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jueves, 14 de diciembre de 2023

EL CUERPO EN MANOS DE CIVILES O MILITARES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Ahora que su victimario reconoció ser el responsable del feroz asesinato de Michel Dayana González, la opinión pública, los medios masivos que lo llamaron “monstruo” y las instancias judiciales correspondientes se centran y ponen sus ojos en los años de cárcel que, de acuerdo con la constitución y los marcos legales vigentes, se le pueden aplicar al feminicida, Harold Andrés Echeverry Orozco.

Mientras es procesado y condenado este criminal, resulta importante hacer disquisiciones en torno al cuerpo y en particular, sobre el atroz proceso de desmembramiento al que Echeverry sometió la identidad corpórea de la menor. La misma reflexión se puede hacer sobre los cuerpos de guerrilleros, militares y policías que resultan quemados, destrozados, mutilados y exhibidos como “trofeos de guerra”, en escenarios de confrontación bélica en donde lo que prima en los combatientes, legales e ilegales, es la sevicia.

Empiezo con una cita de Adorno y Horkheimer que sirve al propósito reflexivo que sobre los cuerpos de Michel Dayana y de los guerreros que sufrieron graves afectaciones estéticas que condujeron a borrar sus identidades individuales, soportadas en las maneras como eran reconocidos dentro de sus ámbitos familiares e institucionales: “El cuerpo, como lo que es inferior y sometido, es objeto de burla y maltrato, y a la vez se lo desea, como lo prohibido, reificado y extrañado”.

Antes de deshumanizar a Echeverry Orozco llamándolo “monstruo” y a los guerreros que dentro del conflicto armado interno colombiano y recientemente en el conflicto entre Israel y Hamás, hay que hacer todo lo contrario: hay que mirarlos a todos como seres humanos de los que se puede esperar eso y mucho más. El problema está en la condición humana y en la pulsión de prescindir del Otro, al diferente o al enemigo, usando sus cuerpos para burlarse, jugar y sentir placer, hasta eliminarlos identitariamente.

La estructura moral, los elementos éticos ancorados a la condición particular y al reconocimiento del cuerpo de la mujer están inexorablemente atados al tipo de sociedad en la que los victimarios, civiles o guerreros, se levantaron. Para el caso de Echeverry, sabemos que la sociedad colombiana deviene, además de confundida moralmente, atada a prácticas y narrativas en las que se destacan la misoginia, el machismo y la aporofobia, dentro un sistema patriarcal que se resiste a transformarse o auto regularse. De los combatientes colombianos, legales e ilegales, podemos decir que sus vidas también fueron permeadas por el perverso orden cultural dominante en el país. Para el caso de los militares israelitas y los miembros de Hamás, todos cayeron en la subvaloración identitaria y del cuerpo de ese Otro que es asumido como un enemigo o como una bestia que, en nombre de una deidad, debe desaparecer, o sufrir mutilaciones.

Para el caso de Michel Dayana y de mujeres y niñas violadas por soldados y paramilitares en el caso del conflicto armado colombiano, es claro que sus cuerpos pasaron por el proceso de reificación (cosificación) al que previamente son sometidos por parte de sus victimarios. Echeverry convirtió a Michel Dayana en una “cosa”, en una masa corporal a la que él tenía el derecho a acceder, por la condición de hombre y por las “exigencias” que el mismo sistema patriarcal y la narrativa machista, incluida la publicidad sexista responsable de la cosificación sexual del cuerpo femenino, le hicieron a temprana edad.

Esa misma cosificación del cuerpo femenino la hicieron los soldados que hace un tiempo violaron a una niña indígena: no era una niña, era una “cosa”, un objeto cuya corporeidad podía ser maltratada y burlada.

Ni los soldados genocidas de Israel son bestias, ni los miembros de Hamás que atacaron blancos civiles y militares; como tampoco los son los combatientes colombianos, legales e ilegales que violaron mujeres de manera sistemática; de igual manera, hay que evitar llamarle “monstruo” a Harold Echeverry. Todos son hijos de un sistema patriarcal y cultural universal que todos los días nos enseña, a través de diversas narrativas, incluida la publicidad sexista, a “cosificar” el cuerpo humano. Y peor resulta el asunto, cuando se trata del cuerpo femenino, mirado, por civiles y militares, como un “trofeo” alcanzable.



