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sábado, 18 de mayo de 2024

REVISTA SEMANA Y LA EVENTUAL CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE VICKY DÁVILA

 

Por Germán Ayala Osorio

La familia Gilinski compró la revista Semana y la convirtió en una trinchera ideológica y política desde donde ataca con mentiras, medias verdades, titulares engañosos e interpretaciones amañadas, al gobierno con el que hace negocios. Es posible además que la use como plataforma y laboratorio electoral de cara a las elecciones presidenciales del 2026.

Al haber sepultado la historia periodística de la otrora revista de análisis, los Gilinski dejaron ver con preocupante claridad su desprecio por el oficio “más bello del mundo”, según Gabo. Ahora parece que le están apostando a impulsar la candidatura presidencial de su directora, la señora Victoria Eugenia Dávila, lo que confirma que efectivamente tienen una mirada utilitarista del periodismo. Esa apuesta de los Gilinski, muy seguramente con el apoyo económico y político del clan Gnecco, puede representar una división aparente al interior de la derecha colombiana, en particular, significaría una toma de distancia con lo que se conoce como el uribismo.

Parece que los Gilinski comprendieron que, si las fuerzas uribistas fueron capaces de poner en la Casa de Nariño al petimetre e incapaz del Iván Duque Márquez, por qué ellos, junto con los Gnecco, no pueden sentar en el Solio de Bolívar a la lenguaraz periodista Vicky Dávila. Ella cumple con el mismo perfil que la élite económica y política diseñó para Duque: es obediente, sumisa, joven, le gusta el poder y el dinero; le encanta que la adulen, es vengativa y sabe odiar a quienes osan retarla y confrontarla. Su animadversión hacia Petro y su admiración incondicional hacia Uribe constatan que ella es una periodista y mujer de amores y odios.

Vicky Dávila comparte con Iván Duque que desconoce los más mínimos elementos conceptuales y prácticos de la economía; su discurso político es básico, lo que es fruto de su poca lectura. Además, no tiene claro el funcionamiento del Estado, aunque sí sabe de las maneras como este ha sido capturado por sus familiares del clan Gnecco. Duque supo ocultar su debilidad oratoria y discursiva, hablando un inglés igualmente básico. Su referencia a los 7 enanitos, en una conferencia mundial, da cuenta de su talante infantil y de su nula comprensión sistémica del mundo de la vida, como diría Habermas.

Dávila está en todo su derecho de aspirar a ese cargo, así como los colombianos también el derecho a decidir si vuelven a equivocarse como lo hicieron quienes respaldaron con sus votos al fatuo de Iván Duque Márquez. Votar por Dávila daría cuenta del desprecio total hacia el país de quienes así lo hagan e incluso, se entendería como una forma de violencia política similar a la que ejercieron quienes votaron por “el gordo marica” del Iván Duque, llamado así  por su copartidaria María Fernanda Cabal.

Con la candidatura de Dávila, los Gilinski y los Gnecco tomarían distancia del llamado uribismo, por varias razones: la primera, por los líos judiciales que enfrenta el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez, lo que provocaría una estampida al interior del Centro Democrático; la segunda, por arrebatarle el protagonismo a la Antioquia y a la Medellín uribista que aún respalda al latifundista que enfrenta desde ayer un juicio en calidad de imputado por 3 graves delitos, para trasladar ese protagonismo a la ciudad de Cali; además, los Gilinski no comulgan con los perfiles de eventuales competidoras de Dávila, como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia.

Parece haber una decisión política y coyuntural, tanto del bloque Gilinski-Gnecco, como del uribismo, de apoyar la candidatura presidencial de una mujer, aprovechando la irrupción del feminismo dentro de la política y la conquista de las mujeres de espacios tradicionalmente ocupados por hombres. Eso sí, no se trataría de un feminismo que se oponga a la Colombia patriarcal y machista, sino de uno sometido a las ideas y a las lógicas de los viejos “Barones electorales”. Es decir, estaríamos ante un tipo de feminismo hecho a la medida de la política tradicional de la derecha.

Si se confirma la candidatura de la señora Dávila, el mensaje de campaña estará conectado a la idea de que Colombia está lista para ser gobernada por una mujer, aunque detrás de ella estarán hombres de negocios y de la política tradicionalmente contrarios al movimiento feminista, al que consideran inocuo e inconveniente para salvaguardar las características de la sociedad conservadora que añoran: las mujeres en el hogar esperando a sus maridos y alejadas de la toma de decisiones.

Convertida Semana en plataforma y laboratorio electoral, además de trinchera ideológica, no es nada raro que un país como Colombia, una candidatura de Vicky Dávila termine cuajando. La verdad es que después de Duque cualquiera puede ser presidente de la República. Lo único que tiene que hacer quien decida aspirar a ese cargo es obedecer, asentir y de cuando en cuando vociferar y hacer pensar, con la ayuda de revistas como Semana, que está gobernando o por lo menos, aprendiendo. ¿Recuerdan la portada aquella con la cara de Duque y el titular, Un año de aprendizaje? Algo así harían con la primera mujer presidenta del eje Gilinski-Gnecco.




Imagen tomada de la red X.

lunes, 13 de mayo de 2024

NO ES POSIBLE UN ACUERDO SOBRE LO FUNDAMENTAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En medio de la crispación ideológica y política que afronta el país desde el 7 de agosto de 2022, emergen lecturas y hechos morales que alejan aún más la posibilidad de llegar a un “acuerdo nacional sobre lo fundamental”. Esas lecturas y hechos tienen que ver con tres elementos, a saber: 1. El deseo de una parte del Pacto Histórico de asegurar la reelección de Petro o por lo menos lograr la continuidad del proyecto político del progresismo y la izquierda; 2. La noción de Estado, su operación y las relaciones entre este y la sociedad y 3. El pasado guerrillero del presidente Petro.

En oposición a esos tres elementos la derecha expone el mismo número con salvedades morales y contextuales con las que niegan y demonizan las aspiraciones de la izquierda y el pasado del presidente Gustavo Petro. Para negar y deslegitimar los deseos del progresismo, el uribismo insiste en ocultar los hechos de corrupción que permitieron la reelección de Álvaro Uribe Vélez, al tiempo que insisten en que ese hecho jurídico-político era legítimo porque había unas circunstancias contextuales que exigían la continuidad de un gobierno de mano dura como el que instauró Uribe entre 2002 y 2010. 

Recordemos lo que dijo el profesor Malcolm Deas a propósito de la llegada del exdirector de la Aerocivil a la Casa de Nariño: “Uribe era un presidente que necesitaba Colombia. Después de él hay un antes y un después…sí, yo creo que hay momentos para la guerra y para la paz. En 2002 el momento era para una política como la seguridad democrática, ahora el país vive otro momento”.

Es decir, la reelección de Uribe Vélez fue buena, el país la necesitaba y por ello extendieron su dominio llevando a Juan Manuel Santos al poder y reeligiéndolo, pero la de Petro y del proyecto del progresismo definitivamente no. La consideran inviable y poco recomendable a pesar de que las reformas a los sistemas de aseguramiento en salud y pensión apuntan a cerrar las brechas sociales que 30 años de neoliberalismo provocaron en Colombia.

Ese es quizás el más grande abismo moral que separa a esas dos orillas políticas y hace prácticamente imposible llegar a un “acuerdo nacional sobre lo fundamental” porque, justamente, sobre lo “fundamental” es que subsiste una insondable diferencia entre unos y otros, lo que hace imposible lograr un consenso. Y lo “fundamental” está en la noción de Estado y en dar cumplimiento a lo prescrito en la constitución de 1991. Mientras que la derecha insiste en un Estado mínimo, que opere bajo las recetas neoliberales y al servicio de una élite, Petro y la izquierda que él representa le apuntan a cambiar ese enfoque para hacer que el Estado colombiano opere bajo las condiciones del modelo de un Estado de Bienestar europeo de los 80 y 90, en menoscabo de los intereses y privilegios de la clase política (con clanes incluidos) que lo capturó y privatizó.

