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sábado, 9 de marzo de 2024

ESMAD, MUJERES, 8 DE MARZO Y VIDRIOS ROTOS

 

 

Por Germán Ayala Osorio

La incursión violenta del Esmad en las marchas a propósito del Día de la Mujer volvió a poner de presente la valoración material vs el valor de la vida de los seres humanos. Cada que un vándalo o vándala raya una pared de un bien público o quiebra un vidrio de uno privado, vuelven los defensores a ultranza del ornato y de la propiedad, a justificar la violencia estatal, que puede terminar con la mutilación de los ojos o su desaparición.

Aunque en las marchas del 8M en Bogotá y otras ciudades no hubo mujeres mutiladas o asesinadas, lo ocurrido en la oscura Plaza de Bolívar con la violenta acción del grupo antidisturbios de la Policía no solo expuso el viejo y perverso dilema, sino al discurso del alcalde, Carlos Fernando Galán, quien en su posesión dijo que trabajaría para que las mujeres pudieran caminar tranquilas, sin miedo a ser robadas, manoseadas, asesinadas o violadas.  Pues bien, parece ser que en la administración de Galán tampoco estarán seguras las mujeres que salen a protestar o, como ayer, a conmemorar, pacíficamente, el Día Internacional de la Mujer.

Frente a las mujeres captadas vandalizando estaciones de Transmilenio, vuelven las mismas dudas que aparecen en las marchas masculinas: ¿se trataría acaso de infiltradas? Entonces, recordé que el 11 de abril de 2022 escribí una columna a la que titulé Vidrios violados, Mujeres rotas.

“La violación de Hilary Castro en una estación de Transmilenio en Bogotá y las protestas de un grupo de mujeres por lo sucedido con esta menor de edad, son el corolario de una sociedad machista en la que deambulan, al acecho, machos y depredadores sexuales, protegidos por la cultura dominante y la institucionalidad estatal.

Esos mismos machos, de la mano de una parte importante de la sociedad, naturalizaron la idea de que el cuerpo femenino es un territorio de conquista y de disputa, sometido a la lógica del «acceso libre» con la que siguen operando los violadores y el propio sistema de justicia.

Todo juega en contra de las mujeres en Bogotá y en Colombia. Los jueces las revictimizan al emitir juicios y recoger los hechos punibles. Las URI, en vez de ser espacios para acoger a las víctimas, son lugares en donde los funcionarios que, allí atienden, se convierten en los nuevos victimarios, por su indolencia y falta de profesionalismo: «Aquí no se reciben esas denuncias; usted es menor de edad y quien la violó es mayor de edad. Vuelva más tarde, ya cerramos». Así, a Hilary le falló el Estado y le fallamos como sociedad.

Las protestas de anoche derivaron en desmanes y afectaciones a buses y vidrios de las estaciones de Transmilenio. Una infraestructura que cuenta con seguros que cubren esos daños. Pero escandaliza más unos vidrios rotos y buses rayados, que la violación misma de Hilary. Y aparecen en escena periodistas, en particular hombres, a fustigar a las manifestantes por quebrar unos vidrios. A los periodistas que defienden por encima de la vida, lo material, solo les faltó titular: «Anoche en Bogotá, encapuchadas violan vidrios de estaciones de Transmilenio». Quizás lo pensaron, porque para ellos y, otros cientos de miles de ciudadanos, la violación de mujeres se les volvió paisaje, es decir, es algo ya normalizado.

Al final de la jornada, se escucharon las disculpas de la alcaldesa y el mea culpa de los funcionarios de las URI. Mientras sus vacíos e insustanciales discursos circularon en los medios masivos, en un rincón de su casa, Hilary Castro trata de superar la violación de la que fue víctima. Castro deambula destrozada, rota y rasgada por cuenta de una sociedad y un Estado que por décadas validaron la cultura patriarcal y su más infame expresión: la violación de mujeres”.


Imagen tomada de EL ESPECTADOR.com


viernes, 8 de marzo de 2024

DÍA DE LA MUJER EN UN MUNDO MASCULINO Y MASCULINIZANTE

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Una conmemoración más del Día Internacional de la Mujer, en un país machista, misógino, clasista y violento como Colombia y en mundo masculino y masculinizante que se resiste a que las lógicas femeninas copen instancias y espacios de poder históricamente manejados por hombres.

