Por Germán Ayala Osorio
La captura con fines de
extradición de Geovany Andrés Rojas, conocido como la “Araña”, miembro de la
Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano constituye un reto político para el presidente
Petro en dos frentes: el interno y el externo.
En lo que tiene que ver con el
primer frente político, el presidente debe valorar muy bien el impacto que producirá
en la mesa de conversación con esa disidencia si toma la decisión de autorizar
el envío de la “Araña” a los Estados Unidos, país que ya radicó su solicitud en la Cancillería colombiana.
Así las cosas, el frente externo revive y hará recordar al país el rifirrafe con el presidente Trump por el asunto de la criminalización de los deportados colombianos y la pretensión del gobierno estadounidense de devolverlos a Colombia encadenados. Ante esta situación, no sería responsable que el presidente asumiera el pedido de extradición como una forma de entorpecer la pacificación del país de parte del gobierno de Trump por varias razones a saber: la primera, porque se trata de una disidencia que no constituye un riesgo para la seguridad nacional; la segunda, porque la pérdida del carácter político de los grupos armados organizados que insisten en llamarse guerrillas es evidente y concluyente: le están apostando a consolidar sus economías ilegales. Si Petro autoriza el envío a los Estados Unidos de la “Araña”, la Casa Blanca lo asumiría como un gesto positivo conducente a recuperar la confianza en las ya afectadas relaciones bilaterales.
Lo primero que tendrá que dilucidar el presidente Petro es si se trata o no de un entrampamiento. En particular, considero que no lo hubo y que más bien se trató de una falta de coordinación entre las ramas Ejecutiva y Judicial al momento en el que se iniciaron las conversaciones de paz con la estructura Comandos de Frontera que lidera Rojas. Eso sí, no se puede descartar que Rojas haya decidido jugar a dos bandas: a la paz y a continuar delinquiendo.
Petro no puede caer en una sobrevaloración política de esa mesa de diálogo cuando la realidad es que la Paz Total es un fracaso por el maximalismo con el que fue asumida y porque tanto las disidencias farianas como el ELN dejaron de ser guerrillas para convertirse en estructuras armadas con un carácter pre político fruto de su inmersión total en las economías ilegales que les quitaron el ropaje político que en el pasado les sirvió para legitimar procesos de paz. El mismo presidente Petro los llamó "traquetos vestidos de revolucionarios", clara expresión de la desconfianza que al gobierno les produce la "voluntad de paz" de esos grupos armados ilegales.
Si se produce la extradición a los Estados Unidos de alias la “Araña”, la estructura armada que está detrás podría asumir la situación de su líder militar como un simple traspiés. Así las cosas, la captura y posible envío a USA del comandante constituye también un reto político para los Comandos de Frontera. Pararse de la mesa de diálogo con el gobierno después de autorizada la extradición confirmaría que no están listos aún para firmar la paz. No creo que estén en la capacidad de reconocer, dado el caso, de que Rojas efectivamente siguió delinquiendo.
Cuando las Farc-Ep estaban
conversando con los plenipotenciarios enviados por el entonces presidente Juan
Manuel Santos se produjo el asesinato de Alfonso Cano en condiciones de
indefensión. A pesar de la pérdida que representó en ese momento la caída de
Cano, el Secretariado decidió continuar con el proceso de paz. Al final,
firmaron el armisticio.
Si Petro toma la decisión de firmar la extradición de Rojas, las condiciones de orden público no empeorarán más de lo que ya está viviendo el país en el Catatumbo y el Chocó. Una eventual cancelación de la mesa de diálogo con esa estructura armada ilegal solo confirmaría que efectivamente la “Araña” estaba delinquiendo y que las conversaciones de paz las asumieron como un distractor político. Además, el ambiente pre electoral le podría convenir al gobierno al mostrarle al país firmeza frente a unos delincuentes que usan el ropaje "revolucionario" para burlarse de los colombianos.
Si por el contrario niega la extradición, Petro volvería a darle la oportunidad a Trump y a la derecha colombiana y a sus medios hegemónicos de robustecer la narrativa electoral que indica que el país en el 2026 debe elegir a un mandatario “amigo de los Estados Unidos, esto es, responsable y diplomático”. Se suma a lo anterior el riesgo que representa no firmar la paz con ese grupo, por el poco tiempo que le queda a Petro en la Casa de Nariño. ¿Valdrá la pena arriesgar tanto?
Foto tomada de El Espectador. Foto: AFP - WINSTON VIRACACHA