domingo, 4 de febrero de 2024

PERIODISTAS SERIOS EN MEDIO DE LA CRISIS DE CREDIBILIDAD DEL PERIODISMO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hasta antes de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño, las casas periodísticas tradicionales gozaban de una generalizada credibilidad, fruto, en muchos casos, de la no existencia de medios alternativos y por supuesto, de la incapacidad de una parte importante de las audiencias de confrontar o entender sus siempre parcializadas narrativas periodísticas, cargadas de intereses políticos.

Con la irrupción de las redes sociales, medios como El Tiempo, El Colombiano, El Espectador, Semana y un número importante de informativos radiales y televisivos perdieron poder de penetración en las audiencias, en particular en los jóvenes universitarios. Aunque no se puede negar que aún imponen sus agendas y ponen al país a hablar de lo mismo cada vez que se ponen de acuerdo para minimizar hechos noticiosos poco favorables a los intereses corporativos que defienden.

La llegada del primer presidente de izquierda obligó a los propietarios de los medios masivos tradicionales a tomar partido y a exhibir sin tapujos sus intereses corporativos y políticos. Ejemplo de ello son El Tiempo, del banquero Sarmiento Angulo y Semana, de los Gilinski, convertidos hoy en agentes de la Oposición política. El Colombiano juega también en la arena política como un agente de poder regional desde donde se hace oposición al actual gobierno. Todos tres, junto con otros, hacen periodismo militante.

En varias ocasiones, las informaciones entregadas por estos medios fueron desmentidas o matizadas por el propio presidente Petro. Hay que decir que han caído en la dolosa práctica de las fake news, y en tratamientos periodísticos sesgados o alejados de los principios éticos de sus propios manuales de redacción y actuación.

Bajo esas circunstancias, varios periodistas considerados como “vedettes” del periodismo nacional terminaron enfrentados políticamente.

Daniel Coronell es un periodista judío que jamás comulgó con las prácticas de Álvaro Uribe Vélez y las que este logró extender a través de lo que se conoce como el uribismo, especie de doctrina política seguida por personajes como Iván Duque Márquez, el fiscal Francisco Barbosa Delgado, empresarios, militares, artistas, políticos y millones de ciudadanos del común que siguen de manera fiel al mesías paisa; se suman a esa congregación,  una docena de periodistas que se mantienen en los grandes medios porque demostraron admiración hacia el caballista y latifundista nacido en Salgar. Otros, simplemente, actúan con una gran dosis de pragmatismo para mantener el trabajo. Unos fungen como directores de noticieros de televisión, otros como conductores de programas radiales. Valga señalar a medios como La FM y Blu radio, en cabeza del infantil de Luis Carlos Vélez y el fatuo de Néstor Morales.

Las indagaciones, denuncias y columnas de Coronell, en contra del expresidente y hoy expresidiario, Álvaro Uribe Vélez, se explican por una vieja disputa jurídica entre los dos. Desde su salida de Semana, Coronell tomó distancia de Vicky Dávila, periodista de derecha, afín al ideario del expresidente antioqueño y de Barbosa Delgado. Incluso, la vieja amistad entre los dos comunicadores quedó hecha añicos por las notables diferencias éticas en el ejercicio del oficio.

A la par del trabajo de Coronell, de desnudar las andanzas y cochinadas de todo lo que rodea a Uribe Vélez, aparece Yohir Ackerman, quien, a través de sesudas columnas, logra exponer las divagaciones y mentiras del fiscal Barbosa, miembro activo de esa cofradía que se conoce como uribismo.

En otra mesa, pero con el mismo afán de investigar y encontrar la verdad, aparece el periodista Gonzalo Guillén quien conoce la trayectoria criminal, según él mismo, de Uribe Vélez desde cuando este fue director de la Aerocivil. Guillén tiene especial interés en denunciar a criminales de cuello blanco. Y al igual que Coronell y Ackerman, sus investigaciones están al servicio de develar todo lo oscuro que se produce al interior de eso que se llama uribismo.

Así las cosas, y a pesar de los buenos oficios de los periodistas aquí reseñados, el país político, académico y periodístico asiste a la más grave crisis de credibilidad de la gran prensa colombiana. Se constata, por ejemplo, que El Tiempo pasó de ser un periódico liberal e históricamente gobiernista, a ser un medio derechoso, interesado en deslegitimar a diario al actual gobierno, por cuenta de las diferencias ideológicas y ético-políticas que separan a Sarmiento Angulo con el presidente Petro. Entre tanto, Semana pasó de ser una prestigiosa revista de investigación y opinión, a servir a los intereses oscuros del fiscal Francisco Barbosa, quien usa a la revista para filtrar información delicada de procesos penales.

En el 2026, cuando Petro entregue el poder, la crisis de credibilidad de la gran prensa en Colombia no cesará de crecer, pues enfilarán sus baterías para que sus mecenas recuperen el poder que la izquierda les arrebató en franca lid.

Termino recordando un par de frases célebres de Ryszard Kapuscinski que bien sirven para comprender todo lo malo que pasa hoy con el periodismo y los periodistas colombianos: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos”.


Adenda: resalto el trabajo de medios como Revista Raya, Cuestión Pública, El Unicornio, La Oreja Roja y el del periodista Julián Martínez y, claro, el de Noticias Uno. 



Imagen tomada de la red internet. 

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