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miércoles, 14 de agosto de 2024

IVÁN DUQUE: ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

 

Por Germán Ayala Osorio


Los expresidentes colombianos suelen usar los medios de comunicación para criticar o avalar las ejecuciones del presidente en ejercicio. También se prestan gustosos para que los periodistas afectos al establecimiento posicionen un hecho noticioso en la opinión pública, así sea a base de mentiras y exageraciones. 

Con el asunto de las "inversiones forzosas" planteado por el actual gobierno como estrategia para reactivar específicos sectores económicos, empresas mediáticas como Semana y Caracol optaron por generar un mal ambiente social y político a la propuesta  a través de mentiras y erróneas interpretaciones alrededor de los alcances de las tales inversiones forzosas. Esos medios de información decidieron amplificar la lectura maliciosa y mentirosa que hizo el ex-títere de Uribe y expresidente Iván Duque Márquez. El fatuo exmandatario dijo que se trataba de una "expropiación del ahorro de los colombianos". Nuevamente la narrativa de la derecha de insistir en que la izquierda y el progresismo son sinónimo de expropiación, cuando en dos años de la administración Petro a nadie le han quitado la casa y mucho menos se nacionalizó la banca o exitosas empresas privadas, como lo aseguraban en la campaña presidencial de 2022. 

El exministro de Hacienda, Antonio José Ocampo, invitado por Semana para hablar del espinoso asunto contradijo  a Duque y lo exhortó indirectamente a que se auto corrigiera porque las inversiones forzosas están lejos de ser una medida expropiatoria como lo señaló de manera irresponsable y politiquera el mandadero del uribismo. Sin duda alguna, una inesperada respuesta para la candidata presidencial y directora de Semana, Victoria Eugenia Dávila. 

Casi de inmediato el presidente Gustavo Petro confrontó al pusilánime  expresidente al que calificó de torpe y mentiroso. En su cuenta de X, el escenario predilecto del jefe de Estado para contradecir y desmentir a la Oposición política y mediática, dijo que "el expresidente Duque de nuevo le miente al país. Difunde la calumnia con su red de extrema derecha haciendo ver que la inversión forzosa, que deben hacer los bancos en créditos a la producción y no con créditos a la especulación o la economía fósil, es una forma de expropiación. Mentiroso”.

En un anterior enfrentamiento, esa vez por cuenta del sobreendeudamiento en el que incurrió Duque cuando pernoctó en la Casa de Nariño entre 2018 y 2022, el presidente Petro calificó esa decisión económica en particular, como "tonta". De acuerdo con todo lo anterior, Iván Duque, además de mentiroso y torpe, es un tonto económicamente hablando.  

Duque ataca la propuesta, pero "olvida" que Álvaro Uribe Vélez, su titiritero, lanzó la misma propuesta de Petro. Y lo que es peor, que el mismo gobierno de Duque apeló a esa medida. Así se lo recordó el presidente Petro: 

"Tan cínica y mentirosa es la extrema derecha que en su gobierno, el gobierno de los falsos positivos encubiertos, de los ojos arrancados, de las niñas violadas en manifestaciones, de las decenas de muertos por protestar y de los miles de jóvenes detenidos, hicieron lo mismo. Proponer inversiones forzosas invirtiendo el ahorro en crédito, que es lo que hace todo banco, pero ahora lo critican irradiando la falsa información que se trata de expropiación. La falsa derecha de Duque y Vicky es un Fake News. Quienes le siguen tienen un grave problema de educación y de información". 

Con la mala leche de la señora Dávila y las mentiras de Iván Duque el debate político y económico de cara a las elecciones de 2026 pierde altura, quedando en manos de inexpertos que al desconocer el manejo macroeconómico y los mínimos principios de la economía, terminarán engañando a la opinión pública. La derecha parece decidida a volver a las mentiras con las que buscaron afectar la imagen y la candidatura presidencial de Petro. Volver a insistir en el "Castrochavismo y en la llegada del comunismo" les puede dar réditos electorales porque aún hay cientos de miles de colombianos y colombianas que creen a pie juntillas en lo que dicen Semana, RCN, Caracol, La FM, La W, Blu Radio, El Tiempo, El Colombiano y El País de Cali. 

Iván Duque está obligado moral y éticamente a retirarse de la vida política. Su desastrosa y violenta administración sirve para constatar su ineptitud, su pobreza de criterio y  discurso falaz. Como ya sabe que desplazó a Andrés Pastrana del negativo lugar que la opinión pública le supo dar al hijo de Misael, Iván Duque parece sentirse  cómodo haciéndole mandados al uribismo y buscando protagonismo mediático a pesar del ridículo en el que lo hicieron caer Gustavo Petro y el exministro Ocampo. Así actúan los mentecatos. 

Parafraseando al Rey de España, Juan Carlos I: ¿Duque, por qué no te callas? O mejor en tono caleño: Ve, Duque, por qué no te callás?


Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

sábado, 29 de junio de 2024

BIDEN Y TRUMP: DOS VIEJOS REPRESENTANTES DEL IMPERIO

 

Por Germán Ayala Osorio

Con ocasión del televisado debate electoral entre Biden y Trump, las críticas recayeron sobre los ya casi octogenarios por representar, de acuerdo con sus críticos, la decadencia de la política bipartidista en el gran país del norte. Ambos políticos son longevos, pero la diferencia de tres años que le lleva el presidente de los Estados Unidos al candidato republicano parece multiplicarse por cuatro, justamente por la imagen cacreca que proyecta Biden. Trump se ve "más entero", quizás por su carácter belicoso, de macho cabrío y putero. 

Lo cierto es que Biden y Trump son perfectos para los americanos, para Occidente y los inmigrantes, en especial para los latinos que exponen disímiles razones en la defensa de cada uno. Incluso, diría que necesarios para esta parte del hemisferio que continúa viendo a USA como ejemplo de democracia, referente (in) moral y judicial, paraíso turístico y agente defensor de la doctrina Monroe frente a la "amenaza" que representan Rusia y  China. En particular esta última potencia que,  con sus nuevas rutas de la seda, desafía la hegemonía gringa sobre América Latina. Esas "nuevas rutas de la seda" no son otra cosa que formas de "imperialismo comunista" a los que Estados Unidos no ha sabido responder de manera adecuada, quizás por las luchas intestinas entre republicanos y demócratas y los cambios culturales e identitarios que llegan de la mano de  una migración ilegal que le representa millones de pesos al fisco de la Unión, de allí el interés de demócratas y republicanos de no regularizar la situación de millones de ilegales que pagan a pesar de todo, pagan impuestos y renuevan cada cierto tiempo sus licencias, sin contar a los gastan millones de dólares en abogados, buscando normalizar su estadía en territorio gringo. Es muy difícil consolidar una identidad nacional cuando quienes llegan a Estados Unidos lo hacen con crisis identitarias. Muchos hijos de inmigrantes terminan defendiendo a la Unión Americana en guerras "justas". Una forma cruel de dar las gracias por haberlos recibido y de construir identidad americana. 

A Biden y Trump, insisto, los necesita América y Occidente porque ambos fungen como homicidas universales. El apoyo militar, económico y político ofrecido por Biden a Israel en su proyecto genocida contra el pueblo palestino lo confirman. De igual manera, su estrategia de enfrentar a Rusia, usando el territorio ucraniano para  medir fuerzas directas con Putin e indirectamente con los chinos. Trump no es precisamente un pacifista. 

Entre Trump y Biden, por supuesto que hay diferencias. El republicano no oculta su xenofobia y machismo; mientras que Biden se muestra menos machista y cercano a las luchas de las mujeres por sus derechos, incluido el de abortar;  frente a la crisis migratoria, Biden se muestra "más humanitario" que Trump, quien ve a los migrantes ilegales como un peligro para la seguridad nacional. Eso sí, estos dos políticos saben, así no lo reconozcan en público, que de muchas maneras es responsabilidad del coloso del Norte que millones de ciudadanos del sur empobrecido quieran llegar a territorio americano por las relaciones de dominación que generan históricamente republicanos  y demócratas con los países latinos de donde migran cada año cientos de miles de ciudadanos en busca del ya fantasmal "sueño Americano". Apoyan gobiernos corruptos y regímenes de mano dura siempre y cuando se mantengan alineados con la "causa" americana. 

Santos Discépolo describió el mundo como una porquería. Pues bien, Biden, Trump, Obama o de pronto un Kennedy siempre harán sus mejores esfuerzos para mantener vigente lo dicho por el músico y dramaturgo argentino. Para gobernar una potencia militar como los Estados Unidos se requiere de presidentes que sean capaces de presentarse como faros morales para el mundo, así sepan que esa condición está soportada sobre actos inmorales. Así es el poder y así opera el Imperio, en el sentido dado a este concepto por Toni Negri. Y funciona tanto para liderar a la China, a Rusia, a la India... 

A la hora de votar, a millones de americanos y latinos les importará muy poco que sobre Trump pesen 34 cargos penales. El caso del candidato republicano es muy parecido al de Álvaro Uribe Vélez en Colombia: está en etapa de juicio por delitos graves de manipulación de testigos y fraude procesal, pero ello no es óbice para que cientos de miles de ciudadanos, incluidos periodistas y políticos, lo llamen "Presidente", como reclamando su regreso. Aunque Uribe no puede ser candidato presidencial, hay millones de colombianos que aún legitiman su condición de gran elector, lo que les permite aspirar y soñar que en el 2026 vuelva a poner en la Casa de Nari al payaso de su predilección. Ya en el 2018 puso en el Solio de Bolívar al puppet Iván Duque Márquez.  Así como Biden y Trump son "perfectos" para los americanos y para Occidente, todos los que representan al uribismo son necesarios y perfectos para esa parte de la sociedad colombiana que deviene confundida moralmente y para una minoría que hizo de la inmoralidad y del ethos mafioso su modus operandi y vivendi. 

Eso sí, la decadencia de la política no es exclusivo de demócratas y republicanos. Los colombianos soportan de tiempo atrás esa circunstancia por cuenta de políticos como Germán Vargas Lleras, María Fernanda Cabal, César Gaviria Trujillo, Álvaro Uribe Vélez e Iván Duque Márquez. Todos admiradores obsecuentes de Donald Trump, a quien ven como un referente inmoral a seguir. 


