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miércoles, 10 de septiembre de 2025

PRIMER "DEBATE" ENTRE CAROLINA CORCHO Y PALOMA VALENCIA

 

Por Germán Ayala Osorio 


La participación de las precandidatas presidenciales Carolina Corcho Mejía y Paloma Valencia Laserna en el Conversatorio Académico Seguridad Multidimensional global y visión estratégica de su impacto en Colombia en el 2026 organizado por la universidad Militar Nueva Granada dejó  claridades en torno a los proyectos políticos que cada una defiende. No se trató de un debate propiamente dicho, pero por momentos se cruzaron pullas que sirvieron para ahondar las distancias ideológicas y políticas que existen entre dos disímiles e irreconciliables formas de entender el papel del Estado y la construcción de la República. Por momentos el auditorio parecía "calentarse" por un mayor respaldo a las ideas de la exministra. 

Valencia Laserna llegó tarde al auditorio con una presentación en power point en la que expuso conceptos como desarrollo, bienestar y libertad, entre otros. Me hizo pensar en que su intervención tendría un carácter académico en consonancia con el escenario universitario, pero no fue así. Además de no abordar sistémicamente el tema del evento, dedicó gran parte del tiempo asignado por los organizadores a criticar al gobierno Petro. 

La senadora Valencia expuso ante los estudiantes, profesores y las audiencias que se conectaron a la transmisión su pobreza conceptual y discursiva a pesar de haber estudiado derecho y filosofía en la Universidad de los Andes. Su discurso fragmentado y lleno de lugares comunes compagina muy bien con sus ideas políticas claramente atadas al ideario de una derecha que defiende al viejo Establecimiento, esto es, las correlaciones de fuerza sobre las que opera el modelo de Estado y de sociedad en Colombia, con todo y taras  civilizatorias . Taras como el ethos mafioso que se naturalizó en el país entre el 2002 y el 2010, así como el racismo, el clasismo y la aporofobia con las que las audiencias identifican a las "tigresas" de Uribe: Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Paola Holguín. 

En temas como las relaciones con Venezuela y la violencia étnica-cultural en Gaza, la senadora del Centro Democrático se plantó en el discurso moralizante con el que la derecha uribizada suele asumir y negar la complejidad tanto de los problemas fronterizos binacionales con el vecino país y la crisis humanitaria desatada por el Estado de Israel en la franja de Gaza. Mientras que Corcho habló de no respaldar jamás las prácticas genocidas del ejército sionista al mando del criminal de Benjamín Netanyahu, Valencia Laserna expresó su adoración y respaldo al pueblo judío al que calificó como "superior en todo". El solo hecho de negarse a calificar como genocidio lo que está haciendo Israel en contra del pueblo palestino ubica a Valencia en un avieso plano moral superior que le facilita expresar su desprecio por las comunidades afros, campesinos e indígenas de su propio país. No olvidemos su propuesta de "dividir el Cauca entre indígenas y mestizos". La actitud pro gringa de Valencia quedó confirmada al decir que instalaría una base militar de los Estados Unidos en el Catatumbo. 

En lo que respecta a la presentación de la exministra Corcho, señalo que estuvo mejor estructurada, lo que permitió mantener un hilo conductor y los elementos básicos en la escritura de un ensayo: Introducción, Desarrollo y Conclusión (IDC). Así las cosas, Corcho exhibió un sólido perfil académico, sin rayar en una presentación incomprensible para los públicos. En el manejo del espacio y del auditorio la exministra mostró seguridad y cancha.

Corcho Mejía es lejos mejor candidata que Valencia Laserna. Y no solo por el discurso humanista y el soporte conceptual, sino por el lugar de enunciación: la exministra de Salud no habla desde el privilegio, sino desde la defensa de los derechos humanos consagrados en la Carta Política de 1991. Qué bueno sería ver un "debate" entre María Fernanda Cabal y Carolina Corcho. Felicitaciones a la universidad Militar Nueva Granada por la organización del conversatorio. 




Imagen tomada de la red X. 


domingo, 31 de agosto de 2025

MÁS ALLÁ DE LA POLARIZACIÓN POLÍTICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Casi todos los días los medios masivos de información hablan de polarización política y crispación ideológica como factores sobre los cuales se desarrollará el escenario electoral de 2026.

Esas mismas empresas mediáticas les niegan a sus propias audiencias la posibilidad de entender qué es lo que realmente viene pasando en el país con la irrupción del proyecto progresista como alternativa de poder y de cambio de las circunstancias y condiciones bajo las que ha venido transcurriendo la vida en Colombia. Y no hablo exclusivamente del proyecto político que orienta el presidente Petro, que con todo y errores ha logrado un despertar social, cultural y político en buena medida gracias a su discurso humanizador que, cargado de un populismo reivindicador de los derechos de los excluidos, permitió desenmascarar la mezquindad, la estolidez y la aporofobia de los miembros de la élite tradicional (política y económica) responsable de haber convertido a Colombia en uno de los países más desiguales del mundo, resultado de la naturalización de un incontrastable ethos mafioso.

Prefieren los directores y periodistas de esos medios insistir en reducir la complejidad que acompaña al ambiente de polarización política y crispación ideológica que bien pueden llevarnos a vivir una jornada electoral sangrienta sino logramos desescalar el lenguaje, atemperar los ánimos y bajarle a la pugnacidad alimentada especialmente por los voceros de las mesnadas uribistas interesadas únicamente en hacerse con  la Casa de Nari y de esa manera “recuperar el país”, consigna sostenida en dos propósitos: enterrar para siempre las ideas progresistas y regresar al país a los tiempos en los que la concepción minimalista del Estado caminaba de la mano de su privatización y su captura mafiosa en beneficio de unos pocos.

A esos medios les queda más fácil evitar ahondar en las diferencias abismales que existen entre quienes defienden ese anacrónico modelo de sociedad y de Estado que por más de 50 años ha operado en Colombia, y aquellos que le apuestan a superarlo por considerarlo premoderno, violento, deshumanizado y propio de sociedades que creen que han progresado y alcanzado un óptimo desarrollo bajo la orientación de unos señores neofeudales que acaparan tierras, construyen  carreteables para cobrar costosos peajes, concentran poder y riqueza a costa del bienestar de las grandes mayorías.

Los periodistas que están sometidos a las corporativas líneas editoriales de sus empresas informativas cumplen con lo que les ordenan sus propietarios: no hagan registros espectaculares de las acciones positivas ejecutadas por el gobierno Petro; por el contrario, visibilicen lo negativo e insistan en que el “país va mal, que vamos hacia el abismo”, ideas que por supuesto coadyuvan a que el gran relato de la polarización política y la crispación ideológica se imponga y resulte determinante y benéfico a las huestes uribistas a las que no les interesa que el país empiece a caminar hacia estadios de modernidad, lo que implica desprivatizar el Estado y el compromiso de proscribir el ethos mafioso que entre el 2002 y el 2010 se entronizó en los ámbitos público y privados.

Es tiempo de que los asesores del gobierno y el propio presidente de la República se concentren en diseñar estrategias de comunicación para poner en crisis ese mega relato de la polarización política y la crispación ideológica que niega la historia de un país sometido a los intereses de cuatro poderosas familias y le sirve a sus empresas mediáticas para reducir la complejidad a frases que solo sirven para generar miedo y desazón, en particular en la población menos formada para discutir, con argumentos,  asuntos públicos que nos interesan a todos; que suele ser la misma que aplaude a rabiar a quienes ofrecen “balín” , gritan “Ajúa” y prometen “destripar” a quienes piensan diferente.



