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lunes, 3 de febrero de 2025

DAVID LUNA Y VICKY DÁVILA QUIEREN “SALVAR A COLOMBIA”

 

Por Germán Ayala Osorio

Con las candidaturas presidenciales confirmadas de David Luna y Vicky Dávila de Gnecco aparecen narrativas que se suman a las ya lanzadas por voceros de la derecha como los carcamales expresidentes César Gaviria y Álvaro Uribe y la congresista María Fernanda Cabal. Esos tres agentes del establecimiento colombiano ya gritaron a voz en cuello que se proponen “recuperar y a salvar a Colombia”. Una frase efectista y populista con la que quieren ocultar lo que hicieron durante 30 años César Gaviria y el propio Álvaro Uribe: concentrar la riqueza y la tierra en pocas manos, socializar la pobreza, empobrecer y eliminar física y simbólicamente al campesinado y consolidar un modelo de desarrollo económico insostenible.

David Luna, de las entrañas de Cambio Radical y alfil del afable exvicepresidente Germán Vargas Lleras ya lanzó su propia consigna: “el país hay que reconstruirlo moral, física y económicamente”. Con evidentes diferencias semánticas, el manzanillo David Luna se presenta ante los colombianos como un líder moral capaz de “salvar al país” de la debacle moral en la que cayó la nación, según él, por culpa de Petro.

Entre tanto, la periodista uribista Vicky Dávila de Gnecco, con un discurso lleno de lugares comunes se presenta como la anti-política, anticorrupción y como salvadora del país porque Colombia va hacia el abismo, hacia el caos.

Luna y Dávila de Gnecco se caracterizan por tener discursos básicos. A pesar de haber obtenido títulos universitarios al hablar se les nota a leguas una incontrastable debilidad conceptual. Eso sí, hábil y sinuosamente intentan ocultar sus vacíos conceptuales apelando a una narrativa moralizante que insiste en dividir el país entre “buenos y malos”. Y los buenos son ellos y quienes se les acercarán al momento de conformar las alianzas que de todas maneras tendrán que hacer así insistan en presentarse como “independientes”.

La exdirectora de Semana y el excongresista de Cambio Radical se presentarán por firmas, estratagema de uso común en Colombia para engañar al electorado fingiendo independencia y autonomía para tomar decisiones en un país en el que desde hace más de 100 años opera y gobierna un establecimiento retardatario y mafioso en el que hay agentes de poder económico y político que estarán dispuestos a patrocinar sus campañas “independientes”. Más claro: Luna y Dávila de Gnecco mienten porque el primero es ficha de Vargas Lleras y de los conservadores; y la segunda es la “muñeca” que comparten los clanes Gilinski y Gnecco.

Encuentro similitudes entre lo expresado por la exdirectora de Semana en La W con lo consignado en los 100 puntos del Manifiesto Democrático de su admirado expresidente Uribe. Por ejemplo, en el punto 43, Uribe declaró que gobernaría “sin corrupción ni politiquería los recursos tienen que alcanzar para erradicar la miseria y construir justicia social”.  Al igual que Uribe, la periodista dice “amar a Colombia”, lo que la acerca al expresidente y expresidiario antioqueño en los puntos 97, 98 y 100. Es decir, sin vanidad de poder, Dávila de Gnecco se “hará moler por Colombia”.

Si en su momento Uribe, gracias a la prensa hegemónica que lo apoyó se presentó como el “salvador” del país, Vicky Dávila aspira a ser la “heroína” en un país plagado de cocaína, fuente de la corrupción público-privada que ella sueña con acabar. 



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miércoles, 29 de enero de 2025

LA DEFENSA DE LA DIGNIDAD, PRÓXIMA NARRATIVA ELECTORAL

 

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Como consecuencia de la tensión diplomática y política entre Trump y Petro, al ya caliente escenario electoral de 2026 se suma un ingrediente que con dos  narrativas opuestas aumentará la crispación ideológica que ya se vive en el país desde el 7 de agosto de 2022.

Del lado de la derecha, sus más visibles voceros insistirán en la idea de que Colombia debe elegir a un presidente “responsable con las relaciones con los Estados Unidos y que en lo posible no esté conectado todo el tiempo a la red X”. Más claro: un candidato presidencial al que no le importe “ponerse de las rodilleras” e hincarse ante su majestad Donald Trump.

Entre tanto, del lado de la izquierda y el progresismo sus figuras más descollantes insistirán en el relato antiyanqui fundado especialmente en las indignas posturas proyanquis asumidas por Sergio Fajardo, David Luna, Vicky Dávila de Gnecco, Iván Duque Márquez, Andrés Pastrana, Claudia López Hernández, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Federico Gutiérrez, Alex Char y Alejandro Eder, entre otros más miembros de la derecha nacional. De ese selecto grupo, las y los candidatos presidenciales buscarán ganarse la simpatía de los millonarios mecenas expresando públicamente su respaldo al protervo presidente norteamericano, a pesar del endurecimiento de los controles migratorios a los colombianos que viajan a la tierra del Tío Sam y del congelamiento de la ayuda militar y de otros rubros como los destinados a la JEP.

Así las cosas, el enfrentamiento político y electoral de 2026 se dará entre los vasallos de la derecha que prefieren continuar hincados a Trump y los defensores de la dignidad nacional que estén o no de acuerdo con lo hecho por Petro, quedaron convencidos de que la postura asumida por el presidente de la República devino cargada de la dignidad y del orgullo de ser colombiano que jamás ningún nacional experimentó por lo menos durante los 20 años de uribismo. Quizás el movimiento pendular en ese escenario electoral se dé entre quienes les interesa seguir siendo vasallos y los que sueñan con “liberarse de las garras del águila imperial".

