Por Germán Ayala Osorio
La entrevista que concedió el presidente de la República al comediante Alejandro Riaño puede ser leída bajo estos tres marcos explicativos: el primero, la desmitificación del poder presidencial, el segundo, el humor y la sátira política y el tercero, desde la coyuntura político-periodística que tiene al propio Petro y a los medios masivos de información sumidos en una confrontación moral y ético-política, atravesada por el clasismo, racismo, homofobia, transfobia y aporofobia de los periodistas vedettes que orientan a esas empresas mediáticas. Justamente, fueron las circunstancias que rodean al tercer marco las que llevaron al jefe del Estado a decirle sí al encuentro con “Juanpis González Pombo”, el grotesco personaje que, a pesar de no existir en la vida real, representa con lujo de detalles a la élite uribizada que durante más de 25 años se consolidó como la más dañina y peligrosa tara civilizatoria de Colombia.
Vamos, entonces, por partes como
diría Jack el Destripador. El encuentro entre Petro y “Juanpis González” lo usó
el presidente para consolidar su apuesta política de quitarle a la institución
presidencial ese señorío usado por la élite política tradicional para que el
pueblo de manera reverencial asumiera el cargo de Presidente de la República como
inalcanzable por la “grandeza” de quienes llegaron, con evidentes tachas
morales y éticas, a ostentar dicha dignidad.
En su rol de caudillo popular Petro
ha expresado su incomodidad de vivir en un Palacio frío, lleno de lujos y que “tiene
una arquitectura que intenta reproducir la aristocracia francesa”. De esa
manera, Petro intenta desmontar las cualidades de una dignidad presidencial con
visos aristocráticos e incluso, con trazas propias de reinos europeos.
Ahora bien, por un lado va la pretensión
del presidente de la República y por otro permitir que “Juanpis González Pombo”
le diga “chanda” y le haya ofrecido perico y trago como una manera de exponer las
adicciones que la prensa bogotana le viene endilgando como parte de la tarea asumida
por los periodistas de Blu radio y La W, entre otros, de deslegitimar su
mandato cuestionando moralmente sus “gustos”, incluidos los sexuales. Dirán
quienes no ven nada de malo en ese pasaje de la entrevista que se trata de una
charla con un “personaje de ficción”, lo que le quita seriedad a lo dicho y a
lo dejado de decir y a la solemnidad propia con la que suelen dar entrevistas
los presidentes de la República. Las versiones y los chismes que circularon en
torno a los “bacanales a los que venía a Cali Julio César Turbay Ayala y sus
llegadas borracho a la casa presidencial” jamás despertaron el interés
periodístico que hoy despierta la vida privada de Petro. Claro, eran los
tiempos del Estatuto de Seguridad y no había redes sociales. Y ni qué decir de
la “homosexualidad” de César Gaviria, que hace parte del imaginario colectivo, “elección”
sugerida por el propio “Juanpis González”.
En lo que respecta al segundo
marco propuesto, hay que señalar que durante la entrevista hubo momentos en los
que Alejandro Riaño parece abandonar a su alter ego, “Juanpis González Pombo” para
fungir como un periodista que se preparó para cuestionar al presidente por los
crímenes perpetrados por las “guerrillas” en contra de líderes sociales y miembros
de la fuerza pública. De cualquier forma, el humor político de Riaño, a través
de su ruin y patético personaje, está pensado más para exaltar sus dotes de
imitador que para orientar y “concientizar” a la opinión pública que consume
sus presentaciones. Eso sí, está lejos de alcanzar el nivel al que Jaime Garzón
llevó el humor y la sátira políticas.
En lo que toca al tercer marco, con
la entrevista el presidente manda un claro mensaje a los periodistas de Blu
radio y otros programas radiales que lo vienen acusando de “drogadicto y maricón”,
fundados en los señalamientos que hicieron María Jimena Duzán y Álvaro Leyva
Durán. Y el recado dice más o menos así: prefiero darle una entrevista a Riaño,
quien votó por el cambio, pero que ha dejado ver su molestia frente al gobierno
por todo lo que ha representado la presencia de Roy Barreras y Armando Benedetti
para el gobierno Petro. Frente a sus adicciones y “gustos” sexuales, el
presidente dejó en los periodistas que lo “graduaron” anticipadamente de “marica
y borracho” más dudas que certezas por la manera en la que “jabonió” las impertinencias
de “Juanpis González Pombo”.
Faltando poco para terminar su mandato, con la entrevista con el personaje que representa con lujo de detalles a la élite uribizada, corrupta y criminal, el presidente Petro se burla y confronta nuevamente la pompa, magnificencia y la “grandeza” que rodea a una dignidad presidencial creada, recreada y soportada por una élite económica que durante más de 30 años sentó en el Solio de Bolívar a sus más votados, “cualificados, probos, inteligentes, elegantes y prestigiosos” sirvientes con el claro objetivo de aprovecharse de la captura privada y mafiosa del Estado. Al final, resultó más iconoclasta Petro que el propio "Juanpis".
Adenda: la presencia del señor
de baja estatura o enano no hace reír. Constituye una burla innecesaria y le resta
seriedad al humor político que "Juanpis" pretende hacer. Dejarlo de pie durante
una hora es un abuso.
juanpis gonzalez y la entrevista con Petro - Búsqueda Imágenes
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