  




 

Imagen tomada de la red

sábado, 8 de junio de 2024

IVÁN DUQUE Y SU ALIANZA REPUBLICANA


Por GERMÁN AYALA OSORIO

El expresidente Iván Duque Márquez reaccionó a la propuesta del presidente Petro de invocar al poder constituyente para que este defina si quiere o no una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El exmandatario llamó a la derecha a conformar una "gran alianza nacional republicana contra Petro". Aunque es fácil deducir los alcances de ese llamado, vale la pena hacer un ejercicio analítico que girará en torno al concepto de República contenido en la propuesta de quien fuera el mandadero del expresidente Álvaro Uribe Vélez entre 2018 y 2022.

Empecemos por comprender qué se entiende por República. Se trata de un concepto complejo y con una larga presencia e invocación dentro de la historia de las ideas políticas y por supuesto, dentro del mundo de la vida, como diría Habermas. 

La República se refiere al bien común, a la cosa pública, a la cosa política, esto es, a la cosa del pueblo, a todo lo que refiere a su bienestar, formas de tramitar sus conflictos y diferencias, de participar de la vida política; a la libertad y a otros derechos consagrados en el liberalismo. Por supuesto que esas nociones de la categoría República toman distancia y de cierta manera se oponen a la esfera de lo privado, en particular cuando quienes actúan dentro de esta, lo que buscan es afectar el bien común que no es otra cosa que todo lo que nos conviene y concierne a todos. 

Dicho lo anterior, examinemos algunos hechos, acciones y discursos que guardan estricta relación con las maneras como gobernó Iván Duque Márquez. Eso sí, propongo a los y las lectoras que por un momento se aparten de la narrativa que indica que Duque jamás gobernó, pues en su papel de títere, las decisiones de gobierno las tomó su titiritero: Álvaro Uribe Vélez.

Duque es responsable del estallido social y de haber co-gobernado con el uribismo, que no es otra cosa que una seudo doctrina fincada en un enraizado ethos mafioso que tiene a varios de sus miembros, voceros y cabezas visibles investigados, procesados y condenados por la justicia por paramilitarismo, corrupción, apropiación indebida de baldíos, entrampamientos, manipulación de testigos, desplazamiento forzado y homicidios,  entre otros delitos.

El país recuerda y no olvida la violencia estatal que Duque desató en contra de quienes solo querían ser escuchados en función de la conculcación de sus derechos. Más de 60 jóvenes afectados en sus ojos por armas accionadas por el Esmad; otros tantos desaparecidos y mujeres violadas. Bajo esas circunstancias, Iván Duque no actuó de manera republicana. Por el contrario, se olvidó que la democracia también hace parte del macro concepto República y se acercó más a un gobierno de mano dura. 

Frente a la obligación ética, judicial, moral y política de cumplir con lo acordado en el tratado de paz de La Habana, Duque de manera deliberada buscó "hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo Final", siguiendo las órdenes del exministro Fernando Londoño Hoyos, quien a su vez seguía las instrucciones del inefable patrón y dueño del Centro Democrático, el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. Y lo hizo ralentizando la implementación de programas encaminados a consolidar la paz en los territorios. Para darle algún sentido de legalidad, propuso su política de gobierno, Paz con Legalidad, para atacar la política de paz de Estado que brotó del Acuerdo Final firmado en el teatro Colón de Bogotá, posterior al triunfo del No en el plebiscito por la paz. Es decir, un presidente atacando una política de paz del orden estatal, con una política de paz de gobierno. 

Iván Duque no tiene la autoridad moral y mucho menos la experiencia política para invocar una alianza nacional republicana porque todas sus acciones estuvieron encaminadas a poner por encima del interés general, del pueblo, de las mayorías, los intereses de quienes actuando en la esfera privada, le entregaron un guión corporativista que él siguió al pie de la letra. 

Lo que realmente está proponiendo el fatuo e indolente expresidente es un Frente Nacional. La historia no oficial señala que ese acuerdo entre conservadores y liberales fue una sólida alianza que terminó por alejar al país, a sus instituciones y a quienes se alternaron el poder durante 16 años, de la idea y del objetivo de consolidar a Colombia como una verdadera República. Téngase en cuenta que República también alude a forma de gobernar a través de la representación política. 

La reacción del homúnculo de Iván Duque y su regreso a la discusión política después de su nefasto gobierno solo sirve para constatar la crisis de liderazgo que arrastra la derecha de tiempo atrás. Si el "gordo marica", como lo llamó su compañera de partido, María Fernanda Cabal, va a asumir la jefatura de la Oposición en la actual coyuntura, muestra el desespero del uribismo por no tener claridad cómo y con quién podrán competir en el 2026 para recuperar lo único que les interesa: el control del erario. En 20 años jamás estuvieron cerca de consolidar una verdadera República. Lo que sí hicieron bien fue convertir al país en una República Bananera; y de la mano de Chiquita Brands, la multinacional asesina que patrocinó masacres que los paramilitares perpetraron, convirtieron al Estado colombiano en un orden criminal. 



