jueves, 27 de febrero de 2025

URIBE Y LA POLÍTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Ver al expresidente Álvaro Uribe Vélez en un juicio en calidad de acusado por delitos no políticos hace pensar en cuáles fueron o son aún las maneras en las que asumió la Política (Sí, en mayúscula) como actividad humana. Por la gravedad de los delitos por los cuales hoy está acusado, queda claro que Uribe jamás reconoció y mucho menos asumió la Política como el camino para dignificar su propia existencia y la de los millones de colombianos que afectó negativamente con sus decisiones al frente del Estado. Justamente, en su calidad de presidente de la República, Uribe Vélez hizo funcionar las instituciones estatales haciendo que la “violencia legítima del Estado” se asumiera como su única tarea y propósito dentro del territorio nacional. Eso sí, la legitimidad sobre la que Uribe hizo cumplir semejante consigna no siempre se basó en términos de la legalidad, esto es, en la validez jurídica de los preceptos legales y la suficiente altura moral y la eticidad suficiente que se espera que acompañen todas las acciones de Estado.

Los falsos positivos que ocurrieron durante sus dos administraciones explican con claridad meridiana el sinuoso sentido con el que aplicaron la consigna weberiana quienes entendieron la orden de acabar con lafar ejerciendo una “violencia legítima” que terminó desbordada y aplicada a civiles inermes. Es más, los delitos de fraude procesal y manipulación de testigos por los cuales está respondiendo en juicio el expresidente Uribe devienen contaminados e inexorablemente atados a la manera poco profesional con la que asumió la Política el político antioqueño.

Weber sostiene que “hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política. La oposición no es en absoluto excluyente. Por el contrario, generalmente se hacen las dos cosas, al menos idealmente; y, en la mayoría de los casos, también materialmente. Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo; o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida, poniéndola al servicio de algo”.

Si estiramos el sentido de la cita de Weber quizás podamos decir que Uribe asumió la política como un instrumento con el que buscó privilegios y gozó con su consecución, dejando de lado la oportunidad de servirle a sus dominados dentro del territorio y llegando a la vejez con la conciencia tranquila por un deber cumplido de alcance universal y no el particular con el que entendió el ejercicio del poder político. Convertido ya en un carcamal, los colombianos que lo aplaudieron y veneraron y los que siempre lo criticaron, ven a un viejo en un juicio acusado de delitos no políticos que hablan mal de él como ser humano, que de la Política.

Uribe perdió la oportunidad que quizás el destino le brindó de hacer de la Política el camino para establecer significativas relaciones y amistades con hombres y mujeres formados para discutir sobre el devenir de la humanidad. Quizás por estar su vida atada a la subcultura arriera y al entorno violento en el que creció, Uribe Vélez no pudo o no quiso asumir la Política como el camino para convertirse en un hombre virtuoso y un referente universal como Nelson Mandela o Pepe Mujica. Su visión del mundo siempre estuvo ajustada a los límites de sus haciendas.

Al final de su azarosa vida, queda claro que el expresidente y expresidiario antioqueño aportó mucho a los ya truncos procesos civilizatorios de la sociedad colombiana y mucho menos a la Política como una actividad humana dignificante. Poco o nada importa si al final del juicio es declarado “culpable” o quizás “no culpable” o logre la prescripción de los delitos. La historia no lo absolverá, aunque sus seguidores sean benévolos por una vida dedicada a la “política” en un país prepolítico, premoderno e incivilizado. 


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