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viernes, 29 de agosto de 2025

YOUTUBERS E INFLUENCIADORES QUIEREN SER CONGRESISTAS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con el anuncio de varios youtubers, influenciadores y del caricaturista Matador de querer llegar al Congreso con las banderas del progresismo, varios tuiteros criticaron esas aspiraciones con el argumento de que “no están preparados” para llegar al legislativo, pues en los últimos años estuvieron dedicados a divulgar, defender a dentelladas y apoyar las decisiones del gobierno Petro.  

El artículo 172 de la Constitución señala que para “ser elegido senador se requiere ser colombiano de nacimiento, ciudadano en ejercicio y tener más de treinta años en la fecha de la elección”. El 179 hace referencia a las condiciones que podrán impedir a un colombiano aspirar a ser congresista.

Todos tenemos el derecho a elegir y ser elegidos dice la misma carta constitucional. Quienes no ven con buenos ojos los deseos de convertirse en congresistas a esos agentes de las redes sociales parecen olvidar los requisitos de ley. Al final, validan las circunstancias en las que históricamente cientos de congresistas han resultado elegidos en Colombia: listas cerradas con candidatos formados académicamente, normalmente abogados,  que llegan al legislativo no solo a defender los intereses de quienes financian sus costosas campañas, sino con el convencimiento de que el Estado en su conjunto debe operar para garantizar los mezquinos intereses de la clase política y empresarial que usa a los congresistas para que legislen en contravía de los derechos de las grandes mayorías. Al final, le apuntan a que con leyes de la República logren mantener en el tiempo la captura mafiosa del Estado.

De acuerdo con lo anterior, el problema de fondo no está en si han estudiado maestrías y doctorados, o si llegan al Congreso únicamente con la primaria o el bachillerato. El asunto de fondo es a qué llegan, con qué intereses y al servicio de quién estarán sus curules. Baste con revisar los casos de los congresistas Ernesto Macías y Carlos Fernando Mejía, dos vociferantes congresistas que poco o nada le aportaron al país desde sus curules, pero muchos a las huestes uribistas. O los casos de Miguel Abraham Polo Polo, Catherine Juvinao y Jota Pe Hernández para ratificar que para llegar a esa corporación no se necesita preparación alguna: unos llegan por un golpe de suerte, otros porque saben manipular electoralmente el sistema o supieron aprovechar una coyuntura social y política como la del estallido de 2021 para investirse de congresista. Polo Polo no representa a las negritudes y terminó defendiendo a los patrones “blancos”. Polo fue una especie de “capataz negro”.  En cuanto a Jota Pe, este energúmeno y básico homúnculo supo venderse como alternativo y crítico de la derecha y del uribismo, pero terminó defendiendo los intereses de los sectores que tanto criticó. Y Juvinao, durante su campaña prometió esforzarse por “rebajarles el salario a los congresistas”. Al momento de discutir el proyecto, se ausentó. Hoy es recordada porque busca quedarse 16 años en el Congreso no para servir a los colombianos sino para irse a vivir a una isla paradisíaca y olvidarse de los problemas del país. Otras, como Paloma Valencia, van a cumplir órdenes del Patrón y romper el Quorum, muestra clara de su precaria formación para discutir con argumentos.

Lo que sí me parece que se les debe exigir a los congresistas es que sean capaces de leer y escribir ponencias y por supuesto proyectos de ley. Que apelen al pensamiento crítico, usen categorías de análisis y conozcan el funcionamiento del Estado. Que antes de llegar se hayan leído por lo menos la ley 5ta. Y quizás lo más importante: que no pongan sus curules al servicio de quienes por tantos años han impedido construir una verdadera República en Colombia.

Adenda: los aspirantes que integran comunidades indígenas y negras que devienen atados culturalmente a la oralidad, este factor diferenciador debe entenderse como parte de su formación para discutir asuntos públicos. Y lo mismo para ellos: con qué idea del Estado llegan al Congreso. 





miércoles, 27 de agosto de 2025

CABAL, VALENCIA Y HOLGUÍN, LAS SOMETIDAS “MUÑECAS” DE ÁLVARO URIBE VÉLEZ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Álvaro Uribe Vélez es quizás la figura que mejor representa a la sociedad patriarcal, misógina y machista que promueve y defiende el violento sistema de dominación que impuso a la Mujer los roles de Madre, Esposa, Cuidadora de Hijos y del Marido. Es desde ese lugar de enunciación y representación que el condenado expresidente asume la presencia de sus decorativas y combativas precandidatas presidenciales, María Fernanda Cabal, Paola Holguín y Paloma Valencia.

Es evidente que el exdirector de la Aerocivil y exgobernador de Antioquia las prefiere como bastoneras y animadoras de la fiesta electoral, y no como serias candidatas presidenciales. Tanto así, que a su leal y vociferante Paloma Valencia ya le ofreció ser cabeza de lista para el Senado. Una forma clara de decirle que “no está preparada para gobernar al país por su condición de mujer”.

Al parecer, la única de las tres que está montada en la película de creer que podrá ser presidenta de la República por el Centro Democrático es María Fernanda Cabal. O por lo menos la candidata única de la señalada secta-partido, pues con De la Espriella y Pinzón de por medio, lo más probable es que se quede viendo un chispero. Holguín, Cabal y Valencia no son capaces de contrariar al Patrón y mucho menos están en la capacidad de entender que ellas como mujeres no están realmente en los planes del expresidente para hacerse nuevamente con la Casa de Nariño. Todo el mundo sabe que el Gran Condenado preferiría poner en el Solio de Bolívar a otro Iván Duque, es decir, le gustan más los “títeres” que las “muñecas”. Quizás se sienta más cómodo diciéndole a otro macho, “donde lo vea le voy a dar en la cara marica”. Como posa de “caballero”, no le gustaría tener que “putiar” a su presidenta de la República. ¿Cuántas veces Uribe habrá tratado mal al homúnculo del Iván Duque Márquez?

Margarita Rosa de Francisco exhortó a Cabal y Valencia - desconoció a Paola Holguín quizás porque es la menos opcionada de las tres- para que se liberaran del yugo político al que están sometidas, ahora que Uribe Vélez le hace “ojitos” a Juan Carlos Pinzón Bueno para que sea su nuevo títere, esto es, un “Duque 2”: “Si yo fuera María Fernanda o Paloma me daría mucha rabia que el patriarca del partido me ninguneara de semejante forma porque le han trabajado sin descanso a la causa. Ni siquiera se pueden quejar públicamente del jefe, porque les va peor. El patriarcado que ellas mismas defienden es traicionero. Emancípense, mujeres”.

Cabal, Valencia y Holguín le hacen un enorme daño a los procesos y movimientos de liberación femenina que pretenden que como sociedad dejemos atrás esa “tara civilizatoria” en la que confluyen el machismo, la misoginia y el sistema patriarcal. Cabal, Valencia y Holguín representan a la Mujer sumisa, dócil y entregada que le pasa todo al Macho de la casa porque éste cumple con su histórico  rol de proveedor: lleva el dinero para la comida, sostiene a la familia y lo más importante en este caso: les regala visibilidad y algo de  poder político. No creo que sean capaces de emanciparse como se los sugirió que lo hicieran Margarita Rosa de Francisco. Ellas dirán: con el Patrón, hasta donde él diga. 



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martes, 26 de agosto de 2025

ATENTADO TERRORISTA EN CALI Y CRIMEN DE MIGUEL URIBE: ¿DE VERDAD RETROCEDIMOS 30 AÑOS?

 

Por Germán Ayala Osorio

El histórico rechazo a la violencia política y electoral vivida en Colombia en los años 90, que cobró la vida de tres candidatos presidenciales, siempre estuvo asociado a la preeminencia de la derecha como sector ideológico dominante.  Hasta el 2022 fue la única fuente de poder político legal de donde podrían brotar candidatos presidenciales.

