Por Germán Ayala Osorio
La misiva que el HP[1], Efraín Cepeda les envió a los congresistas amerita ser comentada por cuanto no se trata de una simple respuesta al acto simbólico y político que protagonizó el presidente Petro durante la conmemoración del 1ro de Mayo en la plaza de Bolívar y la radicación en el Congreso de las 12 preguntas de la Consulta Popular.
En la carta se leen expresiones
de uso común dentro de la política. Así como Petro, como caudillo popular le habla
a un “pueblo”, Cepeda alude a “otro” pueblo o quizás a sectores de la población
que el presidente del Senado dice representar: “Somos los guardianes
de la democracia, los representantes de un pueblo que
confía en nuestro carácter”. Cepeda olvida decir en su epístola que su
elección, como las de muchos de los congresistas, son el producto de la naturalización
del clientelismo, práctica electoral que pone en duda y le resta verosimilitud
a aquella frase que señala que el Congreso es la “representación
del pueblo”.
Así como el discurso de Petro en
la plaza de Bolívar puede entenderse como amenazante, la carta de Cepeda constituye
una exageración política que tiene el propósito de “graduar” al jefe del Estado
como un dictador al mejor estilo de Bukele y a los recordados Videla en Argentina
y Pinochet en Chile: “hoy enfrentamos un momento decisivo, una
embestida sin precedentes contra los pilares de nuestro Estado, como son, el
poder legislativo, el poder judicial y hasta la prensa
libre”.
Vale la pena recordarle al señor
Cepeda que esos pilares estuvieron en riesgo durante los gobiernos de Turbay
Ayala y Uribe Vélez. ¿Acaso las chuzadas del DAS a los magistrados de la
entonces Corte Suprema de Justicia no fueron una forma de intimidación de parte
de Uribe? Es más, la reelección presidencial inmediata del exgobernador de Antioquia
obedeció a una vulgar transacción que dio vida a la “Yidispolítica”. Y ni para
qué hablar de las intimidaciones del gobierno Uribe hacia la prensa, en
particular contra aquellos periodistas que le hicieron oposición, a los que calificó
como “amigos de los terroristas”.
Cepeda se consagra como defensor
a ultranza de las empresas mediáticas que se unieron desde el 7 de agosto de
2022 para atacar política y moralmente al presidente de la República. Por esa
vía, desestima los negativos efectos que deja un ejercicio periodístico
politizado que confirma a los medios masivos hegemónicos como actores políticos.
En la ya comentada nota Cepeda
hace referencia a la simbología usada por Petro en su intervención en la plaza
de Bolívar el Día del Trabajo: “Anuncios de revocatorias, movilizaciones
intimidatorias, símbolos de guerra como espadas
y banderas buscan afectar nuestra voluntad. Como presidente del Congreso los invito a resistir
con plena conciencia de nuestro deber. Somos la voz de un pueblo que no se
rinde y no permitiremos que esa voz sea silenciada”.
A estas alturas, cualquier
ciudadano que haya escuchado a Petro y que después lea el contenido de esta misiva
fácilmente puede caer en la tentación de preguntarse cuántos pueblos hay en Colombia.
Mientras se resuelve esa misteriosa pregunta, lo único que va quedando claro es
que la categoría “pueblo”, junto a “democracia e institucionalidad” son los
conceptos más manoseados en los últimos años en Colombia.
Es curioso que Cepeda hable de un
pueblo que representa el Congreso cuando asume como intimidatoria la
movilización del “pueblo” que respalda al presidente de la República. ¿Cuál es
la idea de democracia que el presidente del Senado, cuando descalifica las movilizaciones
de cientos de miles de colombianos que, equivocados o no, se reunieron en la
Plaza de Bolívar para respaldar al presidente de la República?
Cepeda continúa en su exagerada
lectura de lo dicho por Petro ese Primero de Mayo: “No es la primera
vez que intentan presionar al Congreso. La mafia, el paramilitarismo y la
guerrilla han tratado de doblegarlo en el pasado. Sin embargo, el
Congreso, contra viento y marea, ha mantenido su autonomía y dignidad,
resistiendo con firmeza y demostrando que la voluntad popular no se somete. Hoy
la amenaza regresa con nueva intensidad, pero nuestra respuesta debe ser la
misma, no cederemos”.
