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domingo, 27 de abril de 2025

DESPUÉS DEL MADRAZO PRESIDENCIAL, HABLEMOS DE REVOLUCIÓN CULTURAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En una conversación informal y no pactada con un propietario de una empresa que importa y vende hierro en la ciudad de Cali, el comerciante reconoció que “a Petro le ha tocado muy duro gobernar con los medios en contra y una clase política y empresarial poco interesada en trabajar por el interés general”.

Previo a este comentario y reconocimiento, el señor se declaró “admirador de la raza alemana” . Dijo además que nosotros los colombianos, por el contrario, arrastramos un pérfido “cruce” entre españoles, indígenas y negros; también expuso que era de “centro derecha” y que iba a votar por Santiago Botero, un empresario antioqueño admirador de Bukele y de Álvaro Uribe Vélez. Según el importador, el sujeto “presidenciable” tiene el suficiente músculo financiero para financiar su campaña sin el apoyo de mecenas como Sarmiento Angulo, amo y señor que se acostumbró a poner en la Casa de Nari a sus más votados sirvientes. De Botero escribí esta columna el 10 de octubre de 2024, después de aparecer por primera vez en un medio de información dando a conocer sus intenciones de gobernar al país.

Le dije al comerciante que Colombia estaba en mora de hacer una “revolución cultural” como la que hizo China en su momento. Asintió que nos faltaba disciplina, respeto por las normas y los demás; y poner la inventiva y la “malicia” al servicio del bien común. Sin embargo, propuso esta solución: cárcel y bala para ladrones, sicarios y guerrilleros.

Es muy propio de la derecha ofrecer ese tipo de soluciones a los problemas que se viven a diario en la calle: fleteos, raponazos y el sempiterno irrespeto a las autoridades y normas de tránsito. Sus más visibles voceros se cuidan y quizás evitan referirse al problema cultural y civilizatorio de fondo que como sociedad arrastramos desde los inicios de la República.

La Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo (ALP) y el proyecto progresista en cabeza de Petro no abordaron ese problema, a pesar de sus propósitos de modernización del Estado y de naturalización de las ideas liberales rechazadas y macartizadas por la hegemonía conservadora y la iglesia católica. Los cambios constitucionales y las reformas educativas implementadas por ALP fueron cediendo terreno ante las sempiternas ideas conservadoras, origen de muchas de las taras civilizatorias que como sociedad premoderna exhibimos sin ningún asomo de vergüenza.

Insistir en el imaginario colectivo que señala que “somos así” por culpa del cruce entre españoles, negros e indígenas no solo es determinista, sino que apunta a auto despreciarnos, circunstancia que explica las violencia y el racismo estructural del que habla Eduardo Restrepo y que “se encarna en acciones y omisiones concretas que, derivadas del funcionamiento mismo del sistema institucional, tienen el efecto de reproducir las desigualdades y jerarquías entre individuos y poblaciones racializadas”.

En esa misma línea del auto desprecio, el modelo económico, político y social ofrece todas las garantías para que las taras civilizatorias se reproduzcan, así como el odio ancestral hacia todo lo que huela a izquierda, a negritud, indigenismo, campesinado y pobreza; a mujeres empoderadas capaces de poner en crisis el machismo también estructural desde el que actúan presidentes de la República, de grandes empresas y corporaciones estatales como el Congreso y las altas cortes; y el que está aún presentes en las relaciones cotidianas y familiares.

Da risa y tristeza ver a los candidatos presidenciales de la derecha decir que “van a recuperar a Colombia; que van a reconstruir moral, económica e institucionalmente al país”; cuando lo que realmente les interesa es hacerse nuevamente con la Casa de Nari para las huestes uribizadas, que en sí mismas son el origen de las taras civilizatorias que es urgente superar.  

