestas inviables, que solo sirven para molestar a la derecha.

La presencia de público en la Plaza de Bolívar durante la ceremonia de transición de mando debe leerse en clave cultural y política, en la medida en que Petro se reconoce como un líder carismático, circunstancia esta con la que podría instaurar durante su mandato, una democracia plebiscitaria en la perspectiva de Weber, con todo y los riesgos que ello depara. Ello explicaría no solo la presencia masiva y remota  en plazas y parques de centenares de sus seguidores, sino su genuina preocupación, expresada en la frase “no les podemos fallar”. Petro Urrego sabe muy bien que perder el carisma es fácil por cuenta de no satisfacer ampliamente las expectativas y necesidades de un pueblo que tiene hambre y que ha sufrido la exclusión de una élite “blanca” que jamás se conectó con sus aspiraciones de ejercer una combativa ciudadanía política. Por el contrario, esa misma élite construyó una relación de dominación con la que dio vida al más inmoral de los asistencialismos y a la consolidación de un clientelismo que se extendió a todas las esferas de la sociedad.  

Baste con extraer algunas frases de su conmovedor  discurso, para entender la dimensión de lo dicho, los mensajes cifrados que envió y los que están atados a su lucha revolucionaria:

Quiero decirles a todos los colombianos y todas las colombianas que me están escuchando en esta Plaza Bolívar, en los alrededores, en toda Colombia y en el exterior que hoy empieza nuestra segunda oportunidad. Nos la hemos ganado. Se la han ganado. Su esfuerzo valió y valdrá la pena. Es la hora del cambio. Nuestro futuro no está escrito. Somos dueños del esfero y podemos escribirlo juntos, en paz y en unión”.

Hoy empieza la Colombia de lo posible. Estamos acá contra todo pronóstico, contra una historia que decía que nunca íbamos a gobernar, contra los de siempre, contra los que no querían soltar el poder. Pero lo logramos. Hicimos posible lo imposible. Con trabajo, recorriendo y escuchando, con ideas, con amor, con esfuerzo. Desde hoy empezamos a trabajar para que más imposibles sean posibles en Colombia. Si pudimos, podremos”.

Estamos ante una ruptura histórica alejada moral, ética y democráticamente del quiebre institucional y cultural que el país vivió durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez. Entre 2002-2010 emergió un líder carismático como resultado de una invención mediática.  Quizás Uribe pensó en que sus consejos comunales de gobierno lo llevarían a liderar una democracia plebiscitaria o por lo menos, a ejercicios de una democracia directa. Ni lo uno, ni lo otro. El liderazgo del hoy imputado expresidente (1087985) estuvo fundado en el poder los clanes regionales que lo respaldaron y que supieron cobrarle dicho apoyo, por ejemplo, con la política pública Agro Ingreso Seguro (AIS). De la misma manera, Uribe operó un Estado militarista, el mismo que terminó asesinando a su propio pueblo (6402 falsos positivos). Por el contrario, el que encarna Petro Urrego está fundado en el poder de un Estado cuya legitimidad no está anclada exclusivamente  en el poder de las armas y en la persecución de aquellos asumidos como “enemigos de la patria”, sino en el surgimiento de un Estado moralmente superior y obligado a comportarse como un Estado social y democrático de derecho. Entre 2022 y 2026 veremos  a un líder carismático y magnánimo, surgido de las entrañas de la exclusión y de la lucha revolucionaria. Por lo anterior, insisto en que Petro debe dedicarse a gobernar y dejar de soltar globos que el grueso del pueblo no está en capacidad de entender sus alcances.

Que la guerra contra las drogas ha llevado a los Estados a cometer crímenes y ha evaporado el horizonte de la democracia. ¿Vamos a esperar que otro millón de latinoamericanos caigan asesinados y que se eleven a 200.000 los muertos por sobredosis en Estados Unidos cada año? O más bien, cambiamos el fracaso por un éxito que permita que Colombia y Latinoamérica puedan vivir en paz”.

