Por Germán Ayala Osorio
“Estamos cansados de la polarización”, gritan Fajardo y otros agentes del uribismo al ver que el presidente de la República acude a una parte del constituyente primario como última salida para ver si logra sacar adelante las reformas sociales que prometió en campaña. Y si, les cabe razón en que debe haber sectores societales cansados de los constantes enfrentamientos discursivos entre Petro y la derecha empresarial, mediática y congresional que le hacen oposición. Bajo ese ambiente, el diálogo entre diferentes prácticamente se torna imposible y por esa vía se resiente la democracia y sus mecanismos de participación terminan alimentando el odio entre clases sociales. El triunfo del No en el plebiscito por la paz de 2016 coadyuvó en gran medida a evidenciar la animadversión entre ricos y pobres, entre progresistas y la derecha.
Escudriñemos en el significado del
término polarización y en las circunstancias culturales e identitarias que facilitan
e incluso promueven ese ambiente de crispación ideológica que vive el país
desde antes del 7 de agosto de 2022.
El sentido que la derecha y en
particular el uribismo le da al vocablo polarización apunta a la existencia de
una actitud política irracional, vindicativa, subversiva e inconveniente para
el país y la tradición de quienes exigen cambios estructurales en las correlaciones
de fuerza y en las maneras en las que opera el Estado, capturado de tiempo
atrás por una élite política y económica rentista, precapitalista e interesada en que esa forma
de dominación sirva para extender en el tiempo sus privilegios como clase
dominante.
Es decir, Petro y quienes lo
siguen serían los únicos agentes polarizantes en el tercer país más desigual
del mundo; en una sociedad clasista, racista, homofóbica y misógina, conservadora
y premoderna; en un Estado que viola los derechos humanos y en gobiernos al
servicio de mafias de todo pelambre. Así las cosas, oponerse a ese conjunto de
circunstancias culturales que desafían los procesos civilizatorios echados a
andar por la humanidad en otras latitudes es propio de agentes irracionales,
violentos y simpatizantes del “comunismo o del castrochavismo” que exigen
cambios a todas luces inconvenientes para una sociedad que simplemente es así y
de esa forma debe continuar.
Hace años atrás, en magistral
columna, Sara Tufano expuso su idea en torno a ese concepto que hoy le sirve a
la sempiterna derecha como fachada electoral para presentarse como la única fuerza
capaz de superar la bendita polarización en las que nos metió Petro, el progresismo
y la izquierda por cuenta de estar exigiendo cambios a una sociedad que
aprendió a naturalizar la pobreza, la mezquindad, las desigualdades, el ethos
mafioso y la captura igualmente mafiosa del Estado.
Tufano dijo en ese momento que “la
idea de que Colombia vive una intensa polarización se popularizó durante la
campaña presidencial de 2018. En ese entonces, varios simpatizantes de la
Colombia Humana explicamos que no se trataba de la oposición entre dos extremos
equivalentes, puesto que mientras el proyecto uribista buscaba hacer trizas los
acuerdos, la Colombia Humana buscaba preservar el acuerdo de paz y ampliar la
democracia. En el debate público nos enfocamos en desmentir la idea de que la
Colombia Humana se situaba en un extremo del espectro político, ni podía ser
equivalente a la extrema derecha personificada por Álvaro Uribe, pero poco se
habló del origen de la idea de la polarización”.
Sara Tufano considera que la derecha
internacional y la colombiana se viene radicalizando en sus formas de ejercer
el poder, asunto que les permite macartizar a quienes, desde la izquierda, el
progresismo e incluso el feminismo le apuestan a defender el acuerdo de paz de
La Habana, profundizar la democracia y cambiar
todo lo que ha estado mal durante años en la Colombia gobernada desde sus
inicios como República por una derecha conservadora, neoliberal, clasista,
racista y violenta con las grandes mayorías y hasta con la propia naturaleza.
Fajardo, Cabal y Dávila de Gnecco, entre otros más, insistirán en que el país está mal por cuenta de la polarización política
promovida por Petro, con el único propósito de ocultar las circunstancias
contextuales generadas o defendidas por ellos mismos como agentes del
Establecimiento colombiano. La derecha uribista ya convirtió la frase “estamos
cansados de la polarización” en un eslogan de campaña, junto a las ya conocidas y falaces consignas de “vamos a recuperar a Colombia” o “vamos a reconstruir al país”.
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