Mostrando entradas con la etiqueta Fútbol Masculino.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fútbol Masculino.. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de diciembre de 2024

RAZONES PARA NO VOLVER AL ESTADIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El fútbol, como deporte espectáculo, es una actividad en la que suelen confluir los deseos y las pasiones que despierta en la hinchada, así como las contradicciones, los conflictos morales, civilizatorios y ético-políticos que se crean y se recrean al interior de la sociedad en la que se asume como el deporte nacional. En Colombia se suele asumir el fútbol como el deporte nacional a pesar de que a nivel de clubes y seleccionados de mayores (hombres), los triunfos internacionales son más bien modestos.

Sobre el balompié colombiano, en particular confluyen las taras culturales de una sociedad violenta, clasista, racista y misógina, a lo que se suma que deviene confundida moralmente. De ahí las disímiles formas de violencia que se presentan dentro y fuera de los estadios. Al final, a la liga colombiana se le asume como una válvula de escape para esos sectores de la sociedad que afrontan y exhiben graves problemas en sus procesos civilizatorios. Más evidentes en los estratos bajos, pero igualmente visibles en los sectores de clase media, aunque que se manifiestan de manera distinta.

 A los estadios, entonces, se suelen llevar amarguras, frustraciones, animadversiones, intereses económicos y pasiones que suelen afectar la imagen del fútbol, así como las propias dinámicas institucionales (deportivas) desplegadas para asegurar la operación de la industria futbolera. Hace más de 30 años ir al estadio era un plan familiar. Ahora constituye un riesgo latente por la cantidad de desadaptados que entran a los estadios.

Desde los tiempos aquellos en los que el país supo de la connivencia de las autoridades del fútbol y de los dirigentes de varios equipos del rentado con agentes del narcotráfico, sobre el torneo recaen señalamientos de compra de árbitros y arreglo de partidos. El episodio de la reventa de boletas para los partidos de la Selección y la mala imagen de los dirigentes del fútbol colombiano me hacen pensar en que lo mejor es no volver al estadio. Como tampoco ver los partidos por televisión.

En el presente y a pesar de que las figuras mafiosas de los carteles de Bogotá, Cali y Medellín ya salieron de circulación, aquellos señalamientos y cuestionamientos siguen vigentes porque la sociedad colombiana de tiempo atrás validó el ethos mafioso que acompaña a los ejercicios de la política, de la economía y del periodismo deportivo. No es necesario recordar a aquellos periodistas deportivos que cohonestaron y se beneficiaron económicamente de la vida ostentosa de los mafiosos de antaño.

Justamente, el periodismo deportivo de hoy casi todos los fines de semana registra hechos turbios alrededor de los partidos. Penales y fueras de lugar dejados de sancionar que hacen pensar en que la turbiedad y la opacidad moral del pasado se mantienen como marcas indelebles. La llegada del VAR, por ejemplo, en lugar de asegurar los máximos de justicia deportiva, ya genera suspicacias en periodistas y aficionados, especialmente cuando la Dimayor no autoriza la publicación de los audios de las discusiones de jugadas polémicas. De igual manera, la llegada de las apuestas y el patrocinio mismo de la liga de una casa de apuestas se presta para la llegada de dudas sobre si los resultados en las canchas obedecen a una sana competencia o a posibles arreglos de los partidos o a la aparición de inconcebibles “errores” arbitrales.

Todo lo anterior es el marco en el que suele darse la competición en una liga profesional como la colombiana que deportivamente está muy lejos de ofrecer los espectáculos deportivos que exhiben ligas como la inglesa y la española, para nombrar a las dos mejores del planeta.

Mientras que el fútbol europeo en general ofrece velocidad, gran técnica en sus jugadores, profesionalismo y por esa vía aseguran un espectáculo digno de apreciar, el torneo colombiano suele ofrecer lo contrario: lentitud, jugadores marrulleros, violencia excesiva, equipos que parecen de segunda división, partidos cortados y canchas en mal estado, entre otros. De esa manera no se asegura un espectáculo que valga la pena. Si no fuera por el registro periodístico-noticioso de las jornadas y las exageraciones en las que incurren comentaristas y narradores, apreciar el fútbol colombiano se volvería más tedioso de lo que ya es. Sería un verdadero soporífero. Por todo lo anterior, hace ya varios años dejé de ver fútbol.


polemica en el futbol colombiano por penales el arriero herrera con el Once Caldas - Búsqueda Imágenes


jueves, 21 de noviembre de 2024

SELECCIÓN COLOMBIA: ¿ESTÁ OBLIGADA A GANAR TÍTULOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las tres derrotas consecutivas de la mimada Selección Colombia en el marco de las eliminatorias al Mundial de 2026 le sirven al periodismo deportivo local para lanzar todo tipo de lecturas y explicaciones sobre lo acontecido, así como para cuestionar a los jugadores, en particular a los que erraron “goles cantados” que hubiesen revertido los resultados adversos.

En el rifirrafe entre periodistas y jugadores, varios de estos últimos reaccionaron desde la arrogancia y la sobradez de quienes a pesar de que no ganaron nada aún, se sienten “estrellas intocables” justamente porque la misma prensa local los pone en ese pedestal desde el que bajan levitando y mirando por encima del hombro a los responsables en buena medida de la fama de la que hoy gozan. Pero más allá de las respuestas un tanto jactanciosas de Jader Durán y Richard Ríos, los periodistas deportivos podrían hacerse una pregunta, intentar ellos mismos respuestas o buscarlas en técnicos y en los propios jugadores de la Selección: ¿Están obligados estos últimos a ganar títulos? La respuesta más común y esperada sería un sí. Veamos.

La supremacía de los argentinos y brasileros en el hemisferio, en cuanto a la consecución de títulos mundiales, anula la pregunta porque la misma historia obliga a gauchos y cariocas a reventarse en las canchas para mantener la hegemonía continental. Ello podría explicar la actitud siempre ganadora de aquellos que saltan a las canchas con esas camisetas a las que defienden como si estuvieran en campos de batalla, representando a sus naciones. Con un elemento clave: buscan reconocimiento, fama y que los aplaudan, por encima de hacerse ricos jugando al fútbol.

Aparece entonces el primer elemento que hace posible responder con un No rotundo al interrogante que da vida al título de esta columna: la historia. La Selección Colombia no ganado nada a nivel continental, por lo tanto, no ha hecho historia. Por ese camino, jugadores como Durán, James, Lucho Díaz, Ríos y Portilla, entre otros más, a lo único que están obligados es a garantizar su futuro económico y el de sus familias. Lo de jugar bien y clasificar se da por descontado por tratarse, supuestamente, de jugadores profesionales. Y en eso andan, pues no creo que realmente estén enfocados en el objetivo de mediano plazo de clasificar al Mundial, llegar a la final y salir campeones. Eso requiere de un trabajo que lleva tiempo, seriedad y consistencia y que supera la metodología aplicada por el actual cuerpo técnico.

La actitud ganadora además de venir atada a la historia deviene ancorada a un trabajo de convencimiento fruto de la madurez mental y futbolística que les permita conseguir los resultados que la prensa y la hinchada les están exigiendo, muchas veces sin entender y sin saber lo que realmente está pensando cada uno de los jugadores que convoca el técnico argentino.

Es común escuchar decir de hinchas y periodistas que “a X jugadores les pesa la camiseta de la Selección”. No. Lo que quizás les esté pesando es la realidad del fútbol colombiano y en particular la de la Selección Colombia: no han ganado nada, esto es, no tienen historia. Como no les toca arrastrar el pesado background de títulos que sí les toca y saben sobrellevar los argentinos y brasileros, los jugadores colombianos saltan a las canchas livianos, esto es, sin las presiones legítimas que reciben las selecciones albiceleste y la canarinha de parte de la prensa y sus “torcidas”. Las presiones de la prensa deportiva y de los hinchas colombianos a los integrantes del seleccionado nacional de fútbol deberían de estar acordes con los deseos de cada uno de los jugadores y la seguridad de que están compitiendo porque quieren ganar algo importante y no seguir viviendo de esos tratamientos periodísticos que devienen exageradamente empalagosos y melifluos.

