miércoles, 25 de junio de 2025

LO QUE HAY DETRÁS DEL “PLAZOLETAZO” DE LA ALPUJARRA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En la polémica que desató que varios jefes de bandas criminales compartieran tarima con el Jefe del Estado hay mucho de doble moral, oportunismo y cinismo, y por supuesto el agrio enfrentamiento ético-político entre el alcalde de Medellín y Petro que se acrecienta por el interés del segundo de consolidar sin el concurso del primero el proceso de paz urbana en la capital de Antioquia, así como el terror que le produce a Federico Gutiérrez escuchar decir  a bandidos como alias “Douglas y Pesebre” que ellos en el pasado tuvieron interlocución y brindaron apoyo político durante su primera administración. “José Leonardo Muñoz Martínez, conocido como alias Douglas, señalado cabecilla de la Oficina de Envigado, fue reconocido como vocero principal de las Estructuras Armadas Organizadas de Crimen de Alto Impacto de Medellín y el Valle de Aburrá (Antioquia) por parte del Gobierno colombiano”.

Por supuesto que detrás del llamado “plazoletazo” de la Alpujarra están los medios hegemónicos y los periodistas vedettes que lideran de tiempo atrás el proceso de deslegitimación del gobierno nacional y la inoculación de la narrativa que indica que el país está sumido en el caos o como dijo el expresidente Santos: el país es un barco a la deriva. Presentar a Petro como amigo de los bandidos sirve mucho a quienes insisten en generar un ambiente de incertidumbre en el país, con expresiones catastrofistas como las del expresidente Santos.

Por supuesto que la “invitación” de los temidos líderes de las bandas delincuenciales que operan en Medellín al entablado de la Alpujarra fue un acto político y electoral en el que es posible apreciar dos objetivos presidenciales: el primero, enrostrarle el proyecto de paz urbana al alcalde Federico Gutiérrez, lo que supone negar su participación por ser parte interesada a juzgar por lo dicho por alias Douglas; y el segundo, atado al primero, develar la verdad de las relaciones entre clase política y dirigente de la ciudad de Medellín con los jefes de las estructuras delincuenciales, en particular con la Oficina de Envigado. Eso sí, no se puede negar que la presencia de los condenados criminales en la tarima es una provocación política de parte de Petro, a quien en la recta final de su mandato parece importarle muy poco lo que diga la prensa tradicional.

Hay enormes diferencias entre el evento de la Alpujarra y la presencia de Mancuso y la de otros líderes paramilitares en el Congreso para hablar de paz; de la misma manera, resulta incomparable la entrada por los sótanos de la Casa de Nariño y de otras instalaciones oficiales de alias Job y de “Douglas y Pesebre”. Además, resulta a todas luces exagerada la reacción de Fico Gutiérrez frente al acto político: “Se trata de una amenaza directa al Estado de derecho, a la democracia y a mí… es un mensaje de guerra”. Si bien Petro es el presidente de la República y es el responsable del orden público en todo el territorio nacional, su interés en consolidar procesos de pacificación urbana sigue estando ancorado a las investigaciones y denuncias de la connivencia entre clase política y estructuras mafiosas que hizo durante el tiempo que fungió como Senador de la República. Petro, como ningún otro mandatario, conoce las viejas relaciones entre clase política y empresarial con el hampa organizada (paramilitares) y las bandas delincuenciales que operan en ciudades como Cali y Medellín.

Por cuenta del “bloqueo institucional” orquestado desde el Congreso y el distanciamiento del presidente con los sectores del Establecimiento con los que intentó cogobernar, Petro hace rato dejó de actuar como lo hicieron sus antecesores. La llegada de Petro a la Casa de Nariño puso en crisis el modelo de jefe del Estado que por años les sirvió a los agentes más poderosos del Establecimiento: presidentes de la República serviles, cautos, manejables, diplomáticos y respetuosos de las sempiternas correlaciones de fuerzas, en particular aquellas con las que por largo tiempo se garantizó la operación privatizada y mafiosa del Estado en beneficio de una élite clasista, racista y feudal.

Así entonces, Petro sigue subido al faro moral que él mismo encendió durante su paso por el Congreso. Sus alusiones a esta etapa moralizante de su vida pública son constantes. Recordemos este trino del 2024 del presidente Petro: “Hice en el debate sobre el paramilitarismo en Antioquia en el año 2007, la denuncia, región por región, de los grupos de convivir" creados por el gobernador y como se transformaron en el paramilitarismo subsiguiente. Llenaron a Antioquia de sangre y de víctimas. Uno de esos grupos se llamó “los 12 apóstoles" porque el sacerdote de Yarumal, a través de la confesión de sus fieles, obtenía la información de gentes de izquierda y lo enviaba al grupo que los asesinaba. Mencioné la hacienda La Carolina y al señor Santiago, como su jefe. Mi familia tuvo inmediatamente que exiliarse y fui víctima de la intervención ilegal de mis conversaciones, a través del DAS. Le ordenaron a parte de mi escolta del DAS vigilarme cada segundo y pasar informes”.

Al final, el llamado “plazoletazo” de la Alpujarra no es más que la consolidación del enfrentamiento entre el uribismo y Petro, lo que supone incomodar con la paz urbana a los alfiles del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez: el gobernador de Antioquia y el alcalde de Medellín.



douglas y pesebre en la alpujarra al lado de Petro - Búsqueda Imágenes

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