Imagen tomada de La Opinión


viernes, 20 de octubre de 2023

MODERNIDAD, CONDICIÓN HUMANA Y CONFLICTO HAMÁS Y ESTADO DE ISRAEL

 

Por Germán Ayala Osorio

Las dos guerras mundiales pusieron en crisis el proyecto de la Modernidad. En adelante y a pesar de los horrores registrados, vistos y estudiados en esos dos lamentables escenarios de confrontación armada, la vida en el planeta continuó bajo la misma premisa que constituye a la vez, el más grande riesgo para la humanidad: la condición social de una especie que necesita de otros en una soñada solidaridad, para demostrar poder de intimidación y dominación a través de históricas y diversas estratagemas: las religiones y sus dioses, la política y el mercado (poder económico).

Aunque inconclusa, de la idea asociada al proyecto de la Modernidad pasamos rápidamente a la Postmodernidad sin haber comprendido del todo las causas y los efectos de esos dos cruentos escenarios en los que se probó que la pulsión de asesinar y someter es connatural a nuestra especie. El desarrollo económico y el progreso nos hicieron olvidar esas guerras y el Holocausto Nazi.

Las luchas ideológicas y militares en el marco de la Guerra Fría sirvieron también para probar la estupidez humana. Colombia aún sufre las consecuencias de esa ebullición y confrontación de ideas, contaminadas por la consecución de poder económico, en un mercado ilegal-legal, en el que se negocian armas, droga, vidas humanas, tierra y recursos naturales.

Luego vimos por televisión incursiones militares de los Estados Unidos, con el apoyo de países europeos en Afganistán e Irak, teatros de operaciones en los que se desató, en forma de Tormenta del Desierto, el instinto agresivo y la capacidad auto destructiva de los seres humanos. Claro, se hicieron bajo la égida de Estados “legítimos” que, ondeando una supremacía cultural Occidental, sometieron a pueblos enteros a la ignominia. Sus víctimas asumieron a los ejércitos invasores como defensores de pueblos pecadores, impíos, que requieren ser castigados y convertidos por otros dioses. Entonces, los expertos hablaron de la “guerra entre civilizaciones”.

El terrorismo de Estado nacería como una forma de degradación política de esa forma de dominación con la que se inauguró la modernidad: el Estado. Y el terrorismo de las guerrillas, milicias y de organizaciones calificadas como terroristas, también sirvió para confirmar que aquella pulsión es real y que las tres estratagemas usadas, también. Baste con recordar lo hecho por ETA, IRA y las guerrillas colombianas. Y por supuesto, el terrorismo de Estado, durante los gobiernos de Turbay Ayala (1974-1982), Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y el de Iván Duque (2018-2022).

Cómo olvidar los ataques terroristas del 11/9 en los Estados Unidos y la reacción temeraria del gobierno americano de entonces, que inició una “Cruzada internacional contra el terrorismo”, para castigar a quienes, según las fuentes oficiales, se atrevieron a atacar al más grande gendarme del mundo. Nuevamente, religión, poder militar y su intocable mercado y la política validando el carácter avieso de la condición humana.

Y detrás de todo lo anterior, el histórico conflicto entre Palestina e Israel seguía vigente, lo que implicó la consolidación de odios de lado y lado y la confluencia del terrorismo como arma política y moral, usada tanto por el Estado de Israel, como por la organización Hamás.

Con los brutales ataques de Hamás y del ejército israelí, vuelven los espectadores y los pensadores del mundo a poner de presente la preocupación de siempre: la posibilidad de que, el día de mañana, alguien obture “el botón rojo” que borre un continente entero.

Israel va camino a borrar del mapa a Palestina y a su pueblo, creyendo que así va a desaparecer a Hamás. Saben que Hamás no es una simple organización, sino un sentimiento, una visión de vida, auspiciada por Alá o por cualquier otro dios o Mesías. La permanencia de Hamás alimenta el mercado de las armas, el poder político de criminales de guerra como Netanyahu y la legitimidad de dioses que solo existen en las atormentadas vidas de miles de millones de seres humanos que necesitan de un dios para justificar sus animadversiones y resquemores contra aquellos que, por cualquier razón, no estamos dispuestos a soportar. Y la mejor forma de probarlo es ver cómo presidentes y comandantes militares, después de orar, salen a dar órdenes de asesinar; y otros, en la vida cotidiana, van a misa los domingos, para salir a maltratar vecinos, violar mujeres y violentar menores de edad.

Creo que es tiempo de ir pensando en dejar de lado religiones y Dioses salvadores y castigadores. Los problemas no los resolverán Alá o Jesucristo o cualquier otra idea de dios. Es más, los problemas no se van a resolver porque la especie humana, en sí misma, es el problema.



Imagen tomada de https://jesuschristformuslims.com/es/quien-es-nuestro-senor-dios-o-ala/


domingo, 15 de octubre de 2023

RELACIONES DE COLOMBIA CON ISRAEL: ¿EN VILO?