Lo primero que como hombres debemos hacer cada 8M es pedir perdón por el discurso y las prácticas machistas que durante décadas y por generaciones nos sirvieron para someterlas, a través de un sistema cultural ancorado exclusivamente en las necesidades del Hombre. Un sistema cultural eficaz, eficiente, pero sobre todo fácil de reproducir porque operó de la mano de las ideas conservadoras (godas), de los miedos a pensar y actuar con libertad que les generó a millones de mujeres y por supuesto, del ejercicio doctrinario de la Iglesia Católica que redujo el rol femenino a garantizar la reproducción humana en los tiempos dispuestos por el hombre y sin darles a las mujeres la oportunidad de decir si estaban o no de acuerdo con ser madres. Y ni para qué hablamos de la posibilidad de abortar o de decir no, cuando el macho quería sexo.

Cuando se habla de procesos de sometimiento de la naturaleza y de las mujeres, hay que reconocer que los dos se dieron al tiempo. No se puede señalar que primero se dio la entrega del conjunto de los ecosistemas naturales-históricos a las lógicas economicistas y luego se dio la claudicación de la Mujer. Justamente, por darse juntos los dos procesos, el desarrollo extractivo y con este la acción de abrir trochas y hacer “mejoras” en ecosistemas selváticos con nulo valor comercial, se aportó a la consolidación de la idea de que el país y el mundo necesitó de la fuerza bruta de los Hombres, el arrojo y la valentía para asegurar el soñado desarrollo económico.

Cambiar ese sistema cultural masculino resulta una tarea titánica, casi una utopía. Proscribirlo es un imposible porque gran parte de todas las formas de violencia (simbólica, cultural y estructural de Galtung) y las guerras están fundadas en las luchas entre Hombres a los que les urge demostrar y confrontar su virilidad para ganarse la admiración de las Mujeres. Asociada a este imaginario, tomó fuerza la idea de que a las “mujeres hay que conquistarlas”, lo que implicó elevar sus cuerpos a la condición de “trofeos”.

Esa frase de cajón le ha servido al comercio, al cine y al sistema cultural para restarle fuerza a los movimientos feministas y por supuesto, al sentido histórico y reivindicativo de la lucha por la igualdad de derechos (salarial, derechos políticos) en aquel 8 de marzo de 1857 en los Estados Unidos. Hoy se entregaron rosas, ositos de peluche, chocolates y se hicieron invitaciones a almorzar, pero poco se habló de las brechas salariales, del acoso sexual y laboral que sufren a diario las mujeres.

Así entonces, de la misma manera como se conquista un territorio, a través de las guerras o de procesos de intervención antropocéntrica asociados al desarrollo económico (extractivo y de transformación de los ecosistemas naturales), se conquista a las Mujeres. Claro, vendrían entonces los matices y el melifluo discurso del “amor y la caballerosidad” para ocultar el carácter violento del sistema cultural creado en función de las necesidades del Hombre.

Quizás la lucha planteada por los movimientos feministas que pretenden la emancipación de las mujeres y el correspondiente rechazo de ese sistema cultural esté olvidando que detrás de la construcción social del género masculino y femenino está la condición aviesa del ser humano.

 

Adenda: la movilización de cientos de mujeres en Bogotá, a propósito de la conmemoración del 8M, terminó con la violenta intervención del ESMAD (compuesto por hombres). El alcalde Galán prometió en su campaña por la Alcaldía brindar seguridad a las mujeres. ¿Quién dio la orden de tirarles el Esmad a las marchantes?


Imagen tomada de IMER.


viernes, 23 de febrero de 2024

PERIODISTAS LE ESTÁN BUSCANDO EL "QUIEBRE" A AMELIA PÉREZ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La elección de la nueva fiscal general de la Nación se convirtió, por cuenta de las sinuosas dilaciones de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en una confrontación ético-política y periodística entre empresas mediáticas hegemónicas y medios alternativos. Al final, el enfrentamiento es entre periodistas amigos del “viejo” régimen de poder y aquellos reporteros que, con un alto grado de independencia y suficiencia ética y moral, le apuntan a develar la verdad de los hechos que son noticia.

