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jueves, 19 de junio de 2025

35 AÑOS DEL GOL DE RINCÓN CONTRA ALEMANIA Y UN “MONTÓN DE COSAS FEAS”

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los periodistas deportivos insisten en revivir cada cierto tiempo lo que bien se puede llamar los “triunfos o las victorias morales” de la Selección de Fútbol[1]. Por estos días se recuerda el agónico gol de Freddy Rincón frente a la Selección Alemana en el Mundial de 1990, que llenó de gloria e historia el empate ante los teutones. A esa famosa igualdad se suma la goleada 5 a 0 que el seleccionado nacional le propinó a su similar de Argentina en el Monumental de Núñez en el contexto de la eliminatoria mundialista. 35 años después de la “hazaña”, la prensa deportiva habla del suceso deportivo como si se tratara de una gesta nueva.

En esta columna no hablaré de lo que significó para el fútbol nacional el sorpresivo empate ante los alemanes y la aplastante victoria contra los gauchos. Siempre quise escribir acerca de lo que dijo el periodista argentino Oswaldo Alfredo Webhe en la narración del gol de Freddy Rincón. Así cantó el gol el narrador argentino:

“…Hermano colombiano trepate a un árbol, andá gritá, andá festejá, gol de Colombia; a los 47 minutos el pase de Valderrama, la encarada de Rincón, el grito de Colombia en las plantaciones de café, en una tierra golpeada por un montón de cosas feas; Colombia con Rincón, Colombia 1, Alemania 1; el milagro no es alemán, el milagro es colombiano.

En perspectiva histórica, lo dicho por Webhe debió haberse considerado como un llamado de atención a sus colegas colombianos por el silencio guardado frente a los graves hechos de violencia política que acaecieron en el país entre finales de la década de los 80 y comienzos de la del 90.

Mientras que el periodista argentino movía las fibras de las audiencias con la alusión clara a las múltiples formas de violencia que soportamos los colombianos en aquella coyuntura, los narradores colombianos prefirieron hacerlo únicamente a partir del significado del gol de Rincón. Quizás se pueda explicar esa diferencia porque muchos periodistas deportivos colombianos creen que el fútbol nada tiene que ver con la política a pesar de que la historia de ese deporte está cargada de ejemplos que dicen lo contrario. Basta con recordar que el Mundial de Argentina 78 obedeció a una estrategia política de la dictadura para distraer a los argentinos y al mundo que ya veían con preocupación la violación de los derechos humanos por parte de los militares argentinos.

Aunque el narrador argentino ya no está en este mundo, los colombianos sabemos que a pesar de esas “victorias morales” en el país siguen y seguirán pasando cosas feas que no cesarán ni siquiera quedando Campeones del Mundo. Por el contrario, el día que Colombia gane un título mundial, las celebraciones, como siempre sucede, sacarán lo peor de  nuestra cultura y condición humana.




[1] Se sobre entiende que refiere a la Selección de Fútbol de Mayores (Hombres).

sábado, 19 de abril de 2025

EN VEREMOS MUNDIAL DE FÚTBOL EN CANADA, USA Y MÉXICO EN 2026

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Estados Unidos, Canadá y México serán sedes del Mundial de Fútbol Masculino de 2026. Los dos últimos vienen siendo víctimas de la “cruzada arancelaria” desatada con ira por el “cucho” de la Casa de Blanca, empeñado en “volver a hacer grande” a su país con esas y otras medidas proteccionistas.

De mantenerse la “guerra” arancelaria con México y Canadá y sumado a ello la persecución y deportación de migrantes latinos, surge la preocupación dentro del mundo del fútbol, en particular al interior de la FIFA por el riesgo económico que supone hacer el mundial bajo esas condiciones.

Es más, ya hay advertencias alrededor de la disminución del turismo hacia la tierra del Tío Sam, como rechazo a las bravuconadas de Trump, quien cree, sentado en el óvalo de la Casa Blanca, que cientos de miles de habitantes del mundo están desesperados por visitar Gringolandia y hasta de pronto lograr “besarle el culo”.  Esto dice El Espectador: “Las llegadas de no ciudadanos a EE.UU. en avión cayeron casi un 10% en marzo con respecto al año anterior, según datos publicados por la Administración de Comercio Internacional. Goldman Sachs Group estima que, en el peor de los casos, el impacto de la disminución de los viajes y los boicots podría ascender este año al 0,3 % del producto interno bruto, lo que equivaldría a casi US$90.000 millones”.

¿Se llenarán los estadios de latinos y con otras comunidades migrantes a sabiendas de que a las afueras podría estar la “migra” dispuesta a detenerlos, sin importar si tienen residencias permanentes, temporales o están de visita en Estados Unidos? 

Ese tipo de preguntas ya deben estárselas haciendo las marcas patrocinadoras y la propia FIFA, en particular este último actor político acostumbrado a someter a los países organizadores a fuertes exigencias en asuntos de infraestructura, logística, organizativos y lo concerniente al aforo de los estadios en donde rodará el balón. ¿Se atreverá la FIFA a presionar a Trump para que le “baje un par de rayas” a la persecución contra los migrantes? ¿Están contemplando cambiar las sedes?

Se viene una interesante coyuntura política y económica para el fútbol, deporte espectáculo que cada vez más depende de poderes en esos dos ámbitos, así los periodistas de las cadenas más reconocidas insistan en la narrativa de que el balompié está alejado de decisiones de carácter político. Para el caso, los periodistas deportivos colombianos insisten en ese falso discurso, a pesar de las evidencias que demuestran que dicho deporte, así como la FIFA, operan dentro de las dinámicas del poder económico y político, lo que supone, entre otras cosas, “arreglos” de resultados en eventos internacionales y nacionales y el uso de esa disciplina deportiva para tapar crímenes de Estado a manos de dictaduras y distraer al mundo para que deje de mirar hacia Gaza en donde Israel, con el apoyo de Occidente y en particular de USA, adelanta con sangre fría un genocidio en contra del pueblo palestino, entre otras tantas bellaquerías propias de la condición humana.


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jueves, 17 de abril de 2025

MARIO VARGAS LLOSA, FALCAO GARCÍA Y FRANCISCO BARBOSA

 

Por Germán Ayala Osorio

La muerte del nobel de literatura Mario Vargas Llosa generó una ola de comentarios a favor de su obra literaria y en contra de su actividad política y labor como Intelectual Orgánico (Gramsci), asociadas estas últimas a su perfil eurocentrista, clasista, cercano a la hegemonía conservadora y a la doctrina neoliberal.

Como reacción a la andanada en contra del político, alguien se preguntó si era posible separar al escritor del ciudadano políticamente comprometido y por esa vía poner por encima de sus ideas políticas la calidad de sus novelas y ensayos. Otros, quizás sin hacerse la pregunta, previamente tomaron la decisión de “quedarse” con el novelista y desechar sus contradicciones ideológicas o simplemente desconocerlas en aras de facilitar la elección.

Claro que es posible establecer límites y tajantes fronteras entre quien escribe magistrales novelas y se aprovecha de su condición de intelectual para hacer política en favor de un sector tradicional de poder.  El asunto problemático no está en la acción misma de separar al escritor, al hombre y al intelectual orgánico. La cuestión está en que en ese ejercicio de disección o vivisección de Vargas Llosa los admiradores y lectores consumados de sus libros decidan negar la existencia de contradicciones entre los roles jugados, elevando la condición humana del Nobel de Literatura a estadios idealizados o deificados.

La prensa tradicional en Colombia, por ejemplo, exaltó al novelista y puso su condición de Nobel de Literatura por encima de su actividad política e ideológica, tratando de ocultar los visos de “supremacismo político” que dejó ver Vargas Llosa cuando descalificó la elección de Petro como presidente de la República de esta manera: “Los colombianos al elegir a Petro eligieron la pobreza, es clarísimo. Yo creo que son tontos”. Al parecer, Vargas Llosa creía, a pesar de estar ya entrado en años cuando dijo lo que dijo, en el fantasma del comunismo y el castrochavismo. Lo dicho quizás se puede explicar porque en ese momento no estaba hablando el escritor, sino el intelectual orgánico.

