Por Germán Ayala Osorio
Finalmente murió “Sansón”, el
canino militar que pisó una mina antipersona a la que sobrevivió por varios
días. Un paro cardiorrespiratorio puso fin a la vida del Pastor Belga que hacía
parte del equipo antiexplosivos del Ejército Nacional.
El reporte castrense señala que
salvó la vida de por lo menos 36 uniformados. Sansón fue despedido con honores
como suele hacerse con los Héroes militares que luchan contra las estructuras
mafiosas que algunos sectores de la opinión pública y de la institucionalidad política
siguen llamando “guerrillas”. Malditos todos los que apelan a esos artefactos para
afectar a la tropa y que terminan por asesinar a perros como Sansón.
Conmovedora la nota periodística
en Noticias
Caracol, pero insuficiente para llamar la atención por el “reclutamiento”
de animales no humanos para las actividades militares en un país que soporta múltiples
violencias. Hay que pasar del pesar, al rechazo absoluto del “reclutamiento” de
perros para esas violentas actividades.
Si hay algún escenario en el que
la racionalidad instrumental se manifiesta, con todo y sus lógicas, es la
guerra. Para el caso colombiano, caracterizado por las pérfidas dinámicas de sus
múltiples violencias, esa misma racionalidad instrumental permite el uso de
perros para detectar minas y por esa vía hacer posible que en el desarrollo de las
operaciones militares, quienes pierdan extremidades y la vida sean los perros y
no los soldados.
Ya la guerra en sí misma es
estúpida y expresa con inusitada claridad la aviesa condición humana. La
presencia de caninos y el uso específico
dentro de las dinámicas de nuestro “conflicto armado interno” confirma el poder
de la mirada antropocentrista
que nos permite exponer la vida y el bienestar psicológico de los perros, por
una “razón fundamental”: la existencia de los animales humanos uniformados
vale más que la de los pastores belgas caídos en combate o a los que se los
traga la manigua como a Wilson,
el canino que participó de la operación militar e indígena que encontró a los niños
que sobrevivieron durante 40 días en las selvas del Guaviare.
La congresista y defensora de los animales Andrea Padilla se refirió al crimen de Sansón en estos términos:
"Los perros de las fuerzas armadas que mueren en la guerra no “dan su vida por la patria”, ni mueren “cumpliendo con su deber”. Mueren porque son usados, pues no pueden elegir. Duele en el alma la muerte agónica de #Sanson. Ojalá el fin de la guerra en Colombia -o el desarrollo tecnológico- implique el fin de su explotación".
Cuántas estupideces seguiremos cometiendo como especie privilegiada y dominante bajo las lógicas de la racionalidad instrumental con la que le ponemos precio a la vida, subvaloramos las de perros y gatos, para hablar solo las de los animales domésticos (animales no humanos). Insisto en que somos una especie estúpidamente inteligente. No nos merecemos a seres como Sansón o Wilson. Paz en la tumba de ese hermoso peludo que murió cumpliendo un deber inventado por la estupidez humana.
https://www.bing.com/search?pglt=931&q=el+perro+Wilson+que+se+perdio&cvid=e9a9c1dfefcf43a8adf2b8406642b26d&gs_lcrp=EgRlZGdlKgYIABBFGDkyBggAEEUYOTIGCAEQABhAMgYIAhAAGEAyBggDEAAYQDIGCAQQABhAMgYIBRAAGEAyBggGEAAYQDIGCAcQABhAMgYICBAAGEDSAQg4MTg3ajBqMagCALACAA&FORM=ANNTA1&PC=LCTS&ntref=1