Así las cosas, periodistas vedettes (cercanos a lo que se conoce como el uribismo) andan desesperados buscando hasta en los basureros un papel, un contrato, una frase, un comparendo no pagado o cualquier otra cosa, con la que sea posible descalificar a las mujeres que hacen parte de la terna que el presidente Petro envió a la CSJ para que, en sala plena, la corporación judicial elija a quien asumirá la dirección de la fiscalía general de la Nación. Después de mucho hurgar, por fin encontraron en la red X, la trinchera ideológica más rastrera de todas las redes sociales, varios trinos del señor Gregorio Oviedo, esposo de la más votada de las tres candidatas y quien podría convertirse en la próxima fiscal general: Amelia Pérez.

Oviedo, en uso de su derecho a la libre expresión, dejó salir sus opiniones políticas y jurídicas en la red X, frente al caso de Nicolás Petro, hijo del presidente de la República; igualmente, para confrontar a periodistas de derecha. Usar las opiniones de Oviedo para deslegitimar y dudar de la independencia de criterio de su esposa, la candidata Amelia Pérez, hace parte de la narrativa machista que aún sigue vigente en Colombia, con la que toda mujer casada, está, de manera natural, sometida a las ideas y opiniones de sus maridos. Es decir, Amelia Pérez no puede ser elegida nueva fiscal general de la Nación porque su esposo apoya al presidente Petro y tiene criterios jurídicos contrarios a los que promueven medios afectos al régimen uribista que perdió las elecciones con el progresismo.

Razón le cabe al reconocido penalista, Miguel Ángel del Río, cuando dice que “las posiciones del señor Gregorio Oviedo, esposo de la ternada Amelia Pérez, le pertenecen solo a él y están protegidas constitucionalmente. Extenderlas a su esposa no sólo es caprichoso sino ofensivo con su independencia de criterio”.

Lo llamativo del asunto es que dentro de los periodistas que se dieron a la tarea de buscar en el basurero de la red X hay mujeres de las que se esperaría algo de sororidad con Amelia Pérez. Por el contrario, insisten en fustigar su independencia, autonomía y criterio jurídico porque su esposo, Gregorio Oviedo, usó su cuenta en Twitter para dejar salir sus simpatías y antipatías.

Esa búsqueda desenfrenada por hallar cualquier indicio, comentario o expresión que sirva para desacreditar a cada de las tres mujeres ternadas hace parte de los discursos y prácticas machistas y misóginas que terminaron uniendo a exmagistrados, periodistas, exfiscales generales, abogados, empresarios, políticos y narcotraficantes a los que no les conviene que una mujer, de las calidades de las candidatas, dirija el ente investigador.

El grado de animadversión es tal, que incluso colegas alcanzaron a insinuar que lo dicho por el marido de Amelia Pérez daría para que la CSJ devuelva la terna. Aunque es improbable que ello ocurra, los detractores de las ternadas esperan que los magistrados y magistradas de la CSJ descarten a Pérez por las ideas expresadas por su esposo. Imagino que en breve seguirán con las parejas de las otras dos candidatas, porque para estos “recolectores de desechos” de la sucia trinchera que es X, estar casada es sinónimo de sometimiento de las mujeres a las ideas de los esposos. Por cuenta de estos interesados (as) “sabuesos” regresamos a las décadas de los 40, 50 y 60, en las que las mujeres vivían exclusivamente en función de satisfacer a sus maridos, agachar la cabeza y asentir con obediencia.

Adenda: frente al argumento de los detractores de la terna, que señala que Petro quiere tener a una fiscal de bolsillo para salvar a su hijo, hay que preguntarse por qué el proceso no avanzó con la rapidez con la que lo impulsó el fiscal Francisco Barbosa. Eso sí, si Nicolás Petro es culpable, que pague por sus delitos. Hay que confiar en que el presidente de la República no meta las manos para tratar de sacar en limpio a su vástago.