Lo más probable es que la actitud anti colombiana y progringa del cipayo Berni Moreno, congresista republicano de origen colombiano, sea asumida por los candidatos presidenciales del establecimiento como una bandera legítima para ganarse el respaldo de la administración Trump con un objetivo evidente: en caso de alcanzar la presidencia, regresar a la política antinarcóticos que criminaliza a los campesinos cocaleros, mientras se protegen las fortunas de los capos invisibles. De igual manera, desconocer cualquier llamado de atención sobre los efectos del cambio climático y la pluricrisis climática.

Nuevamente las figuras del espectral centro tendrán la oportunidad de construir su nicho ideológico y político al que puedan llegar los colombianos que no se sienten representados ni por el progresismo, ni por el uribismo. Eso sí, Sergio Fajardo y Claudia López Hernández, auto proclamados políticos de centro, dejaron ver que están más interesados en mantener las condiciones de sumisión al golfo magnate, que acercarse al pueblo colombiano para garantizarles una vida en condiciones de dignidad que al final generen la identidad nacional suficiente para no tener que dejar todo para ir tras el manido "sueño americano". 



crisis diplomática colombia y usa - Búsqueda

jueves, 23 de enero de 2025

SEIS MUJERES QUE QUIEREN SER PRESIDENTAS DE COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Son seis las mujeres que aspiran a gobernar a Colombia, un país tradicionalmente machista, clasista y misógino. He aquí el perfil de cada una de las seis precandidatas presidenciales.

María Fernanda Cabal es una mujer derechosa que aspira a ser presidenta de Colombia para reinstalar en el país las ideas de su mentor Álvaro Uribe Vélez. Cabal tiene un carácter fuerte y no oculta su clasismo y racismo: desprecia por igual a los pueblos indígenas y afros. En términos económicos defiende el neoliberalismo y la privatización del Estado. En asuntos ecológicos y ambientales es amiga del modelo de la gran plantación y de los monocultivos de caña de azúcar y palma africana. Niega el cambio climático y menosprecia el discurso ambiental.

Con ella en la presidencia la causa feminista no saldría favorecida por cuanto considera que las feministas son “locas, feas y horrorosas”. Cabal es una mujer “machista” que cree en la preponderancia masculina, lo que anula cualquier asociación de su aspiración presidencial con la conquista del poder por parte de las mujeres cercanas al feminismo.  

Paloma Valencia es, junto a Cabal, otra de las féminas que aspira a ser presidenta de la República. Ambas están pendientes del guiño del Gran Macho, el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Valencia es clasista y racista como Cabal. Valencia es nieta del expresidente de Guillermo León Valencia (1962-1966). La historia lo señala como responsable de la Operación Lasso, acción militar que justificaría el nacimiento de las Farc. La Comisión de la Verdad dice que “el modelo de pacificación del segundo presidente del Frente Nacional, el conservador Guillermo León Valencia (1962-1966), se hizo con las armas. Las acciones militares contra los asentamientos comunistas de Marquetalia, El Pato, Guayabero y Riochiquito, con las que el Gobierno dio por terminadas las repúblicas independientes, son muestra de ello”. Hay que recordar que eso de los “asentamientos comunistas” fue una invención política.

Su abuelo también es recordado porque “le daba pereza leer y escribir”. Algo de esa flojera parece que sacó Paloma pues su paso por el Congreso deja ver a una mujer que solo sabe aprobar o desaprobar proyectos de acuerdo con lo que le dicten en su partido. Eso sí, gritar “viva el presidente Uribe” es su mayor logro político. El movimiento feminista tampoco estaría representado en ella. Valencia es amiga de someter a la Naturaleza, de allí que esté bastante alejada de la causa ambientalista.

Otra mujer uribista como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal es la periodista Vicky Dávila de Gnecco. La exdirectora de Semana es arribista que durante años ejerció un periodismo pro-establecimiento.  Defiende a dentelladas a Uribe Vélez, lo que la convierte en una uribista purasangre defensora de la temida política de seguridad democrática. Dávila es derechosa y por estos días se declara “libertaria” como el presidente de la Argentina, Javier Milei. Es una mujer poco leída, arrogante y le seduce el poder político y económico.

Otra de las féminas que aspira a llegar a la Casa de Nariño es Claudia López Hernández. El ser lesbiana en un país machista le da puntos importantes dentro de la comunidad LGTBQ+. Eso sí, la defensa de esa causa en particular no es suficiente para instalar a López como progresista o una mujer de izquierda. No. López Hernández es de derecha, aunque se auto proclama de centroderecha. Otra cosa es que hábilmente se acercó a la izquierda para sacar provecho político. Claudia López Hernández es una mujer que actúa como una veleta ideológica. Su cercanía a Peñalosa, pero sobre todo su visión de ciudad la convierte en una ficha de las constructoras, responsables en gran medida del crecimiento desordenado de Bogotá y los problemas de abastecimiento de agua que soportan los capitalinos. El desastroso sistema Transmilenio es la mácula que acompaña a esta veleidosa mujer.

Recientemente el periodista pro-establecimiento Julio Sánchez Cristo lanzó la candidatura presidencial de Elsa Noguera. Aunque parece que ella negó tal aspiración, tampoco podría representar al movimiento feminista. Esta mujer es ficha del clan Char, lo que la convierte en una política de derecha, neoliberal y poco preocupada por las causas sociales y ambientales. Todas las anteriores mujeres hacen parte de lo que se conoce como el “uribismo”.

De parte del progresismo aparece la exministra de salud, Carolina Corcho Mejía. Es médica psiquiatra, perfil que hace que su aspiración presidencial resulte interesante y llamativa en los momentos en los que el sistema de aseguramiento en salud está a punto de colapsar por la corrupción al interior de las EPS y a la captura mafiosa de billonarios recursos públicos. Conoce muy bien el sistema de salud. Aunque nació en Medellín, no militó jamás en el uribismo. Corcho Mejía es defensora de lo público, aspecto que la diferencia de todas las anteriores candidatas presidenciales. De todas, es la más joven. María Fernanda Cabal tiene 60. Claudia López Hernández, 54; Elsa Noguera y Vicky Dávila, 51 y Paloma Valencia, 47.