La derecha uribizada insiste en extender por selvas y zonas protegidas el modelo de economía de enclave, los monocultivos de palma africana y caña de azúcar y la ganadería extensiva de baja producción, lo que supone la deforestación de valiosos ecosistemas naturales y por esa vía, la colonización por parte de narcotraficantes y empresas nacionales e internacionales dispuestas a sacar toda la riqueza que encuentren en el subsuelo. Por el contrario, el progresismo y la izquierda que representa Petro le apuntan a conservar las selvas y los ríos en función de minimizar los impactos socio ambientales y ecológicos que ya viene dejando el cambio climático; de igual manera, insisten en frenar la deforestación y en industrializar el sector agrícola y mejorar así las condiciones de vida de los campesinos.

Frente al pasado de Petro, la derecha no le perdona el haber militado en el M-19 y mucho menos lo absuelve por haber confrontado ética y políticamente al gran banquero Sarmiento Angulo y por haberles arrebatado el manejo burocrático y financiero de algunas instituciones del Estado que específicos miembros de la élite lograron capturar de tiempo atrás.

Lo curioso de esa tardía lectura moralizante es que hay exguerrilleros del M-19 que son “buenos” porque militan en el Centro Democrático, la secta-partido que orienta ética y moralmente el sub judice ciudadano, Álvaro Uribe Vélez. En pocos días inicia el juicio penal en contra del expresidente antioqueño por los delitos de manipulación de testigos y fraude procesal, condición ético-política que evitan discutir los políticos de la derecha y los del medroso “centro” porque haberse levantado en armas contra el Estado, como lo hizo Petro, es peor que los delitos que la justicia y una parte de la sociedad le endilgan al expresidente y expresidiario nacido en Salgar, Antioquia. Es más, haber sido guerrillero es peor que apoyar a grupos paramilitares, como lo hizo en el pasado la derecha, a pesar de que cometieron execrables masacres a lo largo y ancho del país. Esas masacres también “fueron necesarias, como la llegada de Uribe”.

Maldicen la hora en la que el Estado indultó a Petro, pero guardan un silencio cómplice ante los hechos y procesos judiciales que enredan a Uribe de tiempo atrás y que tienen que ver con los falsos positivos, la promoción de grupos paramilitares y los más recientes, por manipulación de testigos y fraude procesal.

Ese enorme e insondable abismo moral entre la derecha y la izquierda bien podría ser capitalizado por un Centro capaz de aceptar que la izquierda tiene razón en insistir en las reformas y de asumir las responsabilidades de haber apoyado en silencio y activamente las infamias cometidas por la derecha. Pero no, ese Centro no existe en Colombia. Lo que sí existen son timadores y oportunistas como Sergio Fajardo y Claudia López que se auto proclaman de centro, pero realmente siempre fueron títeres de la derecha que les dio de comer. 


Imagen tomada de Youtube.com


jueves, 9 de mayo de 2024

LA INTENCIÓN DE LA DERECHA ES “HACER INVIVIBLE” LA REPÚBLICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El asedio político e institucional contra el gobierno de Gustavo Petro está dejando al descubierto la enorme incapacidad y mezquindad de la derecha uribizada y de la derecha en general, de proponerle al país soluciones a los graves problemas que arrastra de tiempo atrás. Problemas y dificultades que el actual gobierno intenta superar con los proyectos de reformas sociales presentadas a un Congreso hostil y alineado con la instrucción de la dirigencia política de los viejos y “nuevos” partidos de impedir que aquellas se conviertan en leyes de la República. A lo que realmente le están apostando es a “hacer invivible la República”.

Los voceros más visibles de esa derecha uribizada e incapaz de proponer soluciones reales a los problemas del país son los congresistas María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y David Luna; Cabal, Valencia y Luna promueven desde el Congreso el odio a todo lo que representa Petro, incluida por supuesto su búsqueda de llevar al país por el camino de las transformaciones propias de   una “revolución en marcha”, esto es, la modernización de la sociedad y del Estado. Esos tres legisladores le están apostando a hacer “invivible la República”, emulando a Laureano Gómez, cuando en su momento se opuso a los cambios sugeridos por López Pumarejo y las medidas liberales de la época de los 40.

A la innoble tarea de Luna, Valencia y Cabal se suman el exministro de Salud, Alejandro Gaviria y el exvicepresidente, Germán Vargas Lleras, entre otros más que a toda costa desean y buscan que el gobierno de Petro fracase, para en el 2026 presentarse como los “salvadores” cuando ellos mismos figuran como los responsables de las graves problemáticas que afronta el país de tiempo atrás. Lo cierto es que Cabal, Valencia, Luna, Gaviria y Vargas Lleras fungen hoy como los neolaureanistas que le están poniendo la vida a cuadritos al presidente Petro, ayudados por agentes políticos apostados en el Consejo de Estado, en la misma Corte Constitucional y por supuesto, en el Consejo Nacional Electoral.

Hasta antes de la llegada de Petro a la Casa de Nariño, la derecha uribizada jamás mostró, por ejemplo, preocupación por resolver la crisis en el sistema de salud. Alejandro Gaviria, en particular, guardó silencio y optó por mirar hacia otro lado para no ver la crisis de las EPS. Gaviria y sucesivos gobiernos no atendieron la evidente corrupción al interior de las EPS, en cuyas juntas directivas siempre estuvieron amigos o familiares de castas políticas. La misma actitud asumieron los miembros más visibles de ese sector de poder, frente a la informalidad laboral y el desempleo estructural. Jamás se les escuchó decir que el país necesita entrar en un nuevo proceso de industrialización, como sí lo hizo el actual gobierno. Esa invitación apenas ha sido copiada por sectores empresariales del cacao, que ven en la industrialización de ese cultivo una oportunidad económica y una manera para aportar a la paz del país.

Por el contrario, a la derecha uribizada tradicional no le interesa pensar en la industrialización porque lo que realmente les interesa es mantener los niveles de captura del Estado y continuar con la economía de enclave que, alineada con su visión premoderna de la sociedad y del Estado, les ha servido de tiempo atrás para enriquecerse y consolidar un pérfido liderazgo a través de clanes políticos corruptos.

Al ver afectados sus intereses de clase por las acciones y decisiones de Petro, a esa élite uribizada no le quedó otro camino que orquestar, de la mano de empresas mediáticas, la asonada política y mediática con la que están logrando hacer “invivible” la República. Lo de ellos no es contribuir al desarrollo armónico de la Nación. No. Lo de ellos es conservar privilegios, continuar con la deforestación, la ganadería extensiva de baja producción, la explotación a discreción del oro y la especulación con el valor de la tierra. Y por supuesto, consolidar la captura mafiosa del Estado, para el servicio de unos pocos, en detrimento del bienestar de las grandes mayorías.

El juego de los sectores de poder que representan muy bien a la derecha uribizada tiene como único objetivo generar caos, miedo e incertidumbre en esa opinión pública que aún le cree a los medios masivos tradicionales, convertidos desde antes de posesionarse Petro, en opositores políticos de su administración. De esa manera, ellos mismos confirman lo que la teoría de la comunicación de masas siempre señaló: los medios de comunicación son y fungen como actores políticos.

Medios como RCN, Caracol, El Colombiano, El Tiempo, Semana, La FM, La W y Blu radio están jugando el juego de la derecha: “hacer invivible la República”. Está el país en la más consistente y perjudicial “asonada política y mediática” en contra de la institución presidencial y de un presidente en ejercicio. El objetivo es claro: invisibilizar hechos positivos como la construcción de cientos de miles de kilómetros de vías terciarias y secundarias, de la mano de las Juntas de Acción Comunal; el mejoramiento de la operación del tren, usado ya para llevar café y otros productos a puertos, para su exportación; la depuración al interior de las FFAA, en especial en la policía y el Ejército, instituciones en las que se naturalizó un ethos mafioso y criminal. La construcción de enormes instalaciones de paneles solares que contribuirán a la necesaria transición energética que el país deberá dar. De igual manera, el manejo macroeconómico con el que se viene sosteniendo a la baja el índice de inflación, entre otros asuntos en los que el gobierno Petro viene anotándose puntos positivos.