Imagen tomada de El Colombiano. 


domingo, 6 de agosto de 2023

DISQUISICIONES ALREDEDOR DEL CONCEPTO CULTURA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Estamos, quizás, ante un concepto cuyos usos cotidianos lo fueron vaciando de sentido, hasta reducirlo a una palabra-comodín con la que se pretende explicar toda suerte de fenómenos, prácticas, hechos, situaciones, decisiones y reacciones individuales y colectivas en las que, por supuesto, los seres humanos son protagonistas, bien en calidad de víctimas y victimarios o como animadores, con fines de entronización de todo lo que confluye en esa idea de cultura.

Implica, etimológicamente, cultivar, quizás por ello, devenga con un carácter positivo y se niegue la existencia, por ejemplo, de la cultura de la muerte, o de la cultura de la violencia. Su uso cotidiano y diverso nos permite reconocer acepciones como cultura organizacional, cultura machista y cultura de paz, que dan cuenta de la posibilidad de que es posible establecer normas, principios, valores y acciones que terminan por aceptarse, bien por la fuerza de la costumbre, o por la fuerza de las sanciones y las imposiciones que la sociedad o grupos mayoritarios disponga, cuando estas no se acatan de la mejor manera.

Si lo miramos como un sistema de valores, creencias y prácticas, estamos ante una compleja red de relaciones y de ejercicios representacionales que, atados a un específico régimen de poder (político, social, económico), sirven para blindarlo y en muchos casos, para extender en el tiempo correlaciones de fuerza que terminan en la extensión en el tiempo de privilegios sectoriales, de negaciones y prohibiciones.

Todos estamos inmersos en la cultura, en una cultura. Por ello, la búsqueda individual de la felicidad en buena medida, a decir de Freud, tendrá en la cultura un escenario de control a las pulsiones individuales enfrentadas al sentido de felicidad colectivo que se impone con la cultura o el que la “cultura dominante” evita, justamente, porque en esta confluyen los intereses de una élite que, con poder político y económico, ha logrado capturar el Estado y lograr sus <<privatización>> o su operación bajo criterios corporativos.

Quizás por lo anterior, sea el concepto que más se asocia a la condición aviesa de la condición humana, en la medida en que las reglas y las prácticas validadas en el tiempo, podrán ser leídas como imposiciones inaceptables por quienes en algún momento puedan sentirse como sus víctimas o simplemente, porque entran en tensión y conflicto con formas distintas de asumir la vida en la cultura.

De lo anterior se colige el sentido problemático de la cultura cuando en su pretendida acción universalizante, sus reglas, prácticas, imaginarios, mitos y el carácter son sometidas a críticas con la natural intención de erosionarlas, matizarlas o ajustarlas a cambios, “actualizaciones”, bien por la vía de las presiones externas o internas.

Como única especie animal capaz de crear cultura, el ser humano cree poder lograr con la cultura no solo explicar sus maneras de estar en el mundo, sino de justificar, moralmente, las reglas, los comportamientos, las acciones y las prácticas que consolidan y validan todo el tiempo ese sistema que hace operar una sociedad o a varias de manera disímil.

Cuando se dice que dice que el “problema es cultural” o que eso que se critica o se alaba está en la cultura, no solo se reconoce su complejidad, sino su dinamismo, en virtud a que está atada a las ideas, ocurrencias, creencias, miedos y acciones de poder de una especie que, al sentirse dominante, desde tiempos remotos ha estado buscando alejarse de la Naturaleza  para protegerse de su carácter contingente y por esa vía, justificar su dominio, transformación y sometimiento. Y al hacerlo, valida modelos de desarrollo que no son otra cosa que formas de dominación que terminan extendiéndose, por ejemplo, a grupos étnicos asumidos como <<subalternos>> y por esa vía, premodernos, incivilizados e inconvenientes para el normal funcionamiento de la cultura dominante o hegemónica.

