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jueves, 2 de mayo de 2024

LA BANDERA DEL M-19, OTRO MOTIVO MÁS PARA ODIAR A PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Como animales simbólicos que somos, las banderas, los himnos e incluso las arengas, siempre van a estar presentes en nuestros relatos, en la historia local y por supuesto, en las memorias individuales y colectiva. Y es así, porque dan cuenta de hechos reales o de realidades imaginadas que de todas maneras están cruzadas por el espíritu humano, la ética-estética y la tarea objetiva de conocer y comprender el mundo de las cosas.

Hay banderas que cuando se ondean, generan reacciones violentas en unos sectores sociales y de poder, mientras que en otros sirven para evocar momentos inolvidables de felicidad, luchas ideológicas e incluso de dolor, asociados a los principios y objetivos sobre los cuales esa bandera fue usada como estandarte político y militar.

La bandera del M-19 es hoy, después de más de 30 años del proceso de paz entre la guerrilla del mismo nombre y el Estado colombiano, un elemento más que acrecienta la división, el distanciamiento y la animadversión entre la derecha “premoderna, vetusta y anacrónica” y el presidente de la República, Gustavo Petro, como persona y figura política.

Claro que el presidente de la República es un provocador. Y lo es, porque no abandonó jamás su espíritu libertario, revolucionario y confrontador del poder hegemónico. Si hubiese querido abandonar sus ideales, entonces ya habría sido recibido en el Centro Democrático, partido-secta del que hacen parte varios de sus compañeros de lucha, que optaron por entregarse al establecimiento que una vez decidieron combatir.

Petro dedicó una parte importante de su juventud a consolidar las ideas con las que irrumpió el M-19, después de que Misael Pastrana Borrero le robara las elecciones a la ANAPO en 1970.  Petro se siente orgulloso de su pasado y eso es posible que no lo logren entender sus detractores, quienes creen que la guerrilla ha sido el único problema del país, porque de manera taimada y maliciosa ellos mismos optaron por evitar no reconocer que las más graves problemáticas del país surgen de la corrupción público-privada y de la captura corporativa del Estado, que devienen históricas y anteriores al levantamiento de las guerrillas en los años 60.

Quienes atacan y descalifican al presidente por agitar ese banderín de la lucha armada y revolucionaria que Petro dio junto a Navarro Wolf, Marcos Chalita, Rosemberg Pabón, Vera Grabe, Toledo Plata, Iván Marino Ospina y Bateman Cayón, entre otros, lo hacen porque quizás nunca en sus vidas se vieron tentados u “obligados” a buscar en la lucha armada los cambios que este país necesita desde sus inicios como República.

Los enemigos de Petro y quienes se molestan al ver que el presidente le recibió las banderas de Colombia y del M-19 de manos de uno de los cientos de miles de compatriotas que lo escucharon en la Plaza de Bolívar este primero de Mayo, reducen el papel político-militar de esa guerrilla a la toma del Palacio de Justicia, hecho execrable que jamás debió ocurrir.  Sin duda alguna, un hecho criminal y una errada acción político-militar que terminó con la muerte de magistrados, empleados de la cafetería y visitantes a ese edificio, recuperado horas más tarde, a sangre y fuego, por el Ejército, bajo la idea poco creíble de “defender la democracia”.  La frase exacta del entonces coronel Plazas Vega fue: “aquí, defendiendo la democracia”. Al reducir la democracia a un edificio, el coronel de Caballería olvidó que él también fue y sigue siendo un animal simbólico.

Esa cruel osadía condenó socialmente a toda la dirigencia de esa agrupación armada ilegal y manchó su historia en un país que ha preferido aplaudir, elegir y reelegir a los corruptos, antes de sentarse a estudiar con juicio las diferencias sustanciales que existieron y aún existen entre el proyecto político del M-19, ancorado a la necesidad de profundizar la democracia en el marco del sistema capitalista, y el que aún defienden el ELN y las disidencias farianas, orientado a revivir  al viejo modelo socialista de la antigua URSS o el “socialismo del siglo XXI” de la Venezuela de Chávez y Maduro.    

