Por Germán Ayala Osorio
En la inauguración de la Copa América la organización del evento deportivo permitió que un par de pastores leyeran, en inglés y español, una corta pero emotiva alusión a Dios o al Señor Jesús. Con frases como "Dios bendiga a América" y el "mensaje de Cristo es de paz y perdón" los enviados de dios en la tierra sorprendieron a más de uno con la invitación a creer y a confiar en la palabra divina.
Desconozco si los periodistas deportivos colombianos que exigen a sus colegas no meterle política al deporte, hicieron algún comentario a lo sucedido durante la ceremonia de apertura del torneo continental que en esta oportunidad se realiza en territorio de los Estados Unidos de América. Imagino que no, porque muy seguramente la FIFA o las cadenas radiales y televisivas previamente les hicieron la "recomendación" de guardar silencio ante la piadosa inclusión (o intromisión) de la Fe en un evento que presenciaron millones de seres humanos en el continente americano y otros tantos millones en el resto del mundo. Una ceremonia deportiva que se da en medio del genocidio en Gaza contra el pueblo palestino, perpetrado por el ejército sionista del Estado de Israel. El fútbol debe servir para ocultar la barbarie y la estupidez humana a gran escala, parece ser el mensaje.
A pesar de la llamativa presencia de los mensajeros de Cristo, no se puede negar que el fútbol está atravesado como ningún otro deporte espectáculo por la política y la religión. La FIFA, en su ejercicio como órgano rector del fútbol mundial es un poderoso actor político capaz de incidir en decisiones al interior de los Estados miembros, en particular aquellas decisiones que intenten minar el poder de ese monstruo extraterritorial, adoptadas por jueces, mandatarios locales y por supuesto, por los presidentes de la República. En consecuencia, el balompié está inexorablemente atado al poder político.
Son muchas las figuras de ese deporte que agradecen a "Dios" por haberles dado la gracia de hacer goles, ganar partidos, de permitirles jugar o por haberse recuperado de una lesión, entre otras tantas "razones" atadas a la fe individual y colectiva. En las entrevistas, los jugadores suelen decirlo sin ninguna prevención: "primero, gracias a Dios..." repiten sin cesar los más creyentes. Otros se persignan antes de entrar a la cancha. Otros miran al cielo en señal de agradecimiento y admiración. De igual manera los hinchas se encomiendan a su santo de devoción o de manera directa al Señor para que les ayude a conquistar un título. Todas esas expresiones y demostraciones de la fe individual arrastran la intención de universalizar (imponer) una idea única de Dios. No hay lugar al politeísmo y mucho menos se puede permitir creer en otra deidad. Por supuesto que el derecho a no creer o a dudar está proscrito.
La presencia de los dos pastores en la inauguración de la Copa América podría atarse a los intereses de los sectores más conservadores de los Estados Unidos, interesados en mostrarse como una nación piadosa, creyente y sobre todo, que promueve la paz en el mundo tal y como lo predicó Jesús, según la narrativa de la iglesia Católica, una multinacional tan poderosa como la propia FIFA. Claro, se trata de una paz sepulcral, resultado del genocidio que el propio gobierno de Biden patrocina al brindarle todo el apoyo político, económico y militar a su socio Israel, el Estado que está detrás del objetivo de borrar de la faz de la tierra al pueblo palestino.
El mensaje de los dos pastores era para el resto del mundo y no tanto como una forma de bendecir al fútbol, a los jugadores, técnicos y las selecciones. Lo sucedido ayer se compara, en la intención de universalizar una única verdad, cuando después de los ataques del 9/11 en territorio americano, de inmediato el presidente Bush lanzó una "cruzada contra el terrorismo". Así, entonces, en la inauguración de la Copa América se usó el fútbol y ese especial momento, para universalizar la existencia de un Dios para Occidente. Un Dios que se opone a Alá y a cualesquiera otra deidad que un pueblo en el mundo se atreva a exponer como guía espiritual. Esa decisión es política y es al mismo tiempo, un acto de Fe. Y todos sabemos que ante la Fe no hay la posibilidad de razonar, pues la razón misma se torna débil.
Como invención humana, cualquier idea que se tenga de Dios siempre estará conectada con la política, el poder, y por supuesto, con la Fe, como hilo conductor; y qué mejor si se usa un deporte de masas como el fútbol, para invocar la presencia de esa deidad y garantizar su existencia a través de un único relato universal y universalizante que representa al siempre piadoso y bienintencionado Occidente.
Adenda: imagino que los problemas con el sonido que se presentaron durante el show del artista colombiano no fueron cosas de Dios, sino de un inolvidable error técnico.
Imagen tomada de Youtube.com