Acostumbrados los congresistas de la derecha uribizada (incluye a los de la Alianza Verde, Cambio Radical, Colombia Justa y Libres, Partidos Conservador y Liberal)  a meterle miedo a la opinión pública, gritan como loros que llegó “el comunismo, el castrochavismo, que el país va hacia el despeñadero”, cuando los indicadores económicos y sociales del DANE dan cuenta de un mejoramiento, a pesar de la postura conservadora de la junta directiva del Banco de la República de bajar a cuentas gotas y con puntajes mínimos las tasas de interés para reactivar la economía. Esa narrativa catastrofista asusta a los inversionistas, pero, sobre todo, llena de incertidumbre a los ciudadanos de a pie.

Son más los hechos y las acciones positivas de un gobierno que, con errores y desaciertos, puso al país a discutir asuntos públicos que nos interesan a todos, como el cambio climático, la industrialización en la agricultura y el ethos mafioso que se entronizó en las relaciones Estado-Sociedad, desde 2002, siendo los periodos de mayor expresión de las prácticas corruptas 2002-2010 y 2018-2022. 

Quizás la molestia con Petro de los agentes políticos aquí señalados radica en que un exguerrillero del M-19 les está dando cátedra de liberalismo económico, de visión de futuro y sobre todo, de cómo transitar hacia la Modernidad a la que aquellos le han huido por su evidente incapacidad para entender la historia de la humanidad. 



Imagen tomada de Youtube.com

jueves, 2 de mayo de 2024

EL 188 ORDENA AL PRESIDENTE UNIR A LOS COLOMBIANOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Al presidente Gustavo Petro, por ser de izquierda, la prensa y el establecimiento le exigen, como jamás lo hicieron con anteriores mandatarios, que debe “unir a los colombianos” dando cumplimiento al artículo 188 de la Constitución que señala que el “presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Esos sectores de poder tradicional solo aluden a la primera parte del señalado artículo, pero no examinan que, justamente, en la segunda parte, la más importante quizás, está la apuesta del actual gobernante: garantizar los derechos y libertades a todos los colombianos, de ahí que las reformas a los sistemas de aseguramiento en salud y pensión van en esa dirección, al igual que la reforma laboral. Y en lo que respecta al asunto de garantizar libertades, la derecha ha podido salir a protestar sin que el Esmad les haya atropellado y mucho menos, disparado a los ojos a los cientos de miles de manifestantes, como sí ocurrió en el gobierno del presidente-títere, Iván Duque Márquez, a quien jamás le exigieron que cumpliera con el 188. 

Después de escuchar al presidente durante la conmemoración del Día del Trabajo, nuevamente la derecha y sus medios masivos volvieron a recordarle a Petro el artículo 188, pero solo en su primera parte. Y lo hicieron porque siguen pegados a las formas y no al fondo. Y es normal que así les parezca porque jamás tuvieron que lidiar con un outsider, con un congresista crítico y con un presidente impulsivo, y de repeso, exguerrillero, que sigue fiel a su ideario político y revolucionario. Hubieran preferido que hubiese llegado a la Casa de Nariño un ser obediente e incapaz de pensar por sí mismo, como el pelele y homúnculo del Iván Duque.

Pensarán que Duque si cumplió con el artículo 188, a pesar del manejo desastroso y criminal que le dio a la economía y al estallido social. Los más de 60 jóvenes afectados en sus ojos por el Esmad durante la administración del títere de Uribe Vélez debe ser una buena forma de unir a los colombianos. Y la reforma tributaria de Carrasquilla, la misma que generó las violentas protestas ciudadanas, también apuntaba, según la derecha, a dar cumplimiento a lo prescrito en el 188 de la carta política, en su segunda parte. Por favor, señores, bájenle un tantico al cinismo. 

Y si nos vamos un poco más atrás, entonces los 6402 jóvenes asesinados por el Estado durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez también fueron un bello gesto de unión; al igual que el discurso vulgar y violento del caballista con el que intimidó a todo aquel que criticara sus políticas neoliberales que acabaron con la agricultura, el campesinado, y desmejoraron las condiciones laborales de millones de trabajadores. Si algo hicieron Duque y Uribe durante 12 años fue desconocer la segunda parte del 188, porque nadie jamás se atrevió a exigirles que unieran a los colombianos porque los medios masivos y los líderes de opinión que hoy le exigen a Petro que lo haga, estuvieron alineados y cooptados por esa seudo doctrina que se llama uribismo. Convendría, para una sana discusión, que, al citar un artículo de la Constitución, se hiciera de manera completa para no hacer caer a la gente en engaños.

Claro que el país está dividido. Las marchas así lo constatan. El clasismo, el arribismo y el racismo alimentan el evidente enfrentamiento entre dos maneras disímiles de entender lo que el país realmente necesita. Petro cree que es posible vivir bajo condiciones de un Estado de Bienestar al mejor estilo europeo de los años 80; mientras que la derecha uribizada, considera que Colombia entre 2002 y 2010, garantizó la “confianza inversionista y la cohesión social”, en el marco de un artificioso Estado comunitario y un peligroso Estado de opinión.

Para la derecha uribizada, antes de la llegada de Petro al Solio de Bolívar, Colombia era una especie de Suiza, un paraíso con un único lunar: la presencia otoñal de una guerrilla tan infame y violenta, como las medidas neoliberales aplicadas a rajatabla desde César Gaviria, pasando por Pastrana, Uribe, Santos y Duque. Eso sí, mientras señalaban a ese gran lunar, con visos de malignidad, se dedicaron a ocultar el gran problema del país: la corrupción público-privada. Y para la izquierda y el progresismo, Colombia viene operando como un Estado corporativo, privatizado y criminal, al servicio de una oligarquía "anacrónica, vetusta y premoderna".

Si logramos superar el clasismo, el arribismo y el racismo (nos odiamos entre nosotros), quizás sea más fácil encontrar los puntos comunes que nos unan para que a un presidente le quede más fácil cumplir con el 188. Eso sí, también se va a necesitar que esos cientos de miles que salieron a marchar “emberracados” dejen de pensar y decir que, antes de la llegada de Petro, éramos la Suiza de América, cuando llevamos 200 años siendo un platanal con bandera. 


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 Imagen tomada de Radio Nacional de Colombia 

miércoles, 1 de mayo de 2024

LA DERECHA NO URIBIZADA DEBE ESCUCHAR A PETRO Y AL PUEBLO QUE MARCHÓ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Pasada la jornada de movilizaciones del 1 de Mayo y la fuerte respuesta que el presidente Petro le dio a la Oposición que encarna el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, emergen por lo menos dos caminos a seguir. Del lado del gobierno, ya es tiempo de que se acelere la aplicación de su Plan Nacional de Desarrollo y exponga los logros en infraestructura (ferrocarriles y vías terciarias y secundarias, entre otros indicadores) y en general en el mejoramiento de las condiciones de vida de los millones de pobres y vulnerables. Y esto incluye, en particular, disminuir sustancialmente las quejas contra las EPS, superar la crisis actual del sistema de aseguramiento en salud y llevar atención de calidad a las zonas más remotas que quedaron por fuera del radar de las EPS porque no les era rentable apostarle el aseguramiento de por lo menos 15 millones de colombianos que sobreviven en esa Colombia profunda. La mejor forma de contrarrestar las mentiras y las medias verdades de los medios masivos tradicionales es con hechos y transformaciones.

Por el lado de la Oposición, ojalá sus principales voceros y líderes se tomaran el tiempo de revisar con responsabilidad política los mensajes que no solo les está enviando el jefe del Estado, sino los millones de colombianos que siguen a Petro y que salieron masivamente a respaldar sus reformas sociales. Quienes de manera pasiva le hacen oposición al gobierno de Petro y solo están esperando a que termine su mandato para empujar la economía del país, están jugando con candela. Hay un pueblo que despertó de su original letargo, gracias al triunfo de Petro y sus constantes invitaciones a “levantarse contra el opresor”. Las motivaciones de la gente que se viene movilizando a favor del presidente no morirán una vez este hijo de Ciénaga de Oro (Córdoba) abandone la Casa de Nariño.