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miércoles, 22 de enero de 2025

AMANDO A URIBE, HINCADOS A TRUMP

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con el regreso de Donald Trump, su decadente masculinidad representada en su condición de putero y criminal se vuelve ejemplo a seguir para un mundo que transita sin límites y controles visibles hacia una crisis civilizatoria atada a la ética, la política, la moral y a la responsabilidad ecológica y ambiental que nos cabe como especie dominante.

El octogenario republicano rescata el ideario fascista asociado al homo sacer que indica que hay vidas que merecen y se pueden matar sin contemplaciones. Sin exagerar, en ese grupo de “desechables” incluyó a los inmigrantes, criminales o no, en particular a los latinos y a los miembros de la comunidad LGTBIQ+ cuyo lugar en el mundo acaba de ser sepultado bajo la binaria lápida de Hombre y Mujer como los únicos géneros reconocidos bajo territorio americano.

En Colombia la derecha aplaude a rabiar el regreso de este troglodita premoderno a pesar de que muchos de ellos, periodistas y políticos son declarados homosexuales o tienen hijos que también salieron del oscuro closet al que nuevamente los mandó a encerrar el protervo político republicano.

La diputada española Irene Montero, espetó que “hay un peligroso delincuente que es ya el primer presidente de Estados Unidos… y es la mayor amenaza para la democracia y los derechos humanos y la cuestión es que Trump y esa banda de superricos que lideran la ofensiva reaccionaria internacional no son locos, son hijos sanos de un sistema neoliberal que está destruyendo la vida y el planeta…”.

Asombra el nivel de obsecuencia de varios políticos de la ultraderecha colombiana en relación con la figura masculinizante de Trump. Lo aceptan como patrón político y deidad moral a pesar del público desprecio que siente por los latinos el presidente número 47 de los Estados Unidos. Entre esos políticos están los congresistas María Fernanda Cabal y Miguel Uribe Turbay, del Centro Democrático. Para estas figuras de la ultraderecha local adorar a Trump no representa ningún esfuerzo pues llevan años hincados ante la figura patriarcal, violenta y premoderna de Álvaro Uribe Vélez, expresidente y expresidiario.

La complacencia y el amor desbordado expresado por estos dos congresistas me hizo recordar el libro de Virginia Vallejo, Amando a Pablo, odiando a Escobar. Eso sí, con una evidente diferencia: los posibles autores no odian a Uribe y mucho menos a Trump. Amando a Uribe, hincados a Trump podría ser el título más preciso de esa novela que Cabal y Miguel Uribe podrían sentarse a escribir y publicar para las próximas elecciones en Colombia. De ganar en el 2026, bastaría una directiva presidencial para declarar como de obligatoria lectura lo que sería una magnifica obra literaria.

No creo que Cabal y el nieto de Turbay Ayala tengan la capacidad para sentarse a escribir un ensayo y mucho menos una novela. De lo que sí estoy seguro es que ese título de Amando a Uribe, hincados a Trump sería el abc de las relaciones bilaterales y el fundamento de su plan de gobierno.




domingo, 19 de enero de 2025

LAS CUCHAS QUE ASPIRAN A SER PRESIDENTAS DE COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Ahora que el término “cucha” gana visibilidad política y mediática desprovista de su acepción despectiva y de cara a las elecciones de 2026, puede resultar interesante mirar los nombres de las cuchas que quieren ser presidentas de la Colombia machista y misógina. ¿Será que es tiempo de que llegue a la Casa de Nariño una cucha, esto es, una mujer, después de más de 200 años de gobiernos presididos por cuchos? Veamos.

María Fernanda Cabal es una cucha derechosa que aspira a ser presidenta de Colombia para reinstalar en el país las ideas de su mentor Álvaro Uribe Vélez. Cabal es una mujer de carácter fuerte, clasista y racista. En términos económicos defiende el neoliberalismo y la privatización del Estado. En términos ecológicos y ambientales es amiga del modelo de la gran plantación, de los monocultivos de caña de azúcar y palma africana y de la ganadería extensiva de baja producción. Niega el cambio climático y menosprecia el discurso ambiental.

Con ella en la presidencia la causa feminista no saldría favorecida por cuanto considera que las feministas son “locas, feas y horrorosas”. Cabal es una mujer “machista” que cree en la hegemonía masculina, lo que anula cualquier asociación de su aspiración presidencial con la conquista del poder por parte de las mujeres cercanas al feminismo.  

Paloma Valencia es, junto a Cabal, otra cucha que aspira a ser presidenta de la República. Ambas están pendientes del guiño del Gran Macho, el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. La cucha Valencia es clasista y racista como Cabal. Valencia es nieta del expresidente de Guillermo León Valencia (1962-1966). La historia lo señala como responsable de la Operación Lasso, acción militar que justificaría el nacimiento de las Farc. La Comisión de la Verdad dice que “el modelo de pacificación del segundo presidente del Frente Nacional, el conservador Guillermo León Valencia (1962-1966), se hizo con las armas. Las acciones militares contra los asentamientos comunistas de Marquetalia, El Pato, Guayabero y Riochiquito, con las que el Gobierno dio por terminadas las repúblicas independientes, son muestra de ello”. Hay que recordar que eso de los “asentamientos comunistas” fue una invención política.

Su abuelo también es recordado porque “le daba pereza leer y escribir”. Algo de esa flojera parece que sacó Paloma pues su paso por el Congreso deja ver a una mujer que solo sabe aprobar o desaprobar proyectos de acuerdo con lo que le dicten en su partido. Eso sí, gritar “viva el presidente Uribe” es su mayor logro político. El movimiento feminista tampoco estaría representado en esta cucha. Valencia es amiga de someter a la Naturaleza, de allí que esté bastante alejada de la causa ambientalista.

