Por Germán Ayala Osorio
La decisión del presidente Petro de viajar a China para meter al país en la Ruta de la Seda es una jugada geopolítica arriesgada porque supone una toma de distancia de USA, socio comercial y “aliado” político que insiste en extender en el tiempo las relaciones con Colombia bajo el espíritu y los objetivos de la Alianza para el Progreso; en particular, en la tarea de mantener el combate contra el fantasma del comunismo que tantos réditos económicos y políticos le entregó a USA y a la élite colombiana que de manera obsecuente aceptó la injerencia gringa en los asuntos internos. El Plan Colombia es quizás la más representativa forma de dominación americana sobre el país, validada e impulsada por Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez. Al final, la política de seguridad democrática fue la “nacionalización” de ese plan militar que metió de lleno a los gringos en las dinámicas de nuestra guerra interna.
Recordemos que dicha iniciativa
americana “buscó establecer democracias al estilo estadounidense en la
región para limitar la influencia extranjera, más específicamente comunista.
Esto llevó a John F. Kennedy a apoyar la Alianza para el Progreso en las
Américas para impulsar los intereses estadounidenses en la región… el
presidente Kennedy creó la idea de la Alianza para el Progreso como un plan de
desarrollo económico destinado a durar más allá de su mandato y basado en una
cooperación y relaciones más estrechas entre Estados Unidos y América Latina.
La Alianza para el Progreso tuvo un éxito limitado en el desarrollo de
infraestructura en varios países latinoamericanos, pero fue cancelada en la
década de 1970 debido a que no logró cumplir algunos de sus objetivos”.
Con el triunfo electoral
y político, por primera vez, de un gobierno progresista y de “izquierda”, los
miedos que inspiraron a la Alianza para el Progreso regresaron al país de la
mano de los gringos, de la élite tradicional y de los medios masivos que revivieron
el fantasma del comunismo, a través del “castrochavismo”, espectro creado por
el expresidente Uribe Vélez. “Seremos la segunda Venezuela” advertían los medios hegemónicos y todos los agentes políticos pro-gringos que siempre aplaudieron las injerencias
americanas sin que estas se hayan reflejado en un desarrollo económico
superlativo.
Las históricas intromisiones de los gringos en Colombia han servido para mantener un régimen de poder mafioso "vigilado" muy de cerca por la CIA, la DEA y el Departamento de Estado de los Estados Unidos. De esa manera, republicanos y demócratas lograron a través del tiempo asegurar no solo la dependencia económica, sino la extensión del conflicto armado interno en beneficio de las empresas fabricantes de glifosato, armas y Señores de la Guerra, locales, gringos e israelíes.
Con la llegada de Petro a la Casa de Nariño, esa élite exageradamente obsecuente con los americanos y sus particulares maneras de asumir las relaciones bilaterales ve con preocupación la posibilidad de que Colombia haga parte de la Ruta de la Seda. Sus miedos van más allá de la amenaza que lanzó el enviado especial del Departamento de Estado estadounidense para América Latina, Mauricio Claver-Carone sobre el futuro de las flores y el café. Lo que realmente les produce terror es que el desarrollo en infraestructura vial y marítima que promete y ejecuta China en los países que ya hacen parte de la Ruta de la Seda ya no esté en manos de unas cuantas familias poderosas que tienen hoy concesiones viales que por los altos costos de los peajes hacen imposible que el país avance económicamente. Esas mismas familias se oponen al regreso del tren como alternativa de transporte de carga y pasajeros.
Es una lástima que el presidente Petro
haya tomado la decisión de meter al país en el radar de los chinos, sin haber
escuchado a la clase empresarial. Se suma a lo anterior la compleja coyuntura económica,
arancelaria y comercial que creó Donald Trump con sus medidas proteccionistas. Ojalá
el jefe del Estado sepa negociar la entrada de Colombia a la Ruta de la Seda,
asegurando que China abra su amplio mercado a los productos insignias del país
y ayude al objetivo trazado por Petro de reindustrializar el país. Antes de
viajar a la China, Petro señaló que "vamos a hablar con Xi
Jinping de tú a tú, no como arrodillados, y abordaremos problemas que hay
vigentes, porque China tiene un superávit comercial [y] nosotros tenemos un
déficit por 14.000 millones de dólares anuales".
La postura antiamericana del
presidente y la decisión ya tomada de meternos en la Ruta de la Seda no pueden
llevarnos, simplemente, a un “cambio de amo”. Bienvenido el soñado desarrollo
económico que se espera alcanzar de la mano de los chinos. Eso sí, con todos
los cuidados socioambientales y ecológicos por la fragilidad de los ecosistemas
naturales que se verían afectados por los venideros proyectos de infraestructura
vial y marítima en el marco de esta “nueva” Ruta de la Seda.
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