Igualmente, genera grima e hilaridad ver a los periodistas hegemónicos y a los agentes políticos y empresariales de la derecha espantados por el madrazo que Petro lanzó contra el presidente del Senado, el manzanillo Efraín Cepeda. Ese natural aspaviento les sirve para negar el problema cultural de fondo, del que hacen parte por su mojigatería, hipocresía y puritanismo. Prefieren quedarse en las formas, antes de poner en crisis el tipo de sociedad que coadyuvaron a construir: una en la que pululan los hijos de puta que convirtieron a este paraíso llamado Colombia en un platanal con bandera en el que hacen y deshacen tres o cinco vulgares, oscuros pero perfumados capataces, expresión máxima y semilla de las taras civilizatorias que nos identifican como un pueblo violento, irracional, incivilizado y premoderno. Su avaricia y el ethos mafioso con el que dan rienda suelta a sus incontrolables deseos de concentrar poder y riqueza terminan proscribiendo cualquier posibilidad de cambio e iniciativa cultural que nos lleve como sociedad a mejores estadios civilizatorios. 




petro y el madrazo contra Cepeda - Búsqueda Imágenes


miércoles, 16 de abril de 2025

OTRA SEMANA DE “PASIÓN” POR JESUCRISTO CRUCIFICADO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con el Jueves Santos inician los sempiternos rituales en torno a los cuales hombres y mujeres católicas se congregan para ratificar creencias, contar sus pecados, pedirle a Dios favores a cambio de diezmos y prometer mejoramientos individuales que suelen terminar en eso, en promesas.

En unos cuantos días será una más en el calendario. Otra semana de pasión por Jesucristo y la narrativa que lo acompaña, la misma que deviene entre lo real, el misticismo y la imposición simbólica de un relato, con todo y personajes, tan violento como la historia de la humanidad; y claro, se da inicio al “puente” más largo del año para aquellos que asumen la Semana Mayor como el momento para descansar de las rutinas laborales. Así lo reconocen las presentadoras de los noticieros de televisión que fungen como agentes legitimadores de una hegemonía religiosa responsable de las Cruzadas, de la Santa Inquisición, de la naturalización de la pederastia y la pedofilia en una congregación religiosa que protege a los curas violadores de niñas y niños.

Será una semana más en la que la Iglesia Católica expone ante el mundo su incontrastable poder y profundiza el patriarcado que la convirtió en el símbolo universal del machismo, la misoginia, la pederastia y la pedofilia. Baste con ver las homilías en el Vaticano, con Papa a bordo, en las que desfilan, confiesan y se persignan únicamente hombres, jóvenes y vetustos, que adoran a la imagen violentada de Jesucristo crucificado: otro hombre.

La imagen del Señor crucificado representa el sufrimiento de quien murió por salvar la humanidad, de acuerdo con el relato universal que se acepta como verdad, a pesar de las dudas que recaen sobre esta y que intentan lo mismo: ser universales. Pero también da cuenta de la vileza del ser humano, en particular la de aquellos que fueron capaces de colgar en un madero a un hombre vivo, clavado de pies y manos, hasta que murió y ascendió al reino de los cielos. Por supuesto que la Iglesia Católica prefiere que se ponga la atención en la lectura literal de la otoñal figura y relato, para anclar en ella los miedos e incertidumbres de sus fieles que aceptan sin mayores disquisiciones la vida y muerte del salvador.

La Semana Santa suelen promocionarla y venderla los medios masivos y los curas católicos como un espacio para el recogimiento y la reflexión, en un mundo capitalista que no da espacio para pensar y mucho menos para rediseñar o reinventar las relaciones con la Naturaleza.  El propósito, loable por demás, es que una vez terminen las liturgias celebradas durante los días santos, cada uno de los fieles católicos regrese a sus vidas cotidianas siendo mejores seres humanos. Se trata, sin duda, de un anhelo que chocará, inexorablemente, con los niveles de educación y formación ciudadana de cada uno de los que van a misa a persignarse, a pedir perdón por sus pecados y a pedirle a Dios que les ayude a mejorar aquellos aspectos que los alejaron de los 10 mandamientos. Una vez pase la SS e incluso, minutos después de escuchar a los curas en sus homilías, esos creyentes saldrán a continuar con sus mismas prácticas: robar, maltratar al prójimo, violar los derechos humanos y amenazar. Que se sepa, el genocidio en Gaza continuará por obra y gracia de Netanyahu, su ejército sionista y el dios que los ampara, ilumina y guía. Tanta locura junta, acompaña la historia de todas las religiones involucradas en crímenes y éxodos.