Otra cucha uribista como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal es la periodista Vicky Dávila de Gnecco. La exdirectora de Semana es una cucha arribista que durante años ejerció un periodismo pro-establecimiento.  Defiende a dentelladas a Uribe Vélez, lo que la convierte en una uribista purasangre defensora de la temida política de seguridad democrática. La cucha Dávila es derechosa y por estos días se declara “libertaria” como el presidente de la Argentina, Javier Milei. Es una mujer poco leída, arrogante y le seduce el poder político y económico.

Otra cucha que aspira a llegar a la Casa de Nariño es Claudia López Hernández. El ser lesbiana en un país machista le da puntos importantes dentro de la comunidad LGTBQ+. Eso sí, la defensa de esa causa en particular no es suficiente para instalar a López como progresista o una mujer de izquierda. No. López Hernández es una cucha de centroderecha. Otra cosa es que hábilmente se acercó a la izquierda para sacar provecho político. Claudia López Hernández es una cucha que actúa como una veleta ideológica. Su cercanía a Peñalosa, pero sobre todo su visión de ciudad la convierte en una ficha de las constructoras, responsables en gran medida del crecimiento desordenado de Bogotá y los problemas de abastecimiento de agua que soportan los capitalinos. El desastroso sistema Transmilenio es la mácula que acompaña a esta veleidosa cucha.

Recientemente el cucho Julio Sánchez Cristo lanzó la candidatura presidencial de Elsa Noguera. Aunque parece que la “cuchita” (mide 1.45) negó tal aspiración, ella tampoco podría representar al movimiento feminista. Esta mujer es ficha del clan Char, lo que la convierte en una política de derecha, neoliberal y poco preocupada por las causas sociales y ambientales. Todas las anteriores cuchas hacen parte de lo que se conoce como el “uribismo”.

De parte del progresismo aparece la exministra de salud, Carolina Corcho Mejía. Esta cucha es médica psiquiatra, perfil que hace que su aspiración presidencial resulte interesante y llamativa en los momentos en los que el sistema de aseguramiento en salud está a punto de colapsar por la corrupción al interior de las EPS y a la captura mafiosa de billonarios recursos públicos. Conoce muy bien el sistema de salud. Aunque nació en Medellín, no militó jamás en el uribismo. La cucha Corcho Mejía es defensora de lo público, aspecto que la diferencia de todas las anteriores candidatas presidenciales. De todas, es la más joven, tiene 42. Aunque para los y las jóvenes de 18 años cualquiera que pase de los 30 ya es una cucha o un cucho, la ex ministra es una mujer joven. María Fernanda Cabal tiene 60. Claudia López Hernández, 54; Elsa Noguera y Vicky Dávila, 51 y Paloma Valencia, 47.



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2025: AÑO PREELECTORAL Y LA CRISPACIÓN IDEOLÓGICA

 

Por ser año preelectoral, este 2025 será el termómetro que advertirá sobre los niveles que alcanzará la “calentura” política en el 2026. La crispación ideológica entre derecha e izquierda podría exacerbar los ánimos en las calles, alentados, por supuesto, por lo que sucede en las redes sociales, los tratamientos tendenciosos de los medios de información hegemónicos y lo que trina el "agitador" presidente Petro y lo que le contestan los agentes de la Oposición.

Ya apareció el primer factor confrontacional: los cinco cuerpos que fueron exhumados de La Escombrera de la comuna 13 de Medellín y la lucha entre quienes insisten en fijar en la memoria urbana que “las cuchas tenían razón” y aquellos a los que les duele que se mancille el “buen nombre” de la operación Orión y el de Álvaro Uribe Vélez señalándolos responsables de esos crímenes. Si siguen apareciendo estructuras óseas en La Escombrera, este primer factor social y político podría resultar beneficiando al que candidato presidencial del petrismo por el  apoyo incondicional a los artistas urbanos y las madres buscadoras de sus hijos que viene expresando el presidente Petro.

Entre las acciones de borrar y volver a pintar la dolorosa proclama de las madres buscadoras de sus vástagos, emerge una realidad social y política que reduce los complejos problemas del país a la confrontación entre Uribe y Petro. El primero, quien fuera en el pasado un gran elector, camina de manera consistente hacia el declive de su ideario, lo que pone en riesgo la continuidad del uribismo como fuerza política. En lo que se refiere a Petro hay que señalar que le está apostando a convertirse en el líder absoluto del progresismo y muro de contención que evitaría el regreso de la derecha que representa Uribe, es decir, la de los falsos positivos, la de los enterrados en La Escombrera y la de la profundización del neoliberalismo y el ethos mafioso.

A la derecha uribizada le tocará por primera vez en 25 años enfrentar una elección presidencial sin el control que supone estar sentados en la Casa de Nariño. Bajo esa circunstancia, el desespero por recuperar la casa de gobierno es evidente en las huestes uribistas. Aunque la candidatura de Vicky Dávila de Gnecco hace ruido en esas mesnadas, el Gran Titiritero sabe que la exdirectora de Semana es el comodín de la derecha que representan los clanes Gilinski y Gnecco que apoyan económica y políticamente a la periodista candidata. Mientras tanto, el expresidente y expresidiario deshoja la margarita entre Miguel Uribe Turbay y María Fernanda Cabal, candidaturas que no convencen del todo al político antioqueño.

