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viernes, 19 de julio de 2024

COLOMBIANOS PADECEN UNA TARA CIVILIZATORIA

 

Por Germán Ayala Osorio 

El comportamiento primitivo  e incivilizado de cientos de miles de colombianos en la final de la Copa América celebrada en los Estados Unidos ha servido para que la derrota deportiva y cultural siga siendo un tema de conversación callejero, en redes sociales y medios masivos. Eso sí, le correspondería a la Academia asumir la tarea de organizar foros para discutir las raíces culturales en las que pueden anclarse las actitudes y acciones violentas de los colombianos que entraron a la fuerza al estadio Hard Rock de Miami, incluso usando los ductos del aire acondicionado. 

En dos anteriores columnas usé la expresión "tara civilizatoria" con dos objetivos claros: el primero, para hacer confluir en ella los hechos vergonzantes protagonizados por esos hijos de Colombia y el segundo, proponerla como categoría que permita explicar los orígenes y las circunstancias que nos hacen proclives a todos los nacidos en esta tierra a violar las normas, a irrespetar a las autoridades, a defender a dentelladas los deseos, necesidades e intereses pasando por encima de los derechos de los demás. 

Así entonces, esta columna tiene como objetivo darle consistencia a la categoría propuesta, para facilitar su uso por lo menos por quien la propone. Llamo "tara civilizatoria" a las prácticas mafiosas, irregulares, ilegales, violentas e incivilizadas de todos aquellos, hombres y mujeres nacidos en Colombia, que tienen como norma individual poner por encima de los derechos de los demás, sus incontenibles deseos a disfrutar de fiestas colectivas o espectáculos como el fútbol. Este último, un deporte espectáculo que mueve pasiones que terminan por convertir las incertidumbres, miedos y frustraciones de los hinchas de la Selección Nacional en razones indiscutibles para celebrar sin límites, pero también para violentar a otros, dejando salir  comportamientos clasistas, machistas y racistas.

La "tara civilizatoria" no es más que la sumatoria de procesos de socialización, humanización y  civilizatorios fallidos o truncos de millones de colombianos que recrearon sus vidas y proyectos individuales sin referentes de orden y  autoridad. De allí que esa cantidad no despreciable de colombianos, busquen desesperadamente convertir a los futbolistas en ídolos, héroes y referentes a seguir.  

Hay que decir  que el Estado colombiano no es un ejemplo de pulcritud  y mucho menos un referente por cuanto desde los inicios de la República, su operación está atada a un ya naturalizado ethos mafioso producto, justamente, del clasismo, machismo y el racismo de las élites políticas, sociales y económicas que capturaron las más importantes instituciones estatales para dar rienda suelta a sus mezquinos intereses de clase. Esas élites constituyen el primer eslabón y expresión de la "tara civilizatoria" que nos impidió consolidar un Estado y una sociedad modernas, una verdadera República y una objetivada democracia social, política y económica. 

Bajo esas circunstancias, la "tara civilizatoria" de la que aquí hablo se disemina como virus en el resto de las capas sociales, instituciones públicas y privadas, lo que hace casi imposible superar esa deficiencia o falla naturalizada por ese ethos mafioso, articulado a las prácticas y discursos clasistas, racistas y machistas que hacen parte de todas las estructuras y  relaciones de poder. 

El segundo eslabón y expresión de esa "tara civilizatoria" está ancorado a la reproducción masiva que del ethos mafioso hacen las empresas mediáticas cuyos propietarios hacen parte de las mismas familias con poder económico y político que capturaron el Estado. El resultado es evidente: la sociedad colombiana deviene de tiempo atrás en una confusión moral y ética que vuelve casi imposible superar esa deficiencia y defecto que le permite a sociedades civilizadas y modernas del Norte opulento, asumirnos  como un pueblo salvaje, primitivo, violento y peligroso. 

El tercer eslabón de esa cadena de problemas y fallos civilizatorios que exhibimos está representado en la existencia de un pueblo que no tiene la formación académica y ciudadana suficiente para darle manejo a las pasiones que despierta el fútbol o celebraciones colectivas similares a las que provocan triunfos deportivos en esa disciplina. Así las cosas, ese pueblo  empobrecido culturalmente, es víctima y victimario al mismo tiempo en esos  momentos de euforia desmedida en la que sus miembros dejan salir las deficiencias y los problemas civilizatorios que aquí señalo. 

Quizás la única manera de superar la "tara civilizatoria"  sea a través de una "revolución cultural" que, por razones obvias, deberían de liderar aquellos que tienen el control del Estado y de la sociedad a través de disímiles productos culturales, incluidas las noticias, los relatos y las novelas. 


Imagen tomada de Taller Ecologista

domingo, 8 de octubre de 2023

“GUERRA” ENTRE ISRAEL Y EL GRUPO PALESTINO HÁMAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El conflicto entre Palestina e Israel tiene visos étnicos, religiosos y territoriales y compromete los tiempos tempranos de creación de la ONU y la operación temeraria y amañada de las potencias que hacen parte del Consejo de Seguridad. No me referiré al origen de las hostilidades y a la ubicación contextual en la convulsionada región. Pondré el foco en la defensa que, a manera de justificaciones, aparecen en quienes optan por apoyar a uno de los bandos, olvidándose de las víctimas que cada bando produce.

Los medios masivos occidentales y numerosos tuiteros y “expertos”, califican la acción bélica del grupo Hamas, como un ataque despiadado contra civiles. Y efectivamente, así fue, de acuerdo con las imágenes que circulan en la red.  Olvidan quienes así leen los hechos, que el Estado de Israel ocupa de tiempo atrás territorio palestino y construyó un enorme muro que dividió a familias palestinas. Además, la enorme muralla viene acompañada de torniquetes para el control de quienes a diario deben pasar por la estructura. Es una forma clara de apartheid, lo que confirma la naturaleza étnica del sempiterno conflicto. Hay allí ejercicios consistentes de violencia simbólica, étnico-cultural y territorial que deben de ponerse de presente para ir más allá de las valoraciones sesgadas que hacen pensar en que hay ataques militares “buenos” y “malos”.

Esos elementos le sirven a Hamas para justificar el feroz ataque, que no es otra cosa que una retaliación a la histórica ocupación territorial, con las circunstancias ya descritas líneas atrás. Se suma a lo anterior, la sistemática violación de los derechos por parte de miembros del ejército israelí a niños y mujeres. Es decir, los mayores riesgos y las consecuencias de la ocupación y de las respuestas de Hámas a la misma, las padecen civiles. Y en mi condición de civil, no puedo apoyar a ningún bando armado, por obvias razones. Pero mi negativa también se da porque al apoyar al ejército israelí o a las milicias de Hámas, estaría legitimando a los Señores de la Guerra (fabricantes y comerciantes de armas), que se benefician de este y de otros conflictos bélicos. El conflicto armado entre Hamas y el ejército israelí es, como el conflicto armado interno de Colombia, un valioso mercado para fabricantes de armas y pertrechos. Lo demás, son justificaciones que solo sirven para confirmar que somos una especie aviesa de la que se puede esperar, siempre, lo peor.

Entonces, viene la feroz respuesta del gobierno de Israel: declara el estado de guerra contra el grupo “terrorista” Hamas, anuncio que pone de presente la vieja relación asimétrica entre un Ejército poderoso como el israelí, apoyado por Estados Unidos y varios países de Europa, contra un grupo armado que no opera como lo hacen las fuerzas militares de Israel. En su acto de retaliación, Israel también asesina civiles (palestinos) y muy seguramente, al igual que Hámas, captura miembros de la población civil, para usarlos como botín en caso de un cese al fuego, con miras a un intercambio humanitario.

Así entonces, antes de defender a uno de los bandos enfrentados, piense en quiénes se benefician económicamente de las hostilidades y a renglón seguido, si Usted es un civil como yo, entonces preocúpese por las víctimas civiles que cada bando está interesado en producir, porque, unos y otros, piensan como guerreros, a los que la vida del otro, poco les importa porque, justamente, siguen órdenes (quizás divinas, del comandante o del líder).

Adenda: Hamas y el Estado de Israel practican el terrorismo, en el entendido en que ambos atacan blancos civiles y generan miedo, dolor y terror en la población civil.


Adenda 2: En medio de las guerras y después de los armisticios, muy pocos piden el cierre de las fábricas de armas y la revisión de las creencias religiosas, cuando Iglesias y religiones, de la mano de tanques y fusiles, justifican los conflictos armados y el asesinato de civiles.


Adenda 3: Habrá paz en el mundo cuando se proscriban las religiones, con todos y sus dioses, y se cierren las fábricas de armas.




Imagen tomada de EL ESPECTADOR. 

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...