Esos buenos deseos ocurren mientras el Estado de Israel hace ingentes esfuerzos por borrar de la faz de la tierra al pueblo Palestino para gentrificar esa zona con hoteles cinco estrellas. Gaza será reconstruida para el gran capital y el turismo internacional. Eso sí, sin gazatíes, porque representan para Netanyahu atraso, terrorismo y pobreza. La pregunta obligada es: ¿Qué piensa Dios u otros dioses del genocidio que ocurre en Gaza? Imagino que los sacerdotes cristianos dirán que Dios vigila todos los actos humanos, incluidos los que ocurren en los conflictos bélicos. Al final, estos curas resuelven todo señalando que los miembros del ejército genocida “pagarán” por sus actos cuando entren al purgatorio o al infierno, escenarios que hacen parte de toda esa narrativa en la que la Iglesia Católica envolvió y mantiene cautivos a millones de seres humanos en el mundo que creen a pie juntillas en el infierno y el paraíso.

Pasará esta Semana Santa y los riesgos de vivir juntos, entre diferentes, se potenciarán y se harán inevitables las guerras, los conflictos étnicos y religiosos; los crímenes pasionales, los feminicidios, los duelos de sangre y las más estúpidas de todas las disputas y conflictividades: por un dios o una camiseta de un equipo de fútbol. Lo curioso es que millones de fanáticos al fútbol van a misa y confiesan sus pecados. Sus vidas son el espejo de la trayectoria de la Iglesia Católica: entre luces y sombras.

 

@germanayalaosor


semana santa en 2025 - Búsqueda Imágenes

domingo, 6 de abril de 2025

EL ESTUDIANTE-CLIENTE (II)

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En una anterior columna hice referencia a la existencia del estudiante-cliente, fenómeno que en mayor medida se expresa en universidades privadas, pero que varios corresponsales consideran que su presencia ya hace parte de las dinámicas de los colegios. Otros de los lectores de la columna El estudiante-cliente (I) ubicó al neoliberalismo como doctrina responsable de esa clientelización del estudiantado. 

Otra de las voces que reaccionaron apuntaron a la necesidad de caracterizar a los docentes que están sometidos a las dinámicas que genera esa condición del estudiante visto como usuario, cliente o consumidor de los servicios educativos ofrecidos por las universidades privadas. Esta columna es un intento en ese sentido.

Hay un primer grupo de profesores que, frente a dicho fenómeno, optan por guardar silencio, aunque tratan en el aula de modificar los nocivos efectos de esa clientelización de los estudiantes. Estos profes soportan con estoicismo esas nuevas circunstancias en las que deben operar como orientadores de cursos a los que asisten estudiantes-clientes que pagaron costosas matrículas para “consumir y desechar” discursos, posturas, conceptos, fórmulas y hechos que en el pasado suscitaban discusiones acaloradas entre los docentes y aquellos estudiantes política y académicamente formados para entablarlas y sostenerlas en el tiempo. A esos estudiantes-clientes no les interesan los rollos y mucho menos debatir las ideas del profesor. Es suficiente con que los entretenga y mucho mejor si los hace reír.

En un segundo grupo se ubican aquellos que acatan sin chistar esa nueva realidad académica no tanto porque estén convencidos de que es lo mejor para la academia y para los clientes, sino porque su carácter sumiso los obliga a mantenerse del lado de quienes para el caso ostentan el poder: las directivas. Estos profes son una especie de obsecuentes manzanillos que aprendieron a reptar. Le apuntan a un cargo directivo para librarse de la pesada carga académica.

Y en un tercer grupo podemos ubicar a los que se atreven a cuestionar los listados de estudiantes-clientes que la Universidad asume como “especiales” y que les entrega para que coadyuven a evitar que deserten, es decir, que el estudiante-cliente abandone la carrera. Estos profes corren el riesgo de ser señalados por el colega que ostenta un cargo directivo de “no tener la camiseta puesta”. Estos docentes suelen somatizar el cansancio que les produce enfrentar la mediocridad, las incoherencias y la irresponsabilidad de los estudiantes-clientes.

En los tres grupos hay diferenciadas apuestas éticas. Los que se ubican en el primer grupo exhiben una eticidad responsable en la medida en que creen aún que en el aula es posible poner en crisis esa condición de estudiante-cliente que tanto daño le está haciendo a la academia y a quienes, muchas veces sin saberlo, padecen esa condición que deviene sistémica. En cuanto a los que hacen parte del segundo grupo, la ética practicada resulta acomodaticia y cercana a las maneras como opera la Política en la que los intereses están por encima de las relaciones de amistad e incluso de la responsabilidad académica frente a los estudiantes-clientes, víctimas y victimarios de un sistema cultural y de unos procesos civilizatorios en crisis.