Mientras una parte del mundo llora la partida del escritor peruano, una minoría quizás insista en poner en cuestión las posturas políticas del Nobel de Literatura, insistiendo en que no es posible separar al escritor, al hombre y al intelectual orgánico llamado Mario Vargas Llosa. Estos últimos seguirán atrapados en la idea de que “no hay muerto bueno”. Eso sí, el periodismo tiene la obligación ética de hacer las completas disecciones de las figuras públicas, sean estos escritores, atletas, jefes de Estado, científicos o astronautas, entre otros.

Llevemos la misma pregunta al ámbito del fútbol colombiano. En las mismas redes sociales en las que se hizo la vivisección del desaparecido novelista peruano circuló la imagen de Radamel Falcao García, conocido como el “Tigre”, muy cerca del exfiscal Francisco Barbosa. Ambos compartían espacio en uno de los palcos del estadio el Campin de Bogotá.

Los seguidores de Falcao optaron por separar la historia memorable del número 9 de la Selección Nacional y sus preferencias políticas muy cercanas a la derecha, compartidas también por compañeros que han visitado El Ubérrimo y “usados” por el expresidente Uribe Vélez como “postes” para girar sobre ellos montado en sus finos caballos de paso. Insisto: es posible hacer ese tipo de vivisección y optar por quedarse con el jugador y su palmarés, dejando de lado sus ideas y preferencias políticas.

El caso de Vargas Llosa guarda enormes diferencias con las de Falcao García por razones obvias: mientras que el escritor peruano era un hombre ilustrado y formado para dar discusiones conceptuales de carácter universal, el goleador del fútbol colombiano está en función exclusivamente de hacer goles y darles alegrías a los hinchas, lo que parece suficiente para negarles la razón a los aficionados que se molestaron por la foto con el narciso ex fiscal Francisco Barbosa.

Exigirle a Falcao y a otros jugadores de la Selección de Fútbol que piensen y digan bajo los parámetros de la conciencia de clase resulta exagerado en un país como Colombia en el que por mucho tiempo el Establecimiento se encargó de estigmatizar a quienes se atrevieron a cuestionar a la derecha dominante y a plantear opciones de poder diferentes desde la izquierda y más recientemente desde el progresismo. Justamente, por esa forma de “pensamiento único” no es obligación tratar de hallar en las posturas políticas de estos atletas contradicciones entre su actividad deportiva y su reducida capacidad para dar las discusiones conceptuales que sí pudo dar en vida Mario Vargas Llosa. Por ahora, dejemos descansar al novelista y no esperemos más de aquellos que se ganan la vida pateando un balón, así sepamos- y aquellos lo ignoren- que política y la práctica del fútbol seguirán unidas para siempre.



Imagen tomada de Infobae. 

domingo, 13 de abril de 2025

SELECCIÓN SUB-17 DE FÚTBOL: A TRES MINUTOS DE LA GLORIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Volvió a pasar: a pocos minutos del final, se pierde un título. Pasa a nivel de clubes y a nivel de Selección. Esta vez, el seleccionado de fútbol sub-17 dejó ir la oportunidad de “darle una alegría al país”. Lo tenían todo para hacerlo: un equipo competitivo que mostró por momentos orden táctico, fortaleza y despliegue físicos (gran talla de los futbolistas) y juego colectivo por momentos e interesantes individualidades.

Las reacciones de los periodistas deportivos, como es costumbre, se dividieron entre aquel grupo de narradores y reporteros “oficialistas” y los comunicadores “no oficialistas”. Los primeros, agradecieron a los “guerreros por haber puesto al país a soñar” con el segundo título continental en esa categoría después de más de 30 años de haber alcanzado el único título. Ese agradecimiento realmente es un acto de auto censura que obedece a los compromisos económicos (transmisión de los partidos y acceso a los jugadores) adquiridos por las empresas mediáticas, lo que las obliga a hablar bien del equipo, pero sobre todo evitar cualquier cuestionamiento público, en particular a través de la televisión.

Entre tanto, los segundos dejaron salir la frustración colectiva a través de frases o conceptos como “les faltó jerarquía, convencimiento, saber manejar los resultados y mentalidad ganadora”. Esas sentencias siempre van acompañadas de las sempiternas comparaciones con las selecciones de Brasil y Argentina que, en todas las categorías, acumulan títulos.

Creo que hay factores psicosociales y circunstancias contextuales que podrían servir para explicar los negativos resultados que acumula el fútbol colombiano, es decir, la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), responsable de los procesos de selección y en general del manejo de todas las selecciones.

Una circunstancia clave es que los jugadores argentinos y brasileños convocados a los distintos seleccionados cuentan con la motivación y en ocasiones con la presión de una historia llena de títulos. Esa historia, usada por la prensa de sus países de origen como presión colectiva, puede terminar “intimidando” a los jugadores criollos.  Es más, cuando la prensa colombiana reconoce tácitamente que después de un siglo de operación de la FCF poco o nada tiene que mostrar el país en relación con estrellas y títulos conquistados, el jugador colombiano entra al campo de juego un tanto “disculpado” porque le antecede años de mediocridad en los procesos deportivos y administrativos que hay detrás. Quizás, entonces, el jugador nacional, cuando llega a instancias finales se enfrenta a una pesada tradición que se suma al miedo escénico y al “terror” que les genera soñar con vencer a los argentinos y brasileños justamente en las finales, porque saben que para vencerlos deberán hacer un triple esfuerzo: ser mejores, dominarlos; enfrentar al arbitraje que en varias ocasiones jugó a favor de los gauchos y cariocas; y el peso de esa gloriosa historia de los argentinos y brasileños.

Huelga decir que se les ha podido ganar a los argentinos y brasileños en otras instancias que poco o nada sirven a la hora de cuantificar medallas, campeonatos, copas o estrellas. Se trata de triunfos "morales", como el “histórico” 5 a 0 contra Argentina, en Buenos Aires, durante una eliminatoria a un Mundial.

Es probable que los psicólogos de los seleccionados colombianos, sin saberlo, se estén enfrentando a una realidad deportiva anclada a factores societales y culturales: al jugador colombiano no le interesa ganar títulos. Lo que realmente los motiva es conseguir un millonario contrato que les permita superar la pobreza. La gloria y el reconocimiento pareciera no importar porque al no haber una historia llena de palmarés, el jugador colombiano aún no desarrolló el orgullo suficiente para “hacerse reventar hasta el final” con tal de alzarse con los títulos. Aquí está la diferencia con los argentinos y brasileños, jugadores a los que les encanta que la prensa los aplauda y diga que son los "mejores de América o del mundo". Quizás el asunto problemático que impide sostener las victorias esté en que las prioridades individuales son más fuertes que el sueño colectivo de consagrarse, por ejemplo, campeones de América.

También es posible pensar que las complejas realidades que afrontamos como sociedad lograron fincar en el “ADN” del fútbol colombiano ese “gen dominante” al que los periodistas deportivos llaman “debilidad mental”.




seleccion sub 17 subcampeona - Búsqueda

sábado, 11 de enero de 2025

JAMES RODRÍGUEZ: EL “SEDANTE” QUE NO PUDIERON COMPRAR LOS CHAR

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los Char querían llevar a James Rodríguez al Junior no tanto por lo que futbolísticamente le pudiera dar al equipo el 10 de la Selección, sino por la utilidad comercial y política que les hubiera asegurado el talentoso jugador. Más claro: les bastaba con tener a James en la banca porque lo necesitaban para mantener entretenida a la fiel hinchada y evitar que tomen conciencia de los graves problemas de inseguridad y pobreza de exhibe la capital del Atlántico, a lo que se suman los sempiternos arroyos que afectan a los menos favorecidos.

En Barranquilla parece darse un fenómeno interesante alrededor del fútbol como “sedante, paliativo o somnífero” social y político. Es decir, una especie de “paralizador” de intenciones políticas y sociales conducentes a levantarse en contra del poder hegemónico ejercido por los Char durante varias décadas.  Así las cosas, el equipo de fútbol opera como paliativo, analgésico y consolador. De esa manera, la poderosa familia controlaría las eventuales reacciones ante hechos de corrupción que la prensa asocia con el ejercicio del poder político por parte de miembros de ese clan. Algunos se atreven a decir que los Char son los dueños de Barranquilla: en la "Arenosa" no se mueve un lápiz sin que lo que sepa el viejo Fuad o cualquiera de sus vástagos.