Imagen tomada de El Universal. 

domingo, 12 de mayo de 2024

EL MUNDO NECESITA DE GENOCIDAS COMO NETANYAHU

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Criminales como Benjamín Netanyahu son necesarios para la humanidad. Si, suena terrible esta sentencia, pero tiene sentido de realidad. Me explico. Al ser un consumado genocida, sobre Netanyahu recaen algunos agentes moralizantes para recordarle a él, pero sobre todo al resto del mundo, que, a pesar de los terribles crímenes de lesa humanidad cometidos por su obediente ejército sionista, su juzgamiento social, político, mediático y posiblemente por acción de la CPI, se da dentro de un sistema moral universal que suele servir para castigar tardíamente a quienes actúan en contravía de la humanidad.

Ya van casi 40 mil muertos y meses de “guerra” y nadie ha querido detener al genocida en su infernal recorrido dejando dolor, incertidumbre y sembrando la muerte por la franja de Gaza. Al volverse un espectáculo mediático, la transmisión en directo de las acciones criminales del Estado de Israel suele servir para naturalizar las masacres y el genocidio mismo.  El sistema moral universal está diseñado para volver costumbre la violencia.

Ese sistema moral opera casi de la misma manera para Occidente y Oriente porque está fundado en esa condición humana que, al devenir aviesa y profundamente religiosa, desde y con ella se suelen justificar los genocidios, el lanzamiento de bombas atómicas y en general, las guerras internacionales y los conflictos armados internos. Los palestinos “no son seres humanos, son animales, bestias”, mientras que los miembros del ejército sionista son “seres de luz, iluminados por un solo Dios verdadero”. No hay nada más inmoral en la historia de la humanidad que las religiones y las iglesias.

El mundo necesitó de Harry Truman para ver cómo se hacía realidad el “sueño” de muchos de arrojar la bomba atómica sobre civiles. Al final, Hiroshima y Nagasaki fueron los blancos de una decisión político-militar, pero también moral de un puñado de americanos que siempre han querido que aceptemos a los Estados Unidos como un encandilante faro moral de un mundo dominado por sistemas económicos, sociales y políticos inmorales.

Ese mismo mundo había necesitado de Adolf Hitler para validar la posibilidad de odiar a otros pueblos, considerados como impíos, bárbaros, animales o bestias. El genocidio nazi fue inmoral porque la crisis económica del 29 también lo fue.

Ahora una parte del mundo abuchea y rechaza las acciones genocidas emprendidas por Israel contra el pueblo palestino, mientras que otra aplaude en silencio o simplemente aprueba los crímenes de lesa humanidad, obligados por los intereses económicos que atraviesan las relaciones políticas y diplomáticas entre potencias que ven ese sangriento escenario como una oportunidad para mejorar sistemas de defensa y crear armas más letales y eficaces. Lo que viene ocurriendo en Gaza es como un enorme "dealer bélico" en el que los fabricantes de armas se deleitan e imaginan nuevos prototipos de armas para que la violencia se vuelva eterna. Entonces, hablan de muertos, de guerra, pero no de crímenes de lesa humanidad. Los usos particulares de la lengua también se tornan inmorales porque sirven para enmascarar realidades: lo que ocurre en Palestina no es una guerra. Es una práctica genocida.

La subsistencia y legitimidad de los marcos morales universalmente aceptados necesitan de la inmoralidad de las guerras y de las prácticas genocidas porque de inmediato las narrativas humanitarias nos hacen soñar en que es posible vivir en paz y armonía, al tiempo que intentan hacernos pensar que el problema de fondo son personajes como Truman, Hitler y Netanyahu, cuando no es así. El problema de fondo está en la condición humana, de la que se puede esperar lo más sublime, pero también lo más execrable. Somos una especie maldita y una maldita especie. 

Netanyahu, Hitler y Truman, entre otros líderes del mundo representan a una parte importante de la humanidad que profesa un incontenible odio hacia los demás. Y esos otros son los que tienen una cultura diferente, otra lengua o simplemente, por suerte, les tocó sobrellevar la persecución étnica de otros que en algún momento de la vida decidieron ponerse moralmente por encima. Hoy es Netanyahu. Ya vendrán otros genocidas. El mundo los necesita.

 

Imagen tomada de la red. 

sábado, 11 de mayo de 2024

PETRO O DUQUE: ¿CUÁL ES EL "TERRORISTA"?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El reciente rifirrafe entre el presidente Gustavo Petro Urrego y el expresidente Iván Duque Márquez obedece a dos lecturas ideologizadas en torno a dos conceptos: terrorismo y terrorismo de Estado. El jefe del Estado llamó “terrorista” a Iván Duque por cuenta de los crímenes que cometieron agentes estatales que, bajo sus órdenes y mando, violaron los derechos humanos. Las cifras hablan de 60 ciudadanos asesinados, violación de mujeres, torturas y afectaciones en los ojos a otros 60 jóvenes que se movilizaron en el contexto del estallido social.