Finalmente, en el tercer grupo, sus profesores exhiben una ética ciudadana forjada en el cuestionamiento del poder y de las realidades. Estos profesores, cada vez más escasos, perseguidos y estigmatizados al interior de las universidades responden de manera clara al carácter genuino que acompañó a la Universidad como institución moderna durante siglos. Es decir, antes de que la doctrina neoliberal se asumiera como plan de vida individual y como parte de una nuevo “ordenamiento cultural”. Bajo este “ordenamiento cultural” se debilitan proyectos comunitarios o colectivos, se apunta a la atomización de la sociedad y se desprecia la lectura crítica; al final, lo que se impone es la lógica individual de unos estudiantes infantilizados desde sus hogares y aceptados así por la universidad que da continuidad a ese proceso que termina con la graduación de estudiantes-clientes.




EL ESTUDIANTE-CLIENTE (I)

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Desde hace por lo menos 15 años atrás – o quizás más- se viene consolidando un fenómeno al interior de las universidades privadas. Se trata de la conversión del estudiante en cliente, visto así por las directivas y el propio profesorado que se ve obligado a aceptar esa condición para no poner en riesgo el trabajo. Esa condición de estudiante-cliente está rodeada de unas nuevas realidades contextuales y decisiones académicas que terminan por agotar a los profesores@s a los que se les viene exigiendo actuar como recreacionistas-payasos capaces de cautivar a un estudiantado que arrastra los vacíos conceptuales, el aburrimiento, las incertidumbres generalizadas en un mundo caótico, el exceso de información que circula, nuevos y poderosos distractores y la indisciplina del bachillerato, instancia que junto a la crisis de la familia facilitaron la construcción de esa idea de estudiante-cliente.

El estudiante-cliente cuenta con la bendición y la consideración de las directivas de las universidades en la medida en que como consumidor siempre tendrá la razón, frente a exigencias como la lectura de libros, la entrega oportuna y de calidad de los trabajos académicos, el respeto a las reglas del juego planteadas al interior de los cursos, las llegadas temprano y por supuesto la asistencia a las clases.  

Todo lo anterior está hoy mediado por la IA, instrumento usado por el estudiante-cliente para “engañar” a los docentes que en el pasado leían los ensayos con la expectativa de encontrar plagio, práctica común dentro del ámbito universitario. El Chat GPT y otras formas más avanzadas de consulta hacen estragos en la ya maltrecha relación estudiante-cliente y profesor.

Recuerdo apartes de la carta de renuncia que escribió Carlos Jiménez, profesor universitario, agobiado por estas nuevas condiciones. En la misiva, que publicó en el diario El Tiempo en 2024, en algunos pasajes se lee lo siguiente: “Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico. Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry… No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google. Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos”.

Se suma a lo anterior las necesidades de padres de familia que envían a sus hijos a la universidad no para que se formen en una profesión, sino para librarse del problema de tenerlos en la casa sin hacer nada. A pesar del mal rendimiento, de perder varias veces una o más materias o de cambiar de carrera, la universidad hace ingentes esfuerzos para retener al estudiante-cliente, porque al final lo que importa es que pague por estar en el campus. No más. Por esa vía se sacrifica la calidad académica, al tiempo que se naturaliza la relación clientelar entregándoles a los profesores@s la responsabilidad de darle manejo a esos estudiantes-clientes vistos al interior como “casos complejos” por alguna condición mental, física (motriz) o actitudinal.

Esos acompañamientos de los docentes a esos estudiantes-clientes “especiales” son un factor más a la “carga” académica de profesores que tienen 4 o más cursos, a lo que suman asistir a reuniones, planeación de los cursos, leer ensayos, evaluar y calificar exámenes estandarizados que también contribuyen a la baja calidad en la formación de los profesionales; y los más comprometidos, buscar si los textos escritos de los estudiantes-clientes se los escribió la IA.

¿Cuántos docentes universitarios hoy en Colombia están camino a tirar la toalla como lo hizo en su momento Carlos Jiménez? Renuncien o no, el estudiante-cliente llegó para quedarse.