A juzgar por las molestias generadas por ondear la bandera del M-19, podemos decir que, para fortuna o infortunio de la humanidad, seguimos siendo animales simbólicos; pero para pesar de esa misma humanidad, hay que reconocer que, dentro de esa comunidad de animales hay unos que optaron por quedarse en el pasado, como fuente inagotable de su inquina, aversión, antipatía y ojeriza hacia quien, para bien o para mal, es el presidente de la República elegido democráticamente.

Le sugiero a todas y todos aquellos que se sienten morir de la rabia al ver ondear la bandera del M-19, que lean con juicio a Ernest Cassirer. Aquí les dejo una cita: “[el hombre] no encuentra un mundo de objetos físicos sino un universo simbólico, un mundo de símbolos. Debe aprender, antes que nada, a leerlos, pues todo hecho histórico, por muy simple que parezca, no se determina y comprende más que mediante un análisis previo de símbolos”.

Esa bandera, el M-19, Petro, las otras guerrillas; los paramilitares, las FFAA, las familias poderosas, la clase política y cada uno de nosotros está envuelto en el universo simbólico de una conflicto armado interno que nos ha permitido vernos en el espejo y ver en este la ignominia, la inmoralidad, la estética de lo atroz de la que habla Édgar Barrero y la estolidez de todos los guerreros; así como  la complicidad e ignorancia de quienes a pesar de saber de los horrores de esta guerra fratricida, prefirieron aplaudir al bando de sus simpatías para sentirse más tranquilos moralmente. Toda guerra es inmoral y la nuestra, sí que lo fue, lo es y seguirá siendo.

 


Imagen tomada de Infobae


miércoles, 17 de abril de 2024

LAS MARCHAS DEL 21 DE ABRIL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La verdad es que ya perdí la cuenta de las marchas acaecidas en los últimos dos años en Colombia. Es en lo único que nos parecemos a la Venezuela del descriteriado del Nicolás Maduro Moros. En el hermano país, se han dado innumerables movilizaciones de la Oposición e iguales respuestas del oficialismo.

La derecha uribizada y hay que decir, un grupo de inconformes con la gestión del actual gobierno, anuncian, cuatro días antes, los motivos que los llevará a participar de la movilización. Y lo hacen en las redes sociales, en particular en la red X, la más grande caldera ideológica en la que con mayor frecuencia se sube la temperatura de las disputas y rencillas que terminan en bloqueos, perfilamientos y amenazas de muerte. Ya una tuitera le tocó salir del país porque sus datos personales fueron ventilados, después de que un tuitero famoso ofreciera recompensa económica a quien le entregara esa información privada. Así de grave está la cosa.  

Gritan, a voz en cuello, que saldrán a marchar para que “vuelva la democracia”, para “recuperar la felicidad”, para hacer “respetar la institucionalidad” y claro, para rechazar el “desmonte del mejor sistema de salud del mundo”, y la reforma pensional “que impide que los jóvenes algún día logren pensionarse”. Todas, lecturas amañadas y sesgadas de realidades que ameritan un juicioso análisis, en particular, los hechos históricos y las prácticas institucionales que llevaron a los insostenibles y graves problemas del sistema de aseguramiento en salud, sometido por congresistas, políticos profesionales, juntas directivas y presidentes de EPS al más evidente y burdo saqueo de las finanzas del Estado. Bueno, andan embolatados cerca de 13 billones de pesos.

La práctica social y política de hacer un uso parcializado y amañado de los conceptos, lleva a cientos de miles de marchantes a decir que “vivimos en una dictadura, que perdieron la libertad y que el comunismo está llevando al país al abismo”. Aunque no se conoce experiencia alguna de comunismo en el mundo, cientos de ciudadanos, orientados por reconocidas modelos uribistas, insisten en que ese sistema económico y político ya funciona en Colombia desde el 7 de agosto de 2022. Lo curioso de todo es que a nadie han expropiado y mucho menos, el Estado se ha desmontado como forma de dominación. Es más, el FMI respalda las medidas macroeconómicas tomadas por el actual gobierno.

Por supuesto que tienen todo el derecho a salir a protestar y a movilizarse. Lo único que mínimamente se les pide es que hagan un uso medianamente correcto de los conceptos, pues las exageraciones y su aplicación amañada a específicas realidades y hechos, para lo único que sirven es para que los defensores del gobierno los conviertan en memes que circulan sin control en la red X. No se presten para que se burlen de su ignorancia, pero, sobre todo, de la expresa manipulación o incomprensión real de los conceptos.