Así entonces, la cultura, cualquiera que sea la acepción aceptada, siempre dará cuenta de la capacidad del ser humano de crear símbolos, validar prácticas, crear y recrear mitos y  deidades; desechar otras y modificarlas en el tiempo; imponerse reglas, al tiempo que también crea caminos para no seguirlas del todo o para violarlas a través de procesos llamados de contra-cultura. Con el tiempo, si así lo decide el colectivo o quienes dominen la opinión colectiva, esas reglas, prácticas o maneras de estar y de relacionarse podrán sufrir modificaciones, invalidaciones o transformaciones.

La cultura suele ser o fungir como la manta o la cubierta debajo de la cual reposa lo más sublime de unos grupos humanos en particular, pero también lo más execrable. En plural, las culturas, son las mantas en las que cada pueblo protege sus reglas, valores y formas particulares de estar en el mundo. Por efecto de las migraciones o las conquistas de territorios a través de las guerras o los conflictos internos (guerras interétnicas) esas mantas suelen también cubrir o esconder los procesos de imposición y dominación de otras culturas consideradas como bárbaras, inviables, premodernas o simplemente, incómodas a los nuevos tiempos con los que se ambienta la llegada de una  nueva y siempre mejorable cultura.

El dinamismo de la cultura o de las culturas está dado por la fuerza civilizatoria del ser humano y su voluntad de buscar estadios de felicidad,  sin importar que aquella  suponga, por ejemplo, sobrevivir en escenarios de postnaturaleza, diseñados por la tecnología, en virtud de los problemas ambientales (ecológicos) generados por la especie humana por su capacidad perturbadora.

ALGUNAS DEFINICIONES:

Tylor, quien en 1871 concibió la cultura como «… esa totalidad que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otras aptitudes y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad». Emile Durkheim dirá que la cultura es un conjunto de fenómenos sociales.  Malinowski, en las primeras décadas del siglo XX, consideró que la cultura se asemejaba a un sistema en equilibrio estable en el cual cada elemento cumple una función definida.

Más adelante, en 1940, los antropólogos estructuralistas, con Claude Lévi-Strauss a la cabeza, hablan de cultura como «aquello que obedece a reglas de construcción comunes que son estructuras mentales universales de carácter abstracto».

La Antropología se entiende como la «disciplina de las ciencias sociales que marca los sistemas social/cultural como su propio dominio para el estudio y la teorización. Como ciencia, la antropología refleja las realidades empíricas del orden sistémico con el que trata» (Boggs, 2004: 187).



Imagen tomada de Colombia Travel 

miércoles, 2 de agosto de 2023

CONDENADO EL ESTADO POR EL FEMINICIDIO DE ROSA ELVIRA CELY

 

Por Germán Ayala Osorio

Con la condena por el crimen de Rosa Elvira Cely, el Estado colombiano acumula otra más, lo que lo confirma como un orden criminal, premoderno, violento y feminicida. Pasaron 11 años para que la justicia fallara a favor de la familia de esta víctima de la sociedad patriarcal y machista en la que vivimos.

Pero más allá de la condena y de la indemnización millonaria, el caso de Rosa Elvira Cely debe de servir para que la opinión pública reconozca muy bien a quienes en ese momento descalificaron a la víctima, menospreciaron la gravedad de lo sucedido y terminaron revictimizando a la occisa y a sus dolientes.

En particular, hay que poner el foco en una figura política: Miguel Uribe Turbay, en ese momento secretario de Gobierno de la alcaldía mayor de Bogotá. El nieto de Turbay Ayala es responsable del sentido del comunicado que emitió su oficina jurídica, así él lo negara y ofreciera disculpas a la familia después de comprender las reacciones negativas que generó dicho comunicado de prensa. En ese documento, la culpa del crimen fue atribuida a la víctima por no conocer el pasado de su victimario y no tomar las medidas necesarias para evitar su compañía. “El caso fue culpa exclusiva de la víctima” fue la frase con la que el entonces secretario de Gobierno subvaloró el crimen y por ese camino, la vida misma de Rosa Elvira.

Este tipo de hechos, mirados en perspectiva histórica, deben de servir para que la opinión pública reconozca el talante del hoy senador de la República y en esa medida, se niegue cualquier apoyo ante una eventual candidatura presidencial de este delfín que hoy milita en la secta-partido, el Centro Democrático. Más pronto que tarde este “infantil cetáceo” querrá llegar a la Casa de Nariño, porque así lo determina su origen político.