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jueves, 27 de marzo de 2025

CONGRESO NO REGLAMENTÓ LA EUTANASIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Se hundió el proyecto que buscaba reglamentar la eutanasia. Sucede mientras las EPS y otros agentes del perverso sistema de salud juegan a la ruleta rusa con los pacientes. Es decir, enfermarse en Colombia es prácticamente una condena a muerte o como mínimo asumir que se va a sufrir en medio del criminal jueguito de las autorizaciones y la entrega de medicamentos entre las EPS y los agentes farmacéuticos; y peor aún resulta apelar al derecho a morir con dignidad, pues el Congreso nuevamente se niega a cumplir la orden la Corte Constitucional de reglamentar ese derecho.

El Representante a la Cámara Luis Miguel López Aristizábal, quien dice ser católico, antioqueño y misionero salió a celebrar lo que para él es un “triunfo de la vida sobre la muerte”. Esto dijo en su cuenta de X, el recalcitrante godo, representante de la Antioquia rezandera, camandulera y de doble moral que insiste en la vieja y anacrónica narrativa- realmente es un cuentico- que señala que el único que nos puede quitar la vida es Dios.

“¡Colombia dijo NO a la eutanasia en niños! Hoy celebramos la vida. El Proyecto de Ley que pretendía legalizar la eutanasia, incluso en menores de edad y personas con enfermedades no terminales, fue archivado en la Cámara de Representantes. Aunque muchos votaron a favor, no alcanzaron las mayorías necesarias. Y eso envía un mensaje claro: ¡la vida no se negocia! ¡No vine a este mundo a ver cómo los padres le quitan la vida a sus hijos con el aborto, ni cómo los hijos le quitan la vida a sus padres con la eutanasia! Seguimos firmes: desde la concepción hasta la muerte natural”.

Por el contrario señor Misionero y agente de la godarria antioqueña, lo que triunfó es la vida miserable, indigna, resignada y sufrida. Es la victoria de su lectura moralizante de la vida y la muerte, pero, sobre todo, de las equivocas concepciones que exhibe de esos dos conceptos por cuenta de sus anacrónicas creencias.

Su declaración es una oda al egoísmo, al fanatismo religioso, así como una apuesta para mantener a la sociedad sumida en la premodernidad y en la oscura Edad Media; de la misma manera se trata de una clara exposición de la animadversión que le produce los que no piensan como Usted. López Aristizábal odia al prójimo que no está dispuesto a pasar años postrado en una cama asistido por una máquina; detesta a los padres y madres que sufren al ver cómo un hijo soporta enfermedades incurables que les roba a todos dignidad y tiempo de llevar una vida diferente. Lo imagino disfrutando del dolor y los padecimientos de enfermos terminales. 

Mientras que el retardatario misionero antioqueño insiste en imponer su credo y creencias, los amigos de la eutanasia, por el contrario, exhiben comprensión y empatía por quienes desean poner fin a sus padecimientos. ¿Por qué les molesta que otros quieran morir en condiciones de dignidad? La eutanasia como derecho no pretende que todos los enfermos opten por esa opción. Solo quienes así lo deseen. El que crea que Dios es el único que le puede quitar la vida y por ello decide seguir sufriendo intensos dolores y condiciones de indignidad, lo podrá seguir haciendo. Pareciera que les encantara saber que hay cientos de miles de pacientes que sufren lo indecible en casa y en hospitales a sabiendas de que jamás podrán recuperarse.

 

 



domingo, 2 de marzo de 2025

EL FUTURO DEL CAMBIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El futuro social, electoral y político de la idea maximalista del Cambio propuesta por el progresismo y la izquierda sería incierto en una sociedad bien informada, civilizada, leída y formada para la discusión privada y pública de asuntos públicos. Como estamos en Colombia, esa misma idea planteada de manera pomposa y alucinante por el Pacto Histórico podrá ser usada en el 2026 bien por la Oposición o por quienes prometieron que era posible cambiar las costumbres políticas y la operación paquidérmica y mafiosa del Estado colombiano en cuatro años. ¡Vaya sueño!

De hecho, el bloque político-mediático que le viene haciendo oposición al gobierno Petro y que la mantendrá hasta el 7 de agosto de 2026 ya usa la idea del Cambio en el sentido restringido que les conviene a sus principales agentes de poder: gritan con fervor religioso “vamos a recuperar el país, a reconstruir moral e institucionalmente a Colombia”, consignas que tienen como sustento la sempiterna idea de Cambio que los inspira: cambiar para que todo siga igual.