De igual manera, los paradigmáticos ejemplos de la violencia electoral desatada por fuerzas narcoparamilitares, con la anuencia de agentes del Estado naturalizaron el desprecio de cualquier opción de poder surgida desde la izquierda, ampliamente demonizada por la prensa y la opinión pública al asociar a los candidatos presidenciales asesinados, Carlos Pizarro Leóngomez y Bernardo Jaramillo con las guerrillas nacidas en los años 60.

A pesar de que los hechos violentos en posteriores escenarios electorales no cesaron, los atentados criminales contra connotadas figuras presidenciales disminuyeron sustancialmente, a pesar de la operación de las estructuras armadas ilegales en pueblos y en ciudades que sufrieron las amenazas y las acciones militares conducentes a enrarecer las jornadas electorales.

Es posible que posterior a los tres magnicidios ocurridos en los 90 se haya generado confianza colectiva en las instituciones democráticas, de la mano de unas prácticas institucionales de parte de un Estado que en lo consecutivo pudo mejorar en algo su capacidad de proteger a los candidatos presidenciales. Volver atrás era un imposible social y político que fungía como una suerte de certeza de que como sociedad y Estado se habían superado las circunstancias que provocaron ese fatal desenlace político, usado por la prensa tradicional como dispositivo ideológico para indicar no solo la superación de esas formas de violencia, sino la llegada a soñados estadios de modernidad y civilidad.

Con la irrupción del progresismo y la izquierda como opción política y electoral, y en medio de un clima de polarización política y crispación ideológica originado en los resultados del plebiscito por la paz de 2016, la posibilidad de que como sociedad regresáramos a los 90 seguía estando lejana a pesar de los infundados miedos por el pasado revolucionario del presidente Petro.

Después del estallido social y el nefasto gobierno de Iván Duque Márquez, el progresismo y la izquierda democrática irrumpieron en la escena electoral de la mano del candidato presidencial y posterior jefe de Estado, Gustavo Petro Urrego. Las correlaciones de fuerza parecían cambiar y ajustarse a unos nuevos tiempos marcados por la tolerancia, el respeto a las ideas ajenas, pero, sobre todo, al convencimiento social y político de que jamás el país volvería a vivir algo parecido a lo que soportamos en los años 90 con el crimen de los tres candidatos presidenciales: Galán, Pizarro y Jaramillo.

Pero lo inesperado sucedió: entramos en una etapa de ataques ideologizados entre la izquierda y la derecha, en virtud de la llegada a la Casa de Nariño del primer presidente progresista y venido de la lucha armada: Gustavo Petro. Los medios masivos se consolidaron como actores políticos en oposición, la derecha, derrotada electoralmente, puso una marcha la estrategia de generar miedo en las audiencias apelando al fantasma del “comunismo” con la sentencia de que nos “convertiríamos en Venezuela” y por ese camino habría expropiaciones de viviendas y la nacionalización de la banca privada.

El objetivo del presidente de la República de priorizar la lucha contra las drogas, persiguiendo a las agentes políticos y económicos que hacen parte de lo que él llama la Junta del Narcotráfico, activó en los sectores comprometidos con el negocio del narcotráfico las viejas y ya naturalizadas relaciones con agentes económicos y políticos que dentro de la legalidad institucional  siempre garantizaron actividades de minería ilegal, incluido el negocio de las esmeraldas, y por supuesto, la producción y exportación de cocaína a los Estados Unidos, Europa y otros mercados.

Los positivos resultados en materia económica, pero en particular la demostración clara de que no se cambió el modelo económico, es decir, que no nos convertimos en un país comunista de poco sirvió para que la polarización disminuyera. De igual manera los avances en la recuperación del Estado para mejorar la vida de millones de colombianos en los sectores rurales y en los cordones de miseria de ciudades capitales, la reforma agraria y el impulso al turismo, entre otros logros y apuestas, despertaron miedos y preocupaciones en particulares agentes del Establecimiento político que ven como un riesgo la posibilidad de que el progresismo gane las elecciones en el 2026.

Entonces, al clima de polarización política y crispación ideológica se sumaron los miedos de la continuidad del progresismo en la Casa de Gobierno. Bajo esas circunstancias, el atentado sicarial contra Miguel Uribe Turbay se erige como una respuesta planeada de sectores ilegales y legales para deslegitimar al actual gobierno, generar miedo y zozobra llevando el país a sentir que retrocedimos 30 años de la mano y por culpa de un gobierno de izquierda. Sin lugar a duda, una lectura catastrofista que le conviene al viejo Establecimiento y al uribismo, fuerza política que sectores de la opinión pública asocian, con mucho de ingenuidad, con el camino de la salvación de Colombia por su lucha frontal contra los violentos. Lo que no perciben esas audiencias es que esa confrontación es selectiva porque prima el ethos mafioso y por supuesto la extensión en el tiempo de las relaciones entre ilegales y legales (narcos, contrabandistas y lavadores de dinero, entre otros, con políticos y empresarios).

El atentado terrorista en Cali facilita la narrativa catastrofista de la derecha y la prensa hegemónica que indica que efectivamente el país retrocedió 30 años. El objetivo es claro: generar miedo, de la mano de la consigna electoral que nos recordará en el 2026 que el “magnicidio” de Uribe Turbay y el cobarde ataque dinamitero en la capital del Valle del Cauca se dieron durante el primer gobierno progresista, de allí la necesidad de que la derecha uribizada regrese a la Casa de Nari, para “poner orden a un país descuadernado”.

No retrocedimos 30 años. El atentado terrorista en Cali y el crimen del político del Centro Democrático pueden no ser el resultado de un plan de la derecha en articulación con mafias y sus relaciones con los narcos de camuflado que aún insisten en llamarse guerrillas; lo que sí es cierto es que calzan perfecto con las lógicas de particulares agentes del Establecimiento colombiano afectados por un gobierno progresista que les esculcó sus madrigueras y sus fétidas relaciones con agentes del Estado.




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domingo, 24 de agosto de 2025

PATRIA Y MUERTE

 

Por Germán Ayala Osorio

 Las próximas elecciones en Colombia girarán en torno a dos fuerzas políticas diametralmente contradictorias: el uribismo y el petrismo. Eso nadie lo discute. Como tampoco parece haber discusión en torno a que la primera representa un oscuro pasado al que unos pocos privilegiados y cientos de despistados e ignorantes quieren regresar; mientras que la segunda, en proceso de consolidación, simboliza los deseos de construir por fin una verdadera República que supere el tenebroso sistema feudal y feudatario que impuso el condenado expresidente antioqueño, de la mano de una élite rentista que supo capturar el Estado para su propio beneficio y en contravía de lo prescrito en la carta de 1991 en torno a que Colombia debería de ser y operar como un Estado Social de Derecho.

La campaña presidencial arrancó de manera temprana y ya exhibe los derroteros éticos y morales de los precandidatos de la derecha uribizada ancorados a la presencia de Dios, al discurso patriotero y a la explotación política y electoral de la muerte del forzado mártir, Miguel Uribe Turbay.

Es tal el desespero por recuperar la Casa de Nari, que les falta poco para acercarse a la consigna lanzada en los años 60 por Fidel Castro Ruz, Patria o Muerte. Por supuesto que se trata de una acercamiento al inversa del sentido que el revolucionario de entonces le dio a la frase. Con los años, Castro Ruz se acercó al perfil del sátrapa al que derrocó en 1959.

