Por Germán Ayala Osorio
Como animal simbólico, el
presidente Petro nuevamente alborota a la derecha y en particular a sus
enemigos ideológicos y políticos con la bandera del M-19. En esta oportunidad,
aunque un poco confusa la exhibición del lábaro indicado, lo hizo en medio de la
entrega de la Cruz de Boyacá, en territorio del Uruguay, al expresidente Pepe
Mujica, quien, como Petro, se alzó en armas contra el Estado. Mujica hizo parte
de la guerrilla de los Tupamaros (MLN-T), mientras que Petro militó en la
guerrilla urbana del M-19.
Lo curioso es que las reacciones
de los “ofendidos” se limitan a decir que Petro revictimiza a quienes sufrieron
y fueron víctimas de los funestos hechos ocurridos dentro del Palacio de
Justicia en 1985. No se les ocurre nada más porque su condición de animales
simbólicos parece devenir atrofiada por las comodidades que les ofreció siempre
el ser hijos de una élite privilegiada que jamás intentó comprender las razones
históricas que legitimaron el levantamiento armado en los turbulentos años 60
en América Latina.
Hasta donde se sabe, no fue por
cuenta directa de la toma del edificio por parte de un piquete del M-19 que se
produjeron las víctimas civiles y los desaparecidos. Por el contrario, los
hechos violatorios de los derechos humanos estuvieron a cargo de los militares que
lideraron el operativo de retoma de la edificación. En cualquier caso, el acto
simbólico siempre resultará provocador e indeseable para quienes a pesar de no
ser víctimas directas del M-19, aprovechan cada gesto simbólico del presidente Petro
para exponer lo que corresponde realmente a un fastidio personal y no a la comprensión
real del dolor de las familias que perdieron a sus seres queridos durante el
holocausto del Palacio de Justicia.
Pocos o casi ninguno de los “ofendidos”
se atrevió a responderle a Petro con un acto simbólico similar. Por ejemplo,
izando la bandera de Colombia para exaltar la pluralidad, la diversidad cultural
y el orgullo de venir todos de un proceso de mestizaje en el que aparecen como
dominantes los genes de negros e indígenas. Por desconocer ese mestizaje, los
exaltados ciudadanos solo pueden apelar a ese restringido sentido patriótico que
les despierta la Selección de fútbol.
Provocador o no, Petro es un
hombre simbólico que parece comprender muy bien lo dicho por Ernest Cassirer: “[el
hombre] no encuentra un mundo de objetos físicos sino un universo
simbólico, un mundo de símbolos. Debe aprender, antes que nada, a
leerlos, pues todo hecho histórico, por muy simple que parezca, no se determina
y comprende más que mediante un análisis previo de símbolos”.
Lo cierto es que Petro vive aún
en ese universo simbólico del que jamás se desprenderá porque es el que le da
sentido a su vida: la lucha armada, su pasado revolucionario y sus luchas contra
la desigualdad, la pobreza y especialmente contra aquellas características de
la oligarquía colombiana: el racismo y el clasismo.
Bien podrían los detractores de
la entrega de la bandera del M-19 a Pepe Mujica intentar comprender las
conductas y los actos simbólicos del presidente Petro, en lugar de desgastarse
de esa manera. Es más, podrían sentarse a escribir columnas para tramitar de
esa manera las molestias provocadas por este acto simbólico, por los anteriores
y por los que muy seguramente vendrán de aquí al 7 de agosto de 2026 cuando
abandone la Casa de Nariño. Recordemos que, durante la conmemoración del día
del trabajo, el primero de Mayo
del año en curso, prácticamente las banderas de Colombia y del M-19 se “fusionaron”
con la complicidad del viento. Posteriormente,
fue el reconocimiento al sombrero de Pizarro
como símbolo de paz por parte del Ministerio de Cultura. O ese 7 de agosto de
2022 cuando ordenó a la Guardia Presidencial, en su primer acto como jefe del
Estado, traer la espada de Bolívar, la misma que el M-19 había hurtado y devuelto
al país.
No se les haga extraño que el simbólico y provocador presidente de la República le dé por hacer un acto público por el hallazgo de los restos del exguerrillero del M-19 Guillermo Elvencio Ruiz quien dirigió la toma del Palacio de Justicia y murió durante la retoma. No olviden que Petro anda en "modo de lucha simbólica contra la historia oficial-castrense" con la que se busca desprestigiar a esa guerrilla. Eso sí, no se puede negar que los entonces comandantes del M-19 se equivocaron en las formas y en el objetivo trazado al momento de planear la toma del edificio del Palacio de Justicia. Al parecer no contaron con que la cúpula tropera de la época estaba harta de sus actos simbólicos. A lo mejor ese odio visceral les hizo obviar la versión que indicaba que el M-19 estaba planeando semanas atrás tomarse la edificación, para actuar de la manera como actuaron al recuperar el edificio: a sangre y fuego, asesinando magistrados, empleados de la cafetería y por supuesto, a los subversivos.
Adenda: pareciera que Petro es el
único guerrillero “malo”
del M-19, a juzgar por la militancia de varios de sus compañeros en las inmorales
mesnadas del Centro Democrático.