Por Germán Ayala Osorio
Después del crimen de Jaime
Garzón Forero el humor político en Colombia quedó huérfano.
No existe hoy una figura con la inteligencia, comprensión de la historia y el
carisma suficientes para emular lo hecho por Garzón Forero.
Sin embargo, Alejandro Riaño, con
su personaje “Juanpis González” y Daniel
Samper Ospina, con su espacio en YouTube llamado Circombia, intentan,
sin lograrlo, acercarse a la sátira y a los “vainazos políticos” que Garzón
sabía lanzar, disfrazados o acompañados de su particular forma de entender y
analizar la política y los hechos propios de las coyunturas noticiosas.
A pesar del reconocimiento alcanzado
por Riaño y Samper, el humor político en Colombia sigue desabrigado por la
singularidad de Garzón y porque lo ofrecido por los dos mencionados humoristas/comediantes
deja mucho que desear para las audiencias acostumbradas al fino humor de Jaime
Garzón Forero.
De los dos, quizás el que mayor rechazo
social acumula en algún sector de la opinión es Daniel Samper Ospina por la
evidente “Petrofobia” desde la que aborda los hechos políticos y las coyunturas
noticiosas. El sobrino del expresidente de la República, Ernesto Samper Pizano,
es un payaso clasista, aporofóbico, racista y con visos de misoginia.
Su obsesión presidencial la intentó
explicar el columnista Jorge Gómez Pinilla: “Si a alguien le diera por
preguntarse a qué obedece que el humorista Daniel Samper Ospina la esté
emprendiendo de manera tan obsesiva contra el presidente Petro, la única
explicación posible es que sus asesores de mercadeo le hayan aconsejado algo
así como <<ocupe ese nicho de mercado, no se salga de ahí, explótelo
de manera sistemática; esto le aporta mucho dinero en monetización>>”.
Después de lo que el presidente Petro
le dijo a Gustavo Bolívar en un evento público, el comediante egresado del
Gimnasio Moderno creó y publicó una imagen del rostro de Bolívar con moretones
en sus mejillas, con la frase “Me pega, pero es por mi bien” (Ver
foto al final).
Las reacciones de rechazo no se hicieron esperar. La congresista Mafe Carrascal, del Pacto Histórico y compañera de Bolívar calificó de irresponsable la publicación porque usa la imagen de otra persona y “ridiculiza las violencias basadas en género. Por ahí no es, Daniel”. Se suma a lo anterior que el “chiste” lo lanza en plena celebración del Día de la Madre y en un país en el que a diario maltrata, violada y asesina a sus mujeres.
Días atrás, el presidente de la República concedió una entrevista a “Juanpis González. Las preguntas comprometedoras del personaje, así como los silencios y las respuestas a medias del jefe del Estado fueron recogidas ampliamente por los medios masivos, en particular por Blu radio, en su afán de consolidar la narrativa que señala que Petro es “vicioso y maricón”, dos circunstancias con las que buscan que el Congreso lo declare indigno para gobernar.
La escritora Carolina Sanín se
apartó del comité de aplausos que conformaron varios periodistas tan “Petrofóbicos”
como Daniel Samper y espetó lo siguiente: “la entrevista con Riaño (Juanpis)
no fue ingeniosa ni graciosa ni irreverente. Fue lesiva, solamente.
Ordinariez ofensiva, sin chiste ni originalidad. Desdibujamiento de los lugares
y celebración de la indignidad por ambas partes. Fue defecar y comerse juntos
el excremento”.
Entre el humor de Samper y Riaño hay
diferencias sustanciales. El del payaso del Gimnasio Moderno está fincado en su
natural clasismo, racismo y aporofobia, mientras que el de Riaño deviene
ancorado en su interés de burlarse de la clase social a la que pertenece su
personaje Juanpis González.
Los asesinos de Jaime Garzón le hicieron un gran daño al país que comprendió su humor político: nos quitaron la risa, mataron el humor y nos dejaron a merced de payasos con ínfulas de humoristas. Los que aplauden a Samper y el mismo comediante le hacen un daño enorme a la seriedad y a la majestad del humor político, así como a la imperiosa necesidad de usar la sátira, la agudeza, el ingenio, la chispa y la ironía para reírnos de todos- sin obsesiones- los que ostentan alguna forma de poder.