 

Por Germán Ayala Osorio

La decisión unilateral de Israel de detener la exportación de “seguridad”, es decir, de suspender el envío a Colombia de aeronaves y tecnología militar es, a todas luces, retadora y con un tinte vengativo ante la postura asumida por el presidente Petro, frente a los asimétricos enfrentamientos militares entre el grupo Hamás y el Estado de Israel. Hamás solo puede plantearle a la poderosa Israel una guerra de guerrillas, lo que supone golpes de mano como el que dicha organización terrorista propinó a la hasta ayer segura Israel. El ataque, sorpresivo y violento, fue agravado en su magnitud por la prensa internacional, la misma que evita calificar con el mismo adjetivo la operación venganza que desató Israel sobre la Franja de Gaza y que deja ya miles de muertos, entre ellos, niños y niñas.

Frente a la decisión política, el presidente de Colombia respondió de inmediato: “Si hay que suspender relaciones exteriores con Israel las suspendemos”. Exagera la cancillería israelí al calificar las declaraciones del presidente Petro de “hostiles y antisemitas”. Convendría que tanto el presidente de la República como los responsables de las relaciones políticas, económicas y diplomáticas de Israel, le bajaran al tono y morigeran sus reacciones.

Israel esperaba que la Cancillería colombiana y en particular el presidente de Colombia rechazara, con firmeza, el ataque artero que Hamás perpetró contra civiles en territorio israelí. Aunque así sucedió en un primer comunicado de la entidad nacional, en un segundo comunicado la Cancillería cambió radicalmente el sentido de la postura oficial. El 7 de octubre emitió un comunicado en el que se leyó que “el Gobierno de Colombia condena con vehemencia el terrorismo y los ataques contra civiles que han ocurrido en la mañana de hoy en Israel, y expresa solidaridad con las víctimas y sus familias. Igualmente, hace un llamado para que cesen la violencia y las provocaciones, puesto que con ello se causa mayor sufrimiento y se crean obstáculos para la solución del conflicto”.

Luego, un día después aparece otro comunicado en el que el término “terrorismo” no aparece, lo que supone que la primera reacción de la Cancillería se dio sin consultar al presidente de la República. En esta segunda misiva se lee: “El Gobierno de Colombia reitera el llamado a retomar, de manera urgente, el diálogo entre Israel y Palestina para iniciar un proceso de paz que conduzca a la coexistencia pacífica, dentro de fronteras seguras acordadas mutua e internacionalmente reconocidas, con pleno respaldo a la integridad territorial de las partes”. Igualmente, expresa su más enérgica condena a las afectaciones a civiles que han ocurrido en la mañana de ayer y de hoy.  El Gobierno de Colombia manifiesta su solidaridad con las víctimas y sus familias, al tiempo que hace un llamado para que cesen la violencia y las provocaciones. La violencia sólo causa mayor sufrimiento y profundiza obstáculos en la búsqueda de una solución del conflicto. En este sentido, Colombia hace un llamado a la comunidad internacional”. Quizás ese bandazo que dio la Cancillería colombiana, más lo dicho por el presidente Petro en su cuenta de X, o mejor, por lo no dicho o lo que Petro calla, el gobierno de Israel tomó la medida económica.

La postura del jefe del Estado se explica porque Petro rechaza y busca subvertir esa parte del orden internacional que respalda sin restricciones la violenta reacción de las fuerzas militares israelitas contra del pueblo palestino.

Por su historia política, Gustavo Petro cierra filas para que se proteja a los más débiles, esto es, a la población civil y de contera, defiende la causa palestina, sin que ello signifique que sea pro-Hamás y mucho menos antisemita como lo vienen tildando algunos sectores de la prensa colombiana, alineada con la derecha internacional que respalda a Israel. Recientemente, en cuenta de X, dijo: "Desde muy joven estudie el conflicto palestino israelí y sé de la inmensa injusticia que ha sufrido el pueblo palestino desde 1948. Igual que sé de la inmensa injusticia que sufrió el pueblo judío por los nazis en Europa desde 1933. Si hubiera vivido en la Alemania del 33 hubiera luchado al lado de los judíos y si hubiera vivido en Palestina en 1948 hubiera luchado del lado palestino". Este no es precisamente el pensamiento de un antisemita. 

Hay que decirlo sin ambages: tanto Israel como Hamás cometieron actos de terror. Ambos atacaron blancos civiles y, por ende, los dos bandos violaron el DIH. Lo demás, son las siempre interesadas e hipócritas posturas diplomáticas de aquellos países, que, con sus presidentes, jefes de Estado y de gobierno, optaron por evitar la discusión de fondo: el reconocimiento de Palestina como Estado y el retiro de Israel de los territorios que viene ocupando de tiempo atrás.  