Lo curioso es que ni esta movilización del 21 de abril y mucho menos las anteriores, el gobierno del dictador que ven los uribistas en la Casa de Nariño ha sido declarada ilegal. Es más, los marchantes de las anteriores regresaron a sus casas sanos y salvos. No se reportaron jóvenes afectados en sus ojos con tiros de armas traumáticas disparadas por el Esmad y mucho menos se informó de desaparecidos o torturados. No. No estamos en los tiempos del Estatuto de Seguridad del mafioso gobierno de Julio César Turbay Ayala, cuyas relaciones con mafias desclasificó recientemente el departamento de Estado de los Estados Unidos; o en los de la Seguridad Democrática de Uribe Vélez y sus 6402 falsos positivos y las persecuciones a periodistas, magistrados y académicos; o en los de la “Paz con Legalidad” del único títere al que volvieron presidente de la República: Iván Duque Márquez, quien usó la fuerza letal de las fuerzas estatales para enfrentar el estallido social. Duque violó los derechos humanos, como lo hicieron Uribe y Turbay Ayala. Fueron regímenes violentos, pero no podemos hablar, en estricto sentido, de dictaduras como las que soportaron uruguayos, paraguayos, argentinos y chilenos, países del Cono Sur.

Como imagino que no serán capaces de mirar esos hechos del pasado reciente de su propio país porque los compromete en su (des) juicio electoral y político, entonces por lo menos acérquense a las realidades vividas en países del Cono Sur, con las dictaduras militares que se instauraron en Chile, con el criminal Pinochet Ugarte; o en Argentina, con los asesinos de Videla y Galtieri; o en Paraguay, con Stroessner… Quizás así aprendan qué es eso de vivir en dictadura.

Todas esas “serias motivaciones” se dan en medio de la auto defensa que el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez emprendió en la misma caldera y algunas universidades, con motivo del llamado a juicio por los graves delitos de manipulación de testigos y fraude procesal. Entonces, el político antioqueño habla de “persecución política en su contra” por haber defendido con “amor a la Patria y evitado la llegada del comunismo”.

Imagino que saldrán a marchar sus defensores de oficio, para quienes siempre será el “presidente eterno” y el Gran Colombiano”. Que los miembros del Centro Democrático defiendan al dueño de esa empresa electoral, vaya y venga. Pero que lo hagan ciudadanos asalariados, solo se puede explicar por lo que vengo señalando en esta columna: porque arrastran graves problemas en la comprensión de los conceptos, pero, sobre todo, porque ignoran la historia política del país. Les bastaría con revisar las actuaciones de Uribe cuando fungió como director de la Aerocivil, puesto allí por el entonces presidente, Julio César Turbay Ayala. Esa es quizás la génesis de los problemas judiciales que afronta hoy Uribe y los que como sociedad venimos afrontando con la naturalización del ethos mafioso. Ahora, si van a salir con la disculpa de hacer ejercicio, procuren no contestar preguntas o gritar arengas como “abajo la dictadura, queremos vivir en democracia; por la defensa las instituciones, fuera Petro”.

 Adenda: todas esas movilizaciones terminarán agotando el sentido social y político de la democracia, porque para lo único que sirven es para alimentar el clasismo y el racismo que en Colombia, devienen estructurales. 



Imagen tomada de EL PAÍS. 

 

miércoles, 6 de marzo de 2024

MOVILIZACIONES DEL 6 DE MARZO Y EL NACIMIENTO DE TRES CATEGORÍAS DE MARCHANTES

 Por Germán Ayala Osorio

 

Las concurridas manifestaciones del 6 de marzo de 2024, en Cali, Medellín y Bogotá, no pueden desestimarse. Por el contrario, le corresponde al Gobierno y a sus defensores más fervientes, escuchar los reclamos, miedos y las molestias, para responder, inicialmente, con una estrategia de medios que tenga como objetivo erosionar la fuerza discursiva de esas expresiones ciudadanas.