Poner lo dicho por Petro, presidente
elegido a través del voto popular, al mismo nivel de las presiones de las “mafias,
las guerrillas y los paramilitares” constituye un exabrupto histórico y
ético-político. Una especie de bufido que deja ver su molestia y miedo frente a
los símbolos usados por Petro. ¿Qué pensará Cepeda de aquel momento en nuestra
historia reciente cuando el 35% del Congreso fue puesto por las AUC que
respaldaron política y económicamente la elección de Uribe?
En su viaje de superioridad moral,
Cepeda vuelve a hablar de democracia. “La democracia depende del
equilibrio entre los poderes del Estado. Un Congreso autónomo, libre de
coerción, y un poder judicial independiente son la base de nuestra libertad.
Es visible la idea que el
presidente del Senado tiene de ese sobrevalorado régimen de poder. En un sistema
presidencialista como el colombiano, ese equilibrio de poderes se torna
relativo, justamente, por las sempiternas relaciones perniciosas y de evidente cooptación
entre el Ejecutivo y el Legislativo.
En su violenta y cínica misiva,
Cepeda habla de diversidad cuando el Congreso es el correlato de la histórica exclusión
de los pueblos afro, campesino e indígena. “Nosotros encarnamos la
diversidad de un país que espera que sus votos reflejen convicciones firmes y
promesas cumplidas. No podemos permitir que la intimidación, ya sea con
símbolos bélicos o amenazas, sofoque esa libertad, ni que los ataques a la Rama
Judicial menoscaben el Estado de derecho”.
Le cabe razón a Cepeda cuando
dice que “nunca un gobierno había presionado al poder legislativo con
tal intensidad, reemplazando el diálogo por confrontación”. Claro,
en los últimos gobiernos ese diálogo al que refiere el ladino político estuvo
mediado por los cupos indicativos y la entrega de millonarios contratos en proyectos
viales. ¿Le suenan Odebrecht, Reficar, las Marionetas y lo sucedido
recientemente en la UNGRD entre otros escándalos de corrupción de los que
participaron congresistas y presidentes de la Cámara y Senado?
La invitación a votar a
conciencia, mediada por el sentido de la misiva, claramente apunta a decirle NO
a la Consulta Popular y por esa vía, negar los derechos laborales que en el pasado
Uribe Vélez les arrebató a los trabajadores colombianos. “Les pido que
no se dejen amedrentar. Voten según su conciencia, guiados por los ideales que
los trajeron aquí. Hoy el desafío es histórico”.
La comentada epístola constituye
una exageración y un exabrupto histórico. Igualmente, viene cargada de una alta
dosis de cinismo y selectiva memoria. “Este Congreso es el espacio
donde las ideas se enfrentan en igualdad, donde la razón debe prevalecer sobre
la fuerza. La libertad que defendemos reside en decidir sin temor, actuar sin
cadenas, hablar sin censura”.
El HP olvidó que él mismo le
informó al país de su disposición de hundir las reformas. Este titular lo
confirma: “Seré el jefe de la banda que hundirá las reformas que no le
sirven al país”: Efraín Cepeda. Curioso que cuando Petro presentó
las 12 preguntas de la Consulta
Popular, el presidente del Senado le pareció oportuno llevarlas al Congreso
para discutirlas, cuando semanas atrás 8 senadores-lobistas de la Comisión
Séptima decidieron hundirla, lo que evitó la discusión del contenido de la reforma
laboral. Así o más…
La misiva de Cepeda termina de la
misma manera como transcurrió: una declaratoria de guerra política contra el
pueblo que se manifestó el Primero de Mayo y una forma de presión a los congresistas
para que le obedezcan la instrucción de decirle NO a la Consulta Popular. Se
equivocó el presidente del Senado al terminar la carta con la frase “con
profundo respeto y absoluta convicción”. Debió decir: publíquese
y cúmplase.
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