En su intervención en la tarima, Gustavo Petro llamó anacrónico y premoderno a Uribe y al empresariado que respaldó sus medidas neoliberales que terminaron de empobrecer a la clase trabajadora y de enriquecer a los empleadores. Esa disputa entre Petro y Uribe se radicalizó aún más con la manera como el presidente le respondió a los mensajes de odio que se escucharon en las marchas del 21 de abril y que él asocia al uribismo y a las críticas que el expresidente antioqueño le hizo al proyecto de reforma laboral.

Si la derecha no uribizada lee con cuidado el momento histórico por el que atraviesa el país, debe consolidar el distanciamiento que de tiempo atrás algunos empresarios medianos y líderes gremiales tomaron del expresidente Uribe Vélez. Esa derecha que tomó distancia política del dañino líder antioqueño debe renovar su ideario si de verdad quieren recuperar el poder en el 2026, para gobernar en condiciones de tranquilidad social. Y para gobernar bajo esas condiciones deben acoger las reformas planteadas por Petro y ajustar el modelo político y económico, lo que significa caminar hacia la profundización de la democracia, por la vía de la reindustrialización. No hacerlo, le daría la razón a Petro cuando calificó de anacrónicos y premodernos a los agentes económicos y políticos del uribismo.

Los empresarios que en el pasado se beneficiaron del Todo Vale que institucionalizó Uribe y que tardíamente comprendieron los nocivos efectos sociales, políticos, económicos, morales y éticos que dejó en la sociedad el sinuoso ethos que siempre guió la vida pública del expresidiario y expresidente, deben proponerle al país una alternativa electoral y política. Ese lugar lo debería estar ocupando el Centro, pero en Colombia no existe ese sector político. Por lo menos, quienes se asumen de Centro, en los últimos 30 años, por física cobardía y comodidad, optaron por hincarse ante el poder intimidante de lo que se conoce como el uribismo. Sergio Fajardo es el vocero más visible de ese Centro medroso y cobarde que jamás fue capaz de erigirse como alternativa de poder.

Eso sí, una cosa debe quedar clara para los dos sectores políticos en contienda: es tiempo de parar el conteo de personas movilizadas para acercarse a saber si las del primero de Mayo fueron más nutridas que las del 21 de abril, cuando la oposición al gobierno salió nuevamente a las calles a decirle No a las reformas sociales que tanto necesita el país. Ya el uribismo está invitando a otra marcha de respuesta para este 4 de mayo. No. Resulta inconveniente seguir insistiendo en movilizaciones cuando a lo que hay que apostarle es a reactivar la economía y en el mediano plazo, concretar las actividades de reindustrialización que va a necesitar el país para asegurar la viabilidad fiscal de las reformas a la salud y pensiones, una vez estas se concreten y se pongan en marcha. Las movilizaciones desgastan el sentido de la democracia, al tiempo que profundizan los odios de lado y lado.



Imagen tomada de El País. 

martes, 30 de abril de 2024

PETRO: EL ÚNICO EXGUERRILLERO “MALO” DEL M-19

 

Por Germán Ayala Osorio

 

A Petro lo odian millones de colombianos por haber militado en la guerrilla del M-19. Y esa inquina creció más, cuando hace poco expuso en la red X una foto de la bandera alusiva a esa agrupación armada ilegal. Sin duda, un acto de provocación para aquellos que aún no entienden y mucho menos aceptan que un exguerrillero (de hecho, le dicen guerrillero) esté hoy como jefe del Estado.

A esos enemigos del presidente de la República poco les importa el hecho de que el Estado lo hubiese indultado a él y a otros tantos de sus compañeros de armas y los acogiera por haber firmado la paz durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas. En lo que sí creen a pie juntillas es en que Petro estuvo en la toma del Palacio de Justicia, y, por lo tanto, es responsable de las muertes de los magistrados y empleados, provocadas por la retoma del edificio que hizo el Ejército nacional.  Por eso, quizás, le gritan “asesino, guerrillero y terrorista”. Cuando quedó claro que Petro no participó de ese criminal operativo.

Lo curioso de esa evidente animadversión es que para esos cientos de miles de compatriotas parece haber guerrilleros del M-19 “buenos” y Petro, el único “malo”. Los “buenos” subversivos son aquellos que en lugar de insistir en realizar o aplicar las ideas con las que se levantaron en armas, pero dentro del marco democrático como lo viene haciendo Petro, tomaron la decisión de aliarse o someterse a la voluntad de líderes de la derecha como Álvaro Uribe Vélez. Optaron por el camino más cómodo: legitimar al régimen de poder contra el que se levantaron en armas en los años 70.

Al parecer, para estos “buenos” guerrilleros del M-19 no era suficiente recibir el perdón del Estado: necesitaban el perdón social de la derecha, por ello corrieron a buscarlo, dejando atrás la dignidad, el proyecto político y la coherencia ideológica en torno a un ideario que en su momento cautivó a otros tantos millones de colombianos que, por ejemplo, votaron por quienes llegaron finalmente a la Asamblea Nacional Constituyente para redactar la carta política de 1991, junto a indígenas, negros, campesinos, liberales y conservadores.

Son varios los exguerrilleros “buenos” del M-19 y todos, curiosamente, militantes del Centro Democrático (CD), uno de los partidos, junto a Cambio Radical, con el mayor número de políticos investigados, procesados y condenados por delitos de corrupción. Para entender qué es eso de ser incoherente, baste con revisar los casos de estos exguerrilleros para comprender el sentido de aquel concepto. Me pregunto: ¿para los detractores o enemigos de Petro, Bustamante, Pabón, Chávez y Osorno, también son asesinos y terroristas? ¿O Petro era el único que disparaba?

Quienes aterrizaron en el CD fueron los revisionistas Everth Bustamante, quien hizo parte de una lista cerrada del partido de Álvaro Uribe Vélez con la que finalmente se convirtió en congresista; lo mismo Eduardo Chávez; entre tanto, Rosemberg Pabón Pabón, exalcalde de Yumbo por el Polo Democrático, apodado el “comandante uno”, terminó en un cargo público en el gobierno de Uribe Vélez, impulsor del perdón a los entonces guerrilleros del M-19. Y Augusto Osorno, quien también fue compañero de Petro, terminó trabajando en el gobierno del político antioqueño.

Muy seguramente mañana 1 de Mayo en las marchas pro gobierno veremos ondear la bandera del M-19 (y quizás, alguien se atreva a quemarla). A la incoherencia política de Bustamante, Pabón, Chávez y Osorno, se suma la de millones de colombianos que dicen apoyar los procesos de paz, siempre y cuando ello no les implique dejar de odiar al. único “guerrillero malo” del M-19: Gustavo Francisco Petro Urrego.

El perdón moralmente selectivo de estos compatriotas es quizás hoy el mayor obstáculo para que como nación encontremos la paz, sobre la base de pasar la página y reconciliarnos. Ellos prefieren que sigan robando los mismos políticos de siempre y sometiendo el Estado a los caprichos de dos o tres familias poderosas, porque jamás se levantaron en armas. Y porque ser de izquierda es peor que ser corrupto. 

Esos millones de colombianos seguirán sobreviviendo de manera angustiante en ese remolino de odio al que siguen atados y en el que, finalmente, terminarán ahogados en su propio reflujo biliar. ¡Ajúa! se les escucha gritar, mientras tragan cucharadas de té de manzanilla y gritan, ¡Petro, asesino!; ¡Petro, guerrillero!


Imagen tomada de Infobae

miércoles, 24 de abril de 2024

ALOCUCIÓN PRESIDENCIAL PARA DESMENTIR A LA OPOSICIÓN

 

Por Germán Ayala Osorio

 

No recuerdo una alocución presidencial en la que un presidente de la República se haya dirigido a las audiencias para desmentir a sus opositores, detractores y enemigos. La alocución presidencial de la noche del 24 de abril pasará a la historia porque no se pensó para que el jefe del Estado hiciera un balance de su administración o para dar un anuncio importante, sino para desmentir a medios de comunicación tradicionales que usan el espectro electromagnético, propiedad del Estado, para mentir; de igual manera, a políticos de la Oposición y periodistas-activistas que vienen tergiversando el sentido de las reformas, en particular la pensional que acaba el Senado de aprobar en un tenso debate.

