Por Germán Ayala Osorio
Aunque por estos tiempos las posturas editoriales de los grandes medios escritos ya no tienen la fuerza política con la que en otras épocas hicieron tambalear gobiernos y ministros, los recientes editoriales de El Tiempo y El Espectador dan cuenta de dos interpretaciones distintas de la decisión de los gringos de incluir en la Lista Clinton al presidente Petro.
Mientras que el diario capitalino
en manos del banquero Sarmiento Angulo legitima los calificativos de líder
mafioso y matón que usó Trump para referirse al presidente Petro, El
Espectador, de la familia Santo domingo, pero manejado periodísticamente por
miembros de la familia Cano, considera desproporcionado y una insensatez llamar
a Petro líder y defensor de narcotraficantes.
Se trata de dos posturas editoriales
(políticas) que explican que la enemistad de Petro con el poderoso banquero le
impide a la dirección de El
Tiempo contradecir o fustigar los señalamientos de los Estados Unidos que
claramente ponen en tela de juicio la honorabilidad del presidente Petro y por
esa vía se intenta debilitar su gobernabilidad. Veamos apartes de los textos
editoriales. Empecemos por los titulares.
El Tiempo tituló Por el país,
desescalar. Antes de adentrarse en la lectura de la nota editorial el
lector puede imaginar que se hará referencia a conceptos claves que están
detrás del conflicto entre Trump y Petro: soberanías, popular y estatal e
incluso la dignidad presidencial. Pero no. “Luego de las sucesivas
provocaciones del presidente Gustavo Petro, entre ellas la de salir a una calle
de Nueva York a incitar a la sedición a militares estadounidenses pidiéndoles
desobedecer al presidente Donald Trump, este último no solo respondió calificando
al mandatario colombiano como “líder del narcotráfico” y “matón”,
sino que ordenó el recorte total de la ayuda a nuestro país y la continuidad de
su ofensiva militar contra embarcaciones señaladas de transportar cocaína”.
Fustigar a Petro por lo dicho en
Nueva York es válido política y periodísticamente en la medida en que se trató
de un garrafal error
el haber exhortado a los militares gringos a desobedecer a su comandante en
jefe, el presidente Trump. Al referirse a la inclusión en la Lista Clinton, el
editorial de El
Tiempo se abstiene de cuestionar la decisión. “Es la primera vez que un
mandatario colombiano queda sujeto a unas sanciones que tienen consecuencias en
el sistema financiero global e implican la existencia de una presunta
vinculación a empresas, gobiernos o personas relacionadas con el narcotráfico o
el lavado de activos. Reconociendo lo que representa esta severa
medida, debe decirse que el Presidente colombiano tiene el derecho de
defenderse en todas las instancias judiciales y diplomáticas disponibles, como
en su momento lo han hecho empresas y personas que han sido incluidas en este
registro. Conocer con claridad todas las evidencias que sustentan la decisión
es un asunto que requiere el máximo tacto y rigor en el tratamiento”. El
mencionado texto termina con esta idea: “Lo que está en juego no es solo
la honra de un mandatario, sino la estabilidad de una relación binacional que
ha sido columna vertebral del desarrollo del país”.
Ahora revisemos el editorial de
El Espectador. Desde el título, el editorial del diario de los Cano expone en
gran medida cuál será el sentido de la nota: Incluir al presidente Petro en
la lista Clinton es una insensatez es el titular. En los primeros
apartes del texto de opinión institucional se lee con claridad el rechazo del diario
bogotano a la irresponsable, grosero e insultante señalamiento en contra de Petro,
que golpea la imagen del país.
“El anuncio del viernes
pasado, en el que se incluye al presidente de la República, Gustavo Petro, a
miembros de su familia y al ministro del Interior en la llamada lista Clinton es
confuso, incomprensible y solo puede entenderse como un paso más en el
conflicto de egos que emprendió el presidente estadounidense con el colombiano.
Sin que esto signifique que validamos las muchas irresponsabilidades retóricas
que ha cometido nuestro mandatario, es notable que no se presentó prueba
alguna por el gobierno estadounidense para esa decisión. Estamos presenciando
una agresión contra un país entero por decisiones tomadas democráticamente”.
Las diferencias entre las dos
posturas son claras y se explican porque El Tiempo es un actor
político que le hace oposición al gobierno siguiendo instrucciones de su
propietario, el banquero Sarmiento
Angulo. El Tiempo lidera la cofradía
de empresas mediáticas que de manera artera atacan al gobierno Petro con fines
desestabilizadores de la mano de las fuentes que consultan a diario, casi todas
asumidas como detractoras y enemigas del presidente de la República.
Aunque en precisos momentos El Espectador
también hizo parte de esa perversa y peligrosa congregación
mediática, el editorial en mención puede entenderse como una breve toma de
distancia de esa congregación política que ya generó una profunda crisis de
credibilidad en la prensa nacional.
El Espectador insiste en los cuestionamientos
iniciales a la medida desproporcionada adoptada por el Departamento del Tesoro
de los Estados Unidos: “La designación de alguien como protector del
narcotráfico no puede ocurrir por el intercambio de adjetivos entre presidentes
en redes sociales. Entonces, ¿hay evidencias de que el presidente ha
sido cómplice de los grupos criminales en el país? El periodismo colombiano no
ha encontrado algo así. Mucho menos la justicia. Sí, la producción
de cocaína está disparada, pero no es que el Estado colombiano se haya quedado
cruzado de brazos. El aumento del número de hectáreas cultivadas comenzó en
gobiernos anteriores, lo cual solo muestra que es un problema complejo. Decir
que la “paz total” -por muchas críticas que le puedan caber en su concepción-
es un esfuerzo criminal significaría que los gobiernos nacionales no pueden
buscar acuerdos que lleven a desmovilizaciones y que ayuden a bajar las tasas
de violencia. Si Estados Unidos tiene información que no conocemos en
Colombia, haría bien en compartirla. Mientras tanto, este acto se siente
como un abuso de poder más y una falta de respeto a la democracia colombiana.
En vísperas de elecciones, ningún país debe buscar intervenir en la autonomía
de nuestro proceso electoral. ¿Dónde están las voces sensatas dentro de la diplomacia
de la Casa Blanca?
Estamos frente a dos disímiles posturas
editoriales. La de El Tiempo se puede calificar de cipaya, muy en la línea del
banquero, sancionado
económicamente por las autoridades americanas por los actos de corrupción en la
construcción de la ruta del sol 2; mientras que la de El Espectador deviene con
un tono cargado de dignidad política y periodística frente al poder intimidante
del convicto presidente de los Estados Unidos.