Hace bien EL ESPECTADOR en recordar el cruel asesinato de Rosa Elvira y hacer énfasis en el lamentable concepto emitido por esa dependencia del gobierno distrital, en cabeza del nieto de quien gobernara el país (1978-1982) bajo las violentas condiciones impuestas por su Estatuto de Seguridad, política pública muy parecida a la Seguridad Democrática de Uribe Vélez, en lo que toca a perseguir, torturar y desaparecer a detractores y críticos de ese gobierno del inefable Turbay Ayala.

Como somos una sociedad desmemoriada, ojalá esta sentencia contra el Estado colombiano sirva no solo para recordar a Rosa Elvira, sino a aquellos hombres que, desde el poder político, suelen minimizar los crímenes de mujeres. Incluso, se atreven a negar la existencia misma de los feminicidios.

Cuando la goda élite bogotana decida proponer a Miguel Uribe Turbay como candidato presidencial, debemos estar prestos a recordar estos hechos que El Espectador bien trae a colación, a propósito de la sentencia judicial.





Imagen tomada de Colombiacheck

lunes, 31 de julio de 2023

LAS LUCHAS DEL FÚTBOL FEMENINO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los elogios que por estos días reciben las jugadoras de la Selección Femenina de Fútbol que participa del Mundial que se realiza en Australia son más que merecidos. Y es así, porque detrás de estos positivos resultados hay unas luchas que estas atletas vienen librando. Luchas que confluyen en lo que se puede llamar una lucha cultural contra el patriarcado y su correlato el machismo.

Las luchas de las futbolistas no se libran solo en las canchas. Ahora que millones de colombianos celebramos los triunfos de la Selección Femenina en el Mundial, debemos hacer conciencia de que estas muchachas vienen dando batallas mucho más difíciles que jugar 20 partidos seguidos contra la Selección de Alemania, a la que derrotaron con argumentos y un par de golazos de gran factura. Un triunfo enorme, histórico, épico.

Ellas vienen enfrentando el machismo estructural que se expresa en los bajos salarios, si se compara con lo que ganan los hombres en la misma categoría. A los machos les pagan muy bien y la verdad es que poco o nada han ganado a nivel mundial. Estas atletas, además, han soportado la estigmatización de dirigentes del fútbol colombiano, por la “orientación” sexual de algunas de las jugadoras.

Esa “preocupación” de los dirigentes del fútbol y de cientos de aficionados no se expresa en relación con el fútbol masculino. No. Aquí opera lo que en su momento la escritora Carolina Sanín llamó el “cacorraje nacional”, que no es otra cosa que ese pacto que entre machos funciona y con el que se busca descalificar o minimizar todo lo que hagan las mujeres, incluido, por supuesto, el fútbol y por esa vía, a las jugadoras. Que hay jugadores homosexuales, por supuesto y eso no tiene nada de perverso. Y que hay lesbianas en el mundo del fútbol femenino, pues también. Aquí lo que debe importar son los resultados y las condiciones de equidad para hombres y mujeres en términos de salarios y premios.

También deben luchar contra el lenguaje periodístico. Colegas se atreven a llamarlas “niñas”, para evitar reconocer que son atletas, jugadoras profesionales. En el partido contra las alemanas, un narrador colombiano dijo, refiriéndose a Popp, la goleadora teutona: "No vas a hacer nada hoy, muñeca. Estás bonita y todo, pero lo siento”. Ese es un típico comentario machista con el que se insiste en cosificar a las mujeres, llamándolas "muñecas", genérico que no puede usarse con todas. Si el narrador está acostumbrado a llamarlas así en su círculo social, eso no le da derecho a hacerlo con todas las mujeres y menos, con las futbolistas. Y no importa que sean del equipo rival, como en este caso. 