Sentado y mirando a los colombianos, el presidente Petro dedicó gran parte de su corta intervención a refutar y contradecir a sus detractores que, apelando a todo tipo de perversas interpretaciones, estratagemas y fake news, vienen desinformando a través de los medios masivos tradicionales y las redes sociales, en particular en la red X, sobre el espíritu y el sentido del proyecto de ley con el que se reforma el inequitativo y perverso sistema pensional colombiano.

Petro refutó a quienes insisten en que con la reforma pensional los “jóvenes no se van a pensionar, o que aumentará la edad para pensionarse o que el gobierno va a expropiar los ahorros de los colombianos”. Con ayudas audiovisuales, la alocución de esta noche cambia radicalmente la manera como el presidente venía usando la herramienta de la alocución presidencial. En anteriores ocasiones, simplemente el equipo de comunicaciones de la Casa de Nariño tomaba apartes de intervenciones del presidente en foros y reuniones, con problemas de sonido, pero, sobre todo, sin saludar y hablarle a las audiencias.

Esta alocución se da tres días después de las movilizaciones del 21 A en las que medios alternativos registraron casos de colombianos que salieron a protestar, dejando ver que están mal informados o que ignoran el sentido de las reformas sociales que aún sobreviven en el Congreso. Otros, por supuesto, simplemente salieron a protestar porque odian a Petro por haber sido guerrillero y otros, porque se dejaron seducir para que “salieran berracos” a decir barbaridades.

Eso sí, debió el presidente señalar con nombres propios a cada uno de los actores políticos, sociales y mediáticos que vienen tergiversando y asustando a la opinión pública con sus mentiras. Incluso, bien pudo el presidente confrontar directamente a David Luna, Miguel Uribe Turbay, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, entre otros políticos de la ultraderecha, que vienen construyendo una narrativa sinuosa con la que intentan ocultar sus intereses corporativos, atados a sus privilegios de clase, atados a los de quienes patrocinaron sus campañas políticas o, simplemente, por la cercanía ideológica que los hace copartidarios y defensores del inequitativo sistema pensional colombiano. Exponerlos ante las audiencias hubiera servido para mandarles un mensaje claro: es con argumentos que se deben discutir los proyectos y no con mentiras o medias verdades.

Eso sí, si bien esta alocución fue importante, debe el gobierno seguir en la tarea pedagógica de confrontar a la Oposición mentirosa, con miras a que en las venideras movilizaciones disminuya el número de marchantes que le comen cuento a medios que todo el tiempo están falseando la realidad y tergiversando los hechos.



Imagen tomada de la cuenta del presidente Petro, en X.

lunes, 22 de abril de 2024

LAS EMOCIONES EN UNAS MARCHAS “PACÍFICAS” CARGADAS DE ODIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

 Por Germán Ayala Osorio

 

 Después de las marchas anti-Petro del 6 de marzo del presente año, en una columna advertí que de estas emergían fácilmente tres categorías: Marchantes Mediatizados (MM), Marchantes Politizados (MP) y Marchantes Seducidos por un Pago (MSP). 

Ahora, pasadas las movilizaciones del 21 de abril insisto en que esas tres categorías volvieron a aparecer en las nutridas manifestaciones. La novedad es que en las señaladas marchas apareció una cuarta que he denominado Marchantes Emocionales (en adelante ME). Bajo esa nomenclatura caben todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que, llevados por una inocultable Petrofobia, dieron rienda suelta a sus emociones para lanzar todo tipo de improperios en contra del jefe de Estado, hasta el deseo de verlo muerto, fruto de un crimen quizás, y metido en un frío ataúd.

Dentro de todas las entrevistas que hicieron algunos petristas infiltrados en las marchas, apareció el testimonio de una señora que dijo ser víctima del M-19, hecho con el que justificó su animadversión hacia el presidente de la República por haber sido militante de esa agrupación armada ilegal. Las razones para odiar de la ciudadana están perfectamente justificadas por cuanto perdonar es un acto individual y porque desconocemos el nivel de afectación de la que fue víctima de acuerdo con su propio relato. Aunque no se pudieron conocer las circunstancias en las que esa guerrilla pudo haber afectado la vida de la marchante, sí quedó en evidencia es que la señora sigue ahogándose en el remolino de la animadversión en el que ella mismo decidió quedarse por cuenta de su inconmensurable odio. Parece que se trata de un odio selectivo si tenemos en cuenta que dentro del Centro Democrático (CD) hay por lo menos 4 excompañeros de Petro. Habría, entonces, unos exguerrilleros “buenos” por estar militando hoy en la derecha y solo uno “malo”, Gustavo Petro, al que no se le puede perdonar haberse levantado en armas contra el Estado y mucho menos, continuar con sus ideas de izquierda, porque eso constituye una aberración.

Otros que no se identificaron como víctimas del M-19, simplemente expresaron su inquina por el solo hecho de haber pertenecido a esa guerrilla. Y en este punto vale la pena reflexionar en torno a que los procesos de paz arrastran una grave falencia: no se diseñaron estrategias pedagógicas orientadas a que, desde el Estado, una vez firmados los armisticios, se promoviera el perdón colectivo e individual. Muy seguramente de haber existido esas campañas de llamado al perdón, la fatal presencia de esas emociones negativas que cientos de miles de ciudadanos llevan cultivando en sus corazones, se habrían minimizado en estas movilizaciones del 21 de abril.

El triunfo del No en el plebiscito por la paz de 2016 es el mejor ejemplo de los impactos negativos que dejó el no haber diseñado campañas pedagógicas orientadas a seducir los corazones de aquellos que, ubicados en un plano moral superior, se creen con el derecho de decidir quién vive y quién no, de acuerdo con las ideas que defienden. Hay que señalar que la pírrica victoria del No se dio por dos razones fundamentales: la primera, porque la prensa se alió con la derecha y el uribismo a hacer una campaña llena de mentiras como el rayo homosexualizador y la entrega del país a esa guerrilla. Como lo reconocieron sus principales animadores y el gerente, el objetivo era sacar la gente “berraca” a votar. Y la segunda, porque el gobierno de Santos fue incapaz o jamás le interesó diseñar los instrumentos o dispositivos ideológicos y culturales con los que se buscara seducir a los colombianos de la importancia de haber firmado el acuerdo de paz entre el Estado y esa guerrilla y, sobre todo, de la urgente necesidad de perdonarnos.

Así las cosas, los Marchantes Emocionales (ME) le dejaron claro al gobierno y al resto de la sociedad que no están dispuestos a escuchar argumentos y mucho menos a reconocer algo positivo que haga el gobierno de Petro. Petro es, para estos ME, un “maldito, un hijo de puta guerrillero y un bandido que solo merece ser asesinado”. La arenga “fuera Petro” va más allá del deseo de sacarlo de la Casa de Nariño. Lo quieren “fuera de circulación” porque representa la “maldad y lo peor del país”. Recordemos que es peor ser de izquierda, que corrupto.

Lo más preocupante de todo lo anterior es que para las elecciones de 2026, a esos Marchantes Emocionales se irán sumando los Marchantes Mediatizados y los Marchantes Politizados. De continuar las marchas de lado y lado, como se prevé que ocurrirá, los odios seguirán creciendo en quienes no están dispuestos a perdonarle a Petro su pasado guerrillero. Las marchas del 1 de Mayo volverán a meter a petristas y a los anti petristas en la espiral de violencia física y simbólica que no sabemos hasta dónde nos llevará como sociedad fracturada que naturalizó la violencia social y política a través del lenguaje.

Ante la impotencia de no poder ver muerto al presidente, entonces esos deseos reprimidos los llevará a violentar a los petristas o a los periodistas de RTVC, salieron a cubrir las movilizaciones.  O quizás, simplemente, terminen violentando a quienes en el 2022 votaron por Petro porque creyeron en su proyecto político, a pesar de devenir maximalista para una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la mediocridad, la avaricia y la corrupción de todos los gobiernos de derecha.  