Tanto la idea maximalista del Cambio que supo vender el progresismo en el 2022, como la minimalista que viene usando la derecha desde los orígenes de la República Oligárquica dicen mucho de lo que somos como sociedad. El sentido maximalista resulta engañoso porque nace del sueño de quienes a sabiendas de la complejidad cultural que supone cambiar a una sociedad premoderna, conservadora, con visos fascistas; además de clasista, racista y violenta, decidieron usarla como estrategia electoral y política sin avizorar los efectos negativos en el electorado que creyó que era posible cambiar en cuatro años lo que ha funcionado eficientemente mal por más de doscientos.

Recordemos el eslogan de campaña del inefable Andrés Pastrana Arango (1998-2002): “El Cambio ¡Es Ahora!”. Para esa época quizás muy pocos ciudadanos asumieron esa idea desde un sentido maximalista, pero al estar anclada a los intereses de uno de los hijos del pérfido establecimiento colombiano de inmediato afloró su carácter minimalista. Al final, el país conoce lo que pasó: nada cambió en términos de las correlaciones de fuerza. Algunos dirán que trajo el Plan Colombia, esto es, una política estatal de guerra contra las narcoguerrillas con graves efectos socioambientales que terminó legitimando a los grupos paramilitares.

El futuro es de todos” fue el eslogan de la campaña Duque presidente. La noción de Cambio aparece implícitamente si se aceptan las penosas realidades sociales en las que vivían millones de colombianos como resultado de la privatización y captura mafiosa del Estado y la aplicación a rajatabla de la receta neoliberal. El fatal desempeño económico del títere de Uribe terminó aumentando la pobreza y la desigualdad en el país. Ya la campaña de Juan Manuel Santos había apelado años atrás a la misma engañosa idea de un cambio para todos. Tan universal como “El futuro es de todos”, vino la frase “Prosperidad para todos” con un Santos neoliberal y clasista que usó la apuesta por la paz con las Farc-Ep para ocultar sus reales intenciones. Para reelegirse, apeló a una frase “sincera y engañosa”: “Hemos hecho mucho, falta mucho por hacer”.

Antes de ser puesto Duque en la Casa de Nari como marioneta del Establecimiento, una parte importante de los colombianos soñaron y disfrutaron con todo lo que les decía la frase “Mano firme, corazón grande”, acompañada de la imagen de Álvaro Uribe mirando hacia el horizonte, vestido con una camisa roja que representaba ideas liberales, pero también la sangre que se derramaría entre 2002 y 2010. En la icónica, fantasiosa y temida frase aparece también una noción de Cambio que fue tan bien aceptada que permitió su inmediata reelección y con la posibilidad de un tercer mandato. Terminado el gobierno de la Mano Dura y el Corazón Indolente, el país cambió solo para aquellos que tenían finca y negocios mafiosos con el Estado; del resto se encargaron los medios masivos que hicieron de Uribe un Mesías o en boca de Jaime Garzón, “el dictador que este país necesita”.

En el 2026 volverá la noción del Cambio a aparecer implícita o explícitamente en frases que cautivan a un electorado que cada cuatro años asiste a las urnas con la esperanza de que el país pueda cambiar lo que ha estado mal desde los inicios de la República. Los expertos en marketing político harán lo que les corresponde, mientras que millones de colombianos irán a las urnas, unos engañados por la prensa afecta al Establecimiento, otros confundidos; otros volverán para mantener sus puestos, revalidar contratos u obtener nuevos de acuerdo con lo aportado a cualquiera de las campañas. No hay manera de cambiar nada en una sociedad a la que medios y políticos asustaron con el “coco” del “Castrochavismo”. Esa misma sociedad que cree que Uribe fue el mejor presidente de Colombia no ha entendido su propia historia. Una sociedad clasista, racista, misógina, homofóbica, violenta, incivilizada y poco leída no se cambia ni en cuatro ni en ocho años.



