Por Germán Ayala
Osorio
El lenguaje suele dar cuenta de
lo que somos como individuos y sociedad. Cuando hablamos o escribimos, dejamos ver nuestras partes pudendas. “Habitamos” en él, dijo un filósofo. Y
en los usos particulares de una lengua como la que compartimos en Colombia,
encontramos curiosas asociaciones entre palabras y unos hechos fácticos que
responden a ejercicios metafóricos, muchos de estos con fines eufemísticos.
Desconozco de dónde viene la “costumbre
lingüística” de conectar los nombres de animales con normas, actos de
corrupción o para descalificar a específicas personas. No creo que esos usos muy particulares
de nuestra lengua respondan a un alto nivel de conciencia por ser uno de los
países más biodiversos del mundo. Si por algo se caracteriza el colombiano promedio
es por no saber qué es eso de la biodiversidad, animales o plantas endémicas y mucho menos,
ecosistemas frágiles y estratégicos protegidos.
Una de esas asociaciones con
nombres de animales es el “Elefante blanco”. La usamos para referirnos a casos
de corrupción y negligencia expresados en la no terminación de obras civiles
como la construcción de hospitales, acueductos y colegios, entre otros. Aunque hay que
advertir, que en el país los elefantes no hacen parte original de nuestra fauna. Por estos días, el gobierno anuncia que encontró por lo menos 100 de esos “elefantes
blancos”. Algunos de esos los están intentando recuperar del deterioro físico
al que han sido sometidos por el paso del tiempo. Lo interesante de esa
asociación es que siempre habrá “elefantes blancos” en Colombia porque los políticos
son quienes se aseguran de que jamás falten. Esos curiosos paquidérmicos son
hijos del ethos mafioso que guía la vida de muchos miembros de la clase
dirigente, política y empresarial de Colombia.
El “Lobo” es otro animal que
sirve para descalificar la vestimenta y los gustos de personajes públicos. Por
ahí anda un abogado colombiano muy mediático él, a quien suelen molestarlo por sus
llamativas “pintas” (ropa que usa a diario), las mismas que le han permitido a
sus detractores calificarlo como “lobo”.
El “Sapo” es quizás el animal más
odiado en términos socio lingüísticos puesto que la gente asocia su presencia con una
persona soplona, delatora o que se mete en donde la han llamado. También sirve para referirse
a quien busca protagonismo, extendiendo su lengua para lamerle al jefe, quizás
buscando un ascenso o para congraciarse con una decisión tomada.
La “Cebra” nos recuerda al
hermoso animal rayado, pero también al paso peatonal pintado sobre las vías,
con el propósito de que los transeúntes pasen con seguridad y orden. Hay que
decir que hay animales humanos que prefieren no atravesar por la cebra por
pereza o simplemente porque los desborda la incultura y la estupidez.
La “Abeja” como imagen nos recuerda al útil
animalito no humano, conocido por los expertos como un bioindicador de los
ecosistemas en los que aún sobrevive. Pero sirve para que socialmente pensemos en
personas hábiles para los negocios o quizás para intentar salirse con la suya,
incluso, por fuera de la ley o las normas sociales. Caben en esa asociación
ladrones, trabajadores mañosos y “avispados”. También políticos, porque hay unos que son unas verdaderas abejas.
La imagen del dócil Conejo no
solo se asocia a los numeritos circenses de magia, sino a la acción de no pagar
una cuenta o de estafar a otra persona. Entonces, le “hicieron conejo” se asume
como una acción negativa para quien sufre la estafa o el incumplimiento de algo
previamente pactado.
Cuando se busca trabajo, entonces
los colombianos azotados por el desempleo hablan de “buscar Camello”. También,
para dar cuenta de dónde están o para dónde van: “voy para el camello o estoy
en el camello”, para indicar que estamos en el lugar de trabajo.
Los llamativos Lagartos los
asociamos a políticos o a quienes suelen asistir a reuniones políticas, preferiblemente
en campañas electorales, para “sobar chaquetas” o mendigar un contrato o un
trabajo a un político clientelista y corrupto. “Lagartear” es la acción verbal reconocida
a esos curiosos “Lagartos”. “Me estoy lagarteando un cargo en el gobierno” suele
ser la expresión más común entre estos asqueantes especímenes.