Claro que desde la perspectiva del precandidato Abelardo de la Espriella, a quien Uribe alguna vez lo llamó “bandidito”, lo dicho por Castro Ruz cambiaría sustancialmente a Patria y Muerte, pues el abogado que al parecer no necesita de la ética para ejercer el derecho prometió “destripar a la izquierda”. La apuesta de la Espriella es compartida por cientos de seguidores de eso que se conoce el uribismo que suelen ofrecer bala o balín; o acabar con la “plaga de la izquierda”.

La explotación político-electoral del crimen de Uribe Turbay empezó desde el preciso momento en el que se produjo el atentado sicarial que meses después le costó la vida. Y se hizo de la mano de la fe religiosa y las peticiones al Señor (a Dios) no solo para que le salvara la vida, sino para que les diera fuerza a los uribistas para “recuperar el país, defender la democracia y recuperar el rumbo”, guiados por Miguel Uribe Turbay, quien  de seguro ya ocupa en lugar privilegiado en el reino de los cielos.

La despedida de estadista, héroe y mártir brindada a Uribe Turbay es posible por una combinación de factores mediáticos, religiosos y morales brindados por un pueblo creyente que colectivamente llora la partida de unos “líderes inmolados” creados y recreados en las salas de redacción de noticieros privados al servicio del uribismo y en contravía de los derechos del colectivo. Sobre el féretro del congresista asesinado, su propio padre, Miguel Uribe Londoño, depositó las ideas -dicen que el legado- del desaparecido político conservador, en las manos del condenado expresidente para que él “salvara la Patria”. Una vez recuperó la libertad el expresidente antioqueño su presencia en el lugar en el que cayó gravemente herido Uribe Turbay se daba por descontado.

En un lenguaje muy propio del paisa camandulero y rezandero, Álvaro Uribe Vélez espetó que “…en este lugar se simbolice una llama eterna, como el amor eterno de Miguel por Colombia, que quienes concurramos no veamos aquí un lugar de venganza, tampoco de falsa paz. Que nos comprometamos a animar la fe en Colombia y a estimular que germine la esperanza que no puede estar rota y que en el paso por este lugar Miguel inspire seguridad para que alguna haya paz”.

Ese discurso cifrado del condenado expresidente va y viene entre la política electoral, el sentido del poder y la religiosidad de quien sabe cautivar a esa Colombia puritana, gazmoña, clasista, racista, homofóbica y mezquina que todos los días se persigna y pone en las manos de Dios la vida de todos los colombianos.

Uno de los precandidatos presidenciales y ficha del uribismo neoliberal, Mauricio Cárdenas Santamaría también dejó ver que él está con Dios y con el pueblo creyente. Esa es la única manera que encuentra el hijo del vetusto establecimiento para acercarse al pueblo: “Ilumíname Señor de los Milagros. Dame la sabiduría para unir a esta gran familia que es Colombia y acertar en el rumbo que requiere”.

Es en esa Colombia feudal, premoderna, camandulera y patriotera en la que cobran sentido la película y la novela la Virgen de los Sicarios porque dan cuenta de las paradojas en las que se mueve aún el creyente pueblo colombiano, el mismo que practica la homofobia y la transfobia y otras formas de violencia que lo hace proclive a creer en falsos Mesías y en lo que a diario les dice la prensa hegemónica. Quizás por ello quienes creen gritan la consigna Patria y Muerte sienten que cuentan con la bendición de la Virgen y del Todopoderoso. ¡Ajúa!



alvaro uribe velez visitó el lugar del atentado contra miguel uribe - Búsqueda Imágenes


sábado, 23 de agosto de 2025

ME SUENA CORCHO PRESIDENTA; CEPEDA, VICEPRESIDENTE

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la entrada de Iván Cepeda Castro a la baraja de precandidatos presidenciales del Pacto Histórico, la izquierda y el progresismo suman a una figura política que acumula simpatías políticas por haber enfrentado con serenidad, sin miedo y convencimiento al temido expresidente Álvaro Uribe, condenado por delitos no políticos gracias a la templanza del senador, la valentía de la jueza Sandra Heredia y la estrategia jurídica de su equipo de abogados que logró llevar a juicio y vencer en primera instancia al político antioqueño.

La experiencia congresional de Cepeda, sumado a una trayectoria política sin tacha, lo acerca a los pergaminos con los que llegó Petro a la presidencia de la República: la lucha contra la corrupción público-privada, la entronización del paramilitarismo en las correlaciones de fuerza y las acciones legislativas y el control político conducentes a minar el proyecto privatizador del Estado por parte de la derecha uribizada, hacen de Iván Cepeda un candidato de peso de cara a enfrentar a los débiles candidatos presidenciales que se asoman desde la derecha.

Los 5 precandidatos[1] del Centro Democrático, más Juan Carlos Pinzón Bueno, De la Espriella y un par de exministros de Hacienda poco carismáticos y además consumados neoliberales, confirman que la derecha llega al escenario electoral de 2026 en “desventaja”  frente a los candidatos del progresismo por varias razones a saber: de un lado, porque el país no se derrumbó como lo vaticinaba el uribismo, esto es, no nos convertimos en Venezuela, y del otro lado, porque parece haber un aprendizaje en las audiencias y en los sectores poblacionales históricamente golpeados por las prácticas neoliberales.

Diana Carolina Corcho Mejía e Iván Cepeda Castro se erigen como una interesante fórmula presidencial: el aplomo del senador y el vigor de Corcho, entre otras características, los convierten en una pareja que recoge las banderas del proyecto progresista y las de una izquierda democrática golpeada en el pasado por los poderes criminales de un Establecimiento colombiano que enfiló baterías para borrar a la izquierda del panorama político. Es más, si los demás precandidatos por el Pacto Histórico aceptan de buena manera la fórmula electoral Corcho presidenta y Cepeda, vicepresidente, esa colectividad podría ahorrarse el desgaste político que supondrá la consulta interna que se avecina. A todas luces, Corcho-Cepeda es la mejor combinación posible.

Gustavo Bolívar, Susana Muhamad, María José Pizarro, Daniel Quintero, Gloria Flórez, Alí Bantú Ashanti y Camilo Romero podrían hacer parte del equipo de gobierno de la pareja Corcho-Cepeda, lo que sin duda alguna aseguraría la consolidación desde los ministerios del proyecto que lidera el presidente de la República, Gustavo Petro Urrego. En el caso de Quintero, puntualmente, sería la oportunidad para despejar las dudas que sobre el exalcalde de Medellín recaen desde la izquierda y el progresismo.

Ya veremos qué sucede, pero esta pareja y en ese estricto orden en los cargos a desempeñar podría atraer a más de un indeciso e incluso de la propia derecha por la inteligencia, el fuerte carácter y la formación académica de Carolina Corcho. El país sabe que la primera mujer presidenta está más cerca de darse del lado del progresismo, que de la derecha uribizada que sigue inspirada en el machismo, el sistema patriarcal y en eso que la escritora Carolina Sanín llamó el “cacorraje nacional”.

El progresismo y la izquierda deben ser pragmáticos a la hora de tomar decisiones políticas y electorales. La derecha da “cátedra” de pragmatismo. Enredarse en discusiones filosóficas y conceptuales es propio de la izquierda y el progresismo. Es tiempo de darle mayor relevancia a la utilidad práctica.



Imagen tomada de Semana.com 




[1] Miguel Uribe Londoño, padre del senador asesinado, es desde ya el quinto precandidato presidencial del Centro Democrático.

jueves, 21 de agosto de 2025

TERRORISMO EN CALI Y PERIODISMO EN CLAVE ELECTORAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Después del execrable atentado terrorista ocurrido en Cali y la acción militar en Amalfi (Antioquia) que terminó con el derribamiento de un helicóptero militar, el noticiero Caracol Noticias abrió sus micrófonos a los precandidatos presidenciales de la derecha uribizada para que sacaran provecho electoral de los nefastos hechos de orden público. Y la mejor forma de sacarle ventaja a la tragedia, en particular a la acción prepolítica que afectó a la capital del Valle del Cauca, es responsabilizar al gobierno Petro de lo ocurrido.  Aquí lo de menos son las víctimas. Es más, los muertos y heridos serán de gran ayuda para posicionar el miedo y asegurar la venta de la seguridad como lema de campaña.