En lo que corresponde al orden público y la consecución de la paz, las “guerrillas” del ELN y las disidencias seguirán entregándole insumos a la prensa y a los opositores de Petro para que insistan en el fracaso de la Paz Total y la urgente necesidad de que regrese la seguridad democrática. Por estar cada vez más narcotizadas, esas agrupaciones armadas ilegales le apuestan al regreso de la derecha al poder porque con ello retornaría la política antidrogas gringa y la consecuente afectación del campesinado. Además, se lograría nuevamente la desviación misional al interior de las fuerzas militares y de policía. Las actividades de interdicción y el aumento de las toneladas de cocaína decomisada durante el actual gobierno y las purgas en los altos mandos de las fuerzas armadas las asumen el ELN, las disidencias y el Clan del Golfo, entre otras estructuras criminales, como hechos negativos en el control que cada grupo ejerce en sus territorios sobre la producción y comercialización del alcaloide, porque perdieron aliados dentro de la institucionalidad castrense. 

Entre tanto, el medroso centro se mueve entre las dudas éticas y morales que les produce seguir apoyando a Uribe y la necesidad de acercarse a los sectores de esa derecha no uribizada que intenta surgir porque entienden que la derrota electoral de 2022 en gran medida se debe a la mala imagen que arrastra lo que se conoce como el uribismo, por haber naturalizado el ethos mafioso y los “errores” cometidos en la aplicación a rajatabla de la política de seguridad democrática. Así las cosas, el 2026 pinta electoral y políticamente agresivo y violento. Ojalá la crispación ideológica se quede en pintar y despintar grafitis y murales y en las redes sociales y no trascienda a disputas callejeras. Ya veremos.




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viernes, 17 de enero de 2025

VICKY DÁVILA NO ES UNA OUTSIDER DE LA POLÍTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

Quienes consideran que Vicky Dávila de Gnecco es una outsider de la política pueden cometer un grave error conceptual o caer en una exageración. El columnista León Valencia cree que Dávila sí es una outsider. Valencia se equivoca.

Como se trata de un error conceptual, el vocablo outsider es polisémico y problemático. Propongo tener en cuenta los elementos que aparecen en la siguiente acepción para mirar desde ahí si realmente Dávila de Gnecco es una outsider o simplemente está vendiendo humo como candidata antisistema, de la mano de aquellos que le comen cuento a la ladina periodista.

Si se ve desde el punto de vista del origen del líder político (seminal), se refiere entonces a aquellos políticos que conquistan el poder sin experiencia previa de ningún tipo; si se analiza desde el discurso, se habla entonces de aquellos candidatos o líderes antisistema que están fuera de las convenciones tradicionales de la política y estructuran su liderazgo a partir de un discurso anti establecimiento; si se estudia desde las instituciones democráticas, un outsider es todo aquel que se enfrenta a las elecciones sin una etiqueta partidista y representa, incluso, una amenaza para el sistema de partidos; desde la teoría de las élites, el concepto puede verse como aquellos líderes que son la antítesis de la clase política”.

Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. Lo primero que hay que señalar es que a Dávila no se le reconoce ningún liderazgo político, circunstancia que hace inaplicable la señalada categoría a su pasado como mujer periodista. Atado a esa realidad, Dávila no puede ser considerada una líder política y mucho menos como una antisistema. Por el contrario, al recibir el apoyo económico y político de los clanes Gnecco y Gilinski, Vicky Dávila se convierte en una ficha del establecimiento colombiano por cuanto los miembros de esas dos poderosas familias son en gran medida responsables de que el país haya funcionado por muchos años bajo las condiciones del viejo sistema feudal. En cuanto a su discurso, Dávila de Gnecco exhibe una reducida capacidad discursiva, muy propia de periodistas que jamás se interesaron por estudiar y comprender las dinámicas sociales, económicas y políticas asociadas a la operación del Estado. Su dominio conceptual es pobre.

Dávila llega a la arena política y electoral en medio de una crisis de los partidos políticos, convertidos de tiempo atrás en mafias burocráticas.  Por ello, la candidata no constituye ninguna amenaza al sistema de partidos. Es tal la crisis de las colectividades políticas existentes en Colombia que la democracia viene operando a pesar de su dañina presencia. Muy seguramente Dávila se presentará por firmas, estratagema muy usada por políticos que se “venden” como candidatos presidenciales “independientes” pero que durante la contienda electoral aceptan el apoyo de los partidos tradicionales y terminan negociando ministerios e institutos descentralizados. Es decir, se burlan del electorado.

El origen social, económico y político de la candidata presidencial del uribismo y de los clanes Gilinski y Gnecco no está atado a ninguna élite en particular. Los privilegios de los que hoy goza la exdirectora de Semana son el resultado de su arribismo y de haber practicado un periodismo al servicio de los poderosos.

Durante toda su vida como periodista la hoy candidata presidencial defendió a los más visibles agentes del establecimiento colombiano. Entre esos, al expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez, a quien admira y defiende a dentelladas. Por haber practicado un periodismo oficialista en defensa del statu quo, la exdirectora de Semana siempre fue una estafeta de los gremios económicos y de la élite política tradicional. Es decir, su pasado como presentadora y periodista de noticieros de radio y televisión es la mácula que le impide presentarse hoy como “independiente, enemiga del sistema y anti-política”. Dávila es la versión femenina de Néstor Morales, el insigne defensor del régimen que sufrió derrota política y electoral en el 2022. 

En el caso hipotético en el que resulte convertida en presidenta de Colombia, Dávila cumpliría el mismo papel que cumplió a cabalidad Iván Duque Márquez: ser el títere de Uribe, de la derecha y de los más retardatarios agentes del uribismo. Sería, entonces, la muñeca de Uribe, de los Gilinski y de los Gnecco.

Hace unos días dejó conocer el grupo de “expertos” que la acompañarían. Está tan segura del triunfo electoral que de manera prematura conformó un equipo de asesores. Al revisar las hojas de vida y el pasado de cada uno de sus colaboradores se encuentra que varios de ellos son defensores del neoliberalismo. Andrés Bernal es uno de esos “expertos”. Resulta que “Bernal estuvo en la junta de EPM en el periodo de Fico, y al tiempo tenía un cargo directivo en Sura una de las reaseguradoras de Hidroituango. Bernal es el eslabón clave que muestra como el informe con las pruebas de cómo se bajó la calidad de los materiales que llevó al colapso de Hidroituango fue ocultado para que no se avanzara en demandas y procesos penales”.