Imagen tomada de Infobae


domingo, 21 de abril de 2024

DESPUÉS DE LAS MOVILIZACIONES, PETRO DEBE DIRIGIRSE AL PAÍS QUE MARCHÓ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Terminada la jornada de protestas en las principales ciudades del país, ¿qué debería de hacer o responder el gobierno? Sugiero al equipo de asesores, a RTVC y al propio presidente de la República elaborar con aplomo y consistencia argumentativa una respuesta a través de una alocución presidencial con la que el jefe del Estado desmienta a aquellos marchantes que justificaron su presencia en las masivas movilizaciones, basados en mentiras o interpretaciones erróneas en torno a los objetivos e impactos de las reformas a los sistemas de salud y pensión. Hay que decir que las incertidumbres de cientos de miles de los que salieron a marchar son el fruto del trabajo desinformativo y la “mala leche” de periodistas y opinadores de medios como El Tiempo, Semana, El Colombiano, La W, La FM y Blu Radio, que acordaron de tiempo atrás deslegitimar al gobierno de Petro.

Temas como el alto costo de la gasolina, el desempleo y la narrativa aquella que dice que “Colombia va muy mal, que va por el despeñadero del comunismo”, ameritan una respuesta contundente del gobierno. Una mentira repetida mil veces, y con la ayuda de los señalados medios de información, se convierte en verdad.

En torno a los políticos que lideraron las marchas, el presidente, en la misma alocución, debe confrontarlos para desnudar sus incoherencias y en especial, sus responsabilidades políticas frente al silencio que guardaron frente a la debacle de las EPS, la corrupción en el manejo de billonarios recursos. Para el caso de las pensiones, ponen en evidencia a aquellos que salieron a caminar las calles por la defensa del sistema privado de pensiones, a pesar de que cotizan o ya tienen pensiones altas fruto del ahorro en Colpensiones, entidad demonizada por personajes como Francisco Santos y David Luna. Sería interesante analizar el caso de la pensión de “Pacho” Santos y saber si Luna, de Cambio Radical, cotiza a un fondo privado o en Colpensiones.

Podría el presidente de la República hacer referencia a casos puntuales para consolidar sus argumentos y las razones por las que el país necesita modificar el inequitativo y deshonroso modelo pensional. Se me ocurre que coja el caso del e exsenador Ernesto Macías quien públicamente dijo que los fondos privados de pensiones lo engañaron, razón que lo llevó a pasarse, en tiempo récord por ser congresista, a Colpensiones. En la alocución, Petro puede exhibir los titulares con los que la prensa registró ese hecho: “Los fondos de pensiones me engañaron: Ernesto Macías” (La W). “Ernesto Macías explica su traslado de fondo de pensiones. "cuando a mí me vendieron el fondo privado lo hicieron a través de una cantidad de engaño y quienes no conocemos bien el 'modus operandi' de esto se cae en engaños" (El Tiempo).

Frente a los cientos que salieron a mojarse por el solo hecho de que odian a Petro por haber pertenecido al M-19, el presidente debe enviarles un saludo de reconciliación, explicando brevemente las razones objetivas, reconocidas así por el entonces presidente Belisario Betancur Cuartas, para haberse levantado en armas. Y dejarles claro que no participó de la toma del Palacio de Justicia. También sería pertinente volver a pedirle perdón al país por la toma del recinto de la justicia por un piquete del M-19.

Y no está demás que el propio presidente de la República, en la misma alocución, le haga una invitación formal a los medios aquí señalados, para que informen respetando el mandato constitucional de hacerlo con veracidad y responsabilidad social.

Adenda: no está bien que el presidente Petro le dé retuit a un video en el que Jaime Garzón, representando al exministro neoliberal, Rudolf Hommes, alude a la clase dominante.




Imagen tomada de Noticias Visión del Tolima

sábado, 20 de abril de 2024

EL HUMOR BURLESCO Y DAÑINO DE DANIEL SAMPER OSPINA

 

Por Germán Ayala Osorio

 


Daniel Samper Ospina padece de la inocultable Petrofobia que describió con toda su patología María Jimena Duzán en columna de marras. (Ver columna). En su espacio semanal NotiDanny explicita su radical animosidad contra el presidente de la República. Es tal el repudio que lo anima, que lo que él considera humor es una simple diatriba ideológica.

En sus reiterativos monólogos Samper Ospina no usa los hechos de la realidad para elaborar un discurso político, acompañado de mofas y comentarios inteligentes, como lo hacía Jaime Garzón. No. Por el contrario, apela a hechos noticiosos para tergiversarlos, para mentir o minimizar los logros del actual gobierno. Entre NotiDanny y RCN o Caracol las únicas diferencias son el set, los dos gatos llamados Nicolás (en razón a los hijos de Petro) y claro, las presentadoras.

Imagino que Samper Ospina, hijo del decano del periodismo en Colombia, Daniel Samper Pizano, cree a pie juntillas que su “noticiero” es chistoso. Pero no es así. Por el contrario, su “humor” se torna aburrido y soso porque no hay sorpresas, es repetitivo. No hay elaboraciones inteligentes. El libreto cada ocho días es el mismo: en el centro está la figura de Petro, o Berto, o el Mesías Humano.

Es tan básico su humor que insiste en burlarse de los enanos, de los mochos, incluido Vargas Lleras; o de los que tienen labio leporino; los alias de los criminales le sirven para dar rienda suelta a lo que parece ser una fijación anal. Entonces, ante el alias ‘Diarrea’ y la imagen de un médico proctólogo pregunta: ¿se le sale el popó? Y aparecen repetidamente en sus emisiones otras “micciones” ideológicas.

Además, parece tener una fijación con el aparato reproductor masculino y con aquel con el que a diario la humanidad se “caga” literalmente en el planeta. No hay emisión en la que no repita imágenes alusivas al trasero del presidente de la República.

En el pasado, cuando fungió como director de la revista SOHO, usó el cuerpo de las mujeres que logró que posaran desnudas, para minimizarlas en una sociedad machista, patriarcal y con inocultables visos de misoginia. En internet circulan pantallazos de correos electrónicos enviados por Samper Ospina en los que se refiere de mala manera a los cuerpos de sus modelos. “Ni se te ocurra, por nada del mundo, decir que te las mostré, pilas que me matan”, escribió para email que envió en 2011 a una persona que reconoce como su “mentor”. También usó frases como: “Están muy buenas”, “de resto hay una marimacha” y finalmente “guárdame la espalda, tú no has visto nada”.

Por todo lo anterior, la apuesta humorística de este refinado payaso no cabe dentro de la categoría de humor político. Lo que hace es otra cosa: en lugar de humor, practica una burla dañina con propósito ofensivo.



Imagen tomada de Facebook

domingo, 31 de marzo de 2024

PETRO, GOBERNABILIDAD Y CONSENSOS POLÍTICOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La gobernabilidad está atada a la consecución de consensos políticos. Esa parece ser una verdad que nadie discute, aunque haya factores ético-políticos, históricos y culturales que irrumpen como obstáculos insalvables que terminan impidiendo la consecución de los anhelados consensos políticos.

Al presidente de la República, Gustavo Petro se le endilga que ha sido incapaz de lograr consensos con las fuerzas políticas tradicionales, esto es, con la derecha colombiana de la que hacen parte todos los partidos políticos, incluido el Liberal. Esta colectividad, de la mano de César Gaviria Trujillo, eliminó el ala de izquierda y si se quiere progresista, con la que el actual gobierno podría haber establecido los puentes para dialogar sobre las reformas sociales que el Congreso no quiere tramitar. Ese mecanismo y salida institucional no funcionó por culpa de la intemperancia del presidente de la República, sino por el giro ideológico que Gaviria le dio al partido Liberal, en buena parte, fruto de las transacciones políticas y económicas que estableció con los mecenas que patrocinan las campañas electorales y garantizan el funcionamiento del partido.

En parte tienen razón quienes critican a Petro por su insistencia en “meterle pueblo” a la discusión, en lugar de buscar dentro de los canales institucionales los momentos y los mecanismos para discutir las reformas que prometió hacer en campaña y que hoy, institucionalmente hablando, se las tienen bloqueadas en la corporación que arrastra la responsabilidad histórica de haber legislado en contra de los intereses de las grandes mayorías y del desarrollo armónico y sostenible del país: el Congreso de la República.  