Como actor político, Noticias Caracol convierte el hecho prepolítico ocurrido en Cali, en una oportunidad electoral para que la derecha y el uribismo activen su acostumbrada narrativa de “meterle miedo a la ciudadanía, para venderle seguridad democrática”.  En el 2002 les funcionó a la perfección.

No creo que se trate de simples y desafortunadas coincidencias que ambos hechos criminales se hayan producido en dos territorios que electoralmente recogen la disputa ideológica que acompaña el enfrentamiento entre el uribismo y el petrismo: Cali, como epicentro del estallido social y ciudad con una importante base petrista y Amalfi, pueblo ubicado en el departamento de Antioquia, lugar en el que el condenado expresidente Uribe Vélez aún sigue siendo idolatrado a pesar del despertar de cientos de miles de antioqueños que ya no se sienten representados por el salgareño que recién recuperó su libertad gracias a la cuestionada decisión del Tribunal Superior de Bogotá.

Concomitantes o no, el atentado terrorista en Cali y la acción militar en Amalfi serán usadas y aprovechadas por la prensa hegemónica durante varias semanas para favorecer la narrativa de la derecha con la que Uribe Vélez ganó las elecciones en 2002, ofreciendo seguridad democrática para “acabar con el terrorismo”. En la misma emisión de Noticias Caracol el condenado exmandatario antioqueño en tono catastrofista ya empezó a posicionar el miedo como estrategia electoral para vender, como buen enredador paisa, su producto estrella: la seguridad… democrática, de la mano del engañoso lema, “Mano Firme, Corazón Grande”.

Lo curioso es que mientras el presidente Petro hizo un llamado al Estado colombiano en su conjunto e incluso a otros Estados nacionales para afrontar el desafío criminal de las organizaciones al margen de la ley que están detrás de los violentos hechos, los precandidatos uribistas dejaron ver que no tienen una visión de Estado, en buena medida porque lo único que les interesa es deslegitimar al gobierno Petro sacándole en cara su política de Paz Total. El jefe del Estado cometió dos errores al concebir dicha política de pacificación dialogado: el primero, su visión maximalista y el segundo, quitarles el ropaje político a las guerrillas, mientras las invitaba a negociar.

Declarar la conmoción interior es una medida que, aunque desesperada, sirve para contrarrestar en algo la negativa y catastrofista narrativa periodística. La respuesta militar y policial que ordene Petro como comandante supremo de las fuerzas armadas inexorablemente deberá apuntar a tres objetivos: dar con los responsables, en especial con los que ordenaron y perpetraron el atentado terrorista en Cali,  golpear con fiereza y contundencia a esas estructuras y, finalmente, erosionar la narrativa de la seguridad con la que el uribismo buscará regresar a la Casa de Nari, para “salvar al país del terrorismo”.



camion bomba en cali en la base aérea - Búsqueda Imágenes


martes, 19 de agosto de 2025

PRUEBAS DE SANGRE Y VIAJES DE SUPERIORIDAD MORAL

 Por Germán Ayala Osorio

 

Los viajes de superioridad moral suelen servir para ocultar prácticas, ideas, hechos y la férrea defensa de un sistema económico y un orden social atravesados por un ethos mafioso que los colombianos naturalizaron entre el 2002 y el 2010.

La derecha en Colombia lleva tres años calificando al presidente Petro de “borracho, drogadicto y homosexual” como parte de la narrativa clasista con la que han demostrado su desprecio no tanto por esas “conductas” en las que, según el relato, el jefe del Estado habría incurrido, sino por la persona en sí misma: odian a Petro por ser Petro. Punto.

A Petro no le perdonan su origen de clase, su pasado como miembro del M-19 y mucho menos haberse atrevido a desafiar a los más poderosos agentes del Establecimiento, incluida la prensa y por esa vía, jugársela por la emancipación de un pueblo sometido durante más de 20 años de uribismo a las recetas del neoliberalismo con las que se alimentan el clasismo y el racismo y por supuesto la privatización del Estado para el disfrute de una élite cuyos miembros a lo mejor meten coca, tienen problemas con el alcohol, practican la pedofilia y guardan celosamente secretos de sus reales gustos y orientaciones sexuales.

De cara a las elecciones de 2026, y ante el profundo debilitamiento del relato que aseguraba que nos “volveríamos como Venezuela”, a tres nuevos “faros de la doble moral” se les ocurrió la brillante idea de irse a tomar exámenes de sangre porque “no se puede gobernar ni borracho ni trabado”. Menos mal no hay indicadores sanguíneos que puedan medir “los grados de homosexualidad en una persona”, porque muy seguramente también se harían esa prueba para “demostrar” que están listos para “recuperar a Colombia” porque son heterosexuales, así sea de dientes para afuera.

Blu radio, una cadena uribizada, registró el llamativo hecho, que hace parte de la estrategia moralizante que intentarán imponer para conquistar los religiosos corazones de cientos de miles de colombianos que usan a diario la “doble moral” para descalificar y deshumanizar a sus adversarios, contradictores o simplemente a la “gente de izquierda” o quienes se declaren liberales.

Los exgobernadores Juan Guillermo Zuluaga, Héctor Olimpo Espinosa y el exalcalde de Bucaramanga, Juan Carlos Cárdenas, estuvieron en un laboratorio médico haciéndose un examen de toxicología como documento previo a inscribirse para las elecciones para la presidencia. Entre los exámenes estuvo el procesamiento del panel de drogas por 3 (marihuana-, cocaína- anfetaminas) y panel de alcohol. “No se puede gobernar ni borracho ni trabado” y “para gobernar hay que estar cuerdos”.

Estamos ante una nueva manera de criminalizar a los adversarios, en particular a quienes militan en la izquierda y en el progresismo. Qué nivel más bajo en el que viene cayendo la discusión pública de asuntos públicos en esta Colombia pacata, farandulera, morbosa, mojigata, gazmoña, puritana, morronga, clasista, racista, machista, atontada y misógina.

Menos mal no se necesitan pruebas de sangre para descubrir prácticas corruptas y clientelistas, así como viejos apoyos políticos a quienes convirtieron a Colombia en uno de los países más desiguales del mundo, porque muy seguramente se las harían tomar en sus particulares laboratorios clínicos.  “Con un puntaje de 54,8 en el coeficiente de Gini, Colombia se ubicó en el tercer país con mayor índice de desigualdad, por concepto de ingresos económicos, en el mundo, y posicionándose como el primero en el continente americano”.

Eso sí, poco importa si los artífices de semejante logro socioeconómico consumieron drogas, tomaban decisiones macroeconómicas bajo la influencia del alcohol o en medio de bacanales con prostitutas o niñas. Allí lo relevante, moral, económica y políticamente aceptable es que aplicaron las recetas neoliberales. Lo demás, son ínfimos detalles. 




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lunes, 18 de agosto de 2025

¿LA MUERTE DE MIGUEL URIBE ES UN MAGNICIDIO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Declarar el crimen de Miguel Uribe Turbay como un magnicidio, además del carácter simbólico que acompaña al calificativo, deviene con una suerte de clasismo político con el que la derecha y el Establecimiento en general buscaban consolidar la narrativa catastrofista que indica que fue “asesinado un gran líder social y político y con su desaparición, se mató la esperanza de los colombianos”. El uribismo necesitaba de un mártir para sacudirse moral y políticamente de la condena de 12 años de prisión domiciliaria proferida contra el expresidente Álvaro Uribe. Y para ese propósito, la gran prensa bogotana ayudó complacida.