Por ahora estaría bien que ir a un Mundial se les vuelva costumbre y no una tortura de cada cuatro años. Una vez resuelto ese asunto, entonces sí prepararse no para pasar de la primera ronda o llegar a cuartos de final. Llegar a la final, teniendo resuelta la vida desde una perspectiva económica requiere de unas inconmensurables ganas de triunfar y de alcanzar la gloria deportiva. Y en ese aspecto, se nota a leguas que al interior del seleccionado hay que seguir trabajando. Allí hay un asunto cultural  que hay que entrar a descifrar.



jader duran grosero - Búsqueda Imágenes

sábado, 16 de noviembre de 2024

PATRIARCADO, MACHISMO, PATRIOTERISMO Y FÚTBOL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La derrota de la Selección de Fútbol de Mayores frente a su similar del Uruguay tiene al periodismo deportivo buscando explicaciones de lo qué pasó en el accidentado partido en el Centenario. Más allá de la falta de pundonor y jerarquía de los jugadores colombianos frente a la tradicional garra charrúa, resulta llamativo lo que hace la prensa deportiva cada que juega la selección: durante cinco o más días se dan a la tarea de ilusionar a las audiencias con expectativas de un empate o de una victoria. Entonces, hablan de hazañas y gestas para luego “graduar” a 11 jugadores de “héroes” en un país en el que, por cuenta del conflicto armado interno, paramilitares, guerrilleros y militares usaron el mismo apelativo para exaltar a sus miembros (hombres), a pesar de haber violado los derechos humanos.

Esos cubrimientos periodísticos a todas luces exagerados y con fines patrioteros están atados inexorablemente al patriarcado y a su correlato el machismo que tienen en el fútbol a su mejor aliado y exponente en la tarea cultural de mantener en el tiempo la supremacía masculina.

Es tan evidente la preferencia por el seleccionado de hombres (mayores) que las audiencias entienden cuando la prensa titula “hoy juega la selección”. A pesar de la existencia de seleccionados femeninos, la fiesta patriotera está asociada al fútbol masculino. Dicho favoritismo se torna peor cuando al examinar los títulos conseguidos por la Selección masculina de mayores se encuentra que poco o nada ganaron los venerados hombres del seleccionado. Si miramos a las selecciones femeninas, estas, en poco tiempo y a pesar de contar con una deficiente liga por decisión de los machos que dirigen la Federación Colombia de Fútbol, ganaron más que todas las selecciones masculinas juntas en más de 50 años.

No sé qué sentirán las jugadoras y sus familias al ver los reverenciados tratamientos periodísticos que hacen medios como Caracol y RCN, empresas que se disputan el rating cada que juega “mi selección”, frente a los tímidos cubrimientos de los juegos de los combinados femeninos. Lo cierto es que la predilección por la Selección (insisto: no es necesario decir que es la de los hombres mayores) no está pensada exclusivamente para entretener a las audiencias y despertar el manido sentimiento patriotero. No. También está dirigida a mantener la vigencia del patriarcado sin que importen mucho las derrotas y esa histórica escasez de títulos mundiales que no se compadecen con esos tratamientos de “héroes” a quienes parece que se acostumbraron a conseguir “triunfos morales” como aquel 5 a 0 contra Argentina en una eliminatoria, o el 2 a 0 contra Uruguay en el Mundial de 2014.

Eso sí, esa misma prensa hablará de la derrota frente a Uruguay hasta horas antes del próximo partido contra Ecuador en Barranquilla. Entonces, dirán sin vergüenza alguna que hay que “levantar la cabeza, recomponer el camino y recuperar la confianza”. Y nuevamente aparecerán las imágenes de hinchas furibundos apoyando a la Selección porque “es lo único que une a los colombianos”.  Esta última, una mendaz narrativa con la que se intentan tapar los graves problemas de convivencia social y política que arrastramos como Nación.



colombia perdio contra uruguay 3 a 2 - Búsqueda Imágenes

viernes, 27 de septiembre de 2024

CAMPAÑA PUBLICITARIA Y VIOLENCIA EN LOS ESTADIOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los recurrentes actos de violencia en los estadios, el asedio de los hinchas a las sedes de los equipos y los insultos a los jugadores han recibido las mismas respuestas de la Dimayor y la Federación de Fútbol: sanciones económicas a los equipos, una que otra judicialización de los aficionados que protagonizan los desmanes y jugar a puerta cerrada. Y pare de contar.

Mientras tanto, las directivas de los equipos y los periodistas deportivos siguen sin asumir la imperiosa tarea de diseñar una campaña de sensibilización dirigida a todas las hinchadas con el único propósito de mostrarle a cada aficionado que la manera enfermiza de asumir los triunfos y derrotas hace parte de un problema psicológico del que las instituciones deportivas y los periodistas no se pueden hacer cargo.

Más claro: periodistas y dirigentes deportivos del fútbol deben hablarle clarito a esos hinchas furibundos y energúmenos que asisten cada ocho días a los estadios. Hay que decirles de frente que ellos son una vergüenza para la sociedad y el fútbol. El solo hecho de depositar la responsabilidad individual de alcanzar la felicidad en 11 jugadores constituye no solo un error, sino una verdadera estupidez.

Antes de que sucedan hechos violentos de mayor calado, urge que se diseñe una campaña publicitaria con el claro objetivo de confrontar a esos aficionados que de manera errada exigen a 11 jugadores que asuman la tarea de hacerlos felices. En particular, esa campaña deberá ir dirigida a esos “machitos que, con excesos de testosterona”, salen al ruedo a pelearse como perros rabiosos para ver quién es el “más berraco, el más hombre, el más macho, o quién tiene los huevos más grandes”. Todas expresiones de una masculinidad en crisis, fruto de la ignorancia, la estupidez, la poca o nula lectura de libros y también quizás por falta de oportunidades; y claro, consecuencia de una sociedad patriarcal y machista que “obliga” a los hombres a tener que demostrar que son machos y a exponer su “hombría” frente a un macho retador.

Nadie niega que las violencias en los estadios de fútbol están atadas a que somos una sociedad incivilizada que exhibe débiles o truncos procesos civilizatorios, pero ello no es óbice para insistir en la necesidad de confrontar discursivamente a los violentos. Al hacerlo quizás decidan no volver a los estadios. Sería lo mejor.  Antes a los estadios se iba en familia. Hoy, prácticamente es un riesgo enorme.

Hay que utilizar los tableros electrónicos y los sistemas de sonidos de los estadios, las redes sociales, y la televisión para que la campaña logre el objetivo de confrontar a esos hinchas (verdaderos pendejos) que van cada ocho días a un estadio a buscar la felicidad cuando esta la pueden tener al interior de sus hogares, o quizás yendo a ver otros espectáculos. Ahora, si justamente van a los estadios para huir de la familia, entonces la campaña publicitaria cobra mayor sentido.

He aquí varias frases que podrían usarse si directivos y periodistas deportivos acogen lo propuesto aquí en esta columna:

1.    Si tu felicidad depende de un juego, y el fútbol lo es, usted tiene un problema.

2.    Venir al estadio a insultar los jugadores es propio de malandros.

3.    No traigas tus frustraciones al estadio.

4.    Venir a sufrir al estadio te convierte en masoquista.

5.    Ser violento no te hace Hombre, pero sí te convierte en un criminal.

6.    Oye, aficionado violento: ¿todo bien en casa?

 

 

 

martes, 3 de septiembre de 2024

HINCHADA DEL CALI, PRENSA Y SER FELICES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La invasión a la cancha de parte de hinchas del deportivo Cali, como forma de protesta por la derrota que sufría y sufrió finalmente con el deportivo Pasto, es un hecho extradeportivo que tiene un fuerte anclaje en las erróneas maneras como en general los hinchas del fútbol manejan la derrota e incluso, los triunfos.  Al final, la actitud asumida por el grupo de hinchas y los comentarios que la prensa recogió a la salida del estadio Palmaseca están inexorablemente atados a un problema cultural-civilizatorio del que deberían ocuparse los aficionados, las directivas de los equipos de fútbol y la prensa deportiva.

Inicio con las responsabilidades que aún no asumen los periodistas deportivos que reducen su trabajo a cubrir los resultados y transmitir los comentarios de los futbolistas y los técnicos. Cuando se presentan desmanes e invasiones a las canchas, los periodistas lamentan los hechos, sin advertir que tienen obligaciones que deben asumir como informadores. Lo primero que deberían de hacer es usar los espacios periodísticos y las transmisiones en directo de los partidos para decirles a los hinchas lo inconveniente que resulta que ellos les entreguen a 11 jugadores la responsabilidad de hacerlos felices. Craso error que cometen los aficionados que asisten asiduamente a los estadios. Ese es un problema cultural-civilizatorio que termina en actos de violencia física, verbal y simbólica como ir a protestar a la sede en donde entrenan, amenazar a los jugadores y atacar a piedra el bus que los transporta.