Cuando mueren 60 jóvenes asesinados por el Estado, quemados, torturados, la pregunta es quién fue el terrorista y el presidente tiene que decir que el terrorista no fue la juventud, fue el Estado de Colombia y particularmente el Gobierno del entonces presidente. Sí señor Duque, los 60 asesinados en Cali por usted, no fueron terroristas, el terrorista fue usted, espetó el presidente Petro.

Sin duda alguna, le cabe responsabilidad social y política a Iván Duque porque en calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas permitió los desmanes y la comisión de los crímenes. Pudo ser diferente si hubiese asumido la actitud de dialogar y escuchar a los jóvenes, en lugar de pensar que le iban a dar un golpe de Estado. Bajo esa excusa, acudió a la figura de la “asistencia militar” y la plasmó en el Decreto 575 del 28 de mayo, a todas luces inconstitucional. Las movilizaciones y las violentas protestas que se dieron en el marco del estallido social jamás se convirtieron en un movimiento social y político capaz de provocar semejante quiebre institucional.

Petro califica de esa manera a Duque porque usa ideológicamente la categoría Terrorismo de Estado. Sin duda alguna el Estado colombiano ha operado como un orden criminal, con prácticas y acciones propias de lo que se conoce como terrorismo de Estado. Las ya varias condenas internacionales proferidas por la CIDH contra el Estado colombiano hacen pensar en que, como mínimo, bajo ese orden de dominación se asesinaron a comunidades en contubernio con grupos paramilitares. Baste con recordar la masacre de Trujillo y el genocidio contra la UP para entender el sentido de los calificativos que de tiempo atrás usa Petro para referirse al actuar violento y criminal del Estado.

Durante los gobiernos de Turbay Ayala y Álvaro Uribe, el régimen estatal actuó bajo las condiciones y las características que dan vida a esa nomenclatura de terrorismo de Estado. Lo que sucede es que el Estado terrorista del que habla Petro suelen verlo y sufrir exclusivamente quienes militan en la izquierda o aquellos que tienen una formación política que les permite calificar a un orden establecido como terrorista. El Estado terrorista actúa sobre específicos sectores sociales, torturando, persiguiendo y desapareciendo a cientos de ciudadanos a manos de agentes de inteligencia, policías y militares. El genocidio de la UP es propio de un Estado terrorista porque sucesivos gobiernos jamás aceptaron el pensamiento divergente que representaba ese partido de izquierda y mucho menos la cercanía ideológica y política con las entonces Farc-Ep. Hay que recordar que durante el gobierno de Belisario Betancur se acordó que miembros de la UP llegaran al Congreso, en el marco de un proceso de paz. Ello incluyó la presencia en el Congreso de guerrilleros activos, como Braulio Herrera.

Insisto entonces en que la categoría con la que Petro descalificó a Duque tiene un uso menos universal y por lo tanto, la opinión pública en general no lo tiene presente para examinar a su luz, los hechos a los que Petro hizo referencia. Lo contrario sucede con el vocablo con el que el expresidente-títere usó para responderle el agravio que le lanzó el actual presidente de la República. Esto dijo el fatuo e infantil expresidente de la República: “nunca haber militado en grupos armados ilegales o terroristas”, nunca haber “hecho apología del terrorismo enarbolando banderas de grupos armados ilegales…”.

Iván Duque, como era de esperarse, se ubica un plano moral superior cuando se jacta de que jamás militó en un grupo armado ilegal, como si ello le permitiera deslegitimar la lucha armada que decidieron librar quienes creyeron que se podían tomar el poder a tiros.  Duque insiste en demonizar a las guerrillas, en particular al movimiento M-19 del que hizo parte Petro durante su juventud. Mientras que el vocablo terrorismo de Estado se remonta a los años 60 y se entiende bajo las circunstancias propias de esa ebullición política e ideológica de las turbulentas décadas de los 60, 70 y 80, la nomenclatura “terroristas” está atada temporalmente a los hechos del 11S de 2001 en los Estados Unidos. De igual manera, Petro se ubica en otro plano moral superior, porque sigue pensando que la guerrilla del M-19 siempre representó la salida o la solución a los problemas históricos del país, causados por una "oligarquía inmoral, premoderna y corrupta". Petro aún piensa como subversivo, a pesar de que manera temprana dejó las armas. 

Volvamos a Duque. Lo que sucedió con los atentados terroristas contra el World Trade Center en los Estados Unidos que provocaron las caídas de la emblemáticas Torres Gemelas es que le permitió a la derecha americana y a la internacional consolidar el discurso antiterrorista de la mano de la “cruzada contra el terrorismo” representado en la persecución contra Osama Bin Laden, el supuesto responsable de los atentados terroristas. El entonces candidato presidencial y posterior presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez “compró” el discurso del presidente Bush para dar vida a su Política de Seguridad Democrática con la que desconoció el origen político del conflicto armado interno. Entonces, el país empezó a hablar de “amenaza terrorista”, lo que por supuesto hizo posible empezar a (des) calificar a las guerrillas de la época como grupos terroristas. Lo anterior, con la ayuda y el beneplácito de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. Eso sí, no se puede desconocer que las Farc-Ep y el ELN incurrieron en prácticas y hechos terroristas, en tanto sus objetivos estaban dirigidos a generar miedo y terror en la población civil. Pero tampoco se puede obviar que las listas de grupos terroristas construidas por los Estados Unidos y la Unión Europea obedecen a cálculos políticos y militares, resultado de las relaciones de dominación Norte-Sur.

