domingo, 23 de julio de 2023

WILSON: A LA ESPERA DEL QUINTO MILAGRO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El exitoso regreso de los cuatro menores indígenas permitió que la formación militar y el conocimiento ancestral se unieran, dejando atrás viejas rencillas, estigmatizaciones y persecuciones que la doctrina del enemigo interno generó entre uniformados y pueblos indígenas. Ahora que las tres niñas y el niño se recuperan en el Hospital Militar, los ojos del país se posan sobre la suerte de Wilson, el comando canino que tuvo contacto con las menores rescatadas y que coadyuvó a que la Operación Esperanza resultara exitosa.

Sea que regrese o no Wilson, es tiempo de revisar la necesidad de usar a estos animales no humanos en actividades riesgosas como el desminado o, para el caso, para la búsqueda de animales humanos desaparecidos en selvas. La discusión hay que darla. El desarrollo tecnológico debe llevar a las fuerzas militares y de policía a proscribir la inclusión de perros en ese tipo de actividades. Podrían servir como respaldo emocional de los comandos humanos que combaten a las guerrillas y no como instrumentos para obtener resultados operacionales. Esa misma discusión cobija a las empresas de seguridad que usan caninos para vigilar centros comerciales.

El habernos posado en lo más alto de la cadena trófica nos obliga, desde una ética ecológica, a cuidar las selvas del Yarí y otros ecosistemas similares. Pero también, a evitar que animales no humanos como Wilson y tantos otros que no alcanzaron el estatus de héroe que ya alcanzó este precioso pastor belga malinois de seis años de edad, resulten siendo víctimas de decisiones y acciones humanas.

Quizás el episodio del rescate de los niños indígenas nos esté haciendo un llamado a revisar las relaciones establecidas con la naturaleza. Y por supuesto que, con todo  y las manipulaciones genéticas propias del mundo de los perros, estos preciosos seres también hacen parte de esa naturaleza. Y por tanto, merecen respeto, consideración y cuidado.

Dirán que hay perros que, por sus características, pueden prestarnos esos servicios de vigilancia y rescate. Insisto en que el país puede dar el salto para remplazar a los comandos caninos por robots que puedan cumplir las funciones que hoy cumplen perros como Wilson.

Quienes compartimos la  vida con perrunos y al margen del entrenamiento de Wilson, imaginamos la angustia cuando se pierden o pasan mucho tiempo sin ver a sus cuidadores. Supongo, entonces, que nuestro querido Wilson está sufriendo en una selva inhóspita, plagada de peligros y amenazas para su supervivencia.

No sé si los Duendes que cuidaron a los cuatro menores indígenas estén en la capacidad y el interés de hacer lo mismo con Wilson. Como tampoco sé si los espíritus que reinan en la selva del Yarí alcancen a sentir el dolor que debe sentir el comando cuidador, es decir, el animal humano parcero de Wilson.

Si regresa Wilson, como cientos de miles de colombianos esperamos, estaríamos ante un 5to milagro. Si al final el comando Wilson es abandonado por sus comandos humanos y no es hallado, muerto o vivo, su pérdida debe impulsar la discusión que aquí propongo. Ojalá Wilson sea el último comando canino en cumplir con misiones riesgosas. Los perros no están para cumplir misiones, pero nosotros, como animales humanos si tenemos una muy clara: protegerlos y amarlos.



Imagen tomada de El Pais de Cali 

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