Al hincha furibundo o dolido por la derrota hay que confrontarlo. En lugar de abrirle los micrófonos para que desahogue su frustración por la derrota, diciendo barbaridades y madrazos, a ese aficionado hay que llamarle la atención y decirle que el del problema es él y no los jugadores. Se trata de un simple juego en el que se puede perder, ganar o empatar. Es así de sencillo.

Escuché a un hincha del deportivo Cali decir que “uno se mata trabajando para venir al estadio a verlos y no juegan ni mierda…”. Este hincha tiene un grave problema: está convencido de que el equipo y los jugadores están en la obligación de hacerlo feliz, de sacarlo de su desdichada vida como trabajador. Es en este punto en el que los periodistas deportivos deben aparecer para mostrarle a ese hincha que está equivocado. Decirle con sinceridad que su vida resulta insignificante para los jugadores y para las directivas del club.

Por ser un deporte de masas, el periodismo deportivo y los clubes han terminado por evitar cualquier confrontación al aficionado que depositó la obligación en terceros, de ser feliz. Claro, los clubes y los periodistas lo hacen por razones económicas y de rating. Los primeros necesitan que los hinchas compren las boletas y llenen los estadios; y los segundos, que escuchen las transmisiones radiales y televisivas con las que evitan al máximo enfrentar a unos hinchas que arrastran el ya señalado  problema, muy seguramente inoculado por la misma prensa deportiva.

Entiendo que la prensa deportiva jamás asumirá esa tarea que calza muy bien con aquello de la "responsabilidad social de los medios", porque justamente la violencia en los estadios les permite ganar rating.  El "negocio" es redondo: alimentar a diario las pasiones de la hinchada y por esa vía la ignorancia y la incapacidad para llegar a concluir que están equivocados en la manera como se relacionan con los equipos y con la Selección de Mayores (masculina, por supuesto). Una vez se presentan los desmanes, tienen los periodistas con qué rellenar sus espacios informativos y de "análisis". 

Y para colmo de males, la mayoría de los actos de violencia los protagonizan hombres, machos cuyas masculinidades devienen en una crisis aún no detectada por ellos mismos, justamente porque están atrapados en el círculo vicioso en el que los clubes y los periodistas deportivos los metieron. 

En cuanto a los clubes, qué interesante sería que las relaciones con las barras bravas no se redujeran a la entrega de boletas y quizás al patrocinio de viajes y la confección de pancartas, entre otros menesteres. Por el contrario, que haya un proceso de formación de hinchas responsables que, si bien “aman” al equipo, entiendan que ser felices no está atado exclusivamente a lo que hagan en la cancha los atletas.  

Adenda: fui un hincha furibundo del Deportivo Cali. Con mi padre y mi hermano  Walter compartimos tardes en el Pascual Guerrero. Unas amargas y otras llenas de felicidad. Eso sí, muy temprano comprendí que estaba en el error en el que hoy están cientos de miles de hinchas del Glorioso Deportivo Cali. Sobre la crisis institucional y deportiva del club, quizás obedece a que a las últimas directivas jamás les interesó consolidar un proyecto deportivo de largo plazo.  Caer a la B parece una salida a la crisis financiera y deportiva. 







martes, 16 de julio de 2024

COLOMBIANOS EN MIAMI: VERGOÑA MUNDIAL

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO


Los actos vandálicos y la actitud primitiva, egoísta y violenta que cientos de miles de hinchas colombianos protagonizaron y dejaron ver al mundo en la final de la Copa América, resultan a todas luces injustificables, pero culturalmente explicables. Saltar muros, falsificar boletas, evadir controles e ingresar sin boletas y por los ductos  del aire acondicionado como escurridizas ratas o cucarachas, hacen parte de un "repertorio cultural" ancorado a la idea negativa de "ser colombiano, de ser latino, de ser "sudaca". 

Expongo a manera de hipótesis explicativa que los comportamientos violentos, ilegales, voluntariosos, egoístas y primitivos exhibidos por los colombianos en el estadio Hard Rock de Miami están inexorablemente atados a una negativa auto percepción que arrastramos los colombianos, bien para llamar la atención o para disculparnos por si efectivamente cometemos errores o violamos las normas. Más claro: subsiste una inocultable desdicha en eso de ser y sentirse colombiano. Así entonces,  cuando viajamos a países cuyos ciudadanos ya incorporaron y naturalizaron el orden, el respeto al otro, a las reglas y a la ley, de inmediato nos sentimos confrontados y hasta molestos. Hay quienes se sentirán amenazados por un "exceso de control y orden" al que consideramos innecesario, ridículo y exagerado porque nos acostumbramos a que en Colombia las cosas se hacen a las patadas, o más "relajadas" que las que se hacen en los Estados Unidos y Europa. Bajos esas condiciones, ese colombiano que se siente confrontado e incómodo deja salir su esencia, lo que tiene para ofrecerle al mundo, pues sabe que es hijo del "infortunio, de la adversidad, de la desdicha" y de la poca glamorosa condición de ser colombiano. 

Dicha hipótesis parece ser validada todo el tiempo por los deportistas, incluidos los jugadores de la Selección de fútbol. Ellos son los primeros en dejar ver esa penuria, esa adversidad y ese infortunio. Suelen decir: "Queremos dejar en alto el nombre de Colombia". "Darle una alegría al país porque sabemos por lo que está atravesando". No hay medalla, trofeo, copa o galardón que no se ofrezca al país del infortunio. Al final, con esas consignas siempre se pretende cambiar la imagen negativa que proyectamos al mundo por hechos que efectivamente confirman que como Estado y sociedad exhibimos graves problemas con nuestros propios procesos civilizatorios por cuenta de un Estado inoperante, mafioso y corrupto que da mal ejemplo y al que hay que temerle. Baste con recordar a las 6402 víctimas que dejó la política pública de defensa y seguridad democrática de Álvaro Uribe o los cientos de jóvenes asesinados, desaparecidos, violados y afectados en sus ojos durante el estallido social en el gobierno de Iván Duque, para entender que el Estado colombiano en cualquier momento se puede convertir en el más infame de los victimarios; y también, por cuenta del sempiterno y naturalizado ethos mafioso que guía la vida de hijos de las élite económica, social, política y militar y la de millones de colombianos acostumbrados a no hacer la fila, a querer tumbar al otro y a pasarse por la faja a las autoridades. 

Así entonces, lo acaecido en Miami en la previa de la final Colombia vs Argentina resulta perfectamente explicable desde el ámbito cultural. Una cultura que deviene atada a ese sentimiento de vergüenza que acompaña a esa idea de ser colombiano. La vergoña que hoy sienten los connacionales que viven en los Estados Unidos se explica, se hace grande y casi que inmanejable justamente porque pudieron superar o por lo menos eso creen, la adversidad y las penurias que nos acompañan en nuestro devenir como pueblo. Y es así porque se acostumbraron a respetar las reglas, le temen a la sanción, al tiket de tránsito o al señalamiento de los americanos. Incluso, hay colombianos que no comparten con otros colombianos porque no saben si ese compatriota está dispuesto a comportarse como un americano civilizado o si cree que puede venir a USA para seguir siendo un patán o un indisciplinado. 

Adenda: el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Ramón Jesurún, debería de renunciar a su cargo. Los hechos violentos y reprochables que protagonizó, junto con su hijo, afectan su legitimidad y lo que es peor, confirma o valida el sentido de la hipótesis aquí expuesta.  

 

  





Imagen tomada de Semana.com

 

lunes, 15 de julio de 2024

HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA DERROTA

 Por Germán Ayala Osorio

La derrota sufrida en la final de la Copa América y los comportamientos vandálicos e incivilizados de hinchas y del propio presidente de la Federación de Fútbol de Colombia, Ramón Jesurún, deberían de servir para diseñar e implementar acciones, actividades y discursos propios de lo que llamo aquí en esta columna, una Pedagogía de la Derrota (PD).  