Así las cosas, Vicky Dávila de Gnecco jamás podrá ser considerada como una outsider de la política. Fue y será siempre la estafeta de específicos agentes del establecimiento que necesitan poner en la Casa de Nariño a la versión femenina de Iván Duque Márquez, el títere de Uribe. Su admiración por Milei confirma que Dávila quiere consagrarse como una figura neoliberal cuya apuesta es privatizar el Estado, entregándole sectores estratégicos a los hijos de la élite que dicen representar al sector privado, considerado por ellos mismos como eficaz, eficiente y probo. La corrupción de las EPS, agentes privados, son la constatación de que el sector privado puede ser tan corrupto, ineficaz e ineficiente como el Estado. 

 

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lunes, 13 de enero de 2025

ELSA NOGUERA: CANDIDATA PRESIDENCIAL DE LOS CHAR

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Poco a poco los clanes políticos tradicionales destapan sus cartas electorales. Hace pocas horas el Clan Char lanzó la candidatura presidencial de Elsa Noguera, ficha política y miembro de la poderosa familia barranquillera. Meses atrás los Clanes Gnecco y Gilinski presentaron a la “periodista” Victoria Eugenia Dávila de Gnecco como su ficha presidencial. Casada con un miembro de esa casta política, la exdirectora de la revista Semana comparte lealtades y compromisos entre las dos familias.

Del lado del alicaído uribismo no se reciben aún noticias de cuál será el o la ungida del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Si el político antioqueño lee en clave feminista las candidaturas de los clanes arriba mencionados, estará obligado a darle el guiño a María Fernanda Cabal, la más brava de la camada de mujeres que buscan el aval del idolatrado patrón. Paloma Valencia y Paola Holguín no ofrecen mayor resistencia política a las aspiraciones de la señora Cabal. Valencia y Holguín solo le sirven a Uribe como animadoras de reuniones y convenciones. Con que griten “que viva el presidente Uribe” es suficiente.

Si por el contrario el Gran Capataz decide no entregarle la bandera del Centro Democrático a una mujer, entonces el más indicado para suceder a Iván Duque en su papel de títere sería Miguel Uribe Turbay. Al igual que el expresidente Duque, Uribe Turbay es joven, fatuo, obsecuente, de doble moral y vociferante. Es decir, tiene las cualidades que exige el expresidente, con un plus: odia a Petro, y a todo lo que huela a progresismo. Además, le encanta la política de seguridad democrática pues dicha política le hace recordar a su adorable abuelo y creador del Estatuto de Seguridad: Julio César Turbay Ayala.

De alguna manera las candidaturas de Dávila y Noguera le “meten” presión a Uribe, quien deberá tomar una decisión para poder entrar en el juego de intereses en el que de todas maneras entrarán esos sectores de la derecha para decidir quién será el candidato único que enfrentará al candidato o candidata del progresismo en el 2026.

A la expectativa está el inefable y eterno candidato presidencial, el simpático y cariñoso Germán Vargas Lleras, quien deberá decidir entre optar nuevamente o brindarle su apoyo a un candidato de Cambio Radical, su microempresa electoral. Quizás dé la sorpresa lanzando la candidatura de David Luna, su aventajado hijo político. Lo cierto es que el exvicepresidente no quiere quedar por fuera de la negociación a la que está abocada la derecha para llegar al 2026 unida como ya lo propuso el mismo Vargas Lleras.

Eso sí, las candidaturas de Noguera y Dávila arrancaron mal porque la primera arrastra una historia de inmoralidad que afecta su imagen como mujer y política capaz de gobernar al país; entre tanto, el perfil de periodista de Dávila de Gnecco es quizás su mayor talón de Aquiles en la medida en que durante su ejercicio periodístico defendió a Uribe Vélez y trató de limpiar la imagen negativa de varios de los miembros del clan al que pertenece. Además, dejó ver su carácter de mujer manipuladora y mentirosa.

Así las cosas, la segura candidatura presidencial de Claudia López Hernández puede terminar por seducir a los agentes de la derecha colombiana que ven en la exalcaldesa de Bogotá a la única mujer capaz, discursivamente hablando, de enfrentar bien sea a Carolina Corcho o al mismo Luis Gilberto Murillo. El uribismo y los Clanes arriba mencionados saben que López Hernández se acomoda a cualquier ideario político. Ella puede ser de derecha, centro, de izquierda y progresista. Para que ese escenario se dé se necesitará de la imposición de la siguiente narrativa: “Petro dejó dividido al país y auspició un peligroso enfrentamiento ideológico, de allí que se necesite de una figura política que una a los colombianos o que por lo menos calme los ánimos”. 

Eso sí, bajo esa narrativa las candidaturas de Juan Daniel Oviedo y Sergio Fajardo no se pueden descartar pues gustan mucho en lo que se conoce como la centroderecha, que al final termina actuando como una férrea derecha. Oviedo le lleva ventaja a Fajardo: es más joven y no tiene la imagen de tibio que arrastra el exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín en los tiempos de “DonBernabilidad”.

Ya es tiempo de que el presidente Petro y el Pacto Histórico decidan si van a llegar al 2026 con Carolina Corcho o van a jugar a dos bandas, esto es, dejar que Luis Gilberto Murillo juegue a convertirse en esa figura de “centro” que tanto desean en el país para superar la polarización política. Murillo se enfrentaría a Claudia López Hernández, una consagrada veleta ideológica, al tibio del Fajardo y al ladino del Oviedo. Eso sí, el haber estado en el gobierno de Petro podría ser su punto más débil, a lo que de todas maneras se sumaría su origen afro en un país que con Francia Márquez demostró que está lejos de superar el racismo estructural. Mientras que la exministra de Salud, Carolina Corcho entraría en el juego político y electoral para cumplir la tarea de desgastar las aspiraciones de Cabal, Dávila y Noguera.  




