domingo, 24 de diciembre de 2023

RACISMO Y ESO DE SER “BLANCO”

 

Por Germán Ayala Osorio

Antes de que se acabe este 2023, hay un balance por hacer en el país a propósito de estos casi dos años de gobierno de Gustavo Petro Urrego. Y no se trata de un arqueo de lo que se ha hecho mal o bien en materia de acciones gubernamentales. Más bien, se trata de un triste factor étnico-cultural con el que se constata que una buena parte de la sociedad colombiana es racista, machista, goda y proclive a promover la eliminación de todo aquel que resulta disonante para aquellos grupos societales que defienden a dentelladas la cultura hegemónica que deviene atada a eso de “ser blanco”. Ser “blanco” en Colombia es sinónimo de prestigio, de acceso a derechos; es una condición que asegura el respeto de las autoridades. Más claro: nacer “blanco” en Colombia es una “bendición”.

Bastó con la llegada de una mujer negra a la Vicepresidencia de la República para que el racismo estructural brotara como lava incandescente, quemando cualquier posibilidad de aceptar que las hijas e hijos de los pueblos afrodescendientes también tienen derecho a elegir y ser elegidos.

Los ataques étnico-racistas y de género que sufrió Francia Márquez Mina en estos casi dos años del primer gobierno de izquierda en Colombia, dan cuenta efectivamente del racismo estructural del que hablan los académicos. A los negros, una parte importante de la sociedad colombiana los quiere bailando, jugando fútbol, en la indigencia, pidiendo en los semáforos o simplemente ocupando los más bajos niveles de la estratificación social y cultural. Verlos en el poder, a esos millones de compatriotas, hijos de un odiado proceso de mestizaje, les genera urticaria ver a Francia Márquez ocupar la Vicepresidencia de la República, lugar privilegiado al que solo, según esa cofradía de racistas, deben acceder hombres o mujeres blancos, estudiados y ricos.

Con la llegada de Márquez Mina, la animadversión étnica afloró en las redes sociales y en las calles, con la anuencia de los medios masivos y de un periodismo que siempre estará del lado de la hegemonía política “blanca”. No podemos olvidar a la vociferante mestiza, Esperanza Castro o Fabiola Rubiano, condenada por racismo y hostigamiento por gritarle “simio” y otros epítetos a la señora vicepresidenta. Rubiano es una hija insigne del racismo estructural en esta Colombia mestiza que se niega a aceptar su propio proceso de mestizaje.

Pasarán estas fiestas navideñas y vendrán los deseos por un mejor 2024. Ojalá y así sea y que lleguen la paz, el bienestar y el progreso generalizado de todos los colombianos y del país. Eso sí, los racistas, machistas y los godos de pensamiento seguirán vigentes y presentes hasta tanto no revisen de dónde vienen y, sobre todo, de responderse esta pregunta: ¿Quién les enseñó a odiar a los negros, al diferente?



Imagen tomada de Colectiva Mujeres


Felices fiestas para todas y todos.

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