Por Germán Ayala Osorio
La carta que envió el
presidente Petro al gobierno de los Estados Unidos el 23 de junio constituye sin lugar a duda una
monumental reculada a todas luces responsable y a tiempo de acuerdo con la gravedad
que supone el llamado a consultas de ambos embajadores, fruto de las destempladas
insinuaciones del jefe del Estado de Colombia alrededor de la connivencia del
gobierno de Donald Trump a los devaneos golpistas del excanciller Álvaro Leyva
Durán. Pero también por los deseos de sectores de la derecha nacional de que este
segundo rifirrafe termine en un rompimiento de las relaciones, en una
descertificación e incluso en sanciones económicas. Ese escenario les convendría
electoralmente a los candidatos presidenciales del uribismo que tendrían cómo
atacar al progresismo ante el no cumplimiento de la ya manida sentencia de que “nos
íbamos a convertir en un país comunista”.
En la misiva se lee: “deseo
aclarar que cualquier expresión mía que haya sido interpretada como una acusación
directa sobre la participación en un supuesto golpe de Estado en Colombia, no
tenía la intención de señalar a nadie de manera personal ni de cuestionar sin fundamentos
el papel de los Estados Unidos”.
Quizás el país jamás conozca las circunstancias que obligaron a Petro a retirar lo espetado contra Marco
Rubio y los congresistas republicanos que de manera desobligante se han
referido al presidente colombiano. Lo cierto es que Petro le sirvió a la oposición
local y a sus enemigos apostados en la Casa Blanca y el Departamento de Estado una
enorme “papaya” a partir de la cual seguirán insistiendo en la narrativa que
indica que el jefe del Estado, por cuenta de su pasado en el M-19, sigue agitando
las banderas antiyanqui y antimperialismo como si aún estuviéramos en plena
guerra fría o en los tiempos de la Alianza para el Progreso. Convendría que Petro
sacara tiempo para leer el libro Imperio, de Michael Hardt y Toni Negri en el
que el viejo concepto de imperialismo queda superado por la tesis planteada por
los autores. En caso de que lo hubiera leído, resulta oportuno que le dé una
repasada.
Eso sí, la epístola presidencial va
con “vainazo” incluido contra Marco Rubio, cabeza visible del Departamento de
Estado que de manera irresponsable se alineó con la perversa tesis de la derecha
colombiana que indica que detrás del atentado contra el senador uribista,
Miguel Uribe Turbay, estaría el gobierno Petro. En la ya referida comunicación se
lee lo siguiente: “En contraste, sí me preocupa profundamente que, tras el
atentado criminal contra el senador Miguel Uribe Turbay, se haya insinuado públicamente
que la “retórica violenta” de esta Presidencia fue un detonante del ataque”.
El Tiempo, diario uribista, publicó este
titular: Estados Unidos atribuye atentado de Miguel Uribe a la
'violenta retórica izquierdista'
Es de imaginar las dificultades que
afrontó el presidente Petro para escribir o dictar el mensaje contenido en esta
nota diplomática a juzgar por su postura anti gringa que claramente lo
diferencia de los anteriores presidentes de la República que desde siempre asumieron
a los Estados Unidos como un ejemplo de democracia y libertad, lo que explica
sus conductas de sometimiento o sostenida capitulación a las caprichosas pretensiones de los representantes del Tío Sam,
esto es, republicanos y demócratas.
La reculada de Petro termina con
una invitación a “pasar la página de los malentendidos y mirar hacia
adelante… este no es un llamado a la confrontación, sino a la responsabilidad
compartida. La historia nos mira, y el juicio más severo será el del porvenir.
Ojalá podamos estar a la altura de este momento”.
Ya veremos si el también lenguaraz
y supremacista blanco que está sentado en la Casa Blanca, a lo mejor aconsejado
por Marco Rubio, decide contestar la misiva, pesar del tiempo transcurrido a su homólogo colombiano o si
prefiere obviarla por considerarla tardía e inoportuna o porque viene firmada
por un “insignificante suramericano,
exguerrillero y terrorista”. Que la carta no aparece, señalan desde USA. Lo más probable es que jamás respondan. No sería nada raro: Estados Unidos jamás responde, jamás asume responsabilidades porque a pesar de su evidente decadencia, siguen creyéndose los Amos del Mundo.
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