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sábado, 14 de septiembre de 2024

2026: TRES SECTORES DE PODER EN UN ESCENARIO MARCADO POR EL ODIO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los altos niveles de crispación ideológica y política que por estos días vivimos en Colombia y en particular en las redes sociales podrían convertir el 2026 en un escenario de eliminación física y simbólica de candidatos presidenciales como los que vivió el país en las elecciones de 1990. Recordemos que en ese momento histórico 4 candidatos presidenciales de la izquierda fueron ultimados por orden de sectores políticos con finas relaciones con el narco paramilitarismo.

El odio que se respira en el país desde el 7 de agosto de 2022 nace del racismo, la aporofobia y el clasismo de sectores tradicionales del poder hegemónico que se sienten incómodos por la llegada a la Casa de Nariño de un exguerrillero. Esos elementos que caracterizan a la derecha guardan estrecha relación con la política social del gobierno Petro, encaminada a favorecer a los más pobres y vulnerables, y en particular a las comunidades afro, indígenas y campesinas. Los clasistas, aporofóbicos y racistas serán la avanzada electoral y política de la derecha tradicional de esa Colombia que odia la diversidad, la pluralidad y hasta la propia biodiversidad.

Las advertencias de Petro alrededor de que sectores de la derecha, de la mano de mafiosos, estarían fraguando un atentado en su contra, aportan a los procesos mutuos de animadversión entre quienes están “firmes con Petro” y aquellos que insisten en decir que al país hay que “recuperarlo, esto es, liberarlo de la izquierda, del comunismo”. Se suma a lo anterior, las acciones políticas emprendidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano politizado e ideologizado que busca juzgar al ciudadano y entonces candidato presidencial Gustavo Petro. Al final, lo que termine haciendo el CNE se seguirá leyendo como un intento de golpe institucional contra un mandatario elegido a través del voto popular.

El caso de la compra ilegal y mafiosa del software “malicioso” Pegasus,  la Asamblea popular que convocó el presidente de la República y el encuentro con medios alternativos “Uniendo voces” hacen parte de la estrategia ideológica y política con la que Petro confronta a la derecha, en particular a la que representa el uribismo, sector de poder político y social que ha expuesto públicamente su inquina hacia los pobres,  indígenas, campesinos y negros; desde esas mismas huestes se han proferido amenazas alrededor de no dejar que el actual mandatario termine su periodo.

Bajo esas circunstanciade que dan vida a la crispación ideológica y política, en el 2026 la derecha uribizada podría pagar muy caro el haberle apostado a bloquear políticamente al gobierno de Petro, pero, sobre todo, haber apelado a las empresas mediáticas para enlodar y deslegitimar al primer gobierno progresista en más de 200 años de República.

Los sectores de la derecha que de tiempo atrás han tomado distancia del dañino uribismo claramente apostarán duro a aquellos candidatos (as) que decidan presentarse como opciones del timorato e inexistente Centro.

Si la izquierda democrática y el progresismo logran unirse en una sola colectividad, darán vida política a lo que desde ya los medios hegemónicos llaman el “Petrismo”, nomenclatura que cobra sentido por el interés de Gustavo Petro de convertirse en un gran elector, y competirle de tú a tú al expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez.

Así las cosas, para el 2026 aparecerán en la escena electoral por lo menos tres bloques de poder político: el primero, el “Petrismo”, anclado a la figura de Gustavo Petro. Desde esa fuerza se insistirá en la narrativa que alude a la necesidad de que se dé un cambio cultural, en medio de una crisis ambiental de inquietantes proporciones. El segundo, el uribismo, atado a la vetusta y desgastada imagen del expresidente Uribe. Desde esa instancia de poder se seguirá atacando el ideario progresista, en particular los llamados de atención alrededor de cuidar las selvas y de pensar en las energías limpias. Para el uribismo la naturaleza y sus ecosistemas deben seguir siendo sometidos a las lógicas del capitalismo salvaje. Y un tercer sector, ancorado a quienes desde la derecha no uribizada le apostará a dar vida al Centro político. Un Centro que deberá demostrar que de verdad está dispuesto a tomar distancia del uribismo, lo que implicará recoger en buena parte las ideas de la izquierda y el progresismo. 

Por ahora, la derecha uribizada ya dejó ver algunas de sus candidatas, las ultraconservadoras María Fernanda Cabal y la directora de Semana, Victoria Eugenia Dávila Hoyos. Se trata de dos mujeres leales al expresidiario Álvaro Uribe Vélez, que destilan odio contra todo lo que huela a izquierda democrática y progresismo. Entre tanto, el “Petrismo” ya exhibe como posibles candidatos a la exministra de Salud, la médica Carolina Corcho y al canciller, Luis Gilberto Murillo.

