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jueves, 17 de julio de 2025

MURIÓ SANSÓN, EL HÉROE CANINO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Finalmente murió “Sansón”, el canino militar que pisó una mina antipersona a la que sobrevivió por varios días. Un paro cardiorrespiratorio puso fin a la vida del Pastor Belga que hacía parte del equipo antiexplosivos del Ejército Nacional.

El reporte castrense señala que salvó la vida de por lo menos 36 uniformados. Sansón fue despedido con honores como suele hacerse con los Héroes militares que luchan contra las estructuras mafiosas que algunos sectores de la opinión pública y de la institucionalidad política siguen llamando “guerrillas”. Malditos todos los que apelan a esos artefactos para afectar a la tropa y que terminan por asesinar a perros como Sansón.

Conmovedora la nota periodística en Noticias Caracol, pero insuficiente para llamar la atención por el “reclutamiento” de animales no humanos para las actividades militares en un país que soporta múltiples violencias. Hay que pasar del pesar, al rechazo absoluto del “reclutamiento” de perros para esas violentas actividades.

Si hay algún escenario en el que la racionalidad instrumental se manifiesta, con todo y sus lógicas, es la guerra. Para el caso colombiano, caracterizado por las pérfidas dinámicas de sus múltiples violencias, esa misma racionalidad instrumental permite el uso de perros para detectar minas y por esa vía hacer posible que en el desarrollo de las operaciones militares, quienes pierdan extremidades y la vida sean los perros y no los soldados.

Ya la guerra en sí misma es estúpida y expresa con inusitada claridad la aviesa condición humana. La presencia de caninos  y el uso específico dentro de las dinámicas de nuestro “conflicto armado interno” confirma el poder de la mirada antropocentrista que nos permite exponer la vida y el bienestar psicológico de los perros, por una “razón fundamental”: la existencia de los animales humanos uniformados vale más que la de los pastores belgas caídos en combate o a los que se los traga la manigua como a Wilson, el canino que participó de la operación militar e indígena que encontró a los niños que sobrevivieron durante 40 días en las selvas del Guaviare.

La congresista y defensora de los animales Andrea Padilla se refirió al crimen de Sansón en estos términos: 

"Los perros de las fuerzas armadas que mueren en la guerra no “dan su vida por la patria”, ni mueren “cumpliendo con su deber”. Mueren porque son usados, pues no pueden elegir. Duele en el alma la muerte agónica de #Sanson. Ojalá el fin de la guerra en Colombia -o el desarrollo tecnológico- implique el fin de su explotación".

Cuántas estupideces seguiremos cometiendo como especie privilegiada y dominante bajo las lógicas de la racionalidad instrumental con la que le ponemos precio a la vida, subvaloramos las de perros y gatos, para hablar solo las de los animales domésticos (animales no humanos). Insisto en que somos una especie estúpidamente inteligente. No nos merecemos a seres como Sansón o Wilson. Paz en la tumba de ese hermoso peludo que murió cumpliendo un deber inventado por la estupidez humana.


https://www.bing.com/search?pglt=931&q=el+perro+Wilson+que+se+perdio&cvid=e9a9c1dfefcf43a8adf2b8406642b26d&gs_lcrp=EgRlZGdlKgYIABBFGDkyBggAEEUYOTIGCAEQABhAMgYIAhAAGEAyBggDEAAYQDIGCAQQABhAMgYIBRAAGEAyBggGEAAYQDIGCAcQABhAMgYICBAAGEDSAQg4MTg3ajBqMagCALACAA&FORM=ANNTA1&PC=LCTS&ntref=1

lunes, 18 de septiembre de 2023

A PASQUINO SE LE HIZO EL MILAGRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Varias veces, Pasquino, escuchó a su custodio y amigo decir que debía viajar al extranjero. Por supuesto que ese viaje significaba una dolorosa separación. Sin poder expresar lo que sentía, Pasquino pasaba sus días pensando qué hacer para evitar que su amigo y cómplice de aventuras, viajara y lo dejara sumergido en la soledad.

Pasquino pensó que si se lograba conectarse mentalmente con los dioses de su especie, podría pedirles ayuda. Finalmente, logró comunicarse con varios de ellos, en particular con Anubis, quien le escuchó atentamente. La petición era clara: que su amigo del alma no viajara.

A su vez, Anubis pidió ayuda a otros dioses, incluso, de otras dimensiones del espectral universo. La petición de Pasquino no era fácil, pues implicaba manipular complejas circunstancias humanas. Sin embargo, había una luz, una esperanza, de la que se aferró Pasquino.

