Por Germán Ayala Osorio
En el atentado criminal contra
Miguel Uribe Turbay hay elementos que hacen pensar en que la planeación del ataque
está atada a un grupo de poder interesado en generar caos y desestabilizar al
gobierno y por esa vía condicionar las decisiones de los votantes en el 2026: el
primero de esos elementos es la participación de un menor de edad como el autor
material. Pasó en el crimen contra Carlos Pizarro Leóngomez: su victimario fue un joven de 18 años. Recordemos que el sicario que asesinó al ministro Lara Bonilla tenía 16. El uso de menores de edad
hace parte de la estrategia. Si el Estado no cuida la vida del muchacho, quienes
lo contrataron intentarán asesinarlo.
El segundo elemento, asociado al
primero, tiene que ver con el equipo de seguridad. El presidente Petro en su
alocución habló de la necesidad de investigar a sus miembros por los errores
que se pudieron haber cometido en la tarea de proteger al precandidato
presidencial. La cercanía del victimario al candidato, el arma utilizada, su
origen y capacidad de daño hacen pensar en que detrás hay una estructura ilegal con íntimas relaciones políticas.
El tercer elemento está atado a
la actual coyuntura política y electoral y al ambiente de polarización. Es
posible que desde la extrema derecha se haya ordenado atentar contra la vida
del congresista para producir efectos políticos y electorales contrarios a los
intereses de la izquierda o el progresismo. ¿Por qué Miguel Uribe Turbay? La
respuesta es sencilla: por ser nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala,
el atentado adquiere una dimensión política superior justamente porque se trata
de un hijo del Establecimiento. Además, porque el senador es un férreo defensor
de Uribe, de la seguridad democrática y un fuerte contradictor de Petro. El
ataque sicarial es visto como un “atentado contra la democracia”, lectura que los
autores intelectuales del atentado esperaban que se diera. Aunque quizás
esperaban que el país estuviera hablando de un magnicidio. Uribe Turbay será ascendido a la condición de víctima,
lo que lo pone directamente en la carrera presidencial como parte del reconocimiento
político y social que recibirá por haber sobrevivido a un atentado de esa
naturaleza.
En el corto plazo se afecta la
consulta popular y la decisión presidencial de decretarla y en el mediano plazo
se enrarecen las elecciones de 2026. Incluso, no se puede descartar que se
hagan llamados desesperados a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), escenario en el que la derecha confía
para modificar la Carta de 1991 para quitarle el carácter garantista y moderno
que desde siempre les molestó. y regresarnos al talante de la Constitución de 1886. Para lograr esos efectos se necesita de una
narrativa que con la ayuda de los medios masivos de información se consolide y
naturalice: “El gobierno de Petro es responsable del atentado. No hay
garantías para el debate político y al frente del Estado está un presidente que
escupe odio. Recuperar la Casa de Nariño en el 2026 es el imperativo moral tanto
para los que están detrás del atentado criminal, como para los agentes de la
derecha tradicional que están pescando en río revuelto”.
Un cuarto elemento emergerá atado
a las investigaciones que adelanten las instituciones del Estado, a la hipótesis
más consistente y a las primeras declaraciones que dé el joven sicario. Lo más
probable es que el país no conozca la verdad, lo que supone no conocer la
identidad de los autores intelectuales. Se supone que hay una larga cadena de
involucrados que manejan fragmentos de la operación lo que garantiza que los autores
intelectuales se mantengan en la sombra. El sector del Establecimiento que conoció
del atentado desde ya estará moviendo relaciones y desarrollando acciones en
las instituciones previamente infiltradas o capturadas conducentes a desviar o
torpedear las investigaciones y la transparencia de estas a pesar de la orden
presidencial de actuar con transparencia y diligencia. No se descarta que
vengan retaliaciones y otros hechos violentos. Si la sensación de caos
disminuye, es posible que se den otros hechos repudiables.
Y como quinto elemento está el
trabajo efectista del periodismo bogotano. Desde anoche mismo empezaron a posicionar
las intrigas y señalamientos contra el gobierno, lo que minará la confianza
ciudadana en el proyecto progresista de cara a “reelegirlo” en el 2026. La
polarización política y la crispación ideológica no cesará por cuenta del
atentado. Por el contrario, quienes están detrás de la empresa criminal saben
muy bien que pueden contar con ese periodismo que divide y que le apuesta a
exacerbar los enfrentamientos políticos. Vendrán filtraciones, quizás crímenes
al interior de la organización, hipótesis y se seguirá responsabilizando a
Petro y al gobierno de lo sucedido. Al final de cuentas, la extrema derecha y
la derecha institucional y tradicional comparten el mismo interés: hay que recuperar,
como sea, la Casa de Nariño en el 2026. Y las empresas mediáticas también son
hijas del Establecimiento, circunstancia que las obliga a mantener viva la
polarización política e ideológica.
atentado contra miguel uribe turbay - Búsqueda Imágenes
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