ELSA NOGUERA CANDIDATA - Búsqueda Imágenes


sábado, 14 de septiembre de 2024

2026: TRES SECTORES DE PODER EN UN ESCENARIO MARCADO POR EL ODIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los altos niveles de crispación ideológica y política que por estos días vivimos en Colombia y en particular en las redes sociales podrían convertir el 2026 en un escenario de eliminación física y simbólica de candidatos presidenciales como los que vivió el país en las elecciones de 1990. Recordemos que en ese momento histórico 4 candidatos presidenciales de la izquierda fueron ultimados por orden de sectores políticos con finas relaciones con el narco paramilitarismo.

El odio que se respira en el país desde el 7 de agosto de 2022 nace del racismo, la aporofobia y el clasismo de sectores tradicionales del poder hegemónico que se sienten incómodos por la llegada a la Casa de Nariño de un exguerrillero. Esos elementos que caracterizan a la derecha guardan estrecha relación con la política social del gobierno Petro, encaminada a favorecer a los más pobres y vulnerables, y en particular a las comunidades afro, indígenas y campesinas. Los clasistas, aporofóbicos y racistas serán la avanzada electoral y política de la derecha tradicional de esa Colombia que odia la diversidad, la pluralidad y hasta la propia biodiversidad.

Las advertencias de Petro alrededor de que sectores de la derecha, de la mano de mafiosos, estarían fraguando un atentado en su contra, aportan a los procesos mutuos de animadversión entre quienes están “firmes con Petro” y aquellos que insisten en decir que al país hay que “recuperarlo, esto es, liberarlo de la izquierda, del comunismo”. Se suma a lo anterior, las acciones políticas emprendidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano politizado e ideologizado que busca juzgar al ciudadano y entonces candidato presidencial Gustavo Petro. Al final, lo que termine haciendo el CNE se seguirá leyendo como un intento de golpe institucional contra un mandatario elegido a través del voto popular.

El caso de la compra ilegal y mafiosa del software “malicioso” Pegasus,  la Asamblea popular que convocó el presidente de la República y el encuentro con medios alternativos “Uniendo voces” hacen parte de la estrategia ideológica y política con la que Petro confronta a la derecha, en particular a la que representa el uribismo, sector de poder político y social que ha expuesto públicamente su inquina hacia los pobres,  indígenas, campesinos y negros; desde esas mismas huestes se han proferido amenazas alrededor de no dejar que el actual mandatario termine su periodo.

Bajo esas circunstanciade que dan vida a la crispación ideológica y política, en el 2026 la derecha uribizada podría pagar muy caro el haberle apostado a bloquear políticamente al gobierno de Petro, pero, sobre todo, haber apelado a las empresas mediáticas para enlodar y deslegitimar al primer gobierno progresista en más de 200 años de República.

Los sectores de la derecha que de tiempo atrás han tomado distancia del dañino uribismo claramente apostarán duro a aquellos candidatos (as) que decidan presentarse como opciones del timorato e inexistente Centro.

Si la izquierda democrática y el progresismo logran unirse en una sola colectividad, darán vida política a lo que desde ya los medios hegemónicos llaman el “Petrismo”, nomenclatura que cobra sentido por el interés de Gustavo Petro de convertirse en un gran elector, y competirle de tú a tú al expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez.

Así las cosas, para el 2026 aparecerán en la escena electoral por lo menos tres bloques de poder político: el primero, el “Petrismo”, anclado a la figura de Gustavo Petro. Desde esa fuerza se insistirá en la narrativa que alude a la necesidad de que se dé un cambio cultural, en medio de una crisis ambiental de inquietantes proporciones. El segundo, el uribismo, atado a la vetusta y desgastada imagen del expresidente Uribe. Desde esa instancia de poder se seguirá atacando el ideario progresista, en particular los llamados de atención alrededor de cuidar las selvas y de pensar en las energías limpias. Para el uribismo la naturaleza y sus ecosistemas deben seguir siendo sometidos a las lógicas del capitalismo salvaje. Y un tercer sector, ancorado a quienes desde la derecha no uribizada le apostará a dar vida al Centro político. Un Centro que deberá demostrar que de verdad está dispuesto a tomar distancia del uribismo, lo que implicará recoger en buena parte las ideas de la izquierda y el progresismo. 

Por ahora, la derecha uribizada ya dejó ver algunas de sus candidatas, las ultraconservadoras María Fernanda Cabal y la directora de Semana, Victoria Eugenia Dávila Hoyos. Se trata de dos mujeres leales al expresidiario Álvaro Uribe Vélez, que destilan odio contra todo lo que huela a izquierda democrática y progresismo. Entre tanto, el “Petrismo” ya exhibe como posibles candidatos a la exministra de Salud, la médica Carolina Corcho y al canciller, Luis Gilberto Murillo.

 


petro en el 2026 - Búsqueda Imágenes (bing.com)

sábado, 24 de febrero de 2024

VICKY DÁVILA, CANDIDATA PRESIDENCIAL: ¿OTRA TIGRESA DEL URIBISMO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Claudia López Hernández, ex alcaldesa de Bogotá y el director del diario La República, Fernando Quijano Velasco elevaron a Vicky Dávila a la condición de candidata presidencial para el 2026. No es un chiste.

Mientras que López lo hizo en el marco de un rifirrafe en la red X con la directora de Semana, Quijano se aventuró a hacerlo junto a otras mujeres que el periodista económico juntó en su exclusivo listado del que además de la señora Dávila, aparecen Francia Márquez Mina, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y la misma exalcaldesa, López Hernández.

