Por Germán Ayala
Osorio
Más allá del anuncio del presidente
de la República de entablar denuncia penal contra la cantante Marbelle (Maureen
Belky Ramírez Cardona) por el hostigamiento hacia Antonella, su hija menor, el
caso expone con enorme crudeza y claridad la insondable animadversión que
siente la artista hacia la figura presidencial. Odio que le permitió meterse
con una niña de 15 años, dejando ver su nula sororidad, arribismo y su clasismo
pues, en su trino, no solo despreció la vida de los habitantes de calle que almorzaron
en la Casa de Nariño y posaron con Antonella Petro, sino la propia de la hija
del jefe del Estado, a la que incluyó en el mundo de los excluidos, asociando y
reduciendo su existencia a un asunto estético, pues, para Belky Ramírez ser
indigente, vivir en la calle, o haber sido
habitante de la calle, le resulta repulsivo, sucio y desagradable.
Para Maureen Belky es repugnante
la condición humana de los andrajosos, porque ella, gracias a un éxito musical y
a sus ideas políticas, logró ser aceptada en el mundo de la farándula en el que
lo humano suele quedar reducido a la apariencia, al falso glamur y a la
valoración de la mujer exclusivamente por su belleza física. No es la primera
vez que Marbelle ataca en las redes sociales a la hija menor del presidente de
la República. En otra ocasión, se burló del tamaño de los ojos de Antonella. “Ojibrotada”,
la llamó.
La violencia discursiva que ejerció
Marbelle en contra de la hija de Petro está inexorablemente asociada a las burlas
que muy seguramente sufrió en los inicios de su carrera artística. Es más, en
la misma red X, otras mujeres la atacan por su aspecto físico, descalificándola
de tal manera, que la tratan de “basura”. En unas y otras, la sororidad no existe.
Lo dicho por Marbelle constituye
una bajeza y la expuso como una mujer miserable, ruin y abyecta. La cantante,
uribista pura sangre, tiene todo el derecho a disentir del gobierno de Petro y
de sus decisiones, pero como mujer, en una sociedad machista y misógina como la
colombiana, en la que a diario son atacadas, manoseadas y violadas, se esperaría
respeto y solidaridad con una niña.
Es comprensible la reacción del
presidente de la República. Prospere o no la demanda, lo sucedido debería de
servirnos para entender que el odio visceral, por razones ideológicas y políticas,
y la nula formación política, basada en la no lectura de libros, pueden llevarnos
a comportarnos como lo viene haciendo la cantante. Marbelle debe revisar muy
bien de dónde viene y gracias a qué, está donde está: un mundo de apariencias,
en el que lo estético suele servir para tapar las cochinadas en las que suelen
moverse artistas, modelos y políticos.
Imagen tomada de Publimetro.
Pareciese que puede más el odio que la empatía y que seguramente olvidó sus malos tiempos, tiempos aquellos que la llevaron a ser la mujer que es ahora. Jamás estará bien ser verdugo de nuestra mismo género, porque __yo me acuso__ no ser empática con ella.
ResponderEliminar