Bajo esa premisa, el fútbol, como deporte de masas, sirve a los propósitos políticos de la “distinguida” familia: mantener “embobados” a los hinchas. Contratar futbolistas calidosos, pero sobre todo costosos, ayuda a ese objetivo circense. La furibunda hinchada agradece las millonarias inversiones en el equipo llenando el Metropolitano y gritando “Junior, tu papá”, estribillo que también repiten los periodistas deportivos y que sirve de somnífero para esa multitud ignorante que aguanta apagones y altos costos en las tarifas de la energía, atracos callejeros y arroyos porque lo más importante para sus vidas es que el Junior salga campeón o participe en torneos internacionales. En eso se les va la vida a los barranquilleros. Ah bueno, “mamando” ron también.

Poco importan las interpretaciones periodísticas con las que tratan de entender qué fue lo que pasó en la conversación entre el político y el jugador. Al final, lo único cierto es que James Rodríguez no jugará en el Junior. Los periodistas deportivos, sutiles instrumentos con los que se mantiene “embobada” a la afición publicaron sus propias conclusiones: unos dicen que James “usó y se burló” del viejo Fuad Char; que James aprovechó económicamente la oferta del Junior, para encarecer sus servicios, pues jamás estuvo interesado en jugar en Colombia; otros, que el jefe del clan “vendió humo” a la hinchada. Lo que realmente pasó fue que se quedaron con las ganas de usar a James Rodríguez como paliativo, consolador y sedante para mantener los altos niveles de “aguevamiento social” de los barranquilleros.

Adenda: curiosidades del lenguaje. Joder, Jumento, James, Jerarca, Jugador, Junior y Joda (no Jodaaa, eche) se escriben con J de Jaranda, la que ya tenían armada periodistas e hinchas que dieron por sentada la contratación del 10 de la Selección. Imagino la cantidad de pick up sonando a todo vapor. 





lunes, 9 de diciembre de 2024

RAZONES PARA NO VOLVER AL ESTADIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El fútbol, como deporte espectáculo, es una actividad en la que suelen confluir los deseos y las pasiones que despierta en la hinchada, así como las contradicciones, los conflictos morales, civilizatorios y ético-políticos que se crean y se recrean al interior de la sociedad en la que se asume como el deporte nacional. En Colombia se suele asumir el fútbol como el deporte nacional a pesar de que a nivel de clubes y seleccionados de mayores (hombres), los triunfos internacionales son más bien modestos.

Sobre el balompié colombiano, en particular confluyen las taras culturales de una sociedad violenta, clasista, racista y misógina, a lo que se suma que deviene confundida moralmente. De ahí las disímiles formas de violencia que se presentan dentro y fuera de los estadios. Al final, a la liga colombiana se le asume como una válvula de escape para esos sectores de la sociedad que afrontan y exhiben graves problemas en sus procesos civilizatorios. Más evidentes en los estratos bajos, pero igualmente visibles en los sectores de clase media, aunque que se manifiestan de manera distinta.

 A los estadios, entonces, se suelen llevar amarguras, frustraciones, animadversiones, intereses económicos y pasiones que suelen afectar la imagen del fútbol, así como las propias dinámicas institucionales (deportivas) desplegadas para asegurar la operación de la industria futbolera. Hace más de 30 años ir al estadio era un plan familiar. Ahora constituye un riesgo latente por la cantidad de desadaptados que entran a los estadios.

Desde los tiempos aquellos en los que el país supo de la connivencia de las autoridades del fútbol y de los dirigentes de varios equipos del rentado con agentes del narcotráfico, sobre el torneo recaen señalamientos de compra de árbitros y arreglo de partidos. El episodio de la reventa de boletas para los partidos de la Selección y la mala imagen de los dirigentes del fútbol colombiano me hacen pensar en que lo mejor es no volver al estadio. Como tampoco ver los partidos por televisión.

En el presente y a pesar de que las figuras mafiosas de los carteles de Bogotá, Cali y Medellín ya salieron de circulación, aquellos señalamientos y cuestionamientos siguen vigentes porque la sociedad colombiana de tiempo atrás validó el ethos mafioso que acompaña a los ejercicios de la política, de la economía y del periodismo deportivo. No es necesario recordar a aquellos periodistas deportivos que cohonestaron y se beneficiaron económicamente de la vida ostentosa de los mafiosos de antaño.

Justamente, el periodismo deportivo de hoy casi todos los fines de semana registra hechos turbios alrededor de los partidos. Penales y fueras de lugar dejados de sancionar que hacen pensar en que la turbiedad y la opacidad moral del pasado se mantienen como marcas indelebles. La llegada del VAR, por ejemplo, en lugar de asegurar los máximos de justicia deportiva, ya genera suspicacias en periodistas y aficionados, especialmente cuando la Dimayor no autoriza la publicación de los audios de las discusiones de jugadas polémicas. De igual manera, la llegada de las apuestas y el patrocinio mismo de la liga de una casa de apuestas se presta para la llegada de dudas sobre si los resultados en las canchas obedecen a una sana competencia o a posibles arreglos de los partidos o a la aparición de inconcebibles “errores” arbitrales.

Todo lo anterior es el marco en el que suele darse la competición en una liga profesional como la colombiana que deportivamente está muy lejos de ofrecer los espectáculos deportivos que exhiben ligas como la inglesa y la española, para nombrar a las dos mejores del planeta.

Mientras que el fútbol europeo en general ofrece velocidad, gran técnica en sus jugadores, profesionalismo y por esa vía aseguran un espectáculo digno de apreciar, el torneo colombiano suele ofrecer lo contrario: lentitud, jugadores marrulleros, violencia excesiva, equipos que parecen de segunda división, partidos cortados y canchas en mal estado, entre otros. De esa manera no se asegura un espectáculo que valga la pena. Si no fuera por el registro periodístico-noticioso de las jornadas y las exageraciones en las que incurren comentaristas y narradores, apreciar el fútbol colombiano se volvería más tedioso de lo que ya es. Sería un verdadero soporífero. Por todo lo anterior, hace ya varios años dejé de ver fútbol.


polemica en el futbol colombiano por penales el arriero herrera con el Once Caldas - Búsqueda Imágenes


jueves, 21 de noviembre de 2024

SELECCIÓN COLOMBIA: ¿ESTÁ OBLIGADA A GANAR TÍTULOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las tres derrotas consecutivas de la mimada Selección Colombia en el marco de las eliminatorias al Mundial de 2026 le sirven al periodismo deportivo local para lanzar todo tipo de lecturas y explicaciones sobre lo acontecido, así como para cuestionar a los jugadores, en particular a los que erraron “goles cantados” que hubiesen revertido los resultados adversos.

En el rifirrafe entre periodistas y jugadores, varios de estos últimos reaccionaron desde la arrogancia y la sobradez de quienes a pesar de que no ganaron nada aún, se sienten “estrellas intocables” justamente porque la misma prensa local los pone en ese pedestal desde el que bajan levitando y mirando por encima del hombro a los responsables en buena medida de la fama de la que hoy gozan. Pero más allá de las respuestas un tanto jactanciosas de Jader Durán y Richard Ríos, los periodistas deportivos podrían hacerse una pregunta, intentar ellos mismos respuestas o buscarlas en técnicos y en los propios jugadores de la Selección: ¿Están obligados estos últimos a ganar títulos? La respuesta más común y esperada sería un sí. Veamos.

La supremacía de los argentinos y brasileros en el hemisferio, en cuanto a la consecución de títulos mundiales, anula la pregunta porque la misma historia obliga a gauchos y cariocas a reventarse en las canchas para mantener la hegemonía continental. Ello podría explicar la actitud siempre ganadora de aquellos que saltan a las canchas con esas camisetas a las que defienden como si estuvieran en campos de batalla, representando a sus naciones. Con un elemento clave: buscan reconocimiento, fama y que los aplaudan, por encima de hacerse ricos jugando al fútbol.

Aparece entonces el primer elemento que hace posible responder con un No rotundo al interrogante que da vida al título de esta columna: la historia. La Selección Colombia no ganado nada a nivel continental, por lo tanto, no ha hecho historia. Por ese camino, jugadores como Durán, James, Lucho Díaz, Ríos y Portilla, entre otros más, a lo único que están obligados es a garantizar su futuro económico y el de sus familias. Lo de jugar bien y clasificar se da por descontado por tratarse, supuestamente, de jugadores profesionales. Y en eso andan, pues no creo que realmente estén enfocados en el objetivo de mediano plazo de clasificar al Mundial, llegar a la final y salir campeones. Eso requiere de un trabajo que lleva tiempo, seriedad y consistencia y que supera la metodología aplicada por el actual cuerpo técnico.

