Por Germán Ayala Osorio
La guerra es un gran negocio. Vil,
pero, al fin y al cabo, negocio. El pago a mercenarios extranjeros hace parte
de las dinámicas de la lucrativa actividad económica, protegida por el orden
internacional en el que se validan y aúpan las guerras internacionales y los
conflictos armados internos, como el que soporta el país desde hace más de 50 años.
Colombia “exporta” de tiempo
atrás mercenarios que ofrecen su experiencia en las fuerzas armadas, a cambio
de pagos en dólares. Se habla de la presencia de mercenarios colombianos en el
conflicto bélico Ucrania-Rusia, cuya duración no depende exclusivamente de los
juegos tácticos y de los triunfos parciales de las fuerzas que combaten, sino
de los mezquinos intereses que rodean a las empresas fabricantes de armas y
pertrechos y a las que contratan a los mercenarios. Y claro, al juego
político-militar de la OTAN, de Rusia, de los Estados Unidos, de Europa y de la
propia China.
Hay que recordar a los
mercenarios colombianos que participaron del crimen del presidente de Haití, Jovenel
Moise. Aunque la aplicación de dicha categoría resulta problemática porque en
ese país, en el momento de los hechos, no existía un conflicto armado interno, llamarlos
así puede resultar equivocado. Las circunstancias que rodearon la contratación
de los nacionales en los hechos que terminaron con el asesinato del presidente haitiano
no son claras, pero comparte con la situación de los colombianos que viajaron a
Ucrania o de otros que en el pasado participaron en otras guerras, el pago de
una recompensa. Nuevamente, el asqueroso negocio y el sucio dinero que se deriva
de la degradante actividad humana.
Quienes deciden viajar en calidad
de mercenarios y defender una determinada causa, suelen llamarlos legionarios,
categoría que sirve de mascarada para minimizar el rechazo que genera el
término mercenario. En una rápida búsqueda en internet, el significado de la
palabra mercenario refiere a “soldado que lucha a cambio de dinero o de un
favor y sin motivaciones ideológicas”. En las mismas condiciones, busqué en
la red y del término legionario se lee esta definición: “Soldado que servía
o sirve en una legión militar. "se trataba de una misión solo para
especialistas, por lo cual solo se enviaron legionarios y paracaidistas".
No se necesita mayor análisis
para comprender que quienes se enlistan para posiblemente morir o desaparecer en
guerras y conflictos ajenos a la perspectiva patriótica atada al lugar de origen,
lo hacen a cambio de una compensación económica, en mayoría de las veces, por
la necesidad de mejorar sus ingresos y la calidad de vida de sus familias.
Maquiavelo, en su obra, El Príncipe,
advierte a la Italia de la época que “si un príncipe basa la defensa de su
Estado en mercenarios, nunca alcanzará la estabilidad o la seguridad”.
Eso sí, tan equivocados los
mercenarios aquellos que van a una guerra solo pensando en recibir un pago,
como aquellos guerreros que hacen lo mismo creyendo que están defendiendo una
causa política, una ideología, una patria, nación o territorio, cuando todas
esas categorías y su aplicación objetiva siempre serán pasadas por el cedazo
del capitalismo y de los dueños del capital. O, simplemente, por el interés y
la pulsión humana de asesinar al diferente, a quienes no piensan como los demás
o, simplemente, a aquel que alguien, de manera caprichosa, elevó a la condición
de enemigo, por miedo a darle la razón. Al final, a unos y a otros, la historia
política les dará el lugar oscuro que se merecen.