Y la verdad es que la notoriedad política del finado siempre estuvo asociada a la manera sectaria y violenta con la que asumió la vocería de la oposición en un evidente afán por parecerse al expresidente Uribe Vélez. Miguel Uribe Turbay olvidó o quizás no le interesó jamás saber que un verdadero líder se construye apelando al pensamiento sistémico, pero sobre todo dando muestras de una gran comprensión de los problemas, ventajas y desafíos de un país complejo como Colombia.

El finado siempre vivió en la burbuja que le proveyó ser nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala, circunstancia que para el caso colombiano de inmediato le da el “derecho natural” de aspirar a la presidencia de la República, sin la necesidad de haber labrado un camino de lucha por quienes sufren las consecuencias de haber consolidado en el país una sociedad y un modelo de desarrollo excluyentes, racistas y clasistas que a juzgar por sus últimos discursos y arengas en el Congreso, esas circunstancias poco o nada le incomodaban al conservador político uribista.

Por supuesto que la declaratoria de magnicidio que hizo la Fiscalía se pudo haber dado por la presión ejercida por los medios masivos que convirtieron el atentado y el posterior fallecimiento de Miguel Uribe en un reality show con el firme propósito de mover en las audiencias los sentimientos más primarios y por esa vía sembrar miedo, desesperanza y odio. Apelar a las emociones de los ciudadanos facilitó la tarea de convertir las afueras de la clínica en la que fue atendido en una especie de ermita de la derecha camandulera, clasista y racista que por esos días de vigilia fueron aportando para que finalmente se declarara magnicidio su execrable asesinato.

Con el politizado sepelio, la prensa bogotana, en particular el noticiero Caracol Noticias, logró elevar a Miguel Uribe a la categoría de proto estadista, héroe y líder. Al final, a empellones, el relato periodístico y los lamentos de los presentadores y comentaristas de radio y televisión lo metieron en el mismo lugar que ocupan Luis Carlos Galán Sarmiento y Jorge Eliécer Gaitán Ayala, quienes en el momento de caer asesinados ostentaban la calidad de candidatos presidenciales. Miguel Uribe era precandidato presidencial por el Centro Democrático y al interior de esa colectividad había recelos y enfrentamientos con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal que se disputaban el guiño del dueño de ese partido.

La RAE define magnicidio como la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”.  La relevancia política de Miguel Uribe estaba en camino de consolidarse, pero el haberse instalado en una orilla ideológica caracterizada por el sectarismo le impidió recorrer los caminos hacia un liderazgo amplio ancorado al reconocimiento generalizado de la sociedad colombiana.

Adenda: Indepaz cometió una ligereza al elevar a Miguel Uribe Turbay a la condición de líder social y político. La organización retiró el trino con la imagen que indicaba que su asesinato correspondía al número 97 de los líderes ultimados en lo que va corrido del 2025.



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¿Y SI CAROLINA CORCHO ES LA CANDIDATA PRESIDENCIAL DEL PACTO HISTÓRICO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

¿Algún día en la Colombia patriarcal, machista y misógina veremos a una mujer llegar a la Casa Nariño en calidad de presidenta?  Esa es la pregunta que de un tiempo para acá se hacen millones de colombian@as.

El sentido del interrogante por supuesto que va acompañado de la participación cada vez mayor de la mujer en la política, actividad histórica y culturalmente dominada por hombres que en sus ejercicios de poder han dejado ver prácticas machistas y otras muy cercanas a la misoginia.

Las dinámicas del conflicto armado interno dan cuenta de esas prácticas de dominación y violencia hacia las mujeres. En las fuerzas armadas y en las filas de los narcoparamilitares y las narcoguerrillas: violaciones, empalamientos y asesinatos. Dichos crímenes ocurren a diario en ciudades capitales y zonas rurales.

Esa irrupción de las féminas viene de la mano de la afortunada erosión de la idea de que “solo los hombres” pueden gobernar a un país tan complejo como Colombia, lo que debe entenderse como un momento propicio para que una mujer llegue a gobernar a los colombianos.

En mucho viene ayudando el feminismo como corriente de pensamiento que reivindica a las mujeres y pone en crisis los roles de esposas y madres obedientes dedicadas al cuidado de hijos, de los esposos y del hogar.

Ahora que se acerca la campaña presidencial, en el escenario electoral aparecen varias mujeres que aspiran a ser elegidas candidatas para disputar la hegemonía masculina en el poder político. Eso sí, dentro del ramillete de féminas existen diferencias sustanciales alrededor de cuál debe ser el perfil de una eventual presidenta de Colombia. Todas en mayor o menor medida han sido víctimas de la sociedad patriarcal, misógina y machista en la que crecieron. Es posible, incluso, que varias de ellas se “sientan a gusto” con esas circunstancias de dominación, a otras poco les importe y quizás en el fondo otras las impulse llegar a la presidencia de la República para “refundar la patria” en función de unas nuevas relaciones entre Hombres y Mujeres.

Por el lado de la ultraderecha aparecen las congresistas María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, hijas y legitimadoras del machismo en la política y en la vida cotidiana; y es así porque llevan años sometidas al poder, con visos de misoginia y probado machismo de su jefe político el expresidente Álvaro Uribe Vélez, un recio “machito” acostumbrado a domar bestias, en especial yeguas. Recordemos cuando la senadora Cabal descalificó a un grupo de feministas que salió a protestar. Les dijo que eran “un poco de locas, además, feas, horrorosas y empelotas”. Esa forma despectiva de la señora Cabal de referirse a las feministas deviene ancorada a su enfermiza lealtad hacia Uribe, un macho que habla de las mujeres como si se tratara de “yeguas” listas para ser montadas. Los que leyeron el libro de Héctor Abad, El olvido que seremos saben perfectamente de lo que aquí se habla.

Por el lado del progresismo, la exministra de salud, Diana Carolina Corcho Mejía y la congresista María José Pizarro también están enfrentadas al machismo que ronda a la izquierda y esperan el aval de su partido para enfrentar el desafío cultural y político de llegar a la Casa de Nariño.

Ahora que se vienen las consultas internas en los partidos políticos, es más probable que del lado del progresismo se termine eligiendo a una mujer como candidata única de cara a las presidenciales. En particular, creo que la psiquiatra y exministra de salud del gobierno Petro, Diana Carolina Corcho Mejía tiene la solidez académica para enfrentar el desafío de gobernar a un país lleno de machitos cabríos que se oponen a que las mujeres se liberen del yugo patriarcal. Corcho Mejía conoce el sistema de aseguramiento en salud y comprende los factores culturales, ideológicos y políticos que rodearon la operación de dicho sistema, atado a las lógicas neoliberales que se impusieron en el país desde César Gaviria Trujillo,  pasando por Pastrana y las que se entronizaron con Uribe Vélez y continuaron Juan Manuel Santos y el subpresidente Iván Duque Márquez. Dichas lógicas se aplicaron de la mano de un ethos mafioso que debe ser leído no exclusivamente en clave masculina, pues ha sido validado por mujeres que alcanzaron las más altas dignidades del Estado.

Un salto hacia adelante y un verdadero golpe de opinión lo darían el Pacto Histórico, su dirigencia y seguidores si avalan a Diana Carolina Corcho como la candidata única. Ojalá sepan leer el momento histórico por el que atraviesa el país y el creciente cansancio social y cultural de las maneras como los hombres asumen el poder y promueven la hegemonía masculina en el ejercicio de la política, casi siempre en contravía de los derechos de las mujeres a participar de las grandes decisiones.

