Por Germán Ayala Osorio
El ataque racista
que sufrió un Guarda de Tránsito de Cali fue repudiado tanto por la Alcaldía de
Alejandro Eder y la ciudadanía en general. El registro noticioso coadyuvó en
gran medida a volver “famosos” tanto al victimario como a la víctima, pero
ocultó las condiciones culturales e institucionales que sostienen el racismo.
Estamos ante una actitud racista
que es común en Cali y en el país. Baste con recordar las arremetidas racializadas
contra Francia Márquez
Mina de parte de una señora que la llamó “simio”; también Piedad
Córdoba; o el acto de habla segregacionista del subpresidente Iván Duque Márquez
cuando les dijo a los indígenas que “retornaran” a sus resguardos porque nada
tenían que hacer en la capital del Valle del Cauca. O lo sucedido al interior de
El Nogal, cuando una socia del “prestigioso” club social, furiosa preguntó “qué
hace aquí esta indiamenta”.
Y cómo olvidar el titular de Noticias Caracol durante el estallido social
en la Sultana del Valle: “ciudadanos se enfrentan con indígenas”.
Este nuevo caso- muy seguramente vendrán
más- se inscribe en el racismo estructural que en Colombia sigue operando
porque “se encarna en acciones y omisiones concretas que, derivadas del
funcionamiento mismo del sistema institucional, tienen el efecto de reproducir
las desigualdades y jerarquías entre individuos y poblaciones racializadas”
(Restrepo, Eduardo).
A lo anterior se suma que Cali es
una ciudad segregacionista, hecho que hace parte del racismo estructural del
que habla Eduardo Restrepo. El distrito de Aguablanca es la prueba fehaciente
de esa manera de excluir, segmentar, diferenciar y estigmatizar a la población
afro allí asentada. “La Cali del principio de la tercera década del siglo
XXI es el reflejo de la herencia colonial que, a lo largo del tiempo
terminó configurando un mapa urbano que muestra una ciudad segregada,
con urbanizaciones opulentas rodeados de inmensos bolsones de pobreza…”
Así entonces, José Félix Angulo,
el Guarda de Tránsito que sufrió la agresión verbal de parte de Alexis Velasco,
quien lo llamó “Negro basura... Si fueras inteligente no serías guarda,
pedazo basura” fue víctima del “blanquito Alexis”, de la ciudad y de su
élite clasista
y racista, así como de la sociedad colombiana que arrastra taras
civilizatorias entre las que se cuentan, por supuesto, el racismo.
Alexis Velasco debe responder penalmente por el delito que cometió, pero no dejemos pasar esta oportunidad para aceptar que, en Cali, la ciudad afro, segrega territorialmente a la población negra, a cuyos miembros solo los quiere ver jugando al fútbol, practicando atletismo y boxeo, disciplinas deportivas a través de las cuales logran “salir adelante”. Y por supuesto, bailando salsa. De resto, a cientos de miles de caleños, incluidos a miembros de la dirigencia política y empresarial les estorba la población afro que busca conquistar otros espacios, como la política. Está muy bien el "reconocimiento" que le hizo y entregó el alcalde Eder al Guarda Angulo, pero miremos la ciudad que tenemos, dejemos tanta hipocresía.
Imagen tomada de Vergonzoso acto de racismo en Cali contra guarda de tránsito: el culpable puede terminar en la cárcel | Marca
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