Por Germán Ayala Osorio
Una conmemoración más del Día
Internacional de la Mujer, en un país machista, misógino, clasista y violento
como Colombia y en mundo masculino y masculinizante que se resiste a que las
lógicas femeninas copen instancias y espacios de poder históricamente manejados
por hombres.
Lo primero que como hombres
debemos hacer cada 8M es pedir perdón por el discurso y las prácticas machistas
que durante décadas y por generaciones nos sirvieron para someterlas, a través de
un sistema cultural ancorado exclusivamente en las necesidades del Hombre. Un
sistema cultural eficaz, eficiente, pero sobre todo fácil de reproducir porque operó
de la mano de las ideas conservadoras (godas), de los miedos a pensar y actuar
con libertad que les generó a millones de mujeres y por supuesto, del ejercicio
doctrinario de la Iglesia Católica que redujo el rol femenino a garantizar la
reproducción humana en los tiempos dispuestos por el hombre y sin darles a las
mujeres la oportunidad de decir si estaban o no de acuerdo con ser madres. Y ni
para qué hablamos de la posibilidad de abortar o de decir no, cuando el macho
quería sexo.
Cuando se habla de procesos de
sometimiento de la naturaleza y de las mujeres, hay que reconocer que los dos se
dieron al tiempo. No se puede señalar que primero se dio la entrega del
conjunto de los ecosistemas naturales-históricos a las lógicas economicistas y
luego se dio la claudicación de la Mujer. Justamente, por darse juntos los dos
procesos, el desarrollo extractivo y con este la acción de abrir trochas y hacer
“mejoras” en ecosistemas selváticos con nulo valor comercial, se aportó a la
consolidación de la idea de que el país y el mundo necesitó de la fuerza bruta
de los Hombres, el arrojo y la valentía para asegurar el soñado desarrollo económico.
Cambiar ese sistema cultural
masculino resulta una tarea titánica, casi una utopía. Proscribirlo es un
imposible porque gran parte de todas las formas de violencia (simbólica,
cultural y estructural de Galtung) y las guerras están fundadas en las luchas entre
Hombres a los que les urge demostrar y confrontar su virilidad para ganarse la
admiración de las Mujeres. Asociada a este imaginario, tomó fuerza la idea de
que a las “mujeres hay que conquistarlas”, lo que implicó elevar sus cuerpos a
la condición de “trofeos”.
Esa frase de cajón le ha servido
al comercio, al cine y al sistema cultural para restarle fuerza a los movimientos
feministas y por supuesto, al sentido histórico y reivindicativo de la lucha
por la igualdad de derechos (salarial, derechos políticos) en aquel 8 de marzo
de 1857 en los Estados Unidos. Hoy se entregaron rosas, ositos de peluche,
chocolates y se hicieron invitaciones a almorzar, pero poco se habló de las
brechas salariales, del acoso sexual y laboral que sufren a diario las mujeres.
Así entonces, de la misma manera
como se conquista un territorio, a través de las guerras o de procesos de
intervención antropocéntrica asociados al desarrollo económico (extractivo y de
transformación de los ecosistemas naturales), se conquista a las Mujeres.
Claro, vendrían entonces los matices y el melifluo discurso del “amor y la
caballerosidad” para ocultar el carácter violento del sistema cultural creado
en función de las necesidades del Hombre.
Quizás la lucha planteada por los
movimientos feministas que pretenden la emancipación de las mujeres y el
correspondiente rechazo de ese sistema cultural esté olvidando que detrás de la
construcción social del género masculino y femenino está la condición aviesa
del ser humano.
Adenda: la movilización
de cientos de mujeres en Bogotá, a propósito de la conmemoración del 8M, terminó
con la violenta intervención del ESMAD (compuesto por hombres). El alcalde
Galán prometió en su campaña por la Alcaldía brindar seguridad a las mujeres. ¿Quién
dio la orden de tirarles el Esmad a las marchantes?
Imagen tomada de IMER.
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