Por Germán Ayala Osorio
La novela Betty la fea es un ícono
para la sociedad colombiana porque representó con lujo de detalles lo que como
sociedad hemos construido. Las principales características sociales representadas
en esa producción audiovisual fueron el machismo, instrumentalización sexual de
la mujer, la homofobia y la corrupción. Así las cosas, Betty La Fea fue y sigue siendo el
espejo en el que aún nos podemos mirar como sociedad para concluir que no hemos
cambiado mucho.
La corrupción público-privada
sigue siendo el principal problema que arrastramos como colectivo. Es ya una
marca social indeleble que va camino a consolidarse como una tara civilizatoria.
La crisis de las EPS en el país
en gran medida se produjo por los manejos discrecionales y dolosos que muchas
de estas entidades hicieron con los millonarios recursos girados por el Estado
para que prestaran un servicio de salud de calidad. Desviaron recursos, invirtieron
en negocios inmobiliarios y construyeron sus propias clínicas para consolidar
el negocio, prestando deficientes servicios de salud.
Se dedicaron varios de los
gerentes de las EPS intervenidas e investigadas a hacer piruetas financieras como
lo hizo en su momento Betty para salvar a Ecomoda. Mientras que don Armando, el
flamante presidente de la empresa de moda les bajaba la calidad a las telas y
compraba de contrabando otros insumos, en nuestra realidad, gerentes de las EPS,
con la anuencia de sus Juntas Directivas, negaban procedimientos clínicos, medicamentos
o aplazaban cirugías, convirtiendo el acceso a los servicios de salud en un
verdadero infierno para sus afiliados. Las maniobras financieras que encontró
la Superintendencia de Salud en el caso reciente de Coosalud hacen pensar en
que el “espíritu” de Betty, la gran economista, se les coló y los miembros de
su Junta Directiva, según la propia Supersalud, sabían que estaban poseídos por
ese “malévolo” hálito.
El emblemático caso de corrupción
de Saludcoop y las recurrentes prácticas dolosas que lograron hacer por más de
30 años les hizo pensar que jamás llegaría un gobierno a ponerle coto a semejantes
irregularidades. Por tres décadas asumieron que los ministros y superintendentes
de salud siempre serían las “Patricias Fernández”, esto es, figuras
decorativas y poco formadas e incapaces de reconocer entuertos financieros. Y ahora que llegó el gobierno de Petro a poner
orden, pero sobre todo a sacudirles sus libros contables, tanto los defensores
de oficio del modelo de salud, entre ellos exministros del ramo, como los
actuales gerentes de las EPS, se siguen haciendo los “Hugo Lombardis” con los
recursos desviados y hurtados.
Betty La Fea seguirá siendo el arquetipo
de la novela colombiana por haber representado de manera genuina eso de ser
colombiano. La trampa, el machismo y la instrumentalización sexual de las mujeres,
los hombres puteros, las mujeres sumisas, el maltrato laboral y la corrupción representados
en la exitosa novela nunca se parecieron tanto a la realidad. Por ello, Betty
La Fea y lo acaecido en Ecomoda seguirán metidas en los corazones de los
televidentes, y en las dinámicas financieras de muchas empresas. Y cuando los
jueces y otras autoridades, requieran a gerentes, presidentes y miembros de juntas directivas para dar explicaciones, seguirán
haciéndose “los no heterosexuales”, es decir, los “maricas”.
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