Y los primeros llamados a  implementar esas acciones es la prensa que  movió las pasiones de millones de colombianos de manera irresponsable y despertó el siempre inconveniente patrioterismo con el que intentamos ocultar  o tramitar los problemas y los conflictos individuales y colectivos de una sociedad que deviene confundida moralmente y en la búsqueda incesante de referentes (ídolos) que ayuden a limpiar la "mala imagen", dar un respiro a las frustraciones e insistir en las negativas auto evaluaciones que hacemos de nosotros mismos como pueblo. 

Los periodistas deportivos deberían de liderar acciones y actividades pedagógicas que nos ayuden como colectivo a darle un mejor manejo a la derrota, pero sobre todo, a los sueños y alegrías que despierta el fútbol como deporte espectáculo y de masas. La primera idea con la que esa Pedagogía de la Derrota puede servir a esos propósitos gira en torno a un llamado de atención - casi un regaño- a todos aquellos hinchas que insisten en entregarle la responsabilidad de ser felices a 11 jugadores de fútbol. Ese es quizás el más grande y grave problema que debe ayudar a superar la Pedagogía de la Derrota. No puede ser que hombres y mujeres en edad adulta depositen en 11 extraños que viven de un juego en el que es posible ganar o perder, una responsabilidad que debemos asumir de manera individual y en el núcleo familiar. Y lo peor de todo es que esos mismos adultos están llevando a sus hijos por el mismo camino. Al final, tendremos hinchas adolescentes y adultos más adelante, que le exigirán más a sus futbolistas, que a gobernantes y políticos que, justamente, hacen todo para que como individuos o como familia no podamos alcanzar la felicidad anhelada. 

La segunda idea sobre la que debe trabajar esa PD es aquella que señala que la sociedad  colombiana, de acuerdo con periodistas, políticos, el propio presidente de la República y algunos expertos, puede "unirse" en torno al fútbol. Es tiempo de olvidarnos de ese anhelo propio de una sociedad imaginada, sobre todo porque en el diario vivir cada uno de nosotros hace cosas y asume conductas que van en la dirección contraria a la deseada. Lograr esa "comunión" entre disímiles formas de entender la vida, el país, el territorio y la cultura, entre otros elementos,  no puede depender de los resultados de un juego sobre el que no podemos tener ningún control. Es en la cotidianidad y bajo un real espíritu republicano que podemos lograr unirnos como sociedad civilizada, moderna y democrática. 

Propongo como primera acción pedagógica, que el partido de la final se retransmita en horario tripe A, con comentaristas, periodistas, un par de jugadores de la Selección derrotada y académicos. Ese ejercicio se propone con dos objetivos: el primero, probar hasta dónde estamos dispuestos a refrescar lo sucedido para analizarlo con cabeza fría; y el segundo, aprovechar la sintonía lograda para ir acomodando en el colectivo las dos ideas aquí planteadas. Obviamente que las empresas mediáticas deben comprometerse a promocionar la repetición del partido, con cuñas que inviten a los colombianos y colombianas a dedicar un par de horas a esa actividad. 

Aprender a perder no pasa exclusivamente por reconocer que el ganador hizo las cosas mejor. Y mucho menos se trata de volver sobre el error o los errores cometidos por los jugadores de la Selección. No. De manera creativa hay que ir inoculando en las audiencias que ser felices no puede seguir dependiendo de lo que hagan 11 jugadores en una cancha; y que hay una forma de "unirnos" como sociedad: respetar las normas de convivencia y por ese camino a los demás ciudadanos; cumplir con las tareas y obligaciones. Actuar de manera civilizada para resolver problemas y conflictos. Y esto último pasa por dejar de lado aquello de ser "macho" y estar siempre dispuesto a "dar en la cara marica". 


Adenda: los hinchas que se colaron, que vandalizaron escaleras eléctricas y que usaron los ductos para entrar al estadio son hijos de esa Colombia violenta, uribizada a través del todo vale. Son los típicos "vivos bobos". Actuaron como matones y malandros. Muy mal la organización del evento porque cometieron un error garrafal: no imaginaron el nivel de estupidez, violencia y lumpenización de los cientos de colombianos que aportaron a que el mundo nos siga mirando como bárbaros, incivilizados y salvajes. 


 



Imagen tomada de Alerta Tolima

sábado, 13 de julio de 2024

BIELSA, PERIODISMO, PODER Y FÚTBOL

 

Marcelo Bielsa es el corajudo técnico de la selección uruguaya que, por estos días, anda desatado dando declaraciones altisonantes en torno a varios asuntos que tocan a la organización de la Copa América a la que considera un desastre a juzgar por el mal estado de las canchas y el manejo de la seguridad en las tribunas, en particular por los bochornosos hechos protagonizados por hinchas colombianos y directivos, hinchas y jugadores uruguayos que no soportaron perder "otra vez" con Colombia. También criticó a los medios y periodistas que cubren la Copa América por estar al servicio de la FIFA y la Conmebol y guardar silencio por el mal estado de las canchas, incluso, por el tamaño no reglamentario de las mismas, más los otros asuntos señalados por Bielsa.  

Pero quizás el tema de más grueso calibre al que se refirió el estratega argentino es de la "privatización" del fútbol. Lo dicho por Bielsa no es de buen recibo por parte de los medios masivos y los periodistas obligados a autocensurarse y de otros que, simplemente, disfrutan obedeciendo instrucciones y gozando de los privilegios que les aseguran sus propios patronos al momento de cubrir periodísticamente certámenes como la Copa América, mundiales y la Eurocopa: viajar y viaticar son las recompensas por informar "adecuadamente";  y por supuesto, resultan incómodas para las directivas de la Conmebol, la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) y la FIFA, agentes de poder responsables en gran medida de haber convertido el fútbol en un vulgar y tenebroso negocio y por ese camino haber permitido que sobre este recayeran señalamientos inmorales relacionados con prácticas como arreglar partidos y resultados, así como organizar torneos para favorecer a específicas selecciones e incluso, jugadores top del fútbol mundial. El ethos mafioso viaja en primera clase y se pavonea por todas las federaciones, hasta llegar a la matriz: la FIFA.

Le dicen el "loco", pero Bielsa está más cuerdo que todos aquellos que giran en torno al fútbol: hinchas, poderosos directivos de todas las instancias, empresas patrocinadoras y mediáticas. Lo primero que dijo el "orate" del Bielsa es que el fútbol ya no es más un espectáculo para los más pobres del planeta, porque fue privatizado. Nadie discute que le cabe razón al profesor Marcelo Bielsa: el fútbol, de un tiempo para acá, pertenece a unas cuantas familias que se lucran porque tienen asegurados a millones de consumidores enajenados y dispuestos a comprar costosas camisetas, banderines, guayos y boletas para asistir a partidos. Y si quieren verlo por televisión, entonces hay que adquirir un plan para poder gozarlo desde sus hogares. Muchos años atrás, se podían ver todos los partidos de un Mundial de Fútbol. 

Dentro de esos consumidores asiduos de partidos y torneos hay quienes  no tienen la capacidad de análisis y el espíritu crítico de Bielsa; por supuesto que hay otros tantos millones a los que poco o nada les interesa saber y entender lo que dice un entrenador de fútbol al que ningún colega parece dispuesto a acompañar en sus críticas por miedo a sanciones y represalias de las autoridades del fútbol.  Scaloni, también argentino, habló y lo callaron, dijo Bielsa. Néstor Lorenzo, el argentino que dirige al seleccionado colombiano, también guarda silencio. ¿Miedo, comodidad o "importanculismo"?

A esos millones de hinchas poco o nada les interesa que el balompié mundial sea hoy un clúster que produce millonarias ganancias para unos pocos, porque las angustias, los miedos y las incertidumbres que padecen, requieren de la más grande válvula de escape: el fútbol. 

Muy seguramente la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) cancelará el contrato que sostiene con Bielsa, bien por no haber conseguido pasar a la final o por sus declaraciones. Es probable que la salida del entrenador se dé por presiones de la propia Conmebol, siguiendo instrucciones de la FIFA. En su momento, Diego Armando Maradona también criticó a la FIFA y a todo lo que se mueve detrás del fútbol. Y nada pasó. 

