Por Germán Ayala Osorio
Entrar a una iglesia, en la rezandera y camandulera Medellín, y pedir
silencio a los seguidores-actores prestos al interior del recinto sagrado a
ovacionarlo inaugura la etapa divina del juicio a la que llamaré la “sagrada
victimización”. De resultar Uribe condenado por la jueza 44, Sandra Liliana
Heredia, la derecha católica, apostólica y romana tendrá la oportunidad de elevar
a su “presidente eterno” al estatus de Mesías condenado, circunstancia moralizante
que serviría para calificar como impíos a cientos de miles de connacionales,
incluidos en ese amplio grupo de irreligiosos a la juez, la fiscal del caso y a
las víctimas acreditadas. Y una sociedad que es capaz de condenar a un “hombre
bueno y probo como Uribe” debe, sí o sí, recibir el máximo castigo: la ira divina.
Con esa escena, Uribe, como buen
samaritano, pretende inspirar a quienes aún creen en su cuestionada inocencia a
que programen procesiones a la Basílica de Nuestro Señor de los Milagros para
pedirle al Señor que salve al Señor de Colombia, acusado de manera temeraria
por hombres y mujeres injustos, cegados por la ignorancia y el odio.
Como se trata de un asunto de Fe,
los argumentos jurídicos y el análisis del material probatorio pasan a un
segundo plano. Acá no se trata, como lo ha pedido el senador Cepeda, dar una
lucha jurídica de altura, sino llevar el juicio a los fangosos terrenos de la
política electoral y a la moralizante y también cenagosa instancia de la
religiosidad.
Uribe Vélez es creyente como millones
de colombianos que saben explotar muy bien esa condición espiritual y religiosa
para engañar incautos y dejar en manos de Dios sus culpas (no delitos). Quienes
así operan, suelen sentir un desprecio enorme por la justicia terrenal, en
particular cuando los procesos penales en los que están envueltos no les resultan
favorables o porque sienten que se puede dar una inminente condena en su
contra. Sentirse perdido y buscar a Dios es una práctica común en los creyentes.
El expresidente y expresidiario
antioqueño sabe que cuenta con el respaldo mediático de todos los medios y
periodistas de las empresas mediáticas cuyos propietarios hacen parte del
Establecimiento que está obligado moral y políticamente a mantenerlo vigente
política y electoralmente bajo el engañoso apelativo de Gran Colombiano, en el que
confluyen valores que la ultraderecha siempre expone como parte de sus rasgos psicoafectivos:
el amor por la Patria, el respeto por la institucionalidad y la ciega
admiración por los hombres en armas (legales e ilegales).
Mientras surte efecto la escena de la sagrada victimización de Uribe, en las redes sociales y en particular en X los defensores del exmandatario hacen ingentes esfuerzos por encontrar vacíos y otros problemas en los argumentos de la Fiscalía que acusó al ladino político de los delitos de fraude procesal y manipulación de testigos.
Entre
tanto, la prensa hegemónica apela a todo tipo de estrategias informativas para
negar la gravedad de los delitos que finalmente llevaron a juicio a Uribe. Poner
el foco en detalles irrelevantes hace parte de las maniobras periodísticas con
las que a toda costa buscan la salvación social del Señor Acusado. Y por supuesto,
seguir siendo la caja de resonancia de todo lo que diga y haga el cuestionado
exmandatario. Viralizada la escena de la sagrada victimización, la
prensa bogotana y regional queda lista para amplificar la siguiente escena
programada de la teatralización religiosa a la que el uribismo está llevando a
la opinión pública.