También hay que señalar que los consensos no se lograron porque hay agentes poderosos del “viejo” establecimiento colombiano que no están dispuestos a ceder privilegios por el solo hecho de que a un presidente de izquierda le dio porque es posible transformar las históricas condiciones de inequidad, pobreza y desigualdad que abruman a millones de colombianos. En el fondo, esos actores de poder le apuestan a que en el 2026 recuperarán la Casa de Nariño para seguir naturalizando esas condiciones de marginalidad y esos sempiternos “estados de cosas inconstitucional” ya advertidos por la propia Corte Constitucional.  

Esos agentes de poder, que hacen parte de la élite más conservadora y neoliberal del país, temen que jugársela por esas transformaciones los puede llevar a perder poder político, en particular el que está asociado a los partidos políticos que ellos mismos patrocinan, con los que han sabido consolidar el clientelismo, es decir la corrupción, y el asistencialismo, gracias a que los niveles de pobreza, desigualdad e inequidad se han mantenido a lo largo del tiempo. A estos, nunca les preocupó en demasía aquello de la gobernabilidad.

Petro cree que es posible instaurar en Colombia un Estado de Bienestar. Y ese es quizás el factor que distancia más a Petro de las fuerzas políticas con las que ya no fue posible “negociar” y lograr los señalados consensos políticos. La columnista Cristina Carrizosa dicelo siguiente: “A Petro se le puede criticar todo, pero no se puede negar que nos puso a conversar, en serio, sobre la tragedia de la desigualdad. Ese es, sin duda, su principal logro hasta hoy. Es una lástima que no logre sentarse erguido en la cabecera para conciliar divergencias y liderar fórmulas que nos permitan superarla”.

Si aceptamos como verdad incontrastable la frase subrayada y en negrilla, entonces las resistencias a los cambios de poderosos agentes de la dirigencia política y empresarial no estarían soportadas en miedos a perder privilegios, sino en la situación vergonzante en las que los expone el discurso reivindicativo del presidente Gustavo Petro. Nunca un jefe de Estado confrontó al establecimiento como lo hace el actual presidente. Ese atrevimiento lo asumen como una herejía, pues dentro de su particular ética empresarial y política han hecho todo para “sacar adelante al país”. No es fácil soportar que un exguerrillero venga y les diga de un momento a otro que lo que han hecho por más de 50 años solo benefició a sus cerrados círculos de poder.

Claro que hubiese sido mejor lograr consensos políticos, pero no solo para garantizar condiciones de gobernabilidad, sino para intentar reversar lo que se viene haciendo mal de tiempo atrás. Y de esta última idea nace el abismo moral y ético que separa a Petro de quienes siempre asumieron la operación del Estado para extender en el tiempo privilegios y consolidar el Estado de derecho que les ha sido funcional a sus mezquindades, apelando exclusivamente al imperio de la ley para asegurar gobernabilidad.

Así entonces, estamos ante dos formas de incapacidad para generar consensos políticos. Empeora la situación porque no se vislumbra un tercero que sirva de mediador entre esas dos maneras de asumir e interpretar lo que sucede en el país. Y no aparecerá ese tercero mediador porque venga de donde viniere, también será responsable, por acción u omisión de las ominosas condiciones sociales y económicas que llevan soportando millones de compatriotas.  



Imagen tomada de Diario As. 

sábado, 23 de marzo de 2024

PETRO ANDA EN “MODO CONSTITUYENTE” Y LA DERECHA, EN “MODO MALICIOSO”

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Mientras que el presidente Gustavo Petro anda en “modo constituyente”, de la mano de porciones del constituyente primario, los representantes del “viejo” Régimen, de la mano de los medios masivos tradicionales, andan en “modo malicioso”.

Las correrías de Petro por pueblos y veredas y las que prometió hacer en universidades públicas dan cuenta de una aceptación social, pero necesariamente ello no se traducirá en la generación de un bienestar sostenible en el tiempo en las comunidades más vulnerables. A dos años de terminar su mandato, Petro cree posible que, haciendo ejercicios de democracia directa y confrontación discursiva, podrá lograr, por fuera de la institucionalidad democrática, animar al pueblo para que él mismo exija el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El fenómeno de la Séptima Papeleta no estuvo anclado categóricamente en el pueblo al que Petro le habla en sus correrías.

Estar en “modo constituyente” no es garantía de gobernabilidad. Por el contrario, puede terminar distrayendo al presidente de los asuntos macros sobre los que venía ocupándose. Quizás el fallo de este gobierno esté en los micro asuntos asociados a la operación de un Estado que en varias regiones no ha logrado conectarse con ese constituyente primario que poco entiende de convocatorias constituyentes, porque las afugias del día a día no les da tiempo para sentarse a pensar si conviene o no ese escenario político- electoral. Y mucho menos tendrá la capacidad para avizorar los riesgos que traería abrir semejante compuerta, pues la derecha, encarnada en Germán Vargas Lleras, está presta a regresarnos a la constitución de 1886.  

Justamente, Vargas Lleras, representante de la rancia y anquilosada ultraderecha, anda en “modo malicioso”, tratando de revivir el fantasma del “castrochavismo” en la figura deificada de Hugo Chávez Frías. Aunque Vargas fue el único del “viejo” Régimen que salió a los medios de comunicación a decir que él sí “le cogía la caña” al llamado de Petro a la constituyente, días después, el exvicepresidente de Santos reculó. Quizás los mecenas que estarían dispuestos a patrocinar su campaña en el 2026, en su obsesión de llegar al Solio de Bolívar, le jalaron las orejas al otoñal delfín. Así, salió a los medios masivos a decir que el llamado de Petro a una ANC obedecía a la intención de quedarse en el poder indefinidamente, como lo hizo en Venezuela el entonces presidente Hugo Chávez Frías.  

Bajo esas dos circunstancias, el país se sume cada vez en una tensa confrontación de clases, animada en buena medida por el discurso confrontacional del jefe de Estado y la parálisis legislativa que le plantó la Oposición en el Congreso de la República.  

Sería conveniente que el presidente Petro morigerara un tanto su discurso confrontador, pues hay una realidad política y social que parece que el jefe de Estado olvida: las empresas mediáticas aún conservan un poder de penetración importante en la opinión pública e incluso, en esa parte del constituyente primario que, por físico desespero, está dispuesto a retirar el apoyo al progresismo, porque sus demandas sentidas no han sido atendidas y resueltas por este gobierno.

Un presidente, con todo y su poder simbólico, al andar en “modo constituyente”, aporta a la generación de incertidumbres sociales y económicas y coadyuva a que el país se divida aún más entre quienes tienen privilegios y aquellos que poco o nada han tenido en sus vidas. El escenario se vuelve aún más complejo cuando no aparece una voz desde la Iglesia Católica, de la Academia y de los partidos, que insista en el diálogo nacional que tempranamente se frustró por culpa de las intemperancias de las partes convocadas.

 

Imagen tomada de la red X

sábado, 16 de marzo de 2024

PUEBLO, INSTITUCIONALIDAD Y DEMOCRACIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hay un grupo de categorías o conceptos que a diario resultan manoseados para propósitos político-electorales y defender intereses de clase: pueblo, institucionalidad y democracia. Después del zafarrancho político-mediático que desató Petro con aquello de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es preciso detenerse a pensar alrededor de esos tres conceptos que de inmediato emergieron en la discusión sobre la viabilidad, pertinencia y necesidad de llevar el país hacia una ANC.

El primero de estos es la categoría Pueblo. En innumerables oportunidades el presidente de la República usó el término Pueblo para anclar en este, a pesar de su indeterminación y de su no presencia totalizante, su proyecto político y las reformas sociales que el Congreso no quiere aprobar.