Lo curioso de todo es que tanto Bielsa como Maradona siempre, de muchas maneras, directa o indirectamente, se beneficiaron de los manejos administrativos y políticos de la FIFA y la Conmebol, para favorecer los intereses de los seleccionados de Uruguay  y Argentina. Sin embargo, sus voces siempre serán importantes para el más grande espectáculo que garantiza la alienación de millones de seres humanos que se distraen viendo goles, mientras Israel hace ingentes esfuerzos militares para borrar de la tierra al pueblo palestino. 

El problema no está en lo que dijo Maradona en su momento y en lo que dice hoy el "loco" Bielsa. El problema radica en que muy pocos estarán dispuestos a abandonar privilegios porque hacen parte del negocio del fútbol o dejar de consumir lo único que los saca de las rutinas diarias y del malestar individual y colectivo que produce la vida contemporánea. 

Mañana, Bielsa publicará un libro con todas las "verdades" que él dice tener sobre el manejo del fútbol mundial. Hinchas, entrenadores y jugadores lo comprarán. Lo único cierto es que el mundo seguirá igual. Nada cambiará, porque ese mundo que critica Bielsa fue creado, es recreado y reproducido por esa condición humana que también acompaña a este "orate" del fútbol que hace muy bien en conectar tres elementos que periodistas deportivos todo el tiempo quieren separar: poder, política y el capital.  



Imagen tomada de sporting news


viernes, 12 de julio de 2024

11 RAZONES PARA VENCER A LOS ARGENTINOS

 

Por Germán Ayala Osorio


En un deporte espectáculo como el fútbol, que suele mover los más primarios sentimientos humanos, incluyendo la fe, resulta poco razonable y lógico hablar de razones por las que un equipo debería vencer a otro. Pues bien, a riesgo de caer en ese escenario de la "sinrazón", expongo en esta columna 11 razones por las que la Selección Colombia debe derrotar a su similar de la Argentina. Las que expondré pueden estar atadas a hechos o circunstancias futbolísticas, pero también a las extra futbolísticas que siempre aparecen en ese deporte contaminado por intereses económicos y políticos, asociados a la operación de la FIFA, un organismo intocable que puede  resultar más poderoso que cualquier Estado del sur global.

1. Porque en el 2001 Colombia se coronó campeón por primera vez de la Copa América, sin la presencia de Argentina. En esa oportunidad, la dirigencia gaucha, con la complicidad de la Conmebol, se abstuvo de mandar a competir al seleccionado local aduciendo problemas de inseguridad en Colombia. 

2. Porque a la Argentina le organizaron la  Copa América para que la ganara con el menor desgaste físico de sus jugadores. No enfrentó en la fase de grupos y en la semifinal a seleccionados fuertes. Por el contrario, Colombia se enfrentó a Brasil  en la primera fase y a Uruguay en la instancia siguiente. Partidos duros. 

3. Porque la Selección Colombia mostró a lo largo del campeonato mejor fútbol, dinámica. Un fútbol más moderno, vertiginoso, frontal y atrevido. Argentina está viviendo del glorioso pasado de Messi y de Di María. Sin esas dos figuras, la selección gaucha es un equipo normal al que se le puede vencer. 

4. Porque el presidente de la República de Colombia declaró el lunes 15 de julio, día Cívico. No quiero imaginar las caras aburridas de millones de hinchas en un día de asueto, recordando la derrota. Un día festivo es para consentir a la resaca post celebración.

5. Porque las directivas del fútbol colombiano no trabajan sobre procesos de largo plazo. Aunque Lorenzo potenció lo que dejó Pekerman, no resulta tan fácil lograr consolidar una Selección tan completa línea por línea. El recambio apenas se asoma, pero ello no es garantía de que haya continuidad en el trabajo dentro de la estructura de la Federación Colombiana de Fútbol. 

6. Porque ya es tiempo de ganar títulos para dejar de ser una selección que alegra los torneos. Ya no más "victorias morales" como aquel 5 a 0 contra Argentina ese 5 de septiembre de 1993 en el Monumental de Núñez. O el más reciente 2 a 0 contra Uruguay en el pasado Mundial.

7. Porque si ganan la Copa América, sabremos si aprendimos a celebrar. Es la oportunidad para borrar la violencia y los excesos que se vivieron en 1993 con ocasión de la goleada y la humillación que le propinaron a la Argentina en su propia tierra. 

8. Porque sectores de la economía se beneficiarían por la euforia que desataría vencer a los argentinos.  

9. Porque hay jugadores argentinos que se pasan de bocones, fatuos y que se creen invencibles. Son los mismos que menosprecian a los colombianos. 

10. Porque es la revancha de James Rodríguez y un premio a su trayectoria. Así como a Messi le faltaba el Mundial, a James le falta esta Copa para ir pensando en su retiro. Quizás le alcance para jugar el Mundial de 2026. 

11. Porque los jugadores más jóvenes de la Selección y los que aspiren a ser convocados sabrán incorporar ese valioso triunfo y título a su "ADN". Esa sería la génesis del triunfalismo y el favoritismo que siempre exhiben argentinos, uruguayos y brasileros. 


Adenda: Si la Selección quiere ganar la Copa América sus jugadores deben hacer un triple esfuerzo. Se enfrentan a la historia, a la arrogancia y a las mañas de los argentinos; así como a las ayudas de los árbitros y al apoyo de la Conmebol.



Imagen tomada de futbolred


jueves, 11 de julio de 2024

¿LA SELECCIÓN NOS UNE?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

 

Después de alcanzar la clasificación a la final de la Copa América y en medio de la algarabía y de expresiones de patrioterismo, volvió a escucharse que “la Selección Colombia nos une”. Convertida dicha frase en un imaginario colectivo, atado, por supuesto al poder de penetración del lenguaje periodístico, bien vale la pena tratar de ahondar en sus raíces y alcances. 

Lo primero que hay que decir es que ese imaginario colectivo supone que la sociedad colombiana deviene históricamente escindida por razones políticas, culturales e ideológicas. En el 2021, cuando se ganó por primera vez la Copa América, la misma frase se escuchó de las voces de narradores y periodistas deportivos y por supuesto, de hinchas que creyeron y aceptaron el mensaje de una idea que se popularizó tanto, que no no parece haber nadie dispuesto a poner en duda de que efectivamente "la Selección nos une". En esa oportunidad quedamos campeones. Me pregunto: ¿Hubo unión, en qué consistió? ¿Acaso se resolvieron los problemas y los conflictos sociales y políticos se transformaron? ¿O lo que el periodismo deportivo busca realmente, al fijar ese imaginario en la conciencia colectiva es que por unas horas nos "unamos" para celebrar, disfrutar, consumir y beber? Si es así, entonces el único objetivo de los programas y periodistas deportivos cuando sueltan la frase es que salgamos como locos a consumir bebidas y a gastar sin control y por esa vía, olvidarnos de nuestras tristezas, problemas, miedos y angustias.  

Sigamos. También se puede pensar que esa realidad objetiva llamada "desunión o eterna división" se ha intentado cambiar a través de fórmulas distintas al fútbol, esto es, acuerdos sociales y políticos como el que permitió derogar la conservadora y anacrónica constitución de 1886 y otros pactos políticos de menor alcance, pero que sirven para comprender que los problemas de la sociedad colombiana no se pueden superar con el hecho de abrazarnos en torno a la celebración de un título deportivo en la disciplina del fútbol. Hablo del Frente Nacional, el fallido Pacto de Chicoral en los años 60, el proceso de paz entre el Estado y el M-19, los pactos Ralito, Chivolo y Pivijay entre una parte de la clase política y los paramilitares, así como el tratado de paz con las entonces Farc-Ep durante el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón.

Los señalados acuerdos, pactos o negociaciones no sirvieron para cambiar esa realidad a la que nos remite la idea de que la Selección es lo único que une a los colombianos. Es tal la potencia de dicho imaginario colectivo que no es necesario explicar que se trata de la selección masculina de fútbol de mayores. Justamente, una sociedad machista como la colombiana parece tener exclusivamente en los jugadores (hombres) la posibilidad de dejar atrás la “desunión colectiva" de la que posiblemente otros hombres son responsables por disímiles decisiones tomadas en lo político, lo social y lo económico. 

Con la “fiebre” por la Selección parece que aquello de que somos un país de regiones puede atenuarse en virtud de los efectos negativos que viene dejando un centralismo bogotano que ha logrado consolidar esa condición de país de regiones, creando en las más importantes ciudades capitales "espejos" regionales de ese fatal centralismo capitalino. Un ejemplo de lo anterior es que hay ciudadanos que viven en el centro y norte del departamento que deben desplazarse a la capital del Valle del Cauca Cauca a tramitar asuntos que  en sus municipios no se pueden abordar administrativamente. 