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miércoles, 13 de noviembre de 2024

COLOMBIA: ENTRE APÓSTOLES DE LA GUERRA, CONGRESISTAS GROTESCOS Y GESTORES DE ODIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El grotesco acto público del congresista Miguel Polo Polo con el que se burló del dolor de las víctimas de los crímenes de Estado (falsos positivos), la designación descomedida de exjefes paramilitares como gestores de Paz por parte del presidente Petro y el fallo absolutorio de primera instancia a favor de Santiago Uribe Vélez, procesado por la conformación del grupo paramilitar de los 12 Apóstoles de Yarumal (Antioquia), ofrecen pistas muy claras de las dificultades o talanqueras culturales que como sociedad y Estado afrontamos para pasar las dolorosas páginas que escribieron con sangre los actores armados, legales e ilegales, y poderosos agentes económicos de la sociedad civil, durante más de 50 años de conflicto armado interno.

Esas barreras culturales están soportadas en por lo menos cuatro factores: el primero, la debilidad del aparato de justicia, permeado por la corrupción de jueces y magistrados (el Cartel de la Toga, por ejemplo), a lo que se suman las presiones de las que son objeto los operadores judiciales al momento de fallar en derecho. Bajo esas circunstancias, terminamos como sociedad viendo a jueces y magistrados que temen a poderosos bandidos de cuello blanco porque están parapetados en fueros y dignidades cargadas de ilegitimidad y en relaciones familiares que terminan por debilitar la majestad de la justicia y las de otras instituciones estatales. La carrera judicial en el país está permeada por enrarecidos intereses de clase, recomendaciones y favores que en algún momento deberán ser pagados con fallos absolutorios o condenas amañadas.

El segundo, la ideologización del dolor de las víctimas y las responsabilidades de los victimarios que le sirve a específicos agentes del establecimiento colombiano y a otros de reciente aparición pública para deslegitimar la operación de los dos modelos de justicia que hoy operan en Colombia y repudiar a las familias que reclaman justicia punitiva, o por lo menos verdad, reparación y no repetición en el marco de una justicia restaurativa. Al convertir los padecimientos de hombres y mujeres violentados por paramilitares, militares, empresarios del campo y guerrilleros en un asunto ideológico, las víctimas pasan rápidamente a ser objetivo militar, político, judicial y de burla por aquellos agentes de la derecha que siguen instalados en la doctrina extendida del enemigo interno.

Un tercer elemento tiene que ver con la construcción de la verdad y la memoria histórica. Al tratar de edificar una versión oficial, plausible y verosímil de lo acontecido durante 50 años de guerra interna, los dos anteriores factores se juntan para impedir su aceptación, lo que imposibilita las acciones de perdón, arrepentimiento y la aceptación universal de esa verdad. De esa manera, esas y otras vicisitudes por las que pasan los procesos sociales, políticos y jurídicos pensados para construir verdad y memoria histórica terminan por evitar reconciliarnos.  Y un cuarto factor tiene que ver con la consolidación de una fuerte animadversión hacia todo lo que huela a paz. Hablar de paz en Colombia es sinónimo de impunidad y debilidad estatal, lo que despierta las más airadas reacciones de aquellos sectores sociales que insisten naturalizar la ya histórica división moral entre buenos y malos, estadio de fraccionamiento que se profundizó desde el 7 de agosto de 2022 y que, por lo visto, se tornará perenne.

Mientras estos cuatro factores sigan instalados en las prácticas institucionales privadas y estatales, así como en las representaciones sociales de millones de colombianos, la construcción de una paz estable y duradera no solo seguirá siendo una quimera, sino el más fuerte obstáculo para minimizar los riesgos de vivir juntos en una democracia imperfecta, en una sociedad moralmente confundida y en un Estado que viene operando bajo criterios corporativos, en contravía de los derechos del colectivo.

El congresista Polo Polo dejó ver su estolidez en todo su esplendor. A él, gracias por dejarse ver como hijo legítimo de la Colombia premoderna, ignorante y empobrecida culturalmente que no nos deja avanzar hacia estadios civilizatorios superiores; designar a los paramilitares como gestores de Paz sin que hayan aportado verdad, justicia, reparación y no repetición constituye un acto desproporcionado de parte del presidente de la República. En particular, en el caso de Hernán Giraldo, alias Taladro, un depredador sexual que violó niñas y adolescentes mucho antes de que apareciera la canción +57 en la que se alude al frecuente deseo sexual de cientos de machos hacia las niñas de 14 años. En cuanto al fallo absolutorio proferido por el juez Jaime Herrera Niño, las dudas jurídicas y de otra índole le hacen mucho daño a la imagen de la justicia colombiana. Su fallo niega lo investigado por la JEP y otros agentes que dedicaron años a develar quiénes están detrás de los 12 Apóstoles. Lo cierto es que todos los grupos paramilitares, incluido el de Yarumal, asumieron la violación de los derechos humanos como un apostolado socialmente aceptado y admirado. 

