Por Germán Ayala Osorio
Se hundió el proyecto que buscaba reglamentar la eutanasia. Sucede mientras las EPS y otros agentes del perverso sistema de salud juegan a la ruleta rusa con los pacientes. Es decir, enfermarse en Colombia es prácticamente una condena a muerte o como mínimo asumir que se va a sufrir en medio del criminal jueguito de las autorizaciones y la entrega de medicamentos entre las EPS y los agentes farmacéuticos; y peor aún resulta apelar al derecho a morir con dignidad, pues el Congreso nuevamente se niega a cumplir la orden la Corte Constitucional de reglamentar ese derecho.
El Representante a la Cámara Luis
Miguel López Aristizábal, quien dice ser católico, antioqueño y misionero salió
a celebrar lo que para él es un “triunfo de la vida sobre la muerte”.
Esto dijo en su cuenta de X, el recalcitrante godo, representante de la Antioquia
rezandera, camandulera y de doble moral que insiste en la vieja y anacrónica
narrativa- realmente es un cuentico- que señala que el único que nos puede quitar la vida es Dios.
“¡Colombia dijo NO a la
eutanasia en niños! Hoy celebramos la vida. El Proyecto de Ley que
pretendía legalizar la eutanasia, incluso en menores de edad y personas con
enfermedades no terminales, fue archivado en la Cámara de Representantes. Aunque
muchos votaron a favor, no alcanzaron las mayorías necesarias. Y eso envía un
mensaje claro: ¡la vida no se negocia! ¡No vine a este mundo a ver cómo
los padres le quitan la vida a sus hijos con el aborto, ni cómo los hijos le
quitan la vida a sus padres con la eutanasia! Seguimos firmes: desde la
concepción hasta la muerte natural”.
Por el contrario señor Misionero
y agente de la godarria antioqueña, lo que triunfó es la vida miserable, indigna,
resignada y sufrida. Es la victoria de su lectura moralizante de la vida y la
muerte, pero, sobre todo, de las equivocas concepciones que exhibe de esos dos conceptos por cuenta de sus anacrónicas creencias.
Su declaración es una oda al egoísmo, al fanatismo religioso, así como una apuesta para mantener a la sociedad sumida en la premodernidad y en la oscura Edad Media; de la misma manera se trata de una clara exposición de la animadversión que le produce los que no piensan como Usted. López Aristizábal odia al prójimo que no está dispuesto a pasar años postrado en una cama asistido por una máquina; detesta a los padres y madres que sufren al ver cómo un hijo soporta enfermedades incurables que les roba a todos dignidad y tiempo de llevar una vida diferente. Lo imagino disfrutando del dolor y los padecimientos de enfermos terminales.
Mientras que el retardatario misionero
antioqueño insiste en imponer su credo y creencias, los amigos de la eutanasia,
por el contrario, exhiben comprensión y empatía por quienes desean poner fin a
sus padecimientos. ¿Por qué les molesta que otros quieran morir en condiciones
de dignidad? La eutanasia como derecho no pretende que todos los enfermos opten
por esa opción. Solo quienes así lo deseen. El que crea que Dios es el único
que le puede quitar la vida y por ello decide seguir sufriendo intensos dolores
y condiciones de indignidad, lo podrá seguir haciendo. Pareciera que les encantara
saber que hay cientos de miles de pacientes que sufren lo indecible en casa y
en hospitales a sabiendas de que jamás podrán recuperarse.
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