domingo, 17 de septiembre de 2023

DUQUE, EL POSESIONADO

 

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo

 

Esta columna debió escribirse en agosto 7 de 2022. Su precoz aparición se explica porque no importa cuánto tiempo falte para que Iván Duque Márquez abandone la Casa de Nariño, pues su paso por el poder estatal no da para que alcance un lugar privilegiado en la historia política de Colombia.

Faltan ya menos de dos años para que Iván Duque Márquez termine su periodo presidencial. Si los historiadores no oficiales hacen la tarea, deberán reseñar que se trató de un presidente intrascendente, apocado, sumiso e infantil. Su aparente serenidad contrasta con el carácter autoritario, impulsivo y rabioso del latifundista que lo puso en la Casa de Nariño, con el apoyo de millones de colombianos interesados en sacar provecho de eso que se llama “uribismo” y otros tantos que se dejaron asustar con el cuento del <<Castrochavismo y el rayo homosexualizador>>. Cuánta ingenuidad e ignorancia en por lo menos 10 millones de connacionales.

Una vez deje la Casa de Nariño o de Nari, Duque Márquez está obligado, por su fútil paso por la jefatura del Estado, a retirarse de la vida pública, tal y como en su momento lo hiciere el expresidente Belisario Betancur Cuartas. Eso sí, con una diferencia: el retiro del poeta de Amagá (Antioquia) está profundamente soportado en haber dejado que los militares manejaran a discreción la toma y la retoma del Palacio de Justicia, asaltado por un piquete de la entonces guerrilla del M-19. El forzado retiro de la vida política del país, por parte de Duque Márquez, está soportado en su desastroso manejo de la pandemia, su obsecuente carácter frente a quienes manejan el Establecimiento colombiano y en los enormes daños que su nula gestión produjo en la institución presidencial.

Tengo dudas de que las decisiones tomadas desde la presidencia hayan sido el fruto de un concienzudo análisis por parte Duque. Por el contrario, pienso que la inercia del poder político, de la mano de un par de agentes económicos y políticos del Establecimiento colombiano, posibilitará que termine su periodo en el 2022, sin que se pueda ocultar su ominoso manejo de la pandemia, de la política exterior y de la implementación del Acuerdo de Paz.

Manipulable como ningún otro, Duque pasará a la historia como aquel que duró cuatro años como posesionado o como simple inquilino de la Casa de Nariño. Jamás se vio, se sintió y proyectó la imagen de jefe de Estado. Comparte esa misma condición y circunstancia con su mentor, el caballista de Salgar. Este último, de acuerdo con su talante arbitrario y camorrero, jamás gobernó y actuó como Jefe de Estado. Por el contrario, supo Mandar, porque desde siempre asumió a este país como una finca, una posesión, un predio o un platanal con bandera. Y mandó, porque para gobernar a un país complejo como Colombia, se necesita forjar y tener el talante de Jefe de Estado.

Lo mismo pasó con Duque: jamás se asumió como Jefe de Estado. Un ejemplo que explica con enorme claridad ese señalamiento es que manoseó el proceso de implementación del Acuerdo de Paz, fruto de una decisión de Estado, adoptada en la administración de Santos Calderón (2010-2018). Hoy, en virtud de su supina ignorancia en qué es eso del Estado, Duque sigue insistiendo al gobierno cubano para que extradite a los negociadores del ELN, que hacen presencia en la Isla.

Por todo lo anterior, Duque pasará a la historia como el posesionado. A él se le asignó la tarea de gobernar a Colombia, pero no lo logró. Fue la inercia del poder la que le garantizó su estancia o pasantía en la Casa de Nariño.

El 7 de agosto de 2022, del Solio de Bolívar no se parará investido como expresidente. Saldrá de Palacio como aquel que fue posesionado, que jamás gobernó y actuó como Jefe de Estado.


Imagen tomada de Youtube.com

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