Las acciones político-militares del M-19 no podrían calificarse como terroristas por cuanto el uso universal de esa categoría inicia en el 2001 y para ese momento ya ese grupo subversivo había desaparecido pues firmó la paz en 1990 con el gobierno de Virgilio Barco Vargas (1986-1990). Ni siquiera la toma del Palacio de Justicia por parte de una célula del M-19 podría ser calificada como terrorista, por ese elemento temporal. No se pretende ocultar los horrores y las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la toma y la retoma. El país saber que particular durante la retoma del edificio por parte del Ejército nacional se presentaron las mayores y ejemplarizantes violaciones a los derechos humanos. 

En esa misma línea argumental del petimetre de Iván Duque, entonces, podríamos calificar a los Estados Unidos como un orden terrorista y como tal al entonces presidente Harry Truman por las dos bombas atómicas que lanzaron contra Hiroshima y Nagasaki (Japón) con las que se puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Para aquella época, ese hecho bélico se entendió como parte de la lógica de la guerra que en ese entonces libraron los Estados Unidos y los aliados para frenar al régimen nazi. 

Así entonces, en el rifirrafe entre Petro y Duque cada uno hace una lectura ideologizada y moralizante que los pone en orillas irreconciliables. Mientras que el presidente de la República reconoce el carácter político de los hechos acaecidos durante el estallido social, Duque jamás aceptó y aceptará las razones y las circunstancias históricas y objetivas con las que se legitimó el levantamiento de las guerrillas en los años 60 y 70.

Convendría que el presidente Petro evitara descalificar a sus detractores y enemigos, en especial a los expresidentes. Su condición y dignidad así se lo exigen. Aunque el gobierno de Duque arrastra una nefasta recordación, sigue representando a esos sectores de poder que siempre estarán dispuestos a ponerse moralmente por encima de los demás a pesar de haber cohonestado con la operación criminal de los grupos paramilitares. Es tal su cinismo, que insisten en el débil argumento de que “jamás hice parte de un grupo armado ilegal”, para sacar pecho y presentarse como los "elegidos" para continuar gobernando a Colombia. 


Imagen tomada de EL TIEMPO.COM

jueves, 2 de mayo de 2024

LA BANDERA DEL M-19, OTRO MOTIVO MÁS PARA ODIAR A PETRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Como animales simbólicos que somos, las banderas, los himnos e incluso las arengas, siempre van a estar presentes en nuestros relatos, en la historia local y por supuesto, en las memorias individuales y colectiva. Y es así, porque dan cuenta de hechos reales o de realidades imaginadas que de todas maneras están cruzadas por el espíritu humano, la ética-estética y la tarea objetiva de conocer y comprender el mundo de las cosas.

Hay banderas que cuando se ondean, generan reacciones violentas en unos sectores sociales y de poder, mientras que en otros sirven para evocar momentos inolvidables de felicidad, luchas ideológicas e incluso de dolor, asociados a los principios y objetivos sobre los cuales esa bandera fue usada como estandarte político y militar.

La bandera del M-19 es hoy, después de más de 30 años del proceso de paz entre la guerrilla del mismo nombre y el Estado colombiano, un elemento más que acrecienta la división, el distanciamiento y la animadversión entre la derecha “premoderna, vetusta y anacrónica” y el presidente de la República, Gustavo Petro, como persona y figura política.

Claro que el presidente de la República es un provocador. Y lo es, porque no abandonó jamás su espíritu libertario, revolucionario y confrontador del poder hegemónico. Si hubiese querido abandonar sus ideales, entonces ya habría sido recibido en el Centro Democrático, partido-secta del que hacen parte varios de sus compañeros de lucha, que optaron por entregarse al establecimiento que una vez decidieron combatir.

Petro dedicó una parte importante de su juventud a consolidar las ideas con las que irrumpió el M-19, después de que Misael Pastrana Borrero le robara las elecciones a la ANAPO en 1970.  Petro se siente orgulloso de su pasado y eso es posible que no lo logren entender sus detractores, quienes creen que la guerrilla ha sido el único problema del país, porque de manera taimada y maliciosa ellos mismos optaron por evitar no reconocer que las más graves problemáticas del país surgen de la corrupción público-privada y de la captura corporativa del Estado, que devienen históricas y anteriores al levantamiento de las guerrillas en los años 60.

Quienes atacan y descalifican al presidente por agitar ese banderín de la lucha armada y revolucionaria que Petro dio junto a Navarro Wolf, Marcos Chalita, Rosemberg Pabón, Vera Grabe, Toledo Plata, Iván Marino Ospina y Bateman Cayón, entre otros, lo hacen porque quizás nunca en sus vidas se vieron tentados u “obligados” a buscar en la lucha armada los cambios que este país necesita desde sus inicios como República.