 En general, las marchas en contra del gobierno de Gustavo Petro y de sus propuestas de reforma al sistema de salud, al modelo de pensiones y a las condiciones laborales, sirven para corroborar que no vivimos en una dictadura como gritaban hace poco agentes políticos del uribismo. Todos y todas regresaron a casa, sin haber sido violentados por el temido de Esmad de hace tres años, que terminó sacándole los ojos a más  de 60 jóvenes, torturando a otros tantos y violentando sexualmente a varias mujeres;  también sirven las movilizaciones para confirmar que en el fondo de todas las marchas realizadas, tanto por la izquierda, como por la  derecha, desde que arrancó la administración Petro, hay dos visiones irreconciliables de lo que debería ser el país, una tensión creciente entre clases sociales y una distancia muy grande entre quienes ya validaron el histórico ethos mafioso y aquellos que a toda costa se oponen a que este siga naturalizando la corrupción público-privada.

Más allá de si la derecha logró llenar o no emblemáticas plazas de Bolívar o parques públicos, vale la pena intentar categorizar a quienes recorrieron varios kilómetros en tres ciudades capitales, para expresar sus molestias y preocupaciones en torno a temas sensibles como las señaladas reformas, a lo que se suman los problemas de inseguridad en urbes y en territorios rurales, asunto que desborda la capacidad del actual gobierno, porque, justamente, expone la debilidad del Estado en su conjunto.

Hay que decir que las marchas de hoy expresan en gran medida el pensamiento de sectores de la derecha tradicional colombiana, sacudida por un gobierno progresista para el que jamás se prepararon, lo que sin duda aumenta su desconcierto, rabia y desazón. Pero dentro de ese amplio espectro, es posible encontrar validez en los reclamos, pero también confusión en quienes, con un bajo capital cultural, consumen lo que a diario cuentan los medios masivos que hacen parte de la Oposición.

En esa circunstancia de consumo informativo nace la primera categoría: los Marchantes Mediatizados (en adelante los MM), que son aquellos que consumen, sin contrastación alguna, lo que a diario informan y comentan medios hegemónicos como los noticieros de televisión Caracol y RCN; los programas radiales, La FM, La W y Blu Radio; y los diarios El Colombiano, Semana, El Tiempo, El Heraldo y El País. De esos MM se suelen escuchar versiones que indican que con la reforma a la salud vamos a regresar a los perversos tiempos del Seguro Social (ISS), que no habrá más atención y que los usuarios morirán por falta de atención en clínicas y hospitales. También se les puede escuchar decir que, con la reforma pensional, los ahorros se perderán. Con esas narrativas se lanzan a las calles sin reconocer que con la plata de los cotizantes a fondos privados se apalancaron negocios privados de los hijos del expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez y se construyeron vías y puentes, en beneficio del conglomerado de Sarmiento Angulo.

Luego vienen los Marchantes Politizados (en adelante, los MP) de los que hacen parte congresistas, expresidentes, exmilitares, voceros de partidos políticos tradicionales y operadores políticos, concejales y diputados. Llama la atención que quienes hacen parte de los MP, suelen presentarse como demócratas y defensores de las libertades ciudadanas, pero gritan “fuera Petro” y amenazan con evitar que el presidente de la República termine su periodo de gobierno. Los miembros de la Reserva Policial y Militar aducen que su presencia se debe porque están “dispuestos a defender las libertades y al país, porque vamos hacia el abismo”. Es decir, invocan circunstancias inexistentes, para justificar su propia confusión política e ideológica por tantos años de obediencia debida o simplemente, para ocultar que extrañan la operación de unas fuerzas armadas, convertidas por el uribismo en “armas letales que entran a disparar, para luego preguntar”.

Las razones que impulsan a estos MP, o “viudos del poder”, se explican porque sienten que están perdiendo privilegios políticos y de clase, asociados a las sempiternas cuotas burocráticas o a la representación en Juntas Directivas de empresas estatales o de entidades privadas que manejan recursos públicos. Además, se sienten maltratados por quien gobierna, porque a este último no le interesa compartir vanidades en perfumados clubes.

Se suman a los dos anteriores grupos de marchantes, los Marchantes Seducidos por un Pago (los MSP). Es fácil descubrir a quienes se movilizan bajo esa categoría porque normalmente no pueden hilar ideas y razones que expliquen su presencia en las movilizaciones. Sus argumentos, deleznables a la primera confrontación, los esgrimen sin asomo alguno de vergüenza y lo que es peor, con el convencimiento de que lo que están diciendo tiene sentido de veracidad y lógica. En muchas ocasiones, los llevan engañados o aceptan participar a cambio de un kit compuesto por almuerzo, gorra, bandera y 50 mil pesos.

