Por Germán Ayala Osorio
Varias veces, Pasquino, escuchó a su custodio y amigo decir
que debía viajar al extranjero. Por supuesto que ese viaje significaba una
dolorosa separación. Sin poder expresar lo que sentía, Pasquino pasaba sus días
pensando qué hacer para evitar que su amigo y cómplice de aventuras, viajara y
lo dejara sumergido en la soledad.
Pasquino pensó que si se lograba conectarse mentalmente con
los dioses de su especie, podría pedirles ayuda. Finalmente, logró comunicarse
con varios de ellos, en particular con Anubis, quien le escuchó atentamente. La
petición era clara: que su amigo del alma no viajara.
A su vez, Anubis pidió ayuda a otros dioses, incluso, de
otras dimensiones del espectral universo. La petición de Pasquino no era fácil,
pues implicaba manipular complejas circunstancias humanas. Sin embargo, había
una luz, una esperanza, de la que se aferró Pasquino.
Mientras las súplicas de Pasquino rodaban por mundos ideales
y fantasmagóricos, trataba de llevar una vida tranquila en su hogar, acompañado
de su compañera Tongolele, a quien el viaje del compartido custodio realmente
no le preocupaba en lo más mínimo. Tongolele aprendió desde pequeña que no
debía establecer ese tipo de relaciones con aquellos protectores, llamados, por
muchos, propietarios.
Los dioses que finalmente logró convocar Anubis, entre estos, a San Roque, crearon el único
escenario posible que no solo ayudaría a Pasquino, sino a millones de sus
congéneres que estaban en la misma situación. Esos dioses provocaron una
pandemia mundial, que impidió que cientos de miles de protectores y amigos, como
el de Pasquino, pudieran viajar a otros países, lo que los obligaría a quedarse
en casa, por los riesgos sanitarios a los que estarían expuestos dichos
desplazamientos.
Una vez confirmado el confinamiento general, Pasquino corrió
feliz por el solar, aulló por varios minutos, ladró por otros tantos, mientras
Tongolele lo observaba entre conmovida y sorprendida. Al final, a Pasquino se
le hizo el milagro.
Adenda: esta columna se publicó en mi anterior blog. Le recupero porque hoy 18 de septiembre "dejamos ir" a Pasquino a ese mundo imaginado al que creemos que van y están los ángeles.