La actitud ganadora además de venir atada a la historia deviene ancorada a un trabajo de convencimiento fruto de la madurez mental y futbolística que les permita conseguir los resultados que la prensa y la hinchada les están exigiendo, muchas veces sin entender y sin saber lo que realmente está pensando cada uno de los jugadores que convoca el técnico argentino.

Es común escuchar decir de hinchas y periodistas que “a X jugadores les pesa la camiseta de la Selección”. No. Lo que quizás les esté pesando es la realidad del fútbol colombiano y en particular la de la Selección Colombia: no han ganado nada, esto es, no tienen historia. Como no les toca arrastrar el pesado background de títulos que sí les toca y saben sobrellevar los argentinos y brasileros, los jugadores colombianos saltan a las canchas livianos, esto es, sin las presiones legítimas que reciben las selecciones albiceleste y la canarinha de parte de la prensa y sus “torcidas”. Las presiones de la prensa deportiva y de los hinchas colombianos a los integrantes del seleccionado nacional de fútbol deberían de estar acordes con los deseos de cada uno de los jugadores y la seguridad de que están compitiendo porque quieren ganar algo importante y no seguir viviendo de esos tratamientos periodísticos que devienen exageradamente empalagosos y melifluos.

Por ahora estaría bien que ir a un Mundial se les vuelva costumbre y no una tortura de cada cuatro años. Una vez resuelto ese asunto, entonces sí prepararse no para pasar de la primera ronda o llegar a cuartos de final. Llegar a la final, teniendo resuelta la vida desde una perspectiva económica requiere de unas inconmensurables ganas de triunfar y de alcanzar la gloria deportiva. Y en ese aspecto, se nota a leguas que al interior del seleccionado hay que seguir trabajando. Allí hay un asunto cultural  que hay que entrar a descifrar.



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sábado, 16 de noviembre de 2024

PATRIARCADO, MACHISMO, PATRIOTERISMO Y FÚTBOL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La derrota de la Selección de Fútbol de Mayores frente a su similar del Uruguay tiene al periodismo deportivo buscando explicaciones de lo qué pasó en el accidentado partido en el Centenario. Más allá de la falta de pundonor y jerarquía de los jugadores colombianos frente a la tradicional garra charrúa, resulta llamativo lo que hace la prensa deportiva cada que juega la selección: durante cinco o más días se dan a la tarea de ilusionar a las audiencias con expectativas de un empate o de una victoria. Entonces, hablan de hazañas y gestas para luego “graduar” a 11 jugadores de “héroes” en un país en el que, por cuenta del conflicto armado interno, paramilitares, guerrilleros y militares usaron el mismo apelativo para exaltar a sus miembros (hombres), a pesar de haber violado los derechos humanos.

Esos cubrimientos periodísticos a todas luces exagerados y con fines patrioteros están atados inexorablemente al patriarcado y a su correlato el machismo que tienen en el fútbol a su mejor aliado y exponente en la tarea cultural de mantener en el tiempo la supremacía masculina.

Es tan evidente la preferencia por el seleccionado de hombres (mayores) que las audiencias entienden cuando la prensa titula “hoy juega la selección”. A pesar de la existencia de seleccionados femeninos, la fiesta patriotera está asociada al fútbol masculino. Dicho favoritismo se torna peor cuando al examinar los títulos conseguidos por la Selección masculina de mayores se encuentra que poco o nada ganaron los venerados hombres del seleccionado. Si miramos a las selecciones femeninas, estas, en poco tiempo y a pesar de contar con una deficiente liga por decisión de los machos que dirigen la Federación Colombia de Fútbol, ganaron más que todas las selecciones masculinas juntas en más de 50 años.

No sé qué sentirán las jugadoras y sus familias al ver los reverenciados tratamientos periodísticos que hacen medios como Caracol y RCN, empresas que se disputan el rating cada que juega “mi selección”, frente a los tímidos cubrimientos de los juegos de los combinados femeninos. Lo cierto es que la predilección por la Selección (insisto: no es necesario decir que es la de los hombres mayores) no está pensada exclusivamente para entretener a las audiencias y despertar el manido sentimiento patriotero. No. También está dirigida a mantener la vigencia del patriarcado sin que importen mucho las derrotas y esa histórica escasez de títulos mundiales que no se compadecen con esos tratamientos de “héroes” a quienes parece que se acostumbraron a conseguir “triunfos morales” como aquel 5 a 0 contra Argentina en una eliminatoria, o el 2 a 0 contra Uruguay en el Mundial de 2014.

Eso sí, esa misma prensa hablará de la derrota frente a Uruguay hasta horas antes del próximo partido contra Ecuador en Barranquilla. Entonces, dirán sin vergüenza alguna que hay que “levantar la cabeza, recomponer el camino y recuperar la confianza”. Y nuevamente aparecerán las imágenes de hinchas furibundos apoyando a la Selección porque “es lo único que une a los colombianos”.  Esta última, una mendaz narrativa con la que se intentan tapar los graves problemas de convivencia social y política que arrastramos como Nación.



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viernes, 27 de septiembre de 2024

CAMPAÑA PUBLICITARIA Y VIOLENCIA EN LOS ESTADIOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los recurrentes actos de violencia en los estadios, el asedio de los hinchas a las sedes de los equipos y los insultos a los jugadores han recibido las mismas respuestas de la Dimayor y la Federación de Fútbol: sanciones económicas a los equipos, una que otra judicialización de los aficionados que protagonizan los desmanes y jugar a puerta cerrada. Y pare de contar.

Mientras tanto, las directivas de los equipos y los periodistas deportivos siguen sin asumir la imperiosa tarea de diseñar una campaña de sensibilización dirigida a todas las hinchadas con el único propósito de mostrarle a cada aficionado que la manera enfermiza de asumir los triunfos y derrotas hace parte de un problema psicológico del que las instituciones deportivas y los periodistas no se pueden hacer cargo.

Más claro: periodistas y dirigentes deportivos del fútbol deben hablarle clarito a esos hinchas furibundos y energúmenos que asisten cada ocho días a los estadios. Hay que decirles de frente que ellos son una vergüenza para la sociedad y el fútbol. El solo hecho de depositar la responsabilidad individual de alcanzar la felicidad en 11 jugadores constituye no solo un error, sino una verdadera estupidez.

Antes de que sucedan hechos violentos de mayor calado, urge que se diseñe una campaña publicitaria con el claro objetivo de confrontar a esos aficionados que de manera errada exigen a 11 jugadores que asuman la tarea de hacerlos felices. En particular, esa campaña deberá ir dirigida a esos “machitos que, con excesos de testosterona”, salen al ruedo a pelearse como perros rabiosos para ver quién es el “más berraco, el más hombre, el más macho, o quién tiene los huevos más grandes”. Todas expresiones de una masculinidad en crisis, fruto de la ignorancia, la estupidez, la poca o nula lectura de libros y también quizás por falta de oportunidades; y claro, consecuencia de una sociedad patriarcal y machista que “obliga” a los hombres a tener que demostrar que son machos y a exponer su “hombría” frente a un macho retador.

Nadie niega que las violencias en los estadios de fútbol están atadas a que somos una sociedad incivilizada que exhibe débiles o truncos procesos civilizatorios, pero ello no es óbice para insistir en la necesidad de confrontar discursivamente a los violentos. Al hacerlo quizás decidan no volver a los estadios. Sería lo mejor.  Antes a los estadios se iba en familia. Hoy, prácticamente es un riesgo enorme.

Hay que utilizar los tableros electrónicos y los sistemas de sonidos de los estadios, las redes sociales, y la televisión para que la campaña logre el objetivo de confrontar a esos hinchas (verdaderos pendejos) que van cada ocho días a un estadio a buscar la felicidad cuando esta la pueden tener al interior de sus hogares, o quizás yendo a ver otros espectáculos. Ahora, si justamente van a los estadios para huir de la familia, entonces la campaña publicitaria cobra mayor sentido.