Mientras las súplicas de Pasquino rodaban por mundos ideales y fantasmagóricos, trataba de llevar una vida tranquila en su hogar, acompañado de su compañera Tongolele, a quien el viaje del compartido custodio realmente no le preocupaba en lo más mínimo. Tongolele aprendió desde pequeña que no debía establecer ese tipo de relaciones con aquellos protectores, llamados, por muchos,  propietarios.

Los dioses que finalmente logró convocar Anubis,  entre estos, a San Roque, crearon el único escenario posible que no solo ayudaría a Pasquino, sino a millones de sus congéneres que estaban en la misma situación. Esos dioses provocaron una pandemia mundial, que impidió que cientos de miles de protectores y amigos, como el de Pasquino, pudieran viajar a otros países, lo que los obligaría a quedarse en casa, por los riesgos sanitarios a los que estarían expuestos dichos desplazamientos. 

Una vez confirmado el confinamiento general, Pasquino corrió feliz por el solar, aulló por varios minutos, ladró por otros tantos, mientras Tongolele lo observaba entre conmovida y sorprendida. Al final, a Pasquino se le hizo el milagro.

Adenda: esta columna se publicó en mi anterior blog. Le recupero porque hoy 18 de septiembre "dejamos ir" a Pasquino a ese mundo imaginado al que creemos que van y están los ángeles.




“DEJAMOS IR” A PASQUINO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hoy 18 de septiembre dejamos ir al Papo, al Niño, al Vago, al Papanatas; o también, a Pasquinai, Pasquinea o Pasquino, un labrador de 13 años. Ese “dejamos ir” es el más bello eufemismo con el que médicos veterinarios y tenedores de animales no humanos (otros los llaman mascotas) dan cuenta del procedimiento eutanásico con el que logramos que nuestro amado Pasquino descansara de sus dolencias en la columna, en su cadera. Se hizo lo humanamente posible por garantizarle calidad de vida y calmar su dolor. La médica veterinaria que lo trató puede dar fe de lo ocurrido. A ella, infinitas gracias por las palabras de aliento y ese cariño hacia Pasquino. Muy pocos y pocas doctoras veterinarias como Mireya Zamudio, de eso estoy completamente seguro. 

A pesar de la belleza de la señalada frase, irrumpe con fuerza un sentimiento de culpa no porque se hubiese tomado una decisión apresurada y equivocada, sino por el poder en el que está soportada la dolorosa decisión. La ciencia médica y veterinaria entregan ese poder a los seres humanos para disponer de la vida de seres queridos como Pasquino. Y claro que detrás del dejamos ir a Pasquino hay un acto de amor, de profundo amor por quien por 13 años acompañó, brindó sosiego, alegrías y arrancó risas en propios y extraños, cuando en momentos muy particulares fungió como “ladrón” de carne, pan o cualquier manjar “mal ubicado”. No quisiera pensar que, en otra vida, Pasquino fue un político colombiano.

Para quienes conocieron en vida a Pasquino, sabrán recordar sus pilatunas, sus robos de pan y carne; incluso, aquella vez que tomó entre sus fauces una cerveza mal ubicada debajo de un asiento. Aquella escena es inolvidable: Pasquino se acercó al asiento con suma cautela, agarró la lata y salió caminando entre risas, mientras que el dueño de la bebida mandaba su mano debajo del asiento, intentando asirla para beber un sorbo. El sorbo jamás sucedió, pero sí la risotada. Pasquino había logrado llamar la atención y de qué manera.

Dejar ir” a un perro como Pasquino debe de tener la misma trascendencia cuando el mismo procedimiento eutanásico se aplica a animales humanos. Como en la película Yo, antes de ti, la eutanasia es un acto de amor y de profundo respeto por aquel animal sintiente, humano y no humano, que sufre y que extraña correr, levantarse por sus propios medios, comer; conversar, compartir, escuchar…

Que sirva esta columna como reconocimiento público a un labrador hermoso, noble, macho alfa; dominante, travieso, pero jamás peligroso. Un eterno cachorro. Pasquino nadó en el río Jamundí y en varias piscinas a las que se lanzó sin permiso, porque nadie tan voluntarioso como él.

A eso de la 1:30, dos extraños ayudaron a cavar su tumba. Allá quedó junto a Yuco y Simón, dos labradores con los que muy seguramente se encontrará para seguir alegrando la a veces pesada vida humana. Pasqui, te dejamos ir, pero jamás te olvidaremos. Te llevó tatuado en mi brazo y en mi adolorido corazón. Adiós, bacán.




 

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