Por Germán Ayala Osorio
Más allá de la carpeta y la imagen generada
por la IA en la que aparece el presidente Petro vestido de naranja, la “Doctrina
Trump” no existe como una nueva idea o un novedoso conjunto de ideas políticas
encaminadas a favorecer a la región, obedece más bien a los viejos planes injerencistas
e intervencionistas de los Estados Unidos a lo largo de la historia de sus
relaciones exteriores, con un agravante: no está atada a razones políticas
surgidas de lecturas razonables de actuales coyunturas o quizás de ejercicios prospectivos
alrededor de para dónde va el mundo y en particular este hemisferio, sino a los
caprichos personales de un presidente convicto egocéntrico, violento, homofóbico,
xenófobo y patrocinador del genocidio en Gaza perpetrado por Israel contra el
pueblo palestino. Como experimento, lo hecho en Gaza es el norte, el sustento ideológico
y la idea étnico-cultural de la llamada “Doctrina Trump” que bien puede
aplicarse en cualquier momento en América del Sur. Por lo anterior se trata de
un plan prepolítico fundado en el desprecio de todo lo que huela a inmigrantes
latinos y a pueblos ancestrales vistos como “enemigos” del desarrollo y del único
modelo económico, social y político que inspira a la élite tradicional
colombiana: el de la gran plantación.
La “Doctrina Trump” es
reaccionaria, supremacista y militarista que me hace recordar al Plan Lasso que
se aplicó en Colombia, pero, eso sí, “recargado” en o por la figura de Gustavo Petro y bajo
la batuta del presidente de los Estados Unidos, Marco Rubio y la bancada republicana
en el Congreso de la que hacen parte congresistas de origen colombiano como
Bernie Moreno,
enemigo de Petro y de la mayoría de los colombianos.
Ese “renovado” Plan Lasso está
fundado en el regreso del fantasma del “socialismo” y de la lucha que la
derecha colombiana y gringa quieren dar combatiendo y “destripando” a partir
del 2026 a todo lo que huela a progresismo y petrismo porque hay un “poderoso
líder capaz de irrigar por todo el mundo” esas dañinas ideas socialistas y
comunistas. Sin haber tocado el modelo económico en el país, Petro es visto
como una “amenaza” para los Estados Unidos. No es, por ningún motivo, una nueva
Alianza para el Progreso, pensada para “desarrollar” económicamente a los países
de América Latina, sino para mantener las condiciones oprobiosas de colonias
sometidas gracias en gran parte al carácter cipayo de sus élites.
Por supuesto que se trata de una
lectura amañada de los gringos y en particular de Trump
y Rubio, dos fanáticos que están convencidos de que volverán “a hacer grande a
América” insistiendo en el viejo modelo de intervenciones e injerencias en los
asuntos internos de los países que hacen parte de su enorme “patio trasero”.
Olvidan que China está ahí a la expectativa, pero, sobre todo, interesada en
hacer negocios con América Latina. La Ruta de la Seda asusta a quienes por más
de 30 años se dedicaron a generar conflictos y guerras por todo el mundo, mientras que la China desarrollaba
tecnología, sacaba a millones de chinos de la pobreza e inundaba al planeta con sus manufacturas.
Las peticiones de intervención,
solicitudes de sanciones económicas y quizás el derrocamiento del gobierno
Petro caracterizan muy bien a lacayos como los expresidentes colombianos Uribe,
Pastrana, Santos y Duque, a empresarios y congresistas uribistas que insisten
en que el país “se volvió socialista”, confundiendo las apuestas políticas y
económicas del actual gobierno atadas a los fundamentos de lo que se conoce
como progresismo.
Estos personajes e incluso varios
precandidatos presidenciales guardan silencio cómplice frente a la imagen de
Petro vestido de naranja. No salieron a defender las instituciones y la
institucionalidad como es costumbre por una razón fundamental: el presidente
Petro les arrebató la Casa de Nariño, tocó sus intereses, confrontó sus políticas
y expuso sus equivocaciones en materia macroeconómica y lo que es peor, los amenazó
con “tirarles el pueblo encima”. Ese mismo pueblo que, reducido al mundo de la opinión pública (publicada), siempre fue manipulado por la prensa hegemónica atada a los intereses de la sempiterna clase política (élite) tradicional.
En parte lo que está sucediendo
hoy con las relaciones USA vs Colombia es responsabilidad del presidente Petro por haber llevado
al plano personal su relación con el convicto Donald Trump. Trump es un criminal, y con los criminales se establece otro tipo de relaciones y más cuando uno de esos está sentado en la Casa Blanca. Y no se trata de
hincarse frente al carcamal gringo: bastaba con haber reaccionado con sagacidad,
aplomo y madurez pues en el fondo lo que hoy está en riesgo es la continuidad
del proyecto progresista por los miedos y los odios que desató dentro del país
y en el Salón Oval desde donde despacha el más peligroso Sheriff de la
historia reciente de los Estados Unidos.