En la sumatoria de los miembros de los MM, MP y los MSP vemos a una parte importante del país. Si la derecha que hoy se movilizó recupera el poder en el 2026, con algunos matices y ajustes, estas categorías podrán servir para categorizar a quienes en ese año o en los próximos, decidan protestar por las contrarreformas que de todas maneras harán para revertir los “daños” que les dejará el gobierno de Gustavo Petro.

  • Adenda: contrario a lo que muchos pueden pensar, las recurrentes movilizaciones de ambos espectros ideológicos no fortalecen la democracia en términos institucionales. Lo que sí garantizan es el crecimiento de las diferencias políticas y sociales, lo que podría impedir la construcción de consensos y, por esa vía, el respeto a quien piensa diferente.


Imagen tomada de Cambio.

sábado, 18 de noviembre de 2023

GOLPE DE ESTADO BLANDO CONTRA PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

Desde el 7 de agosto de 2022 se viene hablando de la posibilidad o la intención de un sector del viejo régimen, de tumbar al presidente Gustavo Petro. Motivos hay suficientes: sectores de la derecha y la ultraderecha están incómodos con las decisiones tomadas por el actual gobierno, en particular la de golpear las finanzas de los narco paramilitares, a través de la incautación de cientos de miles de toneladas de droga y la quema de dragas con las que extraen oro de ríos en zonas selváticas. A lo anterior se suma la ruptura de las ya naturalizadas relaciones de la clase política con los narcos, de las que fue posible en el pasado la financiación de campañas presidenciales por parte de los carteles de la droga, de estructuras narco-paramilitares o de figuras nominales como la el Ñeñe Hernández, quien financió la campaña de Iván Duque Márquez.

Para darle algo de veracidad al rumor de un posible golpe de Estado los medios de comunicación hablaron de ruidos de sables, de la desmoralización de la tropa y de la salida masiva de oficiales que irían a engrosar las filas de los posibles golpistas. Lo cierto es que son los medios masivos tradicionales los que vienen actuando en función de generar, por lo menos por ahora, lo que se conoce como un  <<Golpe de Estado Blando>>. También se le conoce como “golpe en cubierto o suave”. En el Golpe de Estado Blando confluyen estrategias y acciones de propaganda negra y gris, así como la generación de incertidumbres y miedo en la población civil, a partir de titulares malintencionados, como el más reciente de la revista Semana, Colombia va mal. A la malévola portada se suman campañas de desprestigio de la que hacen parte tuiteros e influenciadores, empeñados en afectar la imagen del presidente de la República, de sus ministros y de la Vicepresidenta. Se atreven a calificar al presidente de “dictador” y “tirano”. También sirven a ese propósito acciones legales conducentes a torpedear la reforma laboral, en salud y pensional que tocan intereses políticos y económicos de sectores societales que de tiempo atrás lograron hacerse con el Estado.

Después de la portada de Semana vino la campaña Libertad y Orden, acompañada del escudo de Colombia, de la que se sirvió la Oposición para insistir en que el país está descuadernado y que va sin rumbo. Nuevamente el responsable es uno solo: Gustavo Petro. Insisten los opositores a Petro en el regreso de la política de seguridad democrática, lo que en términos de la lucha contra las drogas y las estructuras narco paramilitares significa mantener en el tiempo el maridaje que alias Otoniel reconoció que existía entre el Clan del Golfo y sectores de la policía y el Ejército. Los enemigos del gobierno exigen mano dura contra manifestantes y campesinos cocaleros, al tiempo que esperan una condescendiente y amorosa contra grupos narco paramilitares cercanos a miembros del establecimiento colombiano.

No se puede desconocer que existe una cruzada mediática liderada por EL TIEMPO y SEMANA con la que sus propietarios están empeñados en generar un mal ambiente social y político y por esa vía, generar miedo en la población. A lo anterior se suma la postura política de franca confrontación con el Ejecutivo, que asumió el fiscal Francisco Barbosa, a propósito de varias de las iniciativas legislativas presentadas al Congreso, relacionadas con la Paz Total y la ley de sometimiento a la justicia, con las que el gobierno quiere desmontar estructuras armadas sin estatus políticos (narco paramilitares). Barbosa funge desde ya como el candidato presidencial con el que la derecha buscará recuperar la Casa de Nariño en el 2026.