La posibilidad de que la periodista Dávila sea candidata presidencial, con el apoyo económico y político de los Gilinski y el Clan Gnecco y otros sectores de la ultraderecha, confirmaría que a esos sectores de poder no les interesa llevar a la Casa de Nariño a una mujer conocedora de la operación del Estado y con un proyecto político soportado en el dominio de conceptos políticos y filosóficos asociados a la idea de que algún día Colombia sea una verdadera República, sino a una simple mandadera que se preste, como lo hizo Iván Duque Márquez, a hacerle los mandados a quienes desde poderosas corporaciones privadas le indiquen qué de lo que deje Petro funcionando, debe echarse para atrás. O simplemente, ejecutar un plan nacional de desarrollo que beneficie a la sempiterna oligarquía “blanca” con obras de infraestructura o contratos millonarios.

La verdad es que después de Duque cualquiera puede ser presidente de Colombia. Y aunque a la derecha uribizada le salió muy mal el experimento y la experiencia de haber puesto en el Solio de Bolívar al sinuoso, fatuo, obsecuente e incompetente personaje, una posible candidatura de Dávila terminaría por llevarlos a una nueva derrota, sin importar la calidad y la preparación del candidato o candidata del progresismo que eventualmente se enfrente a la directora de Semana.

Recordemos que la misma ultraderecha intentó en el 2022 llevar a la presidencia a Rodolfo Hernández, un ignorante al que solo le interesó en la vida conseguir plata. Con un capital cultural casi nulo y con señalamientos de corrupto por el caso de Vitalogic, hubiese sido un total desastre para el país porque no habría sido más que el otro muñeco del uribismo, es decir, un Duque 2.  

No me imagino a la señora Dávila sosteniendo una discusión conceptual en un debate entre candidatos a la presidencia. Creo que Quijano y López exageraron en su lectura del futuro electoral. Lo mejor es que Dávila siga siendo la vocera de los Gilinski y defendiendo a Uribe desde las páginas de ese pasquín que llaman Semana.

El país podrá contar, eso sí, con las precandidaturas de Paloma Valencia, congresista que propuso en el 2015 una especie de apartheid en el Cauca, dividiendo el departamento entre indígenas y mestizos. Valencia, al igual que Duque, es obsecuente con las directrices e ideas de su patrón, el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. A pesar de su lealtad, Valencia sabe que el político antioqueño la prefiere como agitadora, porque en el fondo no confía en ella. En general, Uribe Vélez prefiere entenderse con hombres a los que pueda tratar a las patadas y a madrazos como es su estilo. Recordarán los colombianos cuando dijo “donde lo vea le voy a dar en la cara marica”.

De igual manera, el país verá a María Fernanda Cabal, otra fiel defensora de Uribe Vélez. Más radical que Valencia, la senadora Cabal exhibe un talante autoritario que la hace proclive a desconocer conquistas laborales y en general, a limitar el cumplimiento de los derechos consagrados en la Carta de 1991. En el 2021 desconoció derechos fundamentales. En la Silla Vacía se lee lo siguiente: “Cuando hablo de derechos fundamentales es a lo que todos, por encima de cualquier cosa, tenemos o debemos tener acceso. Cuando yo hablo de derechos no fundamentales no es porque quiera excluir a la educación o salud, es que, si fueran fundamentales, nadie los pagaría. Mi derecho a la libertad y a la movilidad no lo estoy pagando. La educación y la salud tienen el contenido de quienes pueden acceder y pagar y quienes no lo tienen. No está establecido como derecho fundamental sino como uno colectivo”.

Y finalmente está la posibilidad de que Francia Márquez Mina se lance como candidata presidencial en el 2026, para dar continuidad a los procesos que dejará andando el gobierno de Petro. Una eventual candidatura de Márquez pondría, nuevamente de presente en el país, el racismo estructural que sobrevive en Colombia. Como víctima de discursos racistas, como el de Luz Fabiola Rubiano, quien fue condenada por hostigamiento y racismo por llamar “simio” a la vicepresidenta, Márquez se expondría a que, electoral y políticamente le cobren lo que viene haciendo bien, mal o regular desde su rol como vicepresidenta y ministra de Equidad e Igualdad.

Ya veremos qué pasa en el 2026. Lo que si se advierte desde ya es que será una campaña electoral mucho más caliente y quizás violenta que la que vivimos en el 2022. Y será así porque la derecha está desesperada por recuperar el control del Estado que Petro les arrebató. Suma al desespero el hecho de que a dos años largos de las elecciones presidenciales no tienen un candidato carismático y formado, capaz de enfrentar a los que saldrán al ruedo a defender lo hecho por el actual gobierno. Aunque Uribe dijo que para el 2026 tiene ya un “tigre” (¿será Francisco Barbosa?), por ahora son otros los que deshojan las margaritas. Mientras llega el momento de exhibir a su feroz mascota, “tigresas” como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Claudia López y Vicky Dávila no permiten que el vulgar y violento caballista y latifundista antioqueño duerma plácidamente.



Imagen tomada de internet: https://www.google.com/search?sca_esv=23bfc37b28131238&rlz=1C1UUXU_esCO975CO975&sxsrf=ACQVn0-XQdJF3DxV9HTNXysDVBDrl5t2eA:1708831254771&q=vicky+davila+presidenta&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=2ahUKEwjgvq-_xMWEAxXcSTABHQCTAOcQ0pQJegQIERAB&biw=1350&bih=631&dpr=1#imgrc=-KBqEBsPyTlBhM


URIBE EN MISA Y SU SAGRADA VICTIMIZACIÓN

  Por Germán Ayala Osorio   A los ya tendenciosos cubrimientos periodístico-noticiosos- en el marco de una evidente autocensura- que los m...