Por Germán Ayala Osorio
Con la sorpresiva alza del
salario mínimo el gobierno de Gustavo Petro termina el año propinando un golpe
político-electoral a una oposición que actuó desde la ceguera moral de la que
hablan Bauman y Donskis (2019) y de la mano de las históricas y normalizadas
actitudes y discursividades adiafóricas propias del proyecto modernizador
“blanco” que ve con prevención y resquemor la vida de millones de pobres.
Se trata de una decisión que se
mueve entre discusiones conceptuales y teóricas de la economía (neoliberalismo
y la doctrina Keynesiana) y el cálculo político-electoral de un gobierno que
nuevamente le apostó a poner en la agenda social las mezquindades de una clase
empresarial que convirtió a sus agremiaciones en trincheras ideologizadas más
cercanas a las lógicas de los partidos políticos que a las de unos actores
económicos de la sociedad civil de los que una sociedad tan desigual como la
colombiana esperaría sensatez y una visión de país que supere la actual
coyuntura política. Fenalco y la Andi fueron manejadas por sus presidentes como
parapetos clasistas desde donde se atacó el proyecto de reivindicación popular
que encarna Petro.
Varios analistas lo advirtieron:
frenar las reformas en el Congreso, atacar al presidente Petro como persona y
cuestionar su masculinidad desde anacrónicos e hipócritas marcos morales e
insistir en la ya manida narrativa del “neocomunismo-castrochavismo-socialismo”
para lo único que sirvieron fue para que Petro convirtiera la Casa de Nariño en
una trinchera desde donde disparó decretos con fuerza de ley. De esa forma enfrentó
las derrotas en el congreso de varias de sus iniciativas, tumbadas
caprichosamente sin mediar discusión conceptual alguna.
Muy seguramente el impacto
económico del alza del 23,7% del salario mínimo lo recibirán las pequeñas y
medianas empresas, sometidas a una carga impositiva que el propio Congreso se
opuso a revisar y disminuir solo por ir en contra del gobierno Petro. Le corresponderá
al próximo gobierno tramitar ante- ojalá ante un renovado Congreso- medidas que
alivien la onerosa carga de impuestos sobre las pymes y MiPymes.
En pocas horas llegará el 2026.
El gobierno llega con la ventaja electoral que le proporciona la felicidad de
millones de trabajadores que hoy celebran a rabiar el aumento de 300 mil pesos
en el salario mínimo.
La derecha llega dividida y
atomizada por culpa de sus propios errores y mezquindades, pero, sobre
todo, por la torpe visión de país que siguieron ofreciendo los expresidentes Álvaro
Uribe Vélez, Andrés Pastrana, César Gaviria y el insulso de Iván Duque Márquez,
fichas decadentes de un Establecimiento liderado por banqueros que se
acostumbraron a poner sus propios títeres en la Casa de Nariño para privatizar
la operación del Estado.
La prensa corporativa tiene su
cuota de responsabilidad en el complejo escenario electoral en el que se moverá
la derecha: sin filtros en sus líneas editoriales, la gran prensa mintió,
manipuló, tergiversó y atacó sin piedad al gobierno Petro. Al final, el oficio
y los periodistas perdieron credibilidad, pero, sobre todo, el respeto de
amplios sectores de unas audiencias que fueron comprendiendo de qué se trata el
progresismo, pero sobre todo que entendieron que hay una élite que se acostumbró
solo a mandar.
Imagen tomada de Lo que dicen los gremios, analistas y sindicatos sobre el aumento del salario mínimo para 2026
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