Por Germán Ayala Osorio
La política y el narcotráfico en
Colombia son actividades en las que la lealtad es un valor exigido por todos
los que participan de las redes de compromisos, complicidades y amistades que se
generan en todas las transacciones que se derivan de esas dos actividades
humanas. Se suman también la devoción y el agradecimiento entre quienes lideran
las acciones y decisiones políticas y aquellos que cumplen los roles de
gregarios, bien sea dentro de un proyecto o partido político o al interior de carteles
y otras organizaciones criminales.
Por estar atado a la condición
humana, la lealtad siempre se moverá pendularmente entre lo moral y lo inmoral,
de allí que el carácter público de la política y la política misma se tornen
impúdicas para la sociedad. Cada individuo, con toda su capacidad natural para actuar
bajo condiciones inmorales depone su ética o la ajusta a esas condiciones que
impone el colectivo, haciendo que la búsqueda del bien común se asuma como una
utopía.
El caso colombiano resulta
paradigmático en materia de inmoralidad y de una eticidad que histórica y
culturalmente viene ajustándose a esas condiciones en las que tanto la
impudicia como la lealtad son dos caras de una misma moneda. El nombramiento de
Armando Benedetti como asesor del presidente Petro se puede leer a la luz de la
anterior disquisición en la medida en que de esa relación política entre el
presidente de la República y Benedetti afloran la devoción, el agradecimiento,
la complicidad y la amistad, esto es, lealtades que ya son juzgadas como
grotescas y obscenas por los detractores de la izquierda, por específicos agentes
de la derecha que también en el pasado consolidaron el mismo tipo de lealtades
e incluso por quienes dentro del mismo progresismo creen aún en el cambio en
las maneras de hacer política, lo que no es otra cosa que el abandono de ese tipo
de relaciones.
Benedetti está investigado por presunta compra de votos y tiene otros procesos abiertos en la Corte Suprema de Justicia. Como político es una veleta ideológica: fue uribista, santista y ahora petrista. Y muy seguramente mañana será “vickycista”. Esos giros ideológicos y políticos le permitieron en el tiempo consolidar amistades y lealtades en las que el silencio se convirtió siempre en un factor transaccional. Aunque no ha sido condenado, su imagen negativa acrecienta el rechazo social y político de su nombramiento. Además, siendo embajador ante la FAO fue denunciado por su propia esposa por violencia machista, proceso que sigue abierto tanto en España, como dentro de la Cancillería colombiana, entidad que está en mora de informar el resultado de la investigación disciplinaria que le abrió al entonces embajador. Y justo en el día internacional contra la violencia hacia las mujeres lo nombran asesor del presidente.
Frente a todo lo anterior, en un país de
borrachos y viciosos de clase alta su adicción al alcohol y a las drogas queda
reducida a un problema menor por tratarse de una dependencia en la que cualquier
ser humano puede caer. El asunto problemático está atado a la relación con Gustavo
Petro, líder político que prometió un cambio en las costumbres políticas y que
ha querido empoderar a las mujeres y por esa vía erosionar el sistema patriarcal
vigente en Colombia. Dice el periodista Félix de Bedout que “Benedetti sabe más
que Pegasus”, en alusión al escándalo aquel de la financiación de la campaña
Petro presidente en el que el exsenador “dejó salir medias verdades de lo ocurrido
con la entrada de dineros de dudosa procedencia”, en una señal clara de que lo que estaba exigiendo en ese momento era condiciones para conservar su lealtad hacia
el presidente de la República.
armando benedetti se someterá a terapia - Búsqueda Imágenes