He aquí varias frases que podrían usarse si directivos y periodistas deportivos acogen lo propuesto aquí en esta columna:

1.    Si tu felicidad depende de un juego, y el fútbol lo es, usted tiene un problema.

2.    Venir al estadio a insultar los jugadores es propio de malandros.

3.    No traigas tus frustraciones al estadio.

4.    Venir a sufrir al estadio te convierte en masoquista.

5.    Ser violento no te hace Hombre, pero sí te convierte en un criminal.

6.    Oye, aficionado violento: ¿todo bien en casa?

 

 

 

martes, 3 de septiembre de 2024

HINCHADA DEL CALI, PRENSA Y SER FELICES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La invasión a la cancha de parte de hinchas del deportivo Cali, como forma de protesta por la derrota que sufría y sufrió finalmente con el deportivo Pasto, es un hecho extradeportivo que tiene un fuerte anclaje en las erróneas maneras como en general los hinchas del fútbol manejan la derrota e incluso, los triunfos.  Al final, la actitud asumida por el grupo de hinchas y los comentarios que la prensa recogió a la salida del estadio Palmaseca están inexorablemente atados a un problema cultural-civilizatorio del que deberían ocuparse los aficionados, las directivas de los equipos de fútbol y la prensa deportiva.

Inicio con las responsabilidades que aún no asumen los periodistas deportivos que reducen su trabajo a cubrir los resultados y transmitir los comentarios de los futbolistas y los técnicos. Cuando se presentan desmanes e invasiones a las canchas, los periodistas lamentan los hechos, sin advertir que tienen obligaciones que deben asumir como informadores. Lo primero que deberían de hacer es usar los espacios periodísticos y las transmisiones en directo de los partidos para decirles a los hinchas lo inconveniente que resulta que ellos les entreguen a 11 jugadores la responsabilidad de hacerlos felices. Craso error que cometen los aficionados que asisten asiduamente a los estadios. Ese es un problema cultural-civilizatorio que termina en actos de violencia física, verbal y simbólica como ir a protestar a la sede en donde entrenan, amenazar a los jugadores y atacar a piedra el bus que los transporta.

Al hincha furibundo o dolido por la derrota hay que confrontarlo. En lugar de abrirle los micrófonos para que desahogue su frustración por la derrota, diciendo barbaridades y madrazos, a ese aficionado hay que llamarle la atención y decirle que el del problema es él y no los jugadores. Se trata de un simple juego en el que se puede perder, ganar o empatar. Es así de sencillo.

Escuché a un hincha del deportivo Cali decir que “uno se mata trabajando para venir al estadio a verlos y no juegan ni mierda…”. Este hincha tiene un grave problema: está convencido de que el equipo y los jugadores están en la obligación de hacerlo feliz, de sacarlo de su desdichada vida como trabajador. Es en este punto en el que los periodistas deportivos deben aparecer para mostrarle a ese hincha que está equivocado. Decirle con sinceridad que su vida resulta insignificante para los jugadores y para las directivas del club.

Por ser un deporte de masas, el periodismo deportivo y los clubes han terminado por evitar cualquier confrontación al aficionado que depositó la obligación en terceros, de ser feliz. Claro, los clubes y los periodistas lo hacen por razones económicas y de rating. Los primeros necesitan que los hinchas compren las boletas y llenen los estadios; y los segundos, que escuchen las transmisiones radiales y televisivas con las que evitan al máximo enfrentar a unos hinchas que arrastran el ya señalado  problema, muy seguramente inoculado por la misma prensa deportiva.

Entiendo que la prensa deportiva jamás asumirá esa tarea que calza muy bien con aquello de la "responsabilidad social de los medios", porque justamente la violencia en los estadios les permite ganar rating.  El "negocio" es redondo: alimentar a diario las pasiones de la hinchada y por esa vía la ignorancia y la incapacidad para llegar a concluir que están equivocados en la manera como se relacionan con los equipos y con la Selección de Mayores (masculina, por supuesto). Una vez se presentan los desmanes, tienen los periodistas con qué rellenar sus espacios informativos y de "análisis". 

Y para colmo de males, la mayoría de los actos de violencia los protagonizan hombres, machos cuyas masculinidades devienen en una crisis aún no detectada por ellos mismos, justamente porque están atrapados en el círculo vicioso en el que los clubes y los periodistas deportivos los metieron. 

En cuanto a los clubes, qué interesante sería que las relaciones con las barras bravas no se redujeran a la entrega de boletas y quizás al patrocinio de viajes y la confección de pancartas, entre otros menesteres. Por el contrario, que haya un proceso de formación de hinchas responsables que, si bien “aman” al equipo, entiendan que ser felices no está atado exclusivamente a lo que hagan en la cancha los atletas.  

Adenda: fui un hincha furibundo del Deportivo Cali. Con mi padre y mi hermano  Walter compartimos tardes en el Pascual Guerrero. Unas amargas y otras llenas de felicidad. Eso sí, muy temprano comprendí que estaba en el error en el que hoy están cientos de miles de hinchas del Glorioso Deportivo Cali. Sobre la crisis institucional y deportiva del club, quizás obedece a que a las últimas directivas jamás les interesó consolidar un proyecto deportivo de largo plazo.  Caer a la B parece una salida a la crisis financiera y deportiva. 







martes, 16 de julio de 2024

COLOMBIANOS EN MIAMI: VERGOÑA MUNDIAL

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO


Los actos vandálicos y la actitud primitiva, egoísta y violenta que cientos de miles de hinchas colombianos protagonizaron y dejaron ver al mundo en la final de la Copa América, resultan a todas luces injustificables, pero culturalmente explicables. Saltar muros, falsificar boletas, evadir controles e ingresar sin boletas y por los ductos  del aire acondicionado como escurridizas ratas o cucarachas, hacen parte de un "repertorio cultural" ancorado a la idea negativa de "ser colombiano, de ser latino, de ser "sudaca". 

Expongo a manera de hipótesis explicativa que los comportamientos violentos, ilegales, voluntariosos, egoístas y primitivos exhibidos por los colombianos en el estadio Hard Rock de Miami están inexorablemente atados a una negativa auto percepción que arrastramos los colombianos, bien para llamar la atención o para disculparnos por si efectivamente cometemos errores o violamos las normas. Más claro: subsiste una inocultable desdicha en eso de ser y sentirse colombiano. Así entonces,  cuando viajamos a países cuyos ciudadanos ya incorporaron y naturalizaron el orden, el respeto al otro, a las reglas y a la ley, de inmediato nos sentimos confrontados y hasta molestos. Hay quienes se sentirán amenazados por un "exceso de control y orden" al que consideramos innecesario, ridículo y exagerado porque nos acostumbramos a que en Colombia las cosas se hacen a las patadas, o más "relajadas" que las que se hacen en los Estados Unidos y Europa. Bajos esas condiciones, ese colombiano que se siente confrontado e incómodo deja salir su esencia, lo que tiene para ofrecerle al mundo, pues sabe que es hijo del "infortunio, de la adversidad, de la desdicha" y de la poca glamorosa condición de ser colombiano. 

Dicha hipótesis parece ser validada todo el tiempo por los deportistas, incluidos los jugadores de la Selección de fútbol. Ellos son los primeros en dejar ver esa penuria, esa adversidad y ese infortunio. Suelen decir: "Queremos dejar en alto el nombre de Colombia". "Darle una alegría al país porque sabemos por lo que está atravesando". No hay medalla, trofeo, copa o galardón que no se ofrezca al país del infortunio. Al final, con esas consignas siempre se pretende cambiar la imagen negativa que proyectamos al mundo por hechos que efectivamente confirman que como Estado y sociedad exhibimos graves problemas con nuestros propios procesos civilizatorios por cuenta de un Estado inoperante, mafioso y corrupto que da mal ejemplo y al que hay que temerle. Baste con recordar a las 6402 víctimas que dejó la política pública de defensa y seguridad democrática de Álvaro Uribe o los cientos de jóvenes asesinados, desaparecidos, violados y afectados en sus ojos durante el estallido social en el gobierno de Iván Duque, para entender que el Estado colombiano en cualquier momento se puede convertir en el más infame de los victimarios; y también, por cuenta del sempiterno y naturalizado ethos mafioso que guía la vida de hijos de las élite económica, social, política y militar y la de millones de colombianos acostumbrados a no hacer la fila, a querer tumbar al otro y a pasarse por la faja a las autoridades. 

