Por Germán Ayala Osorio
Detrás del nuevo rifirrafe entre
la senadora de derecha, María Fernanda Cabal y el presidente de la República,
Gustavo Petro, está la aspiración de la congresista de convertirse en la primera
mujer en gobernar a Colombia. En su crítica a los evidentes problemas de inseguridad
que afronta el país en sus zonas rurales y urbanas, Cabal busca ganarse electoralmente
a los militares y policías, en particular a los altos oficiales (generales) que Petro sacó del Ejército y la Policía, por razones ideológicas, políticas, sospechas
de corrupción, así como actitudes que al interior del mundo castrense se conocen
como propias de soldados disociadores, ancladas a la huella que dejó dentro de
la institución el hoy exgeneral Enrique Zapateiro.
De manera temprana, la señora
Cabal quiere ganarse la simpatía de los militares y policías retirados por el
presidente Petro en uso de su poder discrecional para llamar a calificar servicios
a los integrantes de la fuerza pública. Cabal pretende recoger el malestar de
esa oficialidad para convertirse en su redentora y defensora, para alinearla
con vociferantes de la Reserva activa que han propuesto dar un golpe de Estado.
La congresista de derecha señaló
que “ustedes destruyeron la moral de la fuerza pública; desarticulada por
despidos y paranoia, por irrespeto a la jerarquía militar y policial…”. La
lectura maliciosa que hace Cabal de las medidas adoptadas por el gobierno oculta
lo que realmente está haciendo Petro como comandante supremo de las fuerzas armadas.
El presidente pretende erosionar y desmontar la doctrina del enemigo interno que
por más de 50 años guió la formación y el actuar de militares y policías, a
pesar de la operación de grupos que aún insisten en llamarse como guerrilleros
y con los que el gobierno habla de paz. El presidente de la República
posiciona la idea de que el conflicto armado interno, tal y como lo conocimos hasta
la firma del tratado de paz de La Habana, ya desapareció, para dar cabida a una
lucha entre grupos armados ilegales por el control de las economías ilícitas y
los territorios en los que estas se reproducen.
En su respuesta a la señora Cabal,
Gustavo Petro confirma que “el objetivo es desactivar las economías ilícitas
y las organizaciones armadas que sostienen”. Así las cosas, Petro se alinea
con el tradicional discurso castrense con el que los uniformados descalificaron
en el pasado a las llamadas “guerrillas”, cada vez más untadas de narcotráfico
y minería ilegal. Bajo esa premisa, el presidente, sin pretender construir una
relación patronal con los militares y policías, como la que construyó Uribe Vélez
en sus ocho años de mandato, lo que está haciendo es dignificar la vida
castrense y devolverle lo que el uribismo les quitó a cientos de policías y militares:
dignidad y mística. Cabal habla de destrucción de la moral militar, cuando lo
que creció en los ocho años de gobierno de Uribe fue el comportamiento inmoral
de los uniformados que violaron los derechos humanos, participaron de masacres,
patrullaron de la mano de los paramilitares; asesinaron civiles (6402) para
hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate; y protegieron
narcotraficantes, entre otras conductas contrarias al honor militar.
En su tempranero y comprensible desespero
electoral, María Fernanda Cabal quiere convertirse en la defensora y madrina de
exmilitares y expolicías que por diferentes razones fueron llamados a calificar
servicios. A la congresista le sugiero que aproveche el tiempo para consolidar
un discurso propositivo y sólido conceptualmente. Dedíquese a leer. La opinión pública cambió,
señora Cabal. Esa actitud vociferante poco le ayudará a ganarse el respeto de
los colombianos. Y recuerde que Álvaro Uribe Vélez, su patrón, desconfía de las
capacidades de las mujeres para gobernar. Salvo que Usted quiera remplazar a
Iván Duque, siendo la “títere” del expresidente y expresidiario, entonces
continúe con sus peleas en tuiter, porque lo que menos querrá escuchar el
latifundista antioqueño son propuestas de una mujer.
Imagen tomada de Pulzo.
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