jueves, 17 de abril de 2025

MARIO VARGAS LLOSA, FALCAO GARCÍA Y FRANCISCO BARBOSA

 

Por Germán Ayala Osorio

La muerte del nobel de literatura Mario Vargas Llosa generó una ola de comentarios a favor de su obra literaria y en contra de su actividad política y labor como Intelectual Orgánico (Gramsci), asociadas estas últimas a su perfil eurocentrista, clasista, cercano a la hegemonía conservadora y a la doctrina neoliberal.

Como reacción a la andanada en contra del político, alguien se preguntó si era posible separar al escritor del ciudadano políticamente comprometido y por esa vía poner por encima de sus ideas políticas la calidad de sus novelas y ensayos. Otros, quizás sin hacerse la pregunta, previamente tomaron la decisión de “quedarse” con el novelista y desechar sus contradicciones ideológicas o simplemente desconocerlas en aras de facilitar la elección.

Claro que es posible establecer límites y tajantes fronteras entre quien escribe magistrales novelas y se aprovecha de su condición de intelectual para hacer política en favor de un sector tradicional de poder.  El asunto problemático no está en la acción misma de separar al escritor, al hombre y al intelectual orgánico. La cuestión está en que en ese ejercicio de disección o vivisección de Vargas Llosa los admiradores y lectores consumados de sus libros decidan negar la existencia de contradicciones entre los roles jugados, elevando la condición humana del Nobel de Literatura a estadios idealizados o deificados.

La prensa tradicional en Colombia, por ejemplo, exaltó al novelista y puso su condición de Nobel de Literatura por encima de su actividad política e ideológica, tratando de ocultar los visos de “supremacismo político” que dejó ver Vargas Llosa cuando descalificó la elección de Petro como presidente de la República de esta manera: “Los colombianos al elegir a Petro eligieron la pobreza, es clarísimo. Yo creo que son tontos”. Al parecer, Vargas Llosa creía, a pesar de estar ya entrado en años cuando dijo lo que dijo, en el fantasma del comunismo y el castrochavismo. Lo dicho quizás se puede explicar porque en ese momento no estaba hablando el escritor, sino el intelectual orgánico.

Mientras una parte del mundo llora la partida del escritor peruano, una minoría quizás insista en poner en cuestión las posturas políticas del Nobel de Literatura, insistiendo en que no es posible separar al escritor, al hombre y al intelectual orgánico llamado Mario Vargas Llosa. Estos últimos seguirán atrapados en la idea de que “no hay muerto bueno”. Eso sí, el periodismo tiene la obligación ética de hacer las completas disecciones de las figuras públicas, sean estos escritores, atletas, jefes de Estado, científicos o astronautas, entre otros.

Llevemos la misma pregunta al ámbito del fútbol colombiano. En las mismas redes sociales en las que se hizo la vivisección del desaparecido novelista peruano circuló la imagen de Radamel Falcao García, conocido como el “Tigre”, muy cerca del exfiscal Francisco Barbosa. Ambos compartían espacio en uno de los palcos del estadio el Campin de Bogotá.

Los seguidores de Falcao optaron por separar la historia memorable del número 9 de la Selección Nacional y sus preferencias políticas muy cercanas a la derecha, compartidas también por compañeros que han visitado El Ubérrimo y “usados” por el expresidente Uribe Vélez como “postes” para girar sobre ellos montado en sus finos caballos de paso. Insisto: es posible hacer ese tipo de vivisección y optar por quedarse con el jugador y su palmarés, dejando de lado sus ideas y preferencias políticas.

El caso de Vargas Llosa guarda enormes diferencias con las de Falcao García por razones obvias: mientras que el escritor peruano era un hombre ilustrado y formado para dar discusiones conceptuales de carácter universal, el goleador del fútbol colombiano está en función exclusivamente de hacer goles y darles alegrías a los hinchas, lo que parece suficiente para negarles la razón a los aficionados que se molestaron por la foto con el narciso ex fiscal Francisco Barbosa.

Exigirle a Falcao y a otros jugadores de la Selección de Fútbol que piensen y digan bajo los parámetros de la conciencia de clase resulta exagerado en un país como Colombia en el que por mucho tiempo el Establecimiento se encargó de estigmatizar a quienes se atrevieron a cuestionar a la derecha dominante y a plantear opciones de poder diferentes desde la izquierda y más recientemente desde el progresismo. Justamente, por esa forma de “pensamiento único” no es obligación tratar de hallar en las posturas políticas de estos atletas contradicciones entre su actividad deportiva y su reducida capacidad para dar las discusiones conceptuales que sí pudo dar en vida Mario Vargas Llosa. Por ahora, dejemos descansar al novelista y no esperemos más de aquellos que se ganan la vida pateando un balón, así sepamos- y aquellos lo ignoren- que política y la práctica del fútbol seguirán unidas para siempre.



Imagen tomada de Infobae. 

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