Así entonces, lo acaecido en Miami en la previa de la final Colombia vs Argentina resulta perfectamente explicable desde el ámbito cultural. Una cultura que deviene atada a ese sentimiento de vergüenza que acompaña a esa idea de ser colombiano. La vergoña que hoy sienten los connacionales que viven en los Estados Unidos se explica, se hace grande y casi que inmanejable justamente porque pudieron superar o por lo menos eso creen, la adversidad y las penurias que nos acompañan en nuestro devenir como pueblo. Y es así porque se acostumbraron a respetar las reglas, le temen a la sanción, al tiket de tránsito o al señalamiento de los americanos. Incluso, hay colombianos que no comparten con otros colombianos porque no saben si ese compatriota está dispuesto a comportarse como un americano civilizado o si cree que puede venir a USA para seguir siendo un patán o un indisciplinado. 

Adenda: el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Ramón Jesurún, debería de renunciar a su cargo. Los hechos violentos y reprochables que protagonizó, junto con su hijo, afectan su legitimidad y lo que es peor, confirma o valida el sentido de la hipótesis aquí expuesta.  

 

  





Imagen tomada de Semana.com

 

lunes, 15 de julio de 2024

HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA DERROTA

 Por Germán Ayala Osorio

La derrota sufrida en la final de la Copa América y los comportamientos vandálicos e incivilizados de hinchas y del propio presidente de la Federación de Fútbol de Colombia, Ramón Jesurún, deberían de servir para diseñar e implementar acciones, actividades y discursos propios de lo que llamo aquí en esta columna, una Pedagogía de la Derrota (PD).  

Y los primeros llamados a  implementar esas acciones es la prensa que  movió las pasiones de millones de colombianos de manera irresponsable y despertó el siempre inconveniente patrioterismo con el que intentamos ocultar  o tramitar los problemas y los conflictos individuales y colectivos de una sociedad que deviene confundida moralmente y en la búsqueda incesante de referentes (ídolos) que ayuden a limpiar la "mala imagen", dar un respiro a las frustraciones e insistir en las negativas auto evaluaciones que hacemos de nosotros mismos como pueblo. 

Los periodistas deportivos deberían de liderar acciones y actividades pedagógicas que nos ayuden como colectivo a darle un mejor manejo a la derrota, pero sobre todo, a los sueños y alegrías que despierta el fútbol como deporte espectáculo y de masas. La primera idea con la que esa Pedagogía de la Derrota puede servir a esos propósitos gira en torno a un llamado de atención - casi un regaño- a todos aquellos hinchas que insisten en entregarle la responsabilidad de ser felices a 11 jugadores de fútbol. Ese es quizás el más grande y grave problema que debe ayudar a superar la Pedagogía de la Derrota. No puede ser que hombres y mujeres en edad adulta depositen en 11 extraños que viven de un juego en el que es posible ganar o perder, una responsabilidad que debemos asumir de manera individual y en el núcleo familiar. Y lo peor de todo es que esos mismos adultos están llevando a sus hijos por el mismo camino. Al final, tendremos hinchas adolescentes y adultos más adelante, que le exigirán más a sus futbolistas, que a gobernantes y políticos que, justamente, hacen todo para que como individuos o como familia no podamos alcanzar la felicidad anhelada. 

La segunda idea sobre la que debe trabajar esa PD es aquella que señala que la sociedad  colombiana, de acuerdo con periodistas, políticos, el propio presidente de la República y algunos expertos, puede "unirse" en torno al fútbol. Es tiempo de olvidarnos de ese anhelo propio de una sociedad imaginada, sobre todo porque en el diario vivir cada uno de nosotros hace cosas y asume conductas que van en la dirección contraria a la deseada. Lograr esa "comunión" entre disímiles formas de entender la vida, el país, el territorio y la cultura, entre otros elementos,  no puede depender de los resultados de un juego sobre el que no podemos tener ningún control. Es en la cotidianidad y bajo un real espíritu republicano que podemos lograr unirnos como sociedad civilizada, moderna y democrática. 

Propongo como primera acción pedagógica, que el partido de la final se retransmita en horario tripe A, con comentaristas, periodistas, un par de jugadores de la Selección derrotada y académicos. Ese ejercicio se propone con dos objetivos: el primero, probar hasta dónde estamos dispuestos a refrescar lo sucedido para analizarlo con cabeza fría; y el segundo, aprovechar la sintonía lograda para ir acomodando en el colectivo las dos ideas aquí planteadas. Obviamente que las empresas mediáticas deben comprometerse a promocionar la repetición del partido, con cuñas que inviten a los colombianos y colombianas a dedicar un par de horas a esa actividad. 

Aprender a perder no pasa exclusivamente por reconocer que el ganador hizo las cosas mejor. Y mucho menos se trata de volver sobre el error o los errores cometidos por los jugadores de la Selección. No. De manera creativa hay que ir inoculando en las audiencias que ser felices no puede seguir dependiendo de lo que hagan 11 jugadores en una cancha; y que hay una forma de "unirnos" como sociedad: respetar las normas de convivencia y por ese camino a los demás ciudadanos; cumplir con las tareas y obligaciones. Actuar de manera civilizada para resolver problemas y conflictos. Y esto último pasa por dejar de lado aquello de ser "macho" y estar siempre dispuesto a "dar en la cara marica". 


Adenda: los hinchas que se colaron, que vandalizaron escaleras eléctricas y que usaron los ductos para entrar al estadio son hijos de esa Colombia violenta, uribizada a través del todo vale. Son los típicos "vivos bobos". Actuaron como matones y malandros. Muy mal la organización del evento porque cometieron un error garrafal: no imaginaron el nivel de estupidez, violencia y lumpenización de los cientos de colombianos que aportaron a que el mundo nos siga mirando como bárbaros, incivilizados y salvajes. 


 



Imagen tomada de Alerta Tolima

sábado, 13 de julio de 2024

BIELSA, PERIODISMO, PODER Y FÚTBOL

 

Marcelo Bielsa es el corajudo técnico de la selección uruguaya que, por estos días, anda desatado dando declaraciones altisonantes en torno a varios asuntos que tocan a la organización de la Copa América a la que considera un desastre a juzgar por el mal estado de las canchas y el manejo de la seguridad en las tribunas, en particular por los bochornosos hechos protagonizados por hinchas colombianos y directivos, hinchas y jugadores uruguayos que no soportaron perder "otra vez" con Colombia. También criticó a los medios y periodistas que cubren la Copa América por estar al servicio de la FIFA y la Conmebol y guardar silencio por el mal estado de las canchas, incluso, por el tamaño no reglamentario de las mismas, más los otros asuntos señalados por Bielsa.  

Pero quizás el tema de más grueso calibre al que se refirió el estratega argentino es de la "privatización" del fútbol. Lo dicho por Bielsa no es de buen recibo por parte de los medios masivos y los periodistas obligados a autocensurarse y de otros que, simplemente, disfrutan obedeciendo instrucciones y gozando de los privilegios que les aseguran sus propios patronos al momento de cubrir periodísticamente certámenes como la Copa América, mundiales y la Eurocopa: viajar y viaticar son las recompensas por informar "adecuadamente";  y por supuesto, resultan incómodas para las directivas de la Conmebol, la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) y la FIFA, agentes de poder responsables en gran medida de haber convertido el fútbol en un vulgar y tenebroso negocio y por ese camino haber permitido que sobre este recayeran señalamientos inmorales relacionados con prácticas como arreglar partidos y resultados, así como organizar torneos para favorecer a específicas selecciones e incluso, jugadores top del fútbol mundial. El ethos mafioso viaja en primera clase y se pavonea por todas las federaciones, hasta llegar a la matriz: la FIFA.

Le dicen el "loco", pero Bielsa está más cuerdo que todos aquellos que giran en torno al fútbol: hinchas, poderosos directivos de todas las instancias, empresas patrocinadoras y mediáticas. Lo primero que dijo el "orate" del Bielsa es que el fútbol ya no es más un espectáculo para los más pobres del planeta, porque fue privatizado. Nadie discute que le cabe razón al profesor Marcelo Bielsa: el fútbol, de un tiempo para acá, pertenece a unas cuantas familias que se lucran porque tienen asegurados a millones de consumidores enajenados y dispuestos a comprar costosas camisetas, banderines, guayos y boletas para asistir a partidos. Y si quieren verlo por televisión, entonces hay que adquirir un plan para poder gozarlo desde sus hogares. Muchos años atrás, se podían ver todos los partidos de un Mundial de Fútbol. 