Los enemigos de Petro y quienes se molestan al ver que el presidente le recibió las banderas de Colombia y del M-19 de manos de uno de los cientos de miles de compatriotas que lo escucharon en la Plaza de Bolívar este primero de Mayo, reducen el papel político-militar de esa guerrilla a la toma del Palacio de Justicia, hecho execrable que jamás debió ocurrir.  Sin duda alguna, un hecho criminal y una errada acción político-militar que terminó con la muerte de magistrados, empleados de la cafetería y visitantes a ese edificio, recuperado horas más tarde, a sangre y fuego, por el Ejército, bajo la idea poco creíble de “defender la democracia”.  La frase exacta del entonces coronel Plazas Vega fue: “aquí, defendiendo la democracia”. Al reducir la democracia a un edificio, el coronel de Caballería olvidó que él también fue y sigue siendo un animal simbólico.

Esa cruel osadía condenó socialmente a toda la dirigencia de esa agrupación armada ilegal y manchó su historia en un país que ha preferido aplaudir, elegir y reelegir a los corruptos, antes de sentarse a estudiar con juicio las diferencias sustanciales que existieron y aún existen entre el proyecto político del M-19, ancorado a la necesidad de profundizar la democracia en el marco del sistema capitalista, y el que aún defienden el ELN y las disidencias farianas, orientado a revivir  al viejo modelo socialista de la antigua URSS o el “socialismo del siglo XXI” de la Venezuela de Chávez y Maduro.    

A juzgar por las molestias generadas por ondear la bandera del M-19, podemos decir que, para fortuna o infortunio de la humanidad, seguimos siendo animales simbólicos; pero para pesar de esa misma humanidad, hay que reconocer que, dentro de esa comunidad de animales hay unos que optaron por quedarse en el pasado, como fuente inagotable de su inquina, aversión, antipatía y ojeriza hacia quien, para bien o para mal, es el presidente de la República elegido democráticamente.

Le sugiero a todas y todos aquellos que se sienten morir de la rabia al ver ondear la bandera del M-19, que lean con juicio a Ernest Cassirer. Aquí les dejo una cita: “[el hombre] no encuentra un mundo de objetos físicos sino un universo simbólico, un mundo de símbolos. Debe aprender, antes que nada, a leerlos, pues todo hecho histórico, por muy simple que parezca, no se determina y comprende más que mediante un análisis previo de símbolos”.

Esa bandera, el M-19, Petro, las otras guerrillas; los paramilitares, las FFAA, las familias poderosas, la clase política y cada uno de nosotros está envuelto en el universo simbólico de una conflicto armado interno que nos ha permitido vernos en el espejo y ver en este la ignominia, la inmoralidad, la estética de lo atroz de la que habla Édgar Barrero y la estolidez de todos los guerreros; así como  la complicidad e ignorancia de quienes a pesar de saber de los horrores de esta guerra fratricida, prefirieron aplaudir al bando de sus simpatías para sentirse más tranquilos moralmente. Toda guerra es inmoral y la nuestra, sí que lo fue, lo es y seguirá siendo.

 


Imagen tomada de Infobae


domingo, 28 de abril de 2024

In the labyrinth of a very one-of-a-kind Congress

 The Colombian Congress has historically operated as an institution hostile to the construction of a true Republic. Its political seats have been used as armchairs from which the constitutional rights of the vast majority have been limited, and relations with the primary constituency are difficult and wearing thin.  

Germán Ayala Osorio*

 

 It is the grandest entrance of public-private corruption. Those who usually participate in this network of corruption are political parties whose legislators are willing to “lead” projects investing in territories where the “fathers of the Nation” originated from. Then, the individual interests of the Parliamentarians appear, who actually operate as lobbyists for companies, including the EPS, which contributed multimillions to their campaigns.

The salaries of these ministers should be paid by those same companies. After all, they are their “servants.” The financing of their campaigns is where corruption begins and the naturalisation of the mafia ethos is confirmed.

Perhaps it is because of these political and cultural circumstances that they are opposed to the State financing these and the presidential campaigns.

There is no way to change this reality that accompanies the devious and mafia-style operation of the Congress of the Republic; as long as businessmen interested in sponsoring their “children or friends,” exist. These have become dangerous, privileged lobbyists.

Those in congress who promoted the collapse of the health insurance system reform project, are the best example of what it means to be a privileged lobbyist, at the service of those who became accustomed to using the billionaire health resources to give free rein to their whims and vanities.

The vast majority of those who come to Congress wish to make a living from politics, which is nothing more than taking advantage of their fifteen minutes of fame, spending four terms living on a paradise island. They are not spurred on by the idea of serving and changing what is working badly in the country. No. They settle in a dark enclosure to wait for the business class or multinationals to tell them what to do and what issue to legislate on, with the clear purpose of finishing privatising the State, affecting the lives of Colombians or the lives of the natural ecosystems.

In that corporation, what is least discussed and built is a vision of the State, that is, a modern one, with a republican spirit that is capable of consolidating a pristine ethos in a population that assumes congress are the true enemies of the people, even surpassing the illegal armed groups (the narco-paras and drug dissidents) in perversity and evil.