No caben aquí expresiones como es que “no tiene la experiencia y la formación suficientes para gobernar al país”. ¿Acaso Gaviria, Pastrana, Uribe, Santos y Duque las tuvieron? Estos llegaron a la casa de gobierno validados por el “cacorraje nacional” del que habló en su momento la escritora Carolina Sanín.




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domingo, 17 de agosto de 2025

LOS RETOS DE LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL

   

Por Germán Ayala Osorio

 

El asesinato de Miguel Uribe Turbay y su aprovechamiento político, ideológico y mediático marcará la campaña presidencial de 2026. A partir de ese momento, los colombianos afrontaremos el colosal reto electoral de votar por la continuidad del proyecto progresista o por el regreso del dañino uribismo.

Se trata de un desafío monumental que servirá para medir si realmente hubo un cambio evidente e incontrastable en las audiencias a las que el gobierno Petro y su estrategia comunicacional intentaron convencer de las bondades del progresismo y de la necesidad de que el país siga caminando hacia el cambio cultural que conlleva la consolidación de un Estado y de una sociedad modernos. Más claro: si se logró fijar en la conciencia colectiva (popular) que el uribismo es el tenebroso pasado al que jamás se debe regresar.

Como todo reto, hay por supuesto riesgos que aparecen, especialmente cuando ya se propuso del lado del uribismo la amenaza de “destripar a la izquierda” y la que de manera natural se desprende de los discursos de odio y venganza promovidos por el expresidente Uribe y por quienes insistirán en señalar que Petro es responsable, políticamente hablando, del del crimen de Miguel Uribe Turbay. Los impulsa la idea de que a Miguel Uribe “lo asesinó la izquierda petrista”.

Ya el miedo de “convertirnos en Venezuela” murió como relato periodístico y político, a pesar de que el Gran Reo (Álvaro Uribe) siga inventando “categorías”. Después de haber creado la del “Castrochavismo”, ahora habla de “mordaza neocomunista” con el firme propósito de invalidar la legal y legítima decisión de la jueza Sandra Heredia de condenarlo a 12 años de prisión domiciliaria por delitos no políticos.

Si la economía va bien, si no hubo expropiaciones y mucho se nacionalizó la banca, ¿por qué no permitir que se consoliden las apuestas de este gobierno en materia agrícola, ambiental y turística? El hecho de que grandes empresas reporten millonarias ganancias durante el gobierno Petro debería de impulsar a los más poderosos agentes del Establecimiento a tomar la decisión de abandonar al expresidente Uribe para que afronte en soledad sus líos judiciales. Es hora de darle la estocada final al uribismo.

A la derecha uribizada solo le queda apelar a consignas un tanto abstractas y mendaces como “vamos a recuperar a Colombia”, “sin seguridad no hay paz” y “vamos a salvar la democracia de la dictadura”, que continúan siendo respaldadas por la prensa hegemónica y sus propietarios interesados en regresar a los tiempos del unanimismo ideológico y político que se impuso durante los 20 años en los que el uribismo mandó en el país.

Esos tres lemas de campaña apuntan a dos instituciones que resultaron claves para consolidar el uribismo y el ethos mafioso que los identifica: el Congreso y las Fuerzas Armadas.

Quienes vayan a votar por la continuidad del proyecto progresista deben comprender que sin mayorías en el Congreso no será posible consolidar los principios que orientan la promesa del cambio que, a pesar de los escandalosos hechos de corrupción al interior de la UNGRD, sigue siendo una oferta importante para lograr por fin vivir en una República.

Las instituciones castrenses serán el objetivo político-electoral de la derecha y la ultraderecha en la medida en que las estructuras criminales muy seguramente les darán un “empujoncito electoral” con atentados, secuestros, asesinatos de militares y policías, tomas de pueblo... Sin esa colaboración, la consigna “sin seguridad no hay paz” morirá rápidamente a pesar de los esfuerzos de la prensa tradicional de amplificar los hechos violentos que en adelante se presentarán para generar miedo y zozobra en las comunidades rurales, pero sobre todo en ciudades capitales.

La campaña electoral arrancó con el particular olor a gladiolo mustio. Ya veremos si como sociedad civilizada seremos capaces de dejar atrás ese aroma o si por el contrario lo asumiremos como la esencia de nuestras violentas e históricas maneras de resolver las diferencias y los conflictos.


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sábado, 16 de agosto de 2025

¿JUAN CARLOS PINZÓN, “EL GENERAL SIN SOLES” QUE LE GUSTA A URIBE?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con la muerte de Miguel Uribe Turbay el dueño del Centro Democrático deshoja margaritas en su lugar de reclusión mientras decide quién estaría deseoso de convertirse en su segundo títere. En su afán por mantener el poder político, el reo y expresidente Álvaro Uribe Vélez parece desesperado por encontrar una figura política dispuesta a ser su sirviente en la Casa de Nari tal y como lo fue Iván Duque Márquez, a quien el país recuerda como el subpresidente o el pasante que pernoctó por cuatro años en la casa de gobierno.

Al parecer, Uribe Vélez ya se habría decidido por el nieto de Turbay Ayala, quien había hecho méritos suficientes para ser el ungido y  llevar las banderas del uribismo: gritaba, insultaba, repetía como loro seguridad, seguridad y seguridad y se oponía sin argumentos a las reformas sociales del gobierno Petro. Además, le decía “presidente” al padre de la Seguridad Democrática.

Al no estar Miguel Uribe, el recién condenado se ve un tanto desesperado porque no ve en el panorama político a un hombre (macho) capaz de recoger las raídas banderas que identifican al uribismo: neoliberalismo, militarización del Estado y naturalización de un pérfido ethos.

Todo el país sabe y en particular dentro del Centro Democrático que al Gran Reo le gustan las mujeres en la política para organizar eventos o para arengar, pero no como candidatas presidenciales. A Uribe no le convencen sus precandidatas María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín. Quizás las asuma como animadoras del debate político, esto es, una especie de “bastoneras” que gritan en coro “fuera Petro y vamos a recuperar el país”. Andrés Guerra viene siendo como una especie de monaguillo. Uribe no cuenta con él para nada.

Mientras deshojaba las margaritas, a su finca-prisión llegó quien al parecer sería el candidato presidencial que realmente convence al “presidente eterno” y exdirector de la Aerocivil: Juan Carlos Pinzón. Esto dijo el condenado expresidente:

Me he reunido con el Dr. Juan Carlos Pinzón. Tengo el más alto concepto sobre él. Trabajó en nuestro gobierno como representante de Colombia en el Banco Mundial y viceministro de Defensa. Pido a nuestros compañeros militantes del Centro Democrático que se supere cualquier prevención porque fue ministro de Defensa en el Gobierno que me sucedió, que hizo bastante daño a Colombia y también al Dr. Pinzón. He explicado al Dr. Pinzón la realidad del partido, que tiene cuatro candidatos que estaban en emulación con el Dr. Miguel Uribe Turbay, nuestro mártir. También manifesté al Dr. Pinzón que la candidatura del Centro Democrático tendrá el compromiso de contribuir a una coalición que gane la elección de 2026 para hacer transición hacia la recuperación democrática de Colombia. Con el Dr. Pinzón identificamos puntos comunes fundamentales en seguridad, exigencia de transparencia, impulso al emprendimiento privado, Estado austero y pequeño y política social”.