Insisto en que la manida frase "la Selección es lo único que nos une" deviene con un alto grado de confusión porque quienes la promueven no explican con claridad si eso de unirnos tan solo apunta a salir juntos a celebrar en caravanas y sentarnos a beber hasta perder la conciencia. El mismo imaginario colectivo arrastra un sentido lastimero que da cuenta de cómo nos auto percibimos, con un detalle no menor: le entregamos a 11 jugadores la responsabilidad de transformar a toda una sociedad cuyos miembros de sus élites gravitan en torno a un naturalizado ethos mafioso. 

No podemos ocultar que vivir en el país es toda una aventura y hasta un "deporte de alto riesgo" por la posibilidad de morir en una masacre, en un atentado terrorista o víctima de un agente del Estado, un paraco, guerrillero o ladrón callejero. 

Solo espero que las tragedias que dejó la celebración del 5 a 0 contra Argentina en el Monumental de Núñez, ese 5 de septiembre de 1993, no se repitan en caso de que Colombia alcance por segunda ocasión el anhelado título continental. Ojalá hayamos aprendido a celebrar con mesura, de manera civilizada, con responsabilidad y respeto. Cualquiera sea el resultado, la frase "la Selección nos une" seguirá instalada en la conciencia colectiva con un complemento: "nos une para celebrar, pero para nada más". 


   


 Imagen tomada de la cuenta de X de la Presidencia de Colombia

lunes, 8 de julio de 2024

MBAPPÉ, JAMES RODRÍGUEZ Y LA CONCIENCIA DE CLASE

 

Por Germán Ayala Osorio 


Antes de conocerse los recientes resultados electorales en Francia en los que sacó ventaja la izquierda, en las redes sociales ya era viral lo que dijo la estrella del fútbol galo, Kilyan Mbappé, quien previo a las elecciones, invitó a  sus conciudadanos a votar en contra de la derecha fascista, esa misma que odia a los inmigrantes, condición que ostentan Mbappé y sus  padres. Esto dijo el crack: "Creo que ahora, más que nunca, hay que ir (a votar)Es una coyuntura urgente. No podemos dejar que nuestro país caiga en manos de esta gente. Es acuciante: hemos visto los resultados, es catastrófico".

Para los periodistas deportivos colombianos que creen que los deportistas y en particular los jugadores de fútbol no "deben meterse en política", lo dicho por Mbappé les debió sorprender y molestar porque esos colegas suelen ser defensores a ultranza del régimen de poder que les permite hoy ponerse al frente de unos micrófonos para entretener y manipular a las audiencias. El establecimiento colombiano, con el concurso de la Federación de Fútbol y de la mano de los narradores y comentaristas deportivos, usa de tiempo atrás el fútbol para inocular en los fanáticos un sentimiento patriotero que sirve a los propósitos enajenantes que busca todo régimen de poder.  Pan y circo es la fórmula mágica cuando lo que se busca es que los fanáticos dejen salir sus frustraciones durante largos 90 minutos o cuando se alcanza una estrella o una copa, para salir en caravanas a beber y a sacudir la bandera tricolor.

Es posible que las condiciones difíciles en las que se levantó Mbappé sean similares a las de muchos de los deportistas y jugadores de la selección colombiana de fútbol de mayores. Pobreza, desigualdad y violencia pueden ser tres elementos comunes en los orígenes del 10 de la selección gala y de muchos jugadores que actualmente brillan con el seleccionado nacional en la Copa América que se celebra en los Estados Unidos. A juzgar por lo dicho por Mbappé antes de las elecciones en su país, la diferencia  entre el jugador francés y los jugadores de la selección de Colombia está en la conciencia de clase, que no es otra cosa que ese sentimiento de saber de dónde se viene, de reconocer muy bien quiénes son los responsables de haber soportado condiciones adversas y el poder advertir para sí mismos que la fortuna que logren amasar jugando al fútbol, jamás podrá borrar sus orígenes.

Para Marx, la conciencia de clase "representa el mecanismo a través del cual una clase pasa de ser una clase en sí a una clase para sí. Sobre esta base, el mismo Marx señaló cómo la presencia o ausencia de conciencia de clase determinaba las posibilidades que tenía una clase social de convertirse en una fuerza social" (Pérez, Pablo. Cómo entender y estudiar la conciencia de clase en la sociedad capitalista contemporánea. Una propuesta).

Mbappé parece tener muy claro qué es eso de la conciencia de clase, pues sabe que la derecha fascista francesa, en tanto clase, no le conviene a quienes defienden las libertades y no asumen la migración como una amenaza cultural. Me pregunto si dentro del seleccionado colombiano existen jugadores con esa misma claridad de la estrella del Real Madrid. 

Como Mbappé juega con la 10, miremos el caso del 10 colombiano, James Rodríguez. Baste con recordar la reunión entre el crack de la selección y el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez para pensar que posiblemente Rodríguez poco o nada sabe de eso de la conciencia de clase. Lo primero que dejó ver en aquel encuentro con el político antioqueño es el desconocimiento de la historia reciente del país, en especial el contexto y las circunstancias socio políticas, culturales, económicas y de orden público que generó Uribe cuando "mandó" en Colombia (no gobernó) entre el 2002 y el 2010 y cuando  repitió mandato entre el 2018 y el 2022, en las "carnotas" de Iván Duque, su títere. 

Ojalá los tres jugadores chocoanos que hacen parte del combinado nacional tengan más elementos de juicio que James Rodríguez, fruto de las difíciles condiciones en las que se levantaron en ese departamento castigado por el centralismo, el clasismo y el racismo estructural, para acercarse a esa veta de conciencia de clase que dejó ver Mbappé en su declaración.

Quizás sea mucho pedir para quienes creen que siendo ricos y famosos, no están obligados a pensar por fuera de las canchas. Mi abuela materna solía decirle a mi madre y a sus hermanos y hermanas: "del cura, la misa, y nada más". A lo mejor debo recoger el sentido de la lapidaria y sigilosa frase de la "mamita" para decir: de los jugadores de la Selección, los triunfos, y nada más. 





domingo, 7 de julio de 2024

FÚTBOL, PERIODISTAS OFICIALES Y PATRIOTERISMO

 

Por Germán Ayala Osorio


El fútbol no despertaría las pasiones que logra en los fanáticos, incluidos los sentimientos patrioteros, si no contara con el cubrimiento mediático, pero sobre todo, con los narradores, periodistas y comentaristas deportivos "oficiales", obligados a despacharse en elogios hacia los jugadores y cuerpo técnico. 

El equipo del Gol Caracol es el mejor ejemplo de ese periodismo deportivo "oficialista" que convierte cada partido de la Selección de Fútbol de Mayores en un carnaval, en una fiesta "nacional", cuyo anhelo es el de "unir" a los colombianos. "El fútbol es lo único que nos une por el momento", dijo Javier Hernández Bonnet, el jefe del equipo del Gol Caracol, después del contundente triunfo del seleccionado sobre su similar de Panamá por 5 a 0. 

Lo curioso  es que con  ese anhelo de "unir" a los colombianos se ocultan los tratamientos tendenciosos, exagerados y mentirosos que Noticias Caracol ha hecho recientemente, como parte de esa unión de empresas mediáticas que desde el 7 de agosto de 2022 se trazaron el objetivo de deslegitimar al gobierno progresista y por esa vía, consolidar la crispación ideológica y el enfrentamiento social y político entre petristas, no petristas, uribistas y no uribistas. Es decir, con el fútbol quieren unir lo que ellos mismos, todos los días, se encargan de separar a través del clasismo, el racismo, la aporofobia, la homofobia y la transfobia. 

El derecho a cubrir los partidos de la selección y el tener acceso a los jugadores del equipo nacional supone que a los periodistas, comentaristas y narradores del Gol Caracol (de Caracol Televisión) les queda terminantemente prohibido hacer críticas alrededor de decisiones deportivas y menos aún, sobre el desempeño de los jugadores, a pesar de las victorias, porque mientras haya triunfos, lo que menos importa es el análisis. Bajo esas condiciones, al señalado equipo periodístico  solo le queda el camino de insistir en el inveterado patrioterismo que les garantiza rating y asegura en los aficionados un peligroso triunfalismo. 