Estos no son tiempos para que los países latinoamericanos extiendan en el tiempo posturas políticas pro-orden internacional, a sabiendas de que ese orden internacional deviene injusto y criminal por cuenta de una entidad como la ONU que advierte ya un agotamiento en su legitimidad, justamente, porque países poderosos de Occidente vienen legitimando al aplastamiento del pueblo palestino.



Imagen tomada de El Espectador. 

domingo, 8 de octubre de 2023

“GUERRA” ENTRE ISRAEL Y EL GRUPO PALESTINO HÁMAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El conflicto entre Palestina e Israel tiene visos étnicos, religiosos y territoriales y compromete los tiempos tempranos de creación de la ONU y la operación temeraria y amañada de las potencias que hacen parte del Consejo de Seguridad. No me referiré al origen de las hostilidades y a la ubicación contextual en la convulsionada región. Pondré el foco en la defensa que, a manera de justificaciones, aparecen en quienes optan por apoyar a uno de los bandos, olvidándose de las víctimas que cada bando produce.

Los medios masivos occidentales y numerosos tuiteros y “expertos”, califican la acción bélica del grupo Hamas, como un ataque despiadado contra civiles. Y efectivamente, así fue, de acuerdo con las imágenes que circulan en la red.  Olvidan quienes así leen los hechos, que el Estado de Israel ocupa de tiempo atrás territorio palestino y construyó un enorme muro que dividió a familias palestinas. Además, la enorme muralla viene acompañada de torniquetes para el control de quienes a diario deben pasar por la estructura. Es una forma clara de apartheid, lo que confirma la naturaleza étnica del sempiterno conflicto. Hay allí ejercicios consistentes de violencia simbólica, étnico-cultural y territorial que deben de ponerse de presente para ir más allá de las valoraciones sesgadas que hacen pensar en que hay ataques militares “buenos” y “malos”.

Esos elementos le sirven a Hamas para justificar el feroz ataque, que no es otra cosa que una retaliación a la histórica ocupación territorial, con las circunstancias ya descritas líneas atrás. Se suma a lo anterior, la sistemática violación de los derechos por parte de miembros del ejército israelí a niños y mujeres. Es decir, los mayores riesgos y las consecuencias de la ocupación y de las respuestas de Hámas a la misma, las padecen civiles. Y en mi condición de civil, no puedo apoyar a ningún bando armado, por obvias razones. Pero mi negativa también se da porque al apoyar al ejército israelí o a las milicias de Hámas, estaría legitimando a los Señores de la Guerra (fabricantes y comerciantes de armas), que se benefician de este y de otros conflictos bélicos. El conflicto armado entre Hamas y el ejército israelí es, como el conflicto armado interno de Colombia, un valioso mercado para fabricantes de armas y pertrechos. Lo demás, son justificaciones que solo sirven para confirmar que somos una especie aviesa de la que se puede esperar, siempre, lo peor.

Entonces, viene la feroz respuesta del gobierno de Israel: declara el estado de guerra contra el grupo “terrorista” Hamas, anuncio que pone de presente la vieja relación asimétrica entre un Ejército poderoso como el israelí, apoyado por Estados Unidos y varios países de Europa, contra un grupo armado que no opera como lo hacen las fuerzas militares de Israel. En su acto de retaliación, Israel también asesina civiles (palestinos) y muy seguramente, al igual que Hámas, captura miembros de la población civil, para usarlos como botín en caso de un cese al fuego, con miras a un intercambio humanitario.

Así entonces, antes de defender a uno de los bandos enfrentados, piense en quiénes se benefician económicamente de las hostilidades y a renglón seguido, si Usted es un civil como yo, entonces preocúpese por las víctimas civiles que cada bando está interesado en producir, porque, unos y otros, piensan como guerreros, a los que la vida del otro, poco les importa porque, justamente, siguen órdenes (quizás divinas, del comandante o del líder).

Adenda: Hamas y el Estado de Israel practican el terrorismo, en el entendido en que ambos atacan blancos civiles y generan miedo, dolor y terror en la población civil.


Adenda 2: En medio de las guerras y después de los armisticios, muy pocos piden el cierre de las fábricas de armas y la revisión de las creencias religiosas, cuando Iglesias y religiones, de la mano de tanques y fusiles, justifican los conflictos armados y el asesinato de civiles.


Adenda 3: Habrá paz en el mundo cuando se proscriban las religiones, con todos y sus dioses, y se cierren las fábricas de armas.




Imagen tomada de EL ESPECTADOR. 

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...