Por Germán Ayala Osorio
Dentro del mundo castrense las
jerarquías, la antigüedad, el tipo de arma y la fuerza a la que se pertenece son
cuatro elementos que suelen despertar competencias y celos entre las unidades
militares y de policía y por supuesto entre las diferentes fuerzas. Esos mismos
cuatro elementos sirven para elevar los egos de los hombres en armas que
compiten por el reconocimiento social, militar y político de sus acciones especialmente
aquellas atadas a los problemas de orden público que deben enfrentar en un país
con múltiples violencias como lo es Colombia.
Con la sorpresiva designación del
Mayor General Pedro Sánchez, de la Fuerza Aérea como ministro de la Defensa los
medios hegemónicos quieren convertir esa decisión discrecional del presidente
de la República en un cisma al interior de las fuerzas armadas y en particular
en el cuerpo militar por razones atadas al grado que ostenta Pedro Sánchez, su antigüedad
en relación con almirantes y generales de mayor o igual graduación.
En el listado de los que ven como
un problema que Sánchez asuma la cartera de Defensa portando aún el uniforme
militar están, por supuesto, todos los enemigos y críticos del actual gobierno:
exministros de la Defensa, el grupo de reservistas que con un plantón al norte
de Bogotá quieren hacerle un juicio político a Petro, expertos en seguridad
nacional y generales en retiro.
Si asumieran de verdad a las
fuerzas armadas como empresas que deben responder a las lógicas de la eficiencia,
la eficacia y la efectividad de sus tareas, la llegada al ministerio de la Defensa
de un general joven y en un grado inferior a quienes fueron sus comandantes, no
tendría por qué ser vista como un problema. Si los oficiales superiores del designado
Mindefensa dejaran de lado los egos castrenses que generan la sumatoria de la antigüedad,
los grados, el tipo de arma y la fuerza a la que se pertenece, aceptarían con
agrado la llegada de un general joven que quizás traiga ideas innovadoras,
estrategias y formas de hacer las cosas para enfrentar los desafíos de seguridad
que afronta el Estado de tiempo atrás y en particular los que aparecen hoy en
la actual coyuntura.
Quizás si pusieran por encima de esos cuatro elementos el amor que dicen profesar por la Patria, la misma obediencia debida y la sumisión al poder civil, entonces aceptarían sin chistar la llegada del general Sánchez a la cartera de la Defensa. Al fin y al cabo, se van a entender con un militar de carrera que conoce los pormenores de la azarosa vida militar y las dinámicas de la guerra, y no con ministros civiles que apenas si saben distinguir los grados y las fuerzas.
Que el brillo de los soles no les
nuble la mirada a quienes juraron defender a los colombianos. De los subalternos
también se aprende. Que la experiencia y los años de carrera no los convierta
en testarudos generales que no quieren reconocer que el general joven que
ayudaron a formar los superó con creces.