La expresión “trabaja como una Hormiga”
es positiva en la medida en que con esta se reconoce el trabajo laborioso e
incansable de un empleado y por supuesto, de las Hormigas. Se trata de un trabajador eficiente y eficaz en el cumplimiento
de sus obligaciones laborales. La pequeñez del animal no humano llamado Hormiga,
sirve para engrandecer a quien se merece dicho reconocimiento.
El precioso Oso también es usado
para hacer referencias a hechos culturales. Expresiones como “hizo el oso”
sirve para dar cuenta de una situación vergonzosa y vergonzante que nadie más
quiere volver a vivir o experimentar. En Colombia contamos aún con el Oso de
anteojos (Tremarctos ornatus) en selvas y páramos. Eso sí, asediado por colonos y ganaderos, que los asesinan porque los osos suelen atacar al ganado cuando tienen hambre. Olvidan que las selvas y los páramos son hábitat y que los intrusos son ellos y nos los osos.
Y en un país machista, misógino y
patriarcal como el nuestro, la “Zorra” sirve como epíteto para descalificar a
las mujeres liberales o simplemente, aquellas que optaron por dejar a su pareja.
Entonces, vieja “zorra” es un descalificativo muy usado por machitos violentos.
Hay que recordar que esa expresión también estuvo asociada a los vehículos de
tracción animal, halados por caballos. Entonces, se decía, en Bogotá
especialmente, “contrate a un zorrero o ahí viene una “zorra”.
Para los propósitos de esa misma
asociación se usa el vocablo Perra, referido como todos sabemos a esas hermosas
caninas que alegran las vidas de millones de animales humanos en todo el mundo.
Por fortuna, el término “Perro” sirve
para dar cuenta del hombre que se cree muy conquistador o es un picaflor
consumido. De allí que anda enamorando mujeres. Hay por supuesto, un desbalance entre los efectos psicosociales que se generan cuando se usan las expresiones "perra" y "perro". Cosas del lenguaje machista.
Y la Paloma, asociada a la idea de paz y cordialidad, sirve para señalar a aquellas personas que en su actuar cotidiano no le hacen mal a nadie o que trabajan en búsqueda de la anhelada paz en Colombia. Por eso, los primeros se llaman mansas Palomas y los segundos, soñadores. Claro que hay en la política una Paloma que suele entregar mensajes de odio. Es la Paloma mensajera de la violenta derecha colombiana, manejada por un vulgar caballista.
Un extranjero podría pensar, después
de comprender el sentido de esos particulares usos de nuestra lengua, que efectivamente
somos una sociedad formada para respetar a los animales salvajes y domésticos.
Pero no. Hay cientos de miles de compatriotas que asesinan a Osos de anteojos y
envenenan perros callejeros y domésticos. Bueno, no podríamos esperar nada distinto en una sociedad violenta, cuyos miembros son capaces de matarse por una camiseta de un equipo de fútbol, o por ser de izquierda o de derecha o, porque simplemente se nos dio la gana.
Imagen tomada de https://www.google.com/search?sca_esv=a69b8a5a4d8be7ee&rlz=1C1UUXU_esCO975CO975&sxsrf=ACQVn0_mRyJI-9zWP-C_j5UQIxEMQUjJFQ:1714575382521&q=colombia+biodiversidad&uds=AMwkrPuKiz3kd7jHuta4ar-HNLVt_xcP2PTL9EvxPOPgbi_l3PbjbHW0mY03-5dkUZCfFZc3AC_DIwxEFQONB1oQbx9gI0ZSwqWpGCTZBDr6LEeskFf7jLQ6ub5WPjRZ5El6cJrgfuX87rVxFfRV-lsSnYebvyUIiI76vgvpFnKMauHMUYehuSOM2pdsvQ5LHf0ZiHX3zlfJj6EhIa0R0jXlAsjLkC2vdZbEZw3F-H6_kde2c5q2_KPgHvZvYqyXTEGGlM8KLj1itGQAfW6H5TqE7iP21bv6FaOxGMYlv5VWeZB6K1Dku6U&udm=2&prmd=ivnsmbtz&sa=X&sqi=2&ved=2ahUKEwi54_WE2-yFAxVHfjABHaBiDBYQtKgLegQIDRAB&biw=1024&bih=641&dpr=1