Si terminado su mandato, Petro pierde el respaldo popular por haber incumplido las promesas de campaña, el hoy derrotado régimen volverá a sacar el garrote disciplinante para asegurarse que jamás la izquierda vuelva a poner presidente y arrebatarles el poder. Si, por el contrario, logra consolidar una democracia plebiscitaria, dejará que sea el pueblo el que defina su sucesor o la continuidad de su mandato.

 

Imagen tomada de la red X.

viernes, 15 de marzo de 2024

LOS RIESGOS DE UNA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), como camino expedito para lograr las reformas sociales y políticas que las bancadas en oposición del Congreso insisten en no tramitar, deviene peligrosa e inconveniente por varias razones. Antes de exponerlas, hay que recordar que en los tiempos del gobierno de Uribe Vélez se planteó convocar a una Constituyente para discutir reformas alrededor de temas específicos. La propuesta del uribismo estuvo precedida del enfrentamiento que Uribe sostuvo con las altas cortes, en particular con la Corte Suprema de Justicia. Luego, durante el gobierno de Juan Manuel Santos se hizo la misma propuesta, esta vez para refrendar el acuerdo de paz de La Habana.  En ese momento, fueron las Farc-Ep quienes propusieron esa salida.

El profesor Rodrigo Uprimny, el 9 de junio de 2013 hizo referencia a una ANC cerrada: “…Otra posibilidad es una asamblea constituyente, pero no soberana, sino para temas específicos. Y eso es posible pues la Constitución establece que la ciudadanía aprueba la convocación de una constituyente, pero con base en una ley que define su “competencia, período y composición”. Una asamblea con competencia limitada no pondría en riesgo los avances de la Constitución de 1991; y al definirse su composición, podría permitirse una mejor participación de grupos minoritarios, como las víctimas y los grupos étnicos. Es pues una opción a explorar, pero que también tiene peligros, pues una vez convocada podría querer transformarse en una asamblea soberana…Debemos pues empezar a debatir cómo refrendar un eventual acuerdo de paz”.

Si bien el gobierno Petro cuenta con un importante respaldo popular, hay sectores de la población que siguen firmes con la derecha, lo que, en un escenario electoral para elegir a los delegatarios, haría posible que la derecha termine con las mayorías de los constituyentes lo que se traduciría en una derrota política para el petrismo. A lo que se suma el riesgo de que ese sector del espectro ideológico modifique el actual diseño constitucional para regresarnos al modelo de sociedad y Estado de la Constitución de 1886, que es el sueño del uribismo.  

Al no contar con las mayorías en el Congreso, el gobierno Petro le daría a la ultraderecha la enorme posibilidad de cambiarlo todo, para dar rienda suelta a sus ideas conservadoras.  Derogar la Carta Política de 1991, sin haber alcanzado la consolidación del Estado Social de Derecho y la generación de una cultura política y democrática en todos los niveles de la sociedad colombiana y sobre todo sin haber solucionado problemas como el empobrecido capital social de millones de colombianos, es un riesgo que el país no puede correr. Si bien es legítimo que Petro proponga ese camino institucional, las circunstancias económicas, mediáticas y políticas no lo favorecen del todo.

Las circunstancias contextuales que llevaron al gobierno de César Gaviria a convocar la Asamblea Nacional Constituyente en nada se parecen a las que hoy vive el país. Ni tenemos una violencia generalizada y muchos menos una crisis institucional que haga inviable al país. Hay, sí, una férrea oposición en el Congreso frente a las reformas a la salud, al sistema pensional y a las condiciones laborales presentadas por la actual administración, lo que pone en evidencia que la derecha tradicional, representada en los partidos declarados en oposición y en independencia, está dispuesta a defender los privilegios de la élite tradicional que se siente amenazada con las reformas planteadas por el presidente de la República.

Si bien hay sectores del Establecimiento que están con Petro, hay otros igual o más poderosos que le hacen oposición y hacen ingentes esfuerzos para que al país le vaya mal. Aquellos que hoy le sonríen a Petro, al momento de una ANC lo más probable es que le den la espalda. En ese momento, los reformistas, enemigos de la Carta de 1991, se la jugarían por regresarnos al pasado.