Dentro de esos consumidores asiduos de partidos y torneos hay quienes  no tienen la capacidad de análisis y el espíritu crítico de Bielsa; por supuesto que hay otros tantos millones a los que poco o nada les interesa saber y entender lo que dice un entrenador de fútbol al que ningún colega parece dispuesto a acompañar en sus críticas por miedo a sanciones y represalias de las autoridades del fútbol.  Scaloni, también argentino, habló y lo callaron, dijo Bielsa. Néstor Lorenzo, el argentino que dirige al seleccionado colombiano, también guarda silencio. ¿Miedo, comodidad o "importanculismo"?

A esos millones de hinchas poco o nada les interesa que el balompié mundial sea hoy un clúster que produce millonarias ganancias para unos pocos, porque las angustias, los miedos y las incertidumbres que padecen, requieren de la más grande válvula de escape: el fútbol. 

Muy seguramente la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) cancelará el contrato que sostiene con Bielsa, bien por no haber conseguido pasar a la final o por sus declaraciones. Es probable que la salida del entrenador se dé por presiones de la propia Conmebol, siguiendo instrucciones de la FIFA. En su momento, Diego Armando Maradona también criticó a la FIFA y a todo lo que se mueve detrás del fútbol. Y nada pasó. 

Lo curioso de todo es que tanto Bielsa como Maradona siempre, de muchas maneras, directa o indirectamente, se beneficiaron de los manejos administrativos y políticos de la FIFA y la Conmebol, para favorecer los intereses de los seleccionados de Uruguay  y Argentina. Sin embargo, sus voces siempre serán importantes para el más grande espectáculo que garantiza la alienación de millones de seres humanos que se distraen viendo goles, mientras Israel hace ingentes esfuerzos militares para borrar de la tierra al pueblo palestino. 

El problema no está en lo que dijo Maradona en su momento y en lo que dice hoy el "loco" Bielsa. El problema radica en que muy pocos estarán dispuestos a abandonar privilegios porque hacen parte del negocio del fútbol o dejar de consumir lo único que los saca de las rutinas diarias y del malestar individual y colectivo que produce la vida contemporánea. 

Mañana, Bielsa publicará un libro con todas las "verdades" que él dice tener sobre el manejo del fútbol mundial. Hinchas, entrenadores y jugadores lo comprarán. Lo único cierto es que el mundo seguirá igual. Nada cambiará, porque ese mundo que critica Bielsa fue creado, es recreado y reproducido por esa condición humana que también acompaña a este "orate" del fútbol que hace muy bien en conectar tres elementos que periodistas deportivos todo el tiempo quieren separar: poder, política y el capital.  



Imagen tomada de sporting news


viernes, 12 de julio de 2024

11 RAZONES PARA VENCER A LOS ARGENTINOS

 

Por Germán Ayala Osorio


En un deporte espectáculo como el fútbol, que suele mover los más primarios sentimientos humanos, incluyendo la fe, resulta poco razonable y lógico hablar de razones por las que un equipo debería vencer a otro. Pues bien, a riesgo de caer en ese escenario de la "sinrazón", expongo en esta columna 11 razones por las que la Selección Colombia debe derrotar a su similar de la Argentina. Las que expondré pueden estar atadas a hechos o circunstancias futbolísticas, pero también a las extra futbolísticas que siempre aparecen en ese deporte contaminado por intereses económicos y políticos, asociados a la operación de la FIFA, un organismo intocable que puede  resultar más poderoso que cualquier Estado del sur global.

1. Porque en el 2001 Colombia se coronó campeón por primera vez de la Copa América, sin la presencia de Argentina. En esa oportunidad, la dirigencia gaucha, con la complicidad de la Conmebol, se abstuvo de mandar a competir al seleccionado local aduciendo problemas de inseguridad en Colombia. 

2. Porque a la Argentina le organizaron la  Copa América para que la ganara con el menor desgaste físico de sus jugadores. No enfrentó en la fase de grupos y en la semifinal a seleccionados fuertes. Por el contrario, Colombia se enfrentó a Brasil  en la primera fase y a Uruguay en la instancia siguiente. Partidos duros. 

3. Porque la Selección Colombia mostró a lo largo del campeonato mejor fútbol, dinámica. Un fútbol más moderno, vertiginoso, frontal y atrevido. Argentina está viviendo del glorioso pasado de Messi y de Di María. Sin esas dos figuras, la selección gaucha es un equipo normal al que se le puede vencer. 

4. Porque el presidente de la República de Colombia declaró el lunes 15 de julio, día Cívico. No quiero imaginar las caras aburridas de millones de hinchas en un día de asueto, recordando la derrota. Un día festivo es para consentir a la resaca post celebración.

5. Porque las directivas del fútbol colombiano no trabajan sobre procesos de largo plazo. Aunque Lorenzo potenció lo que dejó Pekerman, no resulta tan fácil lograr consolidar una Selección tan completa línea por línea. El recambio apenas se asoma, pero ello no es garantía de que haya continuidad en el trabajo dentro de la estructura de la Federación Colombiana de Fútbol. 

6. Porque ya es tiempo de ganar títulos para dejar de ser una selección que alegra los torneos. Ya no más "victorias morales" como aquel 5 a 0 contra Argentina ese 5 de septiembre de 1993 en el Monumental de Núñez. O el más reciente 2 a 0 contra Uruguay en el pasado Mundial.

7. Porque si ganan la Copa América, sabremos si aprendimos a celebrar. Es la oportunidad para borrar la violencia y los excesos que se vivieron en 1993 con ocasión de la goleada y la humillación que le propinaron a la Argentina en su propia tierra. 

8. Porque sectores de la economía se beneficiarían por la euforia que desataría vencer a los argentinos.  

9. Porque hay jugadores argentinos que se pasan de bocones, fatuos y que se creen invencibles. Son los mismos que menosprecian a los colombianos. 

10. Porque es la revancha de James Rodríguez y un premio a su trayectoria. Así como a Messi le faltaba el Mundial, a James le falta esta Copa para ir pensando en su retiro. Quizás le alcance para jugar el Mundial de 2026. 

11. Porque los jugadores más jóvenes de la Selección y los que aspiren a ser convocados sabrán incorporar ese valioso triunfo y título a su "ADN". Esa sería la génesis del triunfalismo y el favoritismo que siempre exhiben argentinos, uruguayos y brasileros. 


Adenda: Si la Selección quiere ganar la Copa América sus jugadores deben hacer un triple esfuerzo. Se enfrentan a la historia, a la arrogancia y a las mañas de los argentinos; así como a las ayudas de los árbitros y al apoyo de la Conmebol.



Imagen tomada de futbolred


jueves, 11 de julio de 2024

¿LA SELECCIÓN NOS UNE?

 

Por GERMÁN AYALA OSORIO

 

Después de alcanzar la clasificación a la final de la Copa América y en medio de la algarabía y de expresiones de patrioterismo, volvió a escucharse que “la Selección Colombia nos une”. Convertida dicha frase en un imaginario colectivo, atado, por supuesto al poder de penetración del lenguaje periodístico, bien vale la pena tratar de ahondar en sus raíces y alcances. 

Lo primero que hay que decir es que ese imaginario colectivo supone que la sociedad colombiana deviene históricamente escindida por razones políticas, culturales e ideológicas. En el 2021, cuando se ganó por primera vez la Copa América, la misma frase se escuchó de las voces de narradores y periodistas deportivos y por supuesto, de hinchas que creyeron y aceptaron el mensaje de una idea que se popularizó tanto, que no no parece haber nadie dispuesto a poner en duda de que efectivamente "la Selección nos une". En esa oportunidad quedamos campeones. Me pregunto: ¿Hubo unión, en qué consistió? ¿Acaso se resolvieron los problemas y los conflictos sociales y políticos se transformaron? ¿O lo que el periodismo deportivo busca realmente, al fijar ese imaginario en la conciencia colectiva es que por unas horas nos "unamos" para celebrar, disfrutar, consumir y beber? Si es así, entonces el único objetivo de los programas y periodistas deportivos cuando sueltan la frase es que salgamos como locos a consumir bebidas y a gastar sin control y por esa vía, olvidarnos de nuestras tristezas, problemas, miedos y angustias.  