Juan Carlos Pinzón Bueno es un político con poco carisma, monotemático (solo habla de seguridad y bala), piensa y habla como chafarote y es un admirador de Uribe Vélez, condiciones estas suficientes para llevar las banderas del uribismo. Ya veremos qué decisión toma el expresidente, caballista, hacendado y domador de bestias. Cualquiera sea su ungido, el país sabe que Uribe Vélez gobernará en cuerpo ajeno como lo hizo con el subpresidente Iván Duque Márquez y ya sabemos cómo terminó el “gobierno” de Iván Duque. Lo cierto es que la trayectoria política de Pinzón Bueno no da para ubicarlo como una persona formada para administrar lo público y mucho menos conocedor de los problemas del país. Eso sí, se ve arrogante, clasista, racista y obediente defensor del vetusto Establecimiento. Igualito a Iván Duque.

En las 2 Orillas se publicó en el 2015 un perfil de Pinzón bajo un titular que hoy le debe gustar mucho a Uribe: Juan Carlos Pinzón, un general sin soles. En la nota periodística se lee que “Juan Carlos Pinzón nació con los sonidos militares de La Diana en el hospital militar de Bogotá. Incluso, aprendió a caminar a los tres años -por allá en 1974- en la sede de la Infantería Mecanizada ‘General Antonio Nariño’ en Barranquilla, justo cuando su papá, Rafael Pinzón, había sido trasladado para trabajar en el departamento administrativo de dicha guarnición. Incluso, el coronel (R) Rafael Pinzón también pasó toda su infancia en batallones porque su progenitor, Roberto Pinzón, estuvo en el Ejército hasta finales de 1950. Su abuelo y su padre siempre se vistieron con los camuflados del Ejército colombiano, imagen con la que creció el ministro de Defensa”.



Álvaro Uribe Vélez y Juan Carlos Pinzón durante la reunión en la que el expresidente destacó coincidencias políticas y abrió la puerta a una posible alianza de cara a 2026 - crédito Álvaro Uribe Vélez/X

viernes, 15 de agosto de 2025

EDITORIAL DE TEP A PROPÓSITO DE LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA MUERTE DE MIGUEL URIBE TURBAY

 

MURIÓ MIGUEL URIBE TURBAY: DOLOROSO, PERO EL PAÍS SIGUE ADELANTE


Escuchen la versión de este editorial aquí: 🛑 EDITORIAL TEL | EL USO POLÍTICO DEL ASESINATO DE MIGUEL URIBE 


La muerte del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay no puede usarse como instrumento político e ideológico para ahondar el clima de polarización que vive el país, el mismo que supieron aprovechar los autores intelectuales del atentado sicarial para generar caos, miedo, animadversión, incertidumbre e incluso, intentar desestabilizar al actual Gobierno.

Como en anteriores editoriales, desde TEP noticias exhortamos a los candidatos presidenciales y a los colegas de los medios masivos de información a no instrumentalizar el doloroso suceso para sacar réditos políticos los primeros y mejorar el rating, los segundos.

Buscar las reacciones de los políticos, expresidentes de la República y líderes empresariales hace parte de la lógica periodística, circunstancia que termina sirviendo para fijar titulares llamativos que muy seguramente serán leídos en clave de odio y venganza.

Al decir que con el fallecimiento del senador Miguel Uribe Turbay “Mataron la esperanza", el negativo mensaje que se envía a la sociedad alimenta sentimientos catastrofistas que alientan la incertidumbre, la rabia y la venganza en una sociedad que exhibe graves problemas en sus procesos civilizatorios, a juzgar por las maneras como históricamente venimos tramitando las diferencias políticas.

Por supuesto que el asesinato de Miguel Uribe Turbay es trágico y doloroso, pero no puede usarse para alentar el pesimismo y mucho menos estimular el siempre primitivo sentimiento de la venganza.

Como colectivo exhibimos graves problemas para reconocer al Otro como un sujeto de derechos, entre los que se encuentran los de poder disentir, contradecir y opinar en condiciones de igualdad y seguridad. Ese Otro que piensa y actúa distinto lo estamos mirando como un potencial enemigo al que debemos someter o desaparecer. Y como en el fondo estamos hablando de diversidad y pluralidad, huelga recordar la frase de Carlos Pizarro Leóngomez: “que la vida no sea asesinada en primavera”.

Paz en la tumba de Miguel Uribe Turbay y desde este canal periodístico enviamos a su esposa y a su extenso grupo familiar y de amigos un mensaje de solidaridad.

jueves, 14 de agosto de 2025

HABLEMOS DE PRECANDIDATOS PRESIDENCIALES POCO SERIOS

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La violencia política, pero sobre todo la verbal que desde los tiempos del plebiscito por la paz viene incrementándose en redes sociales y en otros espacios societales, no van a detenerse por cuenta de los llamados que se hacen desde partidos, el sector empresarial y los propios medios de comunicación, estos últimos responsables en gran medida de la polarización política la misma que están ayudando a extender hasta las próximas elecciones.

En el sepelio de Miguel Uribe Turbay quedó claro que no habrá desescalamiento de la violencia verbal y en la pugnacidad ideológica. Y ese parece ser el escenario predilecto para los precandidatos Daniel Quintero, Vicky Dávila y Abelardo de la Espriella.

Ya las audiencias reconocen que los tres políticos le están apostando a caldear más los ánimos con sus actos de habla cargados de animosidad y desinterés por presentar sus propuestas de gobierno, en caso de que resulten elegidos en las consultas internas de sus colectividades como candidatos presidenciales. Los une la irresponsabilidad, la ligereza, pero sobre todo la ceguera para leer la actual coyuntura política, aún más enrarecida con el fallecimiento y el politizado sepelio de Miguel Uribe Turbay y el declive del uribismo.

Si los comportamientos públicos y la “verborrea” de Quintero, Dávila y De la Espriella son el fruto de las recomendaciones recibidas de sus asesores de campaña, entonces hay que decir que están muy mal asesorados. Que Dávila y el abogado defensor de DMG lo hagan hace parte de las formas como la ultraderecha y el uribismo suelen plantear soluciones a los problemas del país: bala, señalamientos y viajes de superioridad moral que lo único que dejan ver es el cinismo de los intrépidos viajeros, reconocidos por su clasismo y racismo.  

Pero si Quintero quiere recoger las banderas del progresismo, sus acciones simbólicas le están quitando seriedad a las ideas políticas y a toda la narrativa reivindicante y contestataria con la que el presidente Petro viene confrontando a los agentes del vetusto Establecimiento colombiano.

Eso de viajar hasta el Amazonas a izar la bandera de Colombia en la disputada isla de Santa Rosa y aparecerse con la bandera de Palestina en la asamblea de la Andi pueden resultar espectaculares al ojo de los fanáticos, pero resultan poco serias y convenientes porque, de un lado, aumenta las tensiones diplomáticas entre Perú y Colombia; y del otro, acrecienta el odio de los empresarios hacia todo lo que huele a progresismo. Y claro que son legítimos los reclamos que hace el político antioqueño, el problema está en las maneras como pretende luchar por las dos causas.

Eso sí, la campaña de Carolina Corcho está sirviendo para consolidar la imagen de una mujer aplomada, inteligente y formada para el debate de las ideas. Todo lo contrario están haciendo el exalcalde de Medellín, el maltratador de gatos y la periodista-periodista. Los tres están construyendo una imagen de políticos inmaduros e incapaces de discutir con argumentos porque sus incontrastables egos los están llevando a hacer el ridículo.

 



abelardo de la espriella, daniel quintero y vicky davila - Búsqueda Imágenes

PRIMER "DEBATE" ENTRE CAROLINA CORCHO Y PALOMA VALENCIA

  Por Germán Ayala Osorio  La participación de las precandidatas presidenciales Carolina Corcho Mejía y Paloma Valencia Laserna en el Conver...