 


petro en el 2026 - Búsqueda Imágenes (bing.com)

sábado, 24 de febrero de 2024

VICKY DÁVILA, CANDIDATA PRESIDENCIAL: ¿OTRA TIGRESA DEL URIBISMO?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Claudia López Hernández, ex alcaldesa de Bogotá y el director del diario La República, Fernando Quijano Velasco elevaron a Vicky Dávila a la condición de candidata presidencial para el 2026. No es un chiste.

Mientras que López lo hizo en el marco de un rifirrafe en la red X con la directora de Semana, Quijano se aventuró a hacerlo junto a otras mujeres que el periodista económico juntó en su exclusivo listado del que además de la señora Dávila, aparecen Francia Márquez Mina, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y la misma exalcaldesa, López Hernández.

La posibilidad de que la periodista Dávila sea candidata presidencial, con el apoyo económico y político de los Gilinski y el Clan Gnecco y otros sectores de la ultraderecha, confirmaría que a esos sectores de poder no les interesa llevar a la Casa de Nariño a una mujer conocedora de la operación del Estado y con un proyecto político soportado en el dominio de conceptos políticos y filosóficos asociados a la idea de que algún día Colombia sea una verdadera República, sino a una simple mandadera que se preste, como lo hizo Iván Duque Márquez, a hacerle los mandados a quienes desde poderosas corporaciones privadas le indiquen qué de lo que deje Petro funcionando, debe echarse para atrás. O simplemente, ejecutar un plan nacional de desarrollo que beneficie a la sempiterna oligarquía “blanca” con obras de infraestructura o contratos millonarios.

La verdad es que después de Duque cualquiera puede ser presidente de Colombia. Y aunque a la derecha uribizada le salió muy mal el experimento y la experiencia de haber puesto en el Solio de Bolívar al sinuoso, fatuo, obsecuente e incompetente personaje, una posible candidatura de Dávila terminaría por llevarlos a una nueva derrota, sin importar la calidad y la preparación del candidato o candidata del progresismo que eventualmente se enfrente a la directora de Semana.

Recordemos que la misma ultraderecha intentó en el 2022 llevar a la presidencia a Rodolfo Hernández, un ignorante al que solo le interesó en la vida conseguir plata. Con un capital cultural casi nulo y con señalamientos de corrupto por el caso de Vitalogic, hubiese sido un total desastre para el país porque no habría sido más que el otro muñeco del uribismo, es decir, un Duque 2.  

No me imagino a la señora Dávila sosteniendo una discusión conceptual en un debate entre candidatos a la presidencia. Creo que Quijano y López exageraron en su lectura del futuro electoral. Lo mejor es que Dávila siga siendo la vocera de los Gilinski y defendiendo a Uribe desde las páginas de ese pasquín que llaman Semana.

El país podrá contar, eso sí, con las precandidaturas de Paloma Valencia, congresista que propuso en el 2015 una especie de apartheid en el Cauca, dividiendo el departamento entre indígenas y mestizos. Valencia, al igual que Duque, es obsecuente con las directrices e ideas de su patrón, el expresidente y expresidiario, Álvaro Uribe Vélez. A pesar de su lealtad, Valencia sabe que el político antioqueño la prefiere como agitadora, porque en el fondo no confía en ella. En general, Uribe Vélez prefiere entenderse con hombres a los que pueda tratar a las patadas y a madrazos como es su estilo. Recordarán los colombianos cuando dijo “donde lo vea le voy a dar en la cara marica”.

De igual manera, el país verá a María Fernanda Cabal, otra fiel defensora de Uribe Vélez. Más radical que Valencia, la senadora Cabal exhibe un talante autoritario que la hace proclive a desconocer conquistas laborales y en general, a limitar el cumplimiento de los derechos consagrados en la Carta de 1991. En el 2021 desconoció derechos fundamentales. En la Silla Vacía se lee lo siguiente: “Cuando hablo de derechos fundamentales es a lo que todos, por encima de cualquier cosa, tenemos o debemos tener acceso. Cuando yo hablo de derechos no fundamentales no es porque quiera excluir a la educación o salud, es que, si fueran fundamentales, nadie los pagaría. Mi derecho a la libertad y a la movilidad no lo estoy pagando. La educación y la salud tienen el contenido de quienes pueden acceder y pagar y quienes no lo tienen. No está establecido como derecho fundamental sino como uno colectivo”.

Y finalmente está la posibilidad de que Francia Márquez Mina se lance como candidata presidencial en el 2026, para dar continuidad a los procesos que dejará andando el gobierno de Petro. Una eventual candidatura de Márquez pondría, nuevamente de presente en el país, el racismo estructural que sobrevive en Colombia. Como víctima de discursos racistas, como el de Luz Fabiola Rubiano, quien fue condenada por hostigamiