Por Germán Ayala Osorio
Lo que está haciendo el Estado de
Israel en Gaza
es un genocidio.
Quienes insisten en llamar “guerra” a lo que sucede en este territorio hacen
parte de la pérfida estrategia de los Estados Unidos y del propio Netanyahu de
consolidar el proyecto de limpieza étnica que supone dos objetivos claros: el primero,
diezmar o desaparecer al pueblo palestino. Matar de hambre a niños es la última
fase de ese cruel propósito; y el segundo, consolidar las condiciones socio
ambientales para gentrificar la zona en beneficio de las cadenas de hoteles
interesadas en invertir millonarios recursos en la recuperación de las infraestructuras
para entrar a operar una vez se elimine por completo al pueblo palestino
o se logre su concentración en un gueto controlado por Israel.
Y frente a semejante atrocidad,
hay silencios atronadores de figuras como la del Nobel de Paz de Colombia, Juan
Manuel Santos, quien a pesar de que el 24 de mayo del año en curso se refirió a
las acciones criminales de Netanyahu en nombre de la organización The Elders,
ha evitado calificar de genocidio la intervención militar en Gaza y el control
de la ayuda
humanitaria con el fin de matar de física hambre a los bebés palestinos.
En estos términos se refirió al
asunto el Nobel de Paz: “la estrategia de Netanyahu es abominable…Es
hora de poner fin al sufrimiento de los palestinos. Es necesario que otros
países adopten medidas eficaces para prevenir el genocidio de conformidad con
las sentencias de la Corte Internacional de Justicia…Debe cesar el envío de
armas a Israel…Estamos con los israelíes y con los miembros de la diáspora judía
que se oponen a las acciones del gobierno de Netanyahu y que desean una paz
duradera con los palestinos”.
Santos se cuidó en ese momento de
calificar como genocidio lo hecho por Israel, entregándole la responsabilidad a
“otros países”. De un Nobel de Paz se esperaría actos de habla más contundentes
y permanentes. Ya transcurrieron dos meses de ese pronunciamiento en nombre de
la organización The Elders y el Nobel de Paz no se atreve aún a calificar
directamente de genocida
a Netanyahu y al Estado que representa.
Este tipo de tibiezas son propias
de quienes al poner por encima de los sufrimientos de los palestinos las “buenas
maneras”, buscan a toda costa ser señalados como militantes de la causa
palestina por miedo a poner en riesgo relaciones políticas y diplomáticas que aseguran
invitaciones a conferencias y la financiación de proyectos de alcance regional
o global. Bajo esas circunstancias es mejor pasar como un cobarde y medroso, antes
de ganarse de enemigos a agentes de poder que desde los Estados
Unidos le apuestan a que Israel logre la limpieza
étnica, en la medida en que la política de odio y persecución implacable
contra los inmigrantes latinos desatada por Trump en la tierra del Tío Sam está
íntimamente ligada al supremacismo
étnico que impulsa a Netanyahu
a buscar eliminar hasta el último palestino.
Los hechos deshumanizantes perpetrados
por Israel en Gaza ameritarían que un Nobel de Paz acuse de genocidio a Israel
todos los días, hasta lograr incomodar a Netanyahu.
El presidente Gustavo
Petro ha fustigado varias veces las atrocidades cometidas por el Estado sionista
de Israel, hecho que contrasta con la tibieza de Santos. El país recuerda la respuesta
del primer ministro israelí, publicada el 11 de mayo en su cuenta de X: “Israel
no va a recibir lecciones de un antisemita que apoya a Hamas, una organización
terrorista genocida”. De los Nobel de Paz incapaces de cuestionar
el orden internacional y las atrocidades cometidas por Israel, líbranos, Señor.
juan manuel santos nobel de paz y el repudio de lo que sucede en Gaza - Búsqueda Imágenes