Justamente, con esos cubrimientos exaltados de los antes y después de los partidos, el periodismo deportivo deja de lado una tarea inaplazable en el cubrimiento de un deporte de masas: educar para la derrota. Insisten en repetir que la Selección lleva 27 partidos invictos, lo que de inmediato genera en las audiencias dos sentimientos: de un lado, la angustia de pensar cuándo se perderá el invicto, si en el partido contra Uruguay o en la final contra Argentina, suponiendo que se supere a los charrúas y dando por sentado que los gauchos hagan lo propio con el seleccionado de Canadá; y del otro, ese triunfalismo convierte a los jugadores en héroes, en los "mejores del mundo", en una selección invencible, hecho por supuesto que los expone ante los apostadores (muchos de ellos, mafiosos) y los fanáticos. Ante una derrota, los primeros no les perdonarán una derrota; y los segundos tampoco porque el ser felices depende directamente del desempeño de los deportistas.  

Baste con recordar las reacciones violentas de los aficionados cuando la selección derrotó a Argentina 5 a 0 en una eliminatoria al Mundial. Muertos, heridos y accidentes de tránsito mancharon la celebración de un triunfo histórico que jamás representó la consecución de un  título. Eso sí, que el "pueblo" futbolero no sepa celebrar obedece a la sumatoria de factores culturales de los que hacen parte las exaltadas y patrioteras maneras como los periodistas deportivos cubren  y comentan las incidencias de los partidos.  

Recomiendo a los colegas del Gol Caracol que dediquen minutos a recordarles a las audiencias que se trata de un juego, y que podemos perder frente a Uruguay; y que de pasar a la final, también puede darse la derrota. Y que darse el triunfo, es decir, de resultar Campeones de América, hay que disfrutar con mesura. Menos mal ya no está el narrador que con cada triunfo de la Selección gritaba "que no me esperen en la casa". Dicha arenga, en un país de ignorantes, patrioteros y de gente que necesita sacar a como dé lugar sus frustraciones, tiene un doble significado: no me esperen porque me fui de parranda. O no me esperen, porque perdí la vida en una riña. 

Quizás si los periodistas deportivos le bajan un poquito al patrioterismo y al triunfalismo, los hinchas de la Selección aprenderán a celebrar y a darle manejo a la derrota, que en cualquier momento llegará. Y a lo mejor es hora de olvidarse de que el fútbol pueda "unir" a una sociedad fragmentada porque durante más de 50 años, sucesivos gobiernos, le apostaron con sus decisiones económicas, a mantenernos divididos, porque así es más fácil controlar al "pueblo". 




Imagen tomada de EL TIEMPO.COM 

lunes, 17 de junio de 2024

FÚTBOL, POLÍTICA, PERIODISMO Y REDES SOCIALES

 

Por Germán Ayala Osorio

El fútbol, la política, el periodismo y las redes sociales son formas de poder en las que suelen confluir las maneras en las que las sociedades tramitan sus diferencias, exponen sus frustraciones, resquemores y anhelos de felicidad y paz. 

El primero es un deporte espectáculo que el poder político usa para despresurizar esas ollas a presión que llamamos sociedades, en particular las más desiguales y violentas que, en momentos históricos muy precisos, necesitan de este para que opere como válvula de escape a través de la cual se suelen escapar sentimientos de rabia, frustraciones y miedos. 

La segunda es la más perfecta de las creaciones humanas dado que a través de ella, de su ejercicio, los seres humanos insisten en la posibilidad de vivir juntos a pesar de las mezquindades propias del poder, esencia misma de la política y expresiones claras de una condición humana que deviene aviesa y peligrosa.

El periodismo, como oficio, le sirve y se sirve del fútbol para hacer posible el "arte" de la manipulación de la conciencia colectiva, en especial la de los fanáticos que cada domingo y por largos 90 minutos, se olvidan de las angustias de vivir en medio de difíciles condiciones socioeconómicas  generadas por agentes políticos que actúan en defensa de sus propios intereses y los de sus patrones corporativos que financian sus campañas. 

Y las redes sociales que juegan un doble juego: de un lado, son las vitrinas en las que los usuarios exponen sus vanidades, éxitos y miserias; y del otro, fungen como calderas en las que justamente se ponen a arder los egos, las mentiras y los discursos políticos y prepolíticos de periodistas, operadores políticos, artistas y figuras de la farándula, estas últimas, los mayores exponentes de esa hoguera de las vanidades que llaman redes sociales. Las redes sociales son el escenario propicio en el que la comunicación fracasa porque sobre esta se imponen el odio, la violencia discursiva, intereses particulares y empresariales, así como las mezquindades de todos aquellos que necesitan que sus ideas circulen y sean comentadas positiva o negativamente. 

Es en ese marco en el que hay que inscribir y comprender las violentas reacciones de cientos de usuarios de la red X y de hinchas del fútbol en contra del periodista deportivo, Carlos Antonio Vélez, conocido como el "doctor". El linchamiento al que ha sido sometido el comentarista de fútbol se explica no exclusivamente por su incontrastable ego y sus tendenciosos "análisis" de los partidos de balompié, en particular, el que hizo del juego de la final en el que resultó campeón el Atlético Bucaramanga, sino porque él representa a esa seudo doctrina llamada uribismo y porque trabaja para la cadena RCN, que juega el rol de opositor político al actual gobierno de Gustavo Petro. 

Insultos como "Calvo HP o Malparido" dicen mucho de quienes se los lanzaron una vez el Bucaramanga se alzó por primera vez con la copa, después de una espera de 75 años. Eso sí, los "análisis" del "doctor" Vélez realmente son provocaciones que dicen mucho del carácter de quien los hace. El solo hecho de hacerse llamar "doctor" sin tener el título que lo acredite como tal, da cuenta del enorme ego del comentarista deportivo, convertido en una "figurita" que una parte de la hinchada del fútbol colombiano rechaza y odia porque en su intención de sobresalir entre el competido mundo del periodismo deportivo, apela a diario a una indescifrable verborrea futbolera.   

En la misma red X en la que ha sido escaldado el alopécico periodista, su hijo, Luis Carlos Vélez, también ha corrido la misma suerte de su progenitor, casi por las mismas razones: su incontrastable ego, es uribista y hace comentarios que resultan ser verdaderas provocaciones. Lo único que los diferencia es que el "doctor" Vélez habla de fútbol y su vástago, de política. En su magacín La FM, no hay día en el que no critique al actual gobierno por el solo hecho de ser de izquierda. En esa misma tribuna, durante el gobierno anterior, optó por aplaudir y defender la administración del responsable del estallido social: Iván Duque Márquez, presidente-títere, entre el 2018 y el 2022.

Así entonces, los Vélez son la más clara representación de que el fútbol, la política, las redes sociales y el periodismo son formas de poder que, para el caso, poco o nada ayudan a que las audiencias comprendan el valor de la política como manera de tramitar los conflictos y las diferencias. El uso ideologizado que de los hechos de la realidad sociopolítica, económica y futbolera hacen a diario Luis Carlos y el "doctor" Vélez solo tiene una explicación: son uribistas pura sangre, sostenidos en sus programas radiales por cuenta de RCN, un actor político al que solo le interesa confundir a una parte de las audiencias que siguen su programación, mientras que a la otra parte, le apuntan a mantenerla distraída y adormecida con los partidos de fútbol. 

  


Imagen tomada de Kienke

sábado, 15 de junio de 2024

FINAL DEL FÚTBOL COLOMBIANO: PASIÓN, IGNORANCIA, ESTUPIDEZ Y PERIODISMO



La final del fútbol colombiano entre Santafé y el Atlético Bucaramanga tiene acaparada la atención de los hinchas de ambos equipos y la preocupación de las autoridades, que dispusieron de 3000 policías para cuidar el antes, el durante y el después del suceso deportivo. 

Como deporte espectáculo, el fútbol suele ser la expresión de los problemas, frustraciones y anhelos de la sociedad. Para el caso colombiano, el balompié representa con sorprende claridad lo que somos como nación: división, violencia, desigualdad, pobreza, pero sobre todo, procesos de socialización truncos que hacen posible que la violencia surja como vía para dejar salir frustraciones, miedos y la pasión desmedida de hinchas que previamente le entregaron a los jugadores la responsabilidad de hacerlos felices. Quizás ahí esté la semilla y la razón de la violencia en los estadios. Se trata de un error mayúsculo: no podemos depender de un tercero para alcanzar la felicidad. 

