Por Germán Ayala Osorio
Más allá de si se pensó o no en
emitir un decreto con el que se autorizaría la caza comercial de los chigüiros y
si otro gobierno se atreverá a hacerlo, en la polémica hay una discusión estética
que parece no advertirse o llamar la atención de los defensores y por supuesto
en quienes la rechazan.
La bióloga Brigitte Baptiste dijo
en su cuenta de X que “la fauna silvestre, allá afuera, NO ES DE
PELUCHE”. Quienes se oponen a cualquier actividad de caza comercial
de los carpinchos quizás lo hacen basados en una “estética infantil” legitimada
por las películas y por las mismas formas estéticas de estos preciosos mamíferos.
Baptiste de alguna manera caricaturiza la defensa de los ponchos (se conocen
así en Panamá) al usar el término peluche, negando-quizás sin querer- que
detrás de esa postura hay una actitud ética-estética frente al hábitat en el
que los chigüiros sobreviven a diversas amenazas entre estas a la potrerización
y a los monocultivos como el arroz.
Hablo de la estética en el
sentido propuesto por Schopenhauer que, en voz de Marta Tafalla, apunta a ser “una
vía para construir una relación más ética y pacífica con los otros seres
humanos y con la naturaleza en la que vivimos”.
La caza comercial está dentro de
las lógicas y dinámicas de la racionalidad instrumental que nos acompaña como
especie dominante, bajo la cual, en aras de nuestra supervivencia (económica), creemos
que es posible tomar distancia de la Naturaleza y desde ese lugar de enunciación
y dominación como especie “inteligente”, decidimos intervenir unas veces desde
la investigación científica y otras desde el pesar y los sentimientos estéticos
en las dinámicas de los ecosistemas naturales-históricos. Tafalla cree que “nuestra
cultura nos inculca desde la infancia una racionalidad instrumental que nos impide
conocer el mundo en su complejidad y riqueza”.
Entonces, el lío estético en el
que estamos alrededor de la propuesta de autorizar la caza comercial de los
tiernos y hermosos capibaras está atado a las formas estéticas de aquellos que
creen que es posible diseñar actividades de caza sostenibles y quienes anteponen
la valoración estética sobre la búsqueda desenfrenada de conseguir dinero
matando a los carpinchos en razón a que están ahí para ser aprovechados por la
especie dominante, aviesa y estúpidamente inteligente: el ser humano.
Termino con esta de idea de
Tafalla, no sin antes decir que la caza comercial de los capibaras, así como
otras actividades de intervención humana soportadas en la búsqueda de riqueza,
nos envilecen como especie, de la misma manera como lo hacen las guerras.
“La estética es una de
las mejores vías que tenemos para superar la soledad ontológica a las que nos
condena la individualidad y a la vez para vencer la racionalidad instrumental
que no nos permite descubrir el mundo en toda su riqueza. Nos ofrece la posibilidad
de salir del encierro en nosotros mismos y encontrarnos con lo diferente”.
qué amenazan a los chiguiros - Búsqueda Imágenes
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