Por Germán Ayala Osorio
Humberto de la Calle Lombana es
el típico defensor del Establecimiento. Una especie de protector de las “buenas
costumbres y la tradición en el ejercicio del poder”. De esa manera, él y
otras figuras políticas ayudan a impedir o negar transiciones o cambios en las
correlaciones de fuerza, a pesar de las evidencias que dan cuenta de la lumpenización
de las familias, clanes y los miembros de las élites tradicionales en Colombia.
De la Calle, exvicepresidente de Ernesto Samper Pizano defiende con la habilidad
y las sutilezas propias de un político que supo negociar la paz con las Farc-Ep,
cumpliendo con la instrucción que le dieron de hacerlo sin ceder un centímetro
de poder.
Su defensa a ultranza de las
instituciones y de las institucionalidades derivadas de cada unas de estas lo
hacen proclive a evitar críticas profundas a quienes desde los privilegios de clase
y un incontrastable poder económico son en gran medida responsables de que Colombia
sea uno de los países más desiguales y corruptos del mundo. En su más reciente “reflexión”,
De la Calle hizo referencia a lo que en poco tiempo constituirá una realidad
histórica y política: la llegada y el paso de Petro por la Casa de Nariño. Lo
hizo en su cuenta de X.
“Un Petro era necesario.
E inevitable (1). Era impracticable continuar sobre la
vergonzosa desigualdad y la política entregada a la corrupción sistémica. Petro quedará en deuda, no porque no lo dejaron sino
porque cayó en la tentación pragmática de buscar un cambio utilizando los
mismos instrumentos (2). Pero aún deja una ilusión al 30%. ¿Qué
sigue? Ojalá una sólida gobernanza que recorra el camino de la ingeniería
social progresiva. Sin clausurar el cambio, pero sin la consigna de tomarse
la sociedad para unos olvidando a los otros. Ni el camino es el regreso a la
vieja torta ni voltear la torta para asumir un nuevo poder excluyente. No a una
nueva oligarquía” (3).
Trataré de “desmenuzar” lo dicho
por el exconstituyente y exsenador de la República. El planteamiento número 1
del político conservador me hizo recordar lo que en su momento dijo el profesor
Malcom Deas
sobre Uribe: “Uribe
era un presidente que necesitaba Colombia. Después de él
hay un antes y un después…sí, yo creo que hay momentos para la guerra y para la
paz. En 2002 el momento era para una política como la seguridad
democrática, ahora el país vive otro momento”.
Cuidado. No estoy comparando a Uribe
con Petro. Hay por lo menos 6402 diferencias entre los dos caudillos. Simplemente,
los dos crearon coyunturas políticas, sociales y culturales, con disímiles
resultados. El primero es la más inconveniente invención mediática en una
sociedad con visos de fascismo; y el segundo, un outsider que le
mostró al país y a sus élites los caminos hacia la modernidad a la que le vienen
huyendo de tiempo atrás.
Académicos como Deas y políticos
como De la Calle suelen explicar ese tipo de coyunturas políticas cuidándose de
señalar a los más visibles agentes del poder económico
como responsables de las taras civilizatorias que como sociedad arrastramos. Muy
atrás quedó el espíritu nadaísta de Humberto de la Calle Lombana.
Sigamos con la segunda idea
lanzada por el entonces negociador de paz de Santos. De la Calle reconoce que
la desigualdad y la corrupción
en el país son vergonzosas, pero se cuida de poner su dedo índice en perspectiva
histórica para nominar a los responsables. De la Calle entiende que debe actuar
con fina diplomacia pues se vienen las elecciones presidenciales, lo que podría
significar un ministerio, un contrato millonario, la creación de una fundación,
o de pronto ser invitado nuevamente a ser fórmula vicepresidencial.
Detengámonos en esta parte de lo
dicho: “Petro quedará en deuda, no porque no lo dejaron sino porque
cayó en la tentación pragmática de buscar un cambio utilizando los mismos
instrumentos”. De manera ladina, De la Calle invalida los
señalamientos del presidente de la República, exagerados o no, de un golpe
blando o de un bloqueo institucional orquestado desde el Congreso de la República
y otras instancias de poder legal e incluso, ilegal.
En lo que respecta al planteamiento
número tres, el excongresista del partido Oxígeno Verde vuelve a hacer una lectura
parcializada – de clase- de la coyuntura política. Veamos: “Ni el
camino es el regreso a la vieja torta ni voltear la torta para asumir un nuevo
poder excluyente. No a una nueva oligarquía”.
De la Calle termina su “reflexión”
como le corresponde a un defensor a ultranza del Establecimiento colombiano. Resulta
inviable pensar en el surgimiento de una “nueva oligarquía”. Para qué si ya el país
cuenta con una lo suficientemente robusta, excluyente, legítima y decente,
parece preguntarse y responderse el político caldense, nacido en Manzanares.
Imagen tomada de Infobae. Petro respondió a Humberto de la Calle en pelea por la reforma pensional: “Hacer esclavos es odio de clases, y emancipar es lucha de clases” - Infobae
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