Pero más allá de ese factor que es la génesis de nuestros mayores problemas, los periodistas deportivos suelen pasar de agache al momento de asumir responsabilidades cuando las pasiones se desbordan. Y es así porque desde las propias pasiones de sus periodistas-hinchas, se alientan las confrontaciones y se activan las pasiones, en particular en partidos en donde se define un título. Para el caso que nos ocupa, se nota el favoritismo en los periodistas del noticiero Caracol Noticias. Alfredo Vargas aparece vestido de rojo y no puede disimular que en ese momento actúa más como hincha, que como periodista. Error garrafal. Aunque él mismo y sus colegas invitan a que la "fiesta del fútbol" transcurra en paz y que "gane el mejor", sus preferencias deportivas vuelven sus invitaciones, frases de cajón que solo sirven para intentar matizar sus tendenciosos tratamientos informativos.

En las notas dan cuenta del dispositivo de seguridad, pero jamás hay una invitación a reflexionar en torno a la necesidad de que la Policía disponga de 3000 hombres para cuidar la "fiesta del fútbol". Si fuera una fiesta de verdad, en una sociedad civilizada, educada y formada para gozar del deporte espectáculo, esa estrategia policial sobraría. Todos sabemos que "la fiesta del fútbol" es un eufemismo.  Claro que los periodistas deportivos no están formados para hacerse este tipo de preguntas y mucho menos para cuestionar a los hinchas-oyentes que deben ser vigilados por la policía porque no se saben comportar o porque pueden ser víctimas de los bárbaros que siempre aparecen en los estadios para ensuciar el espectáculo. 

Los periodistas deportivos saben manipular muy bien las pasiones de los hinchas. Son ellos los que invitan a que se llenen los estadios, pero jamás los confrontan porque muy seguramente temen que los hinchas no los vuelvan a escuchar o ver en la televisión. Los reporteros deportivos no pueden quedarse narrando y comentando los goles y las incidencias de los partidos. Tienen la obligación ética y moral de hacer recomendaciones y de confrontar al aire a las hinchadas, en particular a aquellos miembros de las barras bravas que asisten a los estadios anclados a ese error original del que hablé líneas atrás.

Igual responsabilidad deben asumir los dirigentes de los equipos,  técnicos y líderes de las barras bravas. Es evidente que a la dirigencia de los clubes en Colombia solo les interesa el recaudo de dinero por cuenta de la venda de las boletas y jugadores. Poco o nada les importa la ansiedad de cientos de miles de hinchas que cometieron el error, por ignorancia y algo de estupidez, de entregar la tarea de ser felices, a lo que hagan 11 deportistas en una cancha, durante 90 largos minutos.   

Ya veremos qué sucede en esta esperada final. No siempre gana el mejor y en el fútbol, como en Colombia, cualquier cosa puede suceder. Una veces por la suerte, el destino y otras por la estupidez, la ignorancia y los nocivos tratamientos periodísticos de unos periodistas deportivos que hablan e informan como hinchas. 




Imagen tomada de EL PAÍS

jueves, 30 de mayo de 2024

ABORTOS Y CORRIDAS DE TOROS

 Por Germán Ayala Osorio  

 

La reciente aprobación de la ley con la que se prohíbe en adelante las corridas de toros en el país despertó la indignación de aquellos ciudadanos que gozan como niños en piñata, del cruel asesinato de estos animales no humanos durante faenas transmitidas por los noticieros de televisión, investidas caprichosamente como un espectáculo o de una tradición cultural.  

Hay ganaderos y latifundistas que quieren poner en evidencia un dilema moral y ético entre quienes defienden el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo en las circunstancias que la Corte Constitucional (CC) avaló en su memorable sentencia y los que celebran la prohibición de las corridas de toros y, por ende, defienden la vida de los toros de lidia asesinados salvajemente durante el grotesco, violento y anacrónico espectáculo de las corridas de toros 

Entre aquellos ciudadanos que rechazan la aprobación de dicha norma está Juan José Lafaurie, hijo del ganadero y latifundista José Felix Lafaurie y la congresista María Fernanda Cabal. El vástago de las dos figuras políticas escribió esto en su cuenta de X: Vamos muy mal como sociedad cuando valoramos más la vida de un toro que la de un bebé en el vientre”. Por su parte, la señora Cabal en el Congreso afirmó que “no les importa desmembrar un bebé en el vientre, les da más pesar un toro de 1600 kilos con cachos”.

Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. El primer error en el que incurre la señora Cabal está en subvalorar la vida del sintiente animal no humano en relación con la vida de una criatura que sobrevive aún en el vientre de una madre. Insiste el tuitero en la posición dominante del ser humano (también somos animales) y por ende se ubica ideológicamente en la defensa del antropocentrismo. Justamente, quienes impulsaron la ley que hoy tiene ad portas la proscripción de las corridas de toros se alejan de la defensa a ultranza de esa visión del mundo que hizo posible establecer unas relaciones tormentosas y violentas entre los seres humanos y las otras especies de animales no humanos.  

Al ubicarse en el vetusto y nefasto discurso antropocentrista, la Cabal y su hijo validan el asesinato cruel y público de los toros de lidia por cuanto el espectáculo deviene legitimado por la cultura dominante liderada, claramente, por todo tipo de Machos cabríos que ven a los toros y a otros animales como bestias irracionales cuyas vidas están sujetas a los delirios de grandeza y a las necesidades de entretenimiento. Que una parte de la sociedad haya asumido el castigo a los toros como una suerte de acto circense o espectáculo cultural, no significa que en este no haya dolor en quienes son sacrificados salvajemente. Esa fiesta brava que defiende este “pichón” de la élite conservadora y su madre es el correlato del machismo y de las múltiples violencias que sufren las mujeres en Colombia y en el mundo. Las violaciones que terminan en embarazos no deseados hacen parte de esas prácticas sistemáticas de la violencia de género.  

Al oponerse al aborto de bebés concebidos bajos esas violentas condiciones, Lafaurie termina por legitimar el machismo y las violencias basadas en género. Y es así porque está alineado (o quizás alienado) con la moral de la iglesia Católica responsable en gran medida de los largos procesos de dominación masculina sobre las mujeres y por supuesto, de la subvaloración de los animales no humanos por considerarlos inferiores.  

No acepta el joven tuitero que las mujeres puedan ejercer su derecho a ser madres cuando les dé la gana y no cuando sus parejas, la iglesia Católica, las familias o la sociedad se los indiquen. Es más, si no quieren tener hijos, eso también es un derecho que les asiste y que nadie debe atreverse a juzgar.  

No existe un dilema moral y ético en defender de un lado la vida de los toros de lidia y el derecho que le asiste a las mujeres a interrumpir cuando así lo deseen un embarazo que posiblemente les arruinará sus vidas, frenará sus expectativas de vida, pondrá en pausa proyectos personales e incluso, que ponga en riesgo su supervivencia y salud.  

Eso sí, lo dicho por el retoño Lafaurie-Cabal sirve para insistir en la necesidad que tenemos como sociedad de ir proscribiendo aquellas prácticas que, asociadas a la preponderancia del del Macho societal, nos “dio el derecho” de disponer del cuerpo de las mujeres para garantizar la procreación de la dañina especie humana. El triunfo del gran macho cabrío que suele vanagloriarse de su masculinidad por el solo hecho de “haber preñado” a la mujer o a varias, para someterlas a las labores domésticas y de crianza de los hijos o simplemente para anularlas profesionalmente, hace parte de todo lo que ha estado mal dentro de la sociedad colombiana.  

No más olé. Y en cuanto a los abortos, que sean las mujeres las que tomen la siempre difícil, pero respetable decisión. Y no olvide, joven tuitero, que Usted también es un animal. Le recomiendo que siga el consejo que su madre les dio a unos cuantos de sus críticos: !estudie (n) vago(s)! 


Imagen tomada de Infobae

BAJÓ LA NATALIDAD EN COLOMBIA POR “CULPA DE PETRO”

  Por Germán Ayala Osorio   Los periodistas uribizados, Luis Carlos Vélez y Juan Lozano culparon al presidente Petro de la disminución e...