Por Germán Ayala
Osorio
El caso de los niños sobrevivientes del siniestro aéreo en
las selvas del Guaviare, nuevamente ponen en evidencia la inquina y la “mala
leche” con la que periodistas como Néstor Morales, de Blu radio, cubren todo lo
que haga o deje de hacer o decir el presidente de la República, Gustavo
Francisco Petro Urrego. Este periodista-estafeta del “viejo” régimen, junto con
otros, se aprovecharon del “papayazo” que el jefe del Estado les dio al
confirmar en su cuenta de Twitter que los menores habían sido rescatados,
cuando realmente ese hecho no había ocurrido.
Al ser desmentido por tropas oficiales que buscan a los
menores, Petro debió borrar el trino. Esto dijo: “He decidido borrar el trino debido a que la información entregada por
el ICBF no ha podido ser confirmada. Lamento lo sucedido. Las Fuerzas Militares
y las comunidades indígenas continuarán en su búsqueda incansable para darle al
país la noticia que está esperando. En este momento no hay otra prioridad
diferente a la de avanzar con la búsqueda hasta encontrarlos. La vida de los
niños es lo más importante”.
Sin duda alguna, el presidente cometió un error. El yerro
presidencial pudo haber partido de la fuente del ICBF que le informó del
hallazgo y del afán del presidente de entregarle al país la buena noticia de
los menores, sin haber confirmado con el equipo militar de búsqueda. Para tranquilidad
del país e infortunio de los periodistas “mala leche”, los niños, al parecer,
están en manos de unos indígenas que salieron en su búsqueda.
Esa prensa que hoy vive pendiente de los costos de los viajes
de Petro y de la vicepresidenta Francia Márquez Mina al África, es la
misma que guardó silencio ante los
también costosos viajes del títere Iván Duque a quien, por protocolo, debimos
llamar presidente de la República. En sus periplos, Duque llevó a su hermano a
acumular millas, sin que se dieran explicaciones de su presencia en las
comitivas; esa misma conducta silente de periodistas como Néstor Morales, cuñado
del arlequín, les permitió callar frente al enorme engaño de Duque cuando le
dijo al país que el criminal Iván Mordisco había sido “dado de baja” y que se
había pagado una millonaria suma de dinero (tres mil millones de pesos) a
quienes informaron del paradero del facineroso. Pasó el tiempo y el señalado
criminal apareció como si nada, hablando de paz, ante la sorpresa de una
periodista que le preguntó una y otra vez si efectivamente él estaba vivo.
Quedó claro que el jefe del Estado, Iván Duque le mintió al país- no se
equivocó como Petro en el caso de los niños. Al final del cuento, apareció el
supuesto occiso. Sobre la entrega de la millonaria recompensa, las dudas que
aún rondan son del mismo tamaño de las certezas que indican que Iván Duque fue
el títere del expresidente y ex presidiario, Álvaro Uribe Vélez.
El país asiste nuevamente al innoble espectáculo de una
prensa y de unos periodistas interesados más en descalificar y deslegitimar al
presidente y a su gobierno, por el solo hecho de tratarse del primer presidente
de izquierda elegido democráticamente. La animadversión que Néstor Morales
siente hacia Petro convirtió a Blu Radio en una trinchera ideológica desde la
que se “disparan” lecturas amañadas de los hechos; interpretaciones perversas
de las decisiones presidenciales y de los discursos del presidente; desde su
privilegiado parapeto, todos los días el periodista lanza consignas negativas,
que más bien parecen hacer parte de una estrategia con la que de tiempo atrás
parece estarse fraguando un Golpe de Estado
Blando; o quizás la acción defenestradora con la que sueña el vociferante
coronel Jhon Marulanda, ex presidente de Acore. Lo peor de todo es que a
Morales le quedan largos tres años para seguir escupiendo su “mala leche” desde
su zanja de opinión. El mismo tiempo le queda al presidente Petro para seguir
cometiendo errores por no confiar en un equipo de comunicaciones que le ayude a
coordinar asuntos como la búsqueda de los niños extraviados en la selva.
Ojalá se confirme que los menores aparecieron y que gozan de
buena salud. Lo que bien pudo terminar siendo un episodio positivo por la
convergencia de buenos deseos y de esfuerzos humanos y técnicos por arrebatarle
los niños a la manigua, se empañó por la “mala leche” de unos periodistas que
extraviaron la eticidad que rodea al oficio periodístico.
Imagen tomada de El País de Cali
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