Les pueden llamar muchachas, pero no minimizar el esfuerzo y la disciplina de quienes asumieron ese deporte como oficio y manera de vivir. Y no faltará el comentario machista que toque el asunto de la belleza, a partir de los estándares impuestos por la cultura patriarcal que les exige a las mujeres dar cuenta de esas exigencias estéticas, para el disfrute masculino. Aplausos para ese puñado de mujeres que se esfuerzan por triunfar y conseguir títulos importantes para el país, en medio de un anacrónico patriarcado y machismo.


Imagen tomada de Telemedellín.



sábado, 1 de julio de 2023

MACHISMO, “MAMABURRAS” Y MASCULINIDADES EN CUESTIÓN

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Dicen que la Costa Atlántica es otro mundo. Es posible que así sea, porque allá ocurren cosas raras, maravillosas, ejemplarizantes y claro, otras que podrían avergonzar a quienes comparten lo que confluye o no en eso que conocemos como el “realismo mágico” de nuestro nobel de literatura, Gabriel García Márquez.

Pues bien, el diario El Espectador registró un hecho curioso y hasta jocoso (ver nota): “La escultura dedicada al hombre mamaburra que genera polémica en Sincelejo”. La “obra” lleva por título Mi primer amor y da cuenta del fuerte arraigo de la zoofilia, bien como práctica normalizada en algunas partes de la Costa Atlántica o como mito. La inscripción que acompaña a la “obra” dice: se “rinde homenaje al hombre costeño ‘mamaburra’ del Sincelejo de antaño”. Y es en este preciso momento en el que recuerdo mi paso por el Ejército y la estadía de un año entre La Guajira y Barranquilla.

Mis compañeros costeños del contingente 4to del 83 aludían de manera jocosa a lo que ellos mismos llamaban “María casquitos”, es decir, a la burra convertida en el “primer amor”. Parecía, según sus propios relatos, una práctica zoofílica cierta y no un mito como creen otros que es esa relación íntima con las burras que la escultura busca representar. Es más, en una base militar en Uribia (frontera con Venezuela), el entonces comandante contó que encontró varios portafusiles abandonados al lado de un árbol al que sujetaron a una burra para accederla sexualmente.

Más allá de si es cierto o no, o si lo fue, lo que hay que apreciar en el fondo es el poder con el que nos lanzamos al mundo, respaldados por la cultura dominante. Mientras que al salir a la calle nuestro peor miedo es que nos roben el reloj, las zapatillas o el celular, las mujeres temen ser tocadas, manoseadas, violadas o secuestradas para convertirlas en esclavas sexuales.  Esa es una realidad fáctica que, asociada a eso de ser Hombre o Macho o ser capaz de “estar” con una burra, facilita las expresiones del machismo y consecuencialmente las disímiles formas de violencia de las que participamos: riñas, discusiones acaloradas, castigos a ladrones que eufemísticamente llaman “masajes” o simplemente, hablar duro.

Ojalá la polémica que desató la curiosa escultura en Sincelejo sirva no para enaltecer la zoofilia, sino para revisar las masculinidades que, asociadas al poder del miembro viril, convierten a los hombres en bestias hambrientas capaces de saciar sus “necesidades sexuales” así sea sometiendo a las nobles burras. Si la práctica zoofílica hizo parte del pasado y ya no lo es, entonces en algo hemos avanzado. En todo caso siempre será preferible recordar al “hombre caimán” y no a los “hombres mamaburras”.

El mundo, en perspectiva universal deviene masculino y masculinizante. Prueba de ello son el fútbol, las guerras y el ejercicio tradicional de la política en un orden internacional dominado por hombres.

En Colombia, esa circunstancia terminó naturalizando el machismo y disímiles formas de violencia asociadas a la obligación de portarnos como Hombres. Ser hombre, macho o varonil constituye una enorme presión sobre adolescentes que deben dar cuenta de ese “mandato natural”. De lo contrario, terminarán señalados como “flojos, mariquitas o poco hombre”. Sobre ese marco general hay que comprender, más no aceptar, lo que hay detrás de ese hecho noticioso que registró El Espectador con el ya citado titular.




Imagen tomada de El Espectador.com

“VAMOS A RECUPERAR EL PAÍS”

  Por Germán Ayala Osorio   En el ejercicio de la política suelen aparecer frases que bien pueden servir como eslogan de futuras campañ...