Por lo anterior, convocar a una ANC se acercaría más bien a una decisión caprichosa del jefe del Estado, tal y como sucedió cuando el entonces presidente Uribe propuso conformar una constituyente. Petro debe evitar a toda costa ser comparado con el expresidente y expresidiario antioqueño. Lo que debe hacer el petrismo y la izquierda en general, es formar los cuadros suficientes y entregarle las banderas del cambio a un candidato como Luis Gilberto Murillo.



Imagen tomada de Youtube. 

martes, 26 de septiembre de 2023

PETRO INSISTE EN “METERLE PUEBLO” A LAS REFORMAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la llegada a Bogotá de la Minga indígena, campesina y afro, el presidente Petro consolida su estrategia de confrontar a los sectores políticos y económicos que, de la mano de específicas bancadas en el Congreso se oponen a las reformas pensional, laboral y al sistema de salud. 

Las marchas de hoy 27 de septiembre, en apoyo del gobierno, son bienvenidas, pero pueden terminar desgastando el instrumento social y democrático, y ahondando las diferencias políticas e ideológicas. Eso de “meterle pueblo” a la discusión pública de los temas sensibles de la agenda política del gobierno de Petro puede terminar con el alejamiento de la posibilidad de llegar a un Acuerdo Nacional y el incremento del racismo y del clasismo, factores socioculturales que caracterizan a la sociedad colombiana y que explican las múltiples expresiones de violencia en los campos y en la ciudad.

Blu radio, en cabeza de Néstor Morales, ficha del viejo régimen, lleva varios días “denunciando” la existencia de millonarios contratos firmados entre el gobierno y organizaciones indígenas como la ONIC, cuyo objetivo, de acuerdo con la versión periodística, es patrocinar el desplazamiento, la logística y la manutención de los miembros de la Minga.  De la mano de sus colegas, Morales motiva a las audiencias proclives a rechazar las formas de vida y de protesta de indígenas, campesinos y afros, a ponerse en modo de resistencia social y política no solo a la Minga, sino a todo lo que representa el Pacto Histórico. Al final, el país puede terminar viendo el surgimiento de un movimiento Contra Resistencia de aquellos que vienen resistiendo con dignidad, los embates del neoliberalismo, la violencia paramilitar, estatal y la que viene articulada a los agentes sociales y económicos enemigos de la autonomía y la seguridad alimentarias.

En la mesa de trabajo de Blu radio se habló de “cooptación” del movimiento indígena. No se trata de eso. Por el contrario, lo que veo es que la Minga encuentra en el gobierno de Petro el apoyo económico y político que anteriores gobiernos neoliberales les negaron a indígenas, afros y campesinos. No se trataría, entonces de una “captura” de la institucionalidad indigenista, más bien estamos ante un evidente y real proceso de reivindicación étnico-territorial y cultural de quienes por más de 50 años fueron sometidos por gobiernos que, con sus planes de muerte, le apuntaron a erosionar el trabajo comunitario subyacente en la Minga. Baste con recordar lo que hizo Uribe en contra del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC): el entonces presidente de la República, con el apoyo de Valencia Cossio, ordenó crear la OPIC, como institución opositora a los intereses del CRIC, con el claro objetivo de fracturar los procesos comunitarios en el norte del Cauca.

De otro lado, las dinámicas urbanas y rurales son distintas, lo que hace difícil hacer confluir los intereses de una población urbana sumergida en los agobiantes problemas cotidianos: inseguridad, transporte, condiciones de vida precarizadas, necesidades de consumo y formación política. Mientras que en los territorios rurales puede haber otras necesidades y problemáticas que difícilmente encuentran respuestas empáticas en quienes viven y sobreviven en urbes como Bogotá, Cali y Medellín. En materia de formación política, es probable que en los territorios rurales exista una mayor conciencia alrededor del momento histórico que vive el país, mientras que, en los espacios urbanos, hay demasiados distractores que impiden consolidar una conciencia social y política asociada a la reivindicación de los oprimidos. Y peor aún, cuando hay periodistas como Néstor Morales, atizando para que la histórica animadversión hacia indígenas, afros y campesinos se consolide aún más.



Imagen tomada de la alcaldía de Bogotá. 

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...