Nadie puede negar que hay una parte importante del pueblo colombiano que acompaña al presidente Petro. A Puerto Resistencia, lugar desde donde Petro sacudió a los momios del Establecimiento, llegaron más de 10 mil personas que representan al pueblo al que el presidente de la República le habló y le dijo que él estaba dispuesto a llegar hasta donde ellos, el pueblo, le dijera. ¿Si 11 millones de colombianos votaron por Petro, ese es el pueblo colombiano al que el jefe del Estado le habla? En el mismo sentido de ese interrogante, hay que preguntarse por los más 10 millones que votaron por el entonces candidato presidencial, Rodolfo Hernández, recién condenado por corrupción. ¿Esa cantidad de compatriotas que votaron por un corrupto (estaba ya imputado), a qué pueblo pertenece? En estricto sentido, habría “dos pueblos”: uno derechizado, uribizado, cómodo, tranquilo y dispuesto a defender a dentelladas su bienestar, asociados a clanes y sectores privilegiados; y el otro, izquierdoso, progresista, insatisfecho y proclive a defender sus derechos y los de los demás, históricamente vulnerados.

En el periodo en el que mandó -no gobernó- Álvaro Uribe Vélez se presentó la misma situación: ¿Quienes no votamos por el político antioqueño, porque sabíamos de sus andanzas del pasado, jamás hicimos parte del pueblo colombiano que votó masivamente para elegir y reelegir al padre de la Seguridad Democrática?

Ahora hablemos de la institucionalidad. Varios de los voceros de la derecha que la prensa tradicional entrevistó a propósito del llamado presidencial a una ANC usaron este vocablo para indicar que Petro irrespeta o desconoce que hay una vigorosa institucionalidad y unas sólidas instituciones, lo que les permite invalidar el llamado a una ANC. En particular, defendieron la institucionalidad que brota de las actuaciones y decisiones de un Congreso alejado de los reclamos de unas mayorías que exigen mejores condiciones de vida. Por cierto, estamos ante una institucionalidad funcional a los intereses de los sectores económicos, sociales y políticos que, al no estar dispuestos a perder privilegios, se niegan a discutir con argumentos las reformas presentadas por el gobierno. Habría, entonces, al igual que en el caso del término Pueblo, dos institucionalidades: una, que brota de la idea de Estado social de derecho que tiene el presidente de la República y la otra, que emerge de la idea que tiene la derecha en torno a lo que debe ser el Estado. Para este sector de poder basta con que opere un Estado de derecho (el imperio de la ley) para cumplir con lo prescrito en la Carta Política de 1991.

Y termino con la categoría democracia. De inmediato, los alborotados momios del Establecimiento colombiano hablaron de que Petro los iba a llevar hacia una “dictadura”, antónimo de democracia. De hecho, creen que ya vivimos bajo un régimen dictatorial, tipo El Salvador de Bukele o el que soportan los venezolanos con Nicolás Maduro Moros. Mientras que Petro quiere “profundizar la democracia” en los términos planteados por Chantal Mouffe, la sempiterna godarria insiste en vivir bajo el cerramiento democrático del Frente Nacional. Dados los niveles de crispación ideológica y política que se viven en el país de tiempo atrás, habría por lo menos dos acepciones de democracia.

Aquellos que consideran que Petro busca perpetuarse en el poder y que ya vivimos bajo una dictadura, están dispuestos a defender con todas sus fuerzas la democracia, la misma en la que fueron asesinados 6402 jóvenes (falsos positivos), se persiguió y se chuzó a los entonces magistrados de la Corte Suprema de Justicia; se cooptó a la prensa y se sometió al Congreso a los caprichos del presidente Álvaro Uribe Vélez. Esa idea de democracia obligó a la Corte Constitucional, con ponencia del magistrado Humberto Sierra Porto, frenar la segunda reelección de Uribe por considerar que efectivamente se había debilitado el equilibrio de poderes y los pesos y contra pesos de la democracia.

Así las cosas, el problema de fondo que tenemos los colombianos es que cada uno tiene en mente unas ideas diametralmente distintas de democracia, institucionalidad y pueblo. Y lo más grave es que cada construcción conceptual se aleja de los consensos que la academia ha logrado establecer en torno al sentido de cada una de esas categorías.



Imagen tomada de Youtube.com

jueves, 14 de marzo de 2024

EN UN CONGRESO DE ANIMALES, SE TRATAN DE PERROS RABIOSOS

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Después del rifirrafe entre la senadora María José Pizarro y su compañero, Jota P Hernández (o Pulido, no se sabe a ciencia cierta cómo es que llama el sujeto), conviene ubicar lo ocurrido en una situación de comunicación que supere el grotesco espectáculo que protagonizaron los dos congresistas. La hija de Carlos Pizarro León-Gómez comparó a Hernández con un “perro rabioso” por su vulgar comportamiento frente el ministro de la Defensa, quien desmontaba una a una las mentiras expresadas por el ignaro congresista de la Alianza Verde. Todo lo anterior, en el marco de un debate de Moción de Censura contra el jefe de la cartera de Defensa.

La reacción, infantil y violenta del “youtuber-congresista” contra Pizarro, puso en evidencia la complacencia del presidente del Senado, Iván Name, con la violencia discursiva de Hernández, con toda y su carga de misoginia y machismo. Ahora sí, pasemos a poner la bochornosa situación en un marco comunicativo que nos permita entender qué hay detrás.

La práctica social y lingüística de equiparar a los seres humanos con animales, obedece a que seguimos instalados en el paradigma antropocentrista, desde el que pretendemos ponernos por encima de las otras especies de animales con las que compartimos el planeta. Como especie “superior”, estamos convencidos de que somos lo mejor, cuando realmente la especie humana es una plaga aviesa, inteligente, peligrosamente inteligente, turbia, con oscuras pulsiones y dañina, de la que se puede esperar lo más sublime, pero también lo más execrable.

Seguimos instalados en lo que dijo Protágoras hace siglos: “el hombre es la medida de todas las cosas”.  De ahí que, a nuestros detractores, enemigos o a quienes consideramos que guardan un “enorme parecido” con específicos animales, los deshumanizamos llamándolos “perros, ratas y bestias”. Así las cosas, nos queda más fácil despreciar sus vidas por cuanto millones de seres humanos en el mundo odian a las ratas e incluso, a los perros, sean o no rabiosos. Baste con recordar los recientes episodios de seres humanos, esparciendo venenos en parques para eliminar a perros y gatos.

La senadora Pizarro se equivocó en la comparación y le dio pie al senador Jota P de victimizarse para encubrir su misoginia y su incapacidad para dar debates de control político con altura discursiva. Claramente, Jota P no tiene la altura intelectual y mucho menos la formación académica para dar discusiones políticas sobre unas mínimas bases conceptuales. Su reacción, por demás primitiva, se explica también porque desea ganar puntos con los sectores de la derecha que aprueban las prácticas misóginas, el machismo y la corrupción. Esta última termina “justificando” los calificativos de “ratas” que se lanzan desde fuera del Congreso y dentro de la misma corporación legislativa. El patán de marras está “pensando” en las elecciones de 2026.

Nuestro idioma es rico en adjetivos y términos con los que es posible (des)calificar las actuaciones de homúnculos, ignaros, hombrecillos, pelafustanes o bigornios como el sujeto llamado Jota P. ¿Por qué “animalizarlos” y por esa vía, deshumanizarlos?

Sugiero a la senadora Pizarro que abandone el paradigma antropocéntrico y acepte que ella, al igual que Jota P, que sus compañeros del Congreso y el resto de los colombianos, somos animales humanos. Y que los perros, sean o no rabiosos, los gatos, y las demás especies, son animales no humanos. Y que el hecho de tener una lengua, un lenguaje y crear cultura, no nos hace superiores. Por el contrario, con esa capacidad simbólica hemos justificado guerras, genocidios y por supuesto, el machismo y la misoginia que practica el energúmeno o basilisco “youtuber-congresista”. Al vulgar senador, lo único que le puedo recomendar es que vaya al psicólogo, eso sí, después de leer, como mínimo, 20 libros. Como diría la senadora Cabal: "estudie, vago". 



Imagen tomada de EL ESPECTADOR. 

CIRO RAMÍREZ Y PIERRE GARCÍA SE CONOCIERON EN LA PICOTA

    Por Germán Ayala Osorio   Sorprendió a propios y extraños, pero no pasó desapercibida la confesión del excongresista uribista, Cir...