 

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sábado, 7 de septiembre de 2024

PENALIZAR EL ABORTO, PROGRESISMO Y MARY ANNE PERDOMO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En una sociedad patriarcal, religiosa, ultraconservadora, insolidaria y misógina como la colombiana la eutanasia, el matrimonio igualitario y el aborto chocaron fuertemente contra las férreas convicciones de aquellos sectores societales que defienden a dentelladas el patriarcalismo y el papel moralizante de las iglesias, las mismas que guardan silencio frente a los curas violadores, pedófilos y pederastas.

Varios partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil consideradas “provida” presentarán un proyecto de ley que busca volver a penalizar el aborto. Que en la construcción de esa iniciativa participen los conservadores, los del Mira y Colombia Justa y Libres resulta apenas lógico y normal por estar alineados con ideas premodernas y por defender el violento sistema patriarcal que obliga a la mujer a cumplir el rol reproductivo sin importar si el embarazo fue producto de una violación, de un error,  por una noche de copas;  si la criatura viene con malformaciones genéticas o si pone en riesgo la vida de la gestante.

Pero que dentro de esa godarria haga parte un miembro de la Colombia Humana y el Pacto Histórico resulta inconcebible y contradictorio. Pues bien, en Noticias Uno apareció la Representante a la Cámara por Santander y miembro de la Comisión Segunda, Mary Anne Perdomo, señalando que está trabajando de la mano de los conservadores, los del Mira y Colombia Justa y Libres en el señalado proyecto con el que buscan volver a penalizar el aborto.

Al asumir esa postura, Perdomo no puede seguir haciendo parte de las ideas progresistas que guían el trabajo legislativo y político de los miembros del Pacto Histórico. La congresista debe salir de la colectividad y aterrizar en cualquiera de los mencionados movimientos que buscan hacernos retroceder en el tiempo y por esa vía, seguir sometiendo a las mujeres a un sistema patriarcal violento que las infantiliza y convierte el cuerpo femenino en un objeto moral de cristianos y católicos que se quedaron anclados en el pasado.

Las mujeres tienen el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Y en particular, a tomar la decisión libre de presiones, de abortar de acuerdo con las circunstancias que la Corte Constitucional en su momento expuso para despenalizar la interrupción del embarazo.

En qué le puede afectar a los "provida" el que una o varias mujeres estén dispuestas a abortar? En nada, realmente. Lo único que las motiva a las mujeres y hombres "provida" es mantener la vigencia del sistema cultural y por tanto la preponderancia del machismo. Con la despenalización del aborto en Colombia no se está obligando a las mujeres gestantes a abortar. Si usted, señora Perdomo, conoce o tiene una familiar cercana que fue abusada y quedó embarazada, nada ni nadie la conmina a interrumpir el embarazo. Si la joven desea tener el hijo concebido violentamente, esa decisión se respeta. Quienes apoyamos el aborto esperamos la misma comprensión sobre la decisión contraria. Si una mujer fue embarazada por un violador, ella tiene todo el derecho a no tener ese hijo. 

Y para  el caso de malformaciones genéticas del feto, usted señora Perdomo estaría dispuesta a colaborar para hacer más llevadera la vida de la madre y del niño o niña que llevará una vida llena de limitaciones y problemas de salud? No. Usted y sus compañeros de la godarria colombiana disfrutan viendo a las otras mujeres sufrir y lamentándose por la vida que les "tocó, por voluntad divina". 

Insisto señora Perdomo: usted y sus amigotes del Mira, Conservadores y Colombia Justa y Libres no son "provida". Lo que realmente defienden es el machismo, el papel siempre moralizantemente perverso de las iglesias.

Sin duda alguna, Perdomo está en el lugar equivocado. En el partido equivocado. Sería bueno que las directivas del Pacto Histórico revisaran su caso, pues a todas luces contradice los postulados del progresismo, en particular aquellos que invocan la igualdad y el derecho que le asiste a las mujeres de hacer con sus cuerpos lo que les venga en gana.




mary anne perdomo y penalizar el aborto - Búsqueda Imágenes (bing.com)

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