Sigamos. También se puede pensar que esa realidad objetiva llamada "desunión o eterna división" se ha intentado cambiar a través de fórmulas distintas al fútbol, esto es, acuerdos sociales y políticos como el que permitió derogar la conservadora y anacrónica constitución de 1886 y otros pactos políticos de menor alcance, pero que sirven para comprender que los problemas de la sociedad colombiana no se pueden superar con el hecho de abrazarnos en torno a la celebración de un título deportivo en la disciplina del fútbol. Hablo del Frente Nacional, el fallido Pacto de Chicoral en los años 60, el proceso de paz entre el Estado y el M-19, los pactos Ralito, Chivolo y Pivijay entre una parte de la clase política y los paramilitares, así como el tratado de paz con las entonces Farc-Ep durante el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón.

Los señalados acuerdos, pactos o negociaciones no sirvieron para cambiar esa realidad a la que nos remite la idea de que la Selección es lo único que une a los colombianos. Es tal la potencia de dicho imaginario colectivo que no es necesario explicar que se trata de la selección masculina de fútbol de mayores. Justamente, una sociedad machista como la colombiana parece tener exclusivamente en los jugadores (hombres) la posibilidad de dejar atrás la “desunión colectiva" de la que posiblemente otros hombres son responsables por disímiles decisiones tomadas en lo político, lo social y lo económico. 

Con la “fiebre” por la Selección parece que aquello de que somos un país de regiones puede atenuarse en virtud de los efectos negativos que viene dejando un centralismo bogotano que ha logrado consolidar esa condición de país de regiones, creando en las más importantes ciudades capitales "espejos" regionales de ese fatal centralismo capitalino. Un ejemplo de lo anterior es que hay ciudadanos que viven en el centro y norte del departamento que deben desplazarse a la capital del Valle del Cauca Cauca a tramitar asuntos que  en sus municipios no se pueden abordar administrativamente. 

Insisto en que la manida frase "la Selección es lo único que nos une" deviene con un alto grado de confusión porque quienes la promueven no explican con claridad si eso de unirnos tan solo apunta a salir juntos a celebrar en caravanas y sentarnos a beber hasta perder la conciencia. El mismo imaginario colectivo arrastra un sentido lastimero que da cuenta de cómo nos auto percibimos, con un detalle no menor: le entregamos a 11 jugadores la responsabilidad de transformar a toda una sociedad cuyos miembros de sus élites gravitan en torno a un naturalizado ethos mafioso. 

No podemos ocultar que vivir en el país es toda una aventura y hasta un "deporte de alto riesgo" por la posibilidad de morir en una masacre, en un atentado terrorista o víctima de un agente del Estado, un paraco, guerrillero o ladrón callejero. 

Solo espero que las tragedias que dejó la celebración del 5 a 0 contra Argentina en el Monumental de Núñez, ese 5 de septiembre de 1993, no se repitan en caso de que Colombia alcance por segunda ocasión el anhelado título continental. Ojalá hayamos aprendido a celebrar con mesura, de manera civilizada, con responsabilidad y respeto. Cualquiera sea el resultado, la frase "la Selección nos une" seguirá instalada en la conciencia colectiva con un complemento: "nos une para celebrar, pero para nada más". 


   


 Imagen tomada de la cuenta de X de la Presidencia de Colombia

lunes, 8 de julio de 2024

MBAPPÉ, JAMES RODRÍGUEZ Y LA CONCIENCIA DE CLASE

 

Por Germán Ayala Osorio 


Antes de conocerse los recientes resultados electorales en Francia en los que sacó ventaja la izquierda, en las redes sociales ya era viral lo que dijo la estrella del fútbol galo, Kilyan Mbappé, quien previo a las elecciones, invitó a  sus conciudadanos a votar en contra de la derecha fascista, esa misma que odia a los inmigrantes, condición que ostentan Mbappé y sus  padres. Esto dijo el crack: "Creo que ahora, más que nunca, hay que ir (a votar)Es una coyuntura urgente. No podemos dejar que nuestro país caiga en manos de esta gente. Es acuciante: hemos visto los resultados, es catastrófico".

Para los periodistas deportivos colombianos que creen que los deportistas y en particular los jugadores de fútbol no "deben meterse en política", lo dicho por Mbappé les debió sorprender y molestar porque esos colegas suelen ser defensores a ultranza del régimen de poder que les permite hoy ponerse al frente de unos micrófonos para entretener y manipular a las audiencias. El establecimiento colombiano, con el concurso de la Federación de Fútbol y de la mano de los narradores y comentaristas deportivos, usa de tiempo atrás el fútbol para inocular en los fanáticos un sentimiento patriotero que sirve a los propósitos enajenantes que busca todo régimen de poder.  Pan y circo es la fórmula mágica cuando lo que se busca es que los fanáticos dejen salir sus frustraciones durante largos 90 minutos o cuando se alcanza una estrella o una copa, para salir en caravanas a beber y a sacudir la bandera tricolor.

Es posible que las condiciones difíciles en las que se levantó Mbappé sean similares a las de muchos de los deportistas y jugadores de la selección colombiana de fútbol de mayores. Pobreza, desigualdad y violencia pueden ser tres elementos comunes en los orígenes del 10 de la selección gala y de muchos jugadores que actualmente brillan con el seleccionado nacional en la Copa América que se celebra en los Estados Unidos. A juzgar por lo dicho por Mbappé antes de las elecciones en su país, la diferencia  entre el jugador francés y los jugadores de la selección de Colombia está en la conciencia de clase, que no es otra cosa que ese sentimiento de saber de dónde se viene, de reconocer muy bien quiénes son los responsables de haber soportado condiciones adversas y el poder advertir para sí mismos que la fortuna que logren amasar jugando al fútbol, jamás podrá borrar sus orígenes.

Para Marx, la conciencia de clase "representa el mecanismo a través del cual una clase pasa de ser una clase en sí a una clase para sí. Sobre esta base, el mismo Marx señaló cómo la presencia o ausencia de conciencia de clase determinaba las posibilidades que tenía una clase social de convertirse en una fuerza social" (Pérez, Pablo. Cómo entender y estudiar la conciencia de clase en la sociedad capitalista contemporánea. Una propuesta).

Mbappé parece tener muy claro qué es eso de la conciencia de clase, pues sabe que la derecha fascista francesa, en tanto clase, no le conviene a quienes defienden las libertades y no asumen la migración como una amenaza cultural. Me pregunto si dentro del seleccionado colombiano existen jugadores con esa misma claridad de la estrella del Real Madrid. 

Como Mbappé juega con la 10, miremos el caso del 10 colombiano, James Rodríguez. Baste con recordar la reunión entre el crack de la selección y el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez para pensar que posiblemente Rodríguez poco o nada sabe de eso de la conciencia de clase. Lo primero que dejó ver en aquel encuentro con el político antioqueño es el desconocimiento de la historia reciente del país, en especial el contexto y las circunstancias socio políticas, culturales, económicas y de orden público que generó Uribe cuando "mandó" en Colombia (no gobernó) entre el 2002 y el 2010 y cuando  repitió mandato entre el 2018 y el 2022, en las "carnotas" de Iván Duque, su títere. 

Ojalá los tres jugadores chocoanos que hacen parte del combinado nacional tengan más elementos de juicio que James Rodríguez, fruto de las difíciles condiciones en las que se levantaron en ese departamento castigado por el centralismo, el clasismo y el racismo estructural, para acercarse a esa veta de conciencia de clase que dejó ver Mbappé en su declaración.

Quizás sea mucho pedir para quienes creen que siendo ricos y famosos, no están obligados a pensar por fuera de las canchas. Mi abuela materna solía decirle a mi madre y a sus hermanos y hermanas: "del cura, la misa, y nada más". A lo mejor debo recoger el sentido de la lapidaria y sigilosa frase de la "mamita" para decir: de los jugadores de la Selección, los triunfos, y nada más. 





PETRO Y LA GRAN PRENSA: RELACIONES TORMENTOSAS

  Por Germán Ayala Osorio   Las relaciones entre la prensa bogotana y el presidente de la República han sido tirantes desde el 7 de ag...