The Colombian Congress operates as the largest nursery where the children of a parasitic, violent and degenerate elite are raised. Those who are saved are very few. For the most part, they are there to enrich themselves and extend over time the perverse institutional and para-institutional mechanisms that allow them to achieve that goal. What is worse is that no government dares to outlaw these conditions and mechanisms, so that the only thing they accomplish is confirming that winning a political seat is the best business there is because illegality and cheating have been legitimised under congressional jurisdiction and the always-apparent neatness that is associated with that euphemism with which those in congress acknowledge each other: Honourable Parliamentarian.

This phrase from the former president of Uruguay, Pepe Mujica, should inspire you because he was a long way from the desire to get rich: “For me, politics is the art of extracting collective wisdom by listening.” The austere life of the former Uruguayan president and his ideological coherence never inspired the former congressmen of yesterday, much less those who today hold that “dignity.” They prefer to take as references colleagues like Congresswoman Catherine Juvinao who, in private, made it clear why she came to Congress, in addition to defending the EPS: “I need to make two Chambers, two Senates and then I’m going to an island to see the sea.”

*Germán Ayala Osorio: Social communicator, journalist and political scientist, author of the blog La otra tribuna.

(Translated by Donna Davison. Email: donna_davison@hotmail.com) – Photos: Pixabay

sábado, 9 de septiembre de 2023

11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 Y 2001: HITOS PROPIOS DE LA AVIESA CONDICIÓN HUMANA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Por motivaciones ideológicas, mediáticas y políticas, la conmemoración de los infaustos hechos ocurridos el martes 11 de septiembre de 1973 en Chile, hace ya 50 años, jamás tuvieron la trascendencia de los que ocurrieron también un martes 11 de septiembre, pero de 2001, en los Estados Unidos.

Quizás a partir de la visita que a Santiago de Chile hará el primer presidente de izquierda que gobierna a Colombia, Gustavo Petro, podamos recordar ese 11 de septiembre como nuestro y ocupe un lugar en la memoria y, por un instante, “compita” en trascendencia e importancia con el 11 de septiembre de 2001 que enlutó la vida de los americanos por los ya conocidos hechos de terrorismo. Petro viaja a Chile para acompañar a su homólogo, Gabriel Boric, en los actos de evocación de ese trágico martes en el que se atacó la casa presidencial en la que estaba el recién elegido presidente, Salvador Guillermo Allende Gossens. En medio del ataque de la aviación chilena, Allende optó por suicidarse, y no por dimitir o entregarse a las fuerzas golpistas dirigidas por el general Pinochet. 

Desde el 2001, cada 11 de septiembre el mundo, de la mano de la prensa hegemónica occidental, vuelve y mira hacia los Estados Unidos para recordar esa aciaga tarde en la que, con actos incontrastables de terrorismo, se sacudieron los cimientos democráticos en la propia tierra del Tío Sam, derrumbando los dos más grandes símbolos del capitalismo y de la ingeniería: las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York.

Mientras que después del ataque militar al Palacio de la Moneda y el derrocamiento de Salvador Allende, primer presidente socialista elegido por voto popular, se desató en Chile la cruel dictadura liderada por el general golpista, Augusto Pinochet Ugarte, con el apoyo irrestricto del gobierno de Richard Nixon, la CIA y la responsabilidad académica, económica y política de la Escuela de Chicago (los Chicago Boys), el 11S o 9/11 de los americanos desató una cruzada contra el mundo musulmán, en un doble juego moral que debería de servir para castigar a  Osama Bin Laden, “monstruo” criado por los propios gringos durante la respuesta militar por la invasión rusa a Afganistán y para despejar las sospechas de que los atentados terroristas fueron obra del propio régimen americano.

La dictadura chilena y sus caravanas de la muerte sirvieron de ejemplo a la derecha colombiana para enfrentar, de manera extendida, a las guerrillas, declaradas el enemigo interno, principio que militares colombianos aplicaron con severidad y violencia a profesores, líderes políticos y sociales, defensores de derechos humanos y simpatizantes de las ideas de izquierda.

Los hechos del 11S o 9/11 ocurridos en los Estados Unidos también le sirvieron a la derecha colombiana, liderada por Álvaro Uribe Vélez, para imponer la tesis negacionista del conflicto armado interno y por esa vía, desconocer los derechos de las víctimas que dejaría la aplicación del Estatuto de Seguridad durante el gobierno de Turbay Ayala (1974-1978) y la posterior política de defensa y seguridad democrática aplicada a rajatabla por Uribe durante sus dos tenebrosos mandatos (2002-2010). Uribe Vélez en su política de seguridad señaló que en Colombia no había un conflicto armado, sino una "amenaza terrorista". Es decir, de un plumazo, el entonces mandatario borró de la historia política las circunstancias objetivas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60. Bajo esa política de seguridad, fueron asesinados cobardemente 6402 jóvenes, presentados falsamente como guerrilleros caídos en combate. 

Así, este lunes 11 de septiembre debemos mirar hacia Chile y Nueva York para recordar y ojalá jamás olvidar, que tanto la dictadura de Pinochet Ugarte, como los ataques terroristas, confirman la aviesa condición humana, fundada en la mayor pulsión que como especie tenemos: el poder y su expresión, la biopolítica, con la que se decide, en un escritorio, quién merece vivir y quién, no.



Imagen tomada de Agencia Prensa Rural


“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

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