Es posible que el Golpe de Estado Blando no escale a un Golpe de Estado que implique la salida de Petro y consecuentemente se produzca una ruptura institucional y constitucional. No creo que Washington esté dispuesto a apoyar un escenario golpista en Colombia, a pesar de las diferencias con el presidente Petro en el cómo luchar contra el flagelo del narcotráfico. Lo que no se puede negar es que hay periodistas y empresas mediáticas que están jugando con candela y no precisamente para defender la democracia. Por el contrario, le están apostando a que el viejo régimen sobreviva a los cuatro años de Petro.



Imagen tomada de la Revista Raya

martes, 20 de junio de 2023

CONGRESISTA POLO POLO PROPUSO “AQUIETAR” A PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El lenguaje es la casa del ser, dijo Heidegger. Luego, Habermas, Austin y Searle dijeron que los actos de habla constituyen acciones. Al habitar en el lenguaje, cada que emitimos un juicio de valor, consignamos una explicación o una duda argumentada, no solo estamos orientando acciones, sino que invitamos a otros a que nos acompañen en la ejecución de estas, lo que supone una legitimidad, sin importar si dichas acciones buscan eliminar físicamente a alguien.

También hay que decir que, en los usos particulares de la lengua nos desnudamos y dejamos ver nuestras partes pudendas. Bueno, creo que el congresista Polo Polo, sin advertirlo, se desnudó ante el país con su discurso violento y la intención de defenestrar al presidente.

La arremetida lingüística de Polo Polo se dio en el marco de las marchas que organizaron los opositores a las reformas del gobierno de Petro y los enemigos del presidente. Esta vez el congresista Miguel Abraham Polo Polo dejó salir su animadversión hacia Gustavo Petro, a quien le recordó su pasado guerrillero y lo exhortó a que respondiera si tenía algo que ver con la muerte violenta del coronel Dávila.

El congresista que dice representar los intereses de los pueblos afros lanzó una amenaza que nos hace recordar otras frases “célebres” muy propias del uribismo: “bala es lo que viene”, o la que en su momento emitió Álvaro Uribe Vélez: “o se callan, o los callamos”; Polo Polo dijo: “señor Petro, o se aquieta, o lo aquietamos”.

Con su discurso, el cuestionado congresista empezó a caminar por las finas cuerdas del Código Penal. Al amenazar al presidente de la República, el político traspasó una frontera ética, política y moral que ameritaría una intervención urgente del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia, así como de la Procuraduría General de la Nación. Polo Polo arengó e incitó a quienes lo oían y aplaudían, a cumplir a cabalidad la acción, temeraria por demás, de “aquietar” al presidente de la República.

En un ejercicio de interpretación del acto de habla del congresista, aquietar supone “detener, impedir o amarrar a alguien”. En la jerga propia de matones, aquietar supondría asesinarlo o acallarlo violentamente. Sería bueno que este homúnculo que representa la ira les explicara a las altas Cortes y al país, a qué exactamente está invitando con su acto de habla: ¿a matar al presidente, a sacarlo de la Casa de Nariño o a ponerle un bozal? Cualquiera de las tres acciones niega la posibilidad de dialogar para que, en un intercambio de argumentos, triunfe el más sólido.

Claro que no se le puede pedir mucho a este vociferante político, poco leído y con un capital social y cultural empobrecido. Su cuestionada curul solo le ha servido para exponerse como un ser básico, que le facilita ser instrumentalizado por quienes creen, erróneamente, que él puede liderar una Oposición seria, respetada y legítima.

Le recomiendo leer a Zuleta (no confundirlo con Poncho Zuleta). En particular, El Elogio de la Dificultad. Ojalá lea ese texto antes de que le quiten la curul por una posible usurpación, de acuerdo con las razones que expusieron quienes demandaron su elección como congresista, a nombre de los pueblos afros.

Imagen tomada de Canal 1 


CIRO RAMÍREZ Y PIERRE GARCÍA SE CONOCIERON EN LA PICOTA

    Por Germán Ayala Osorio   Sorprendió a propios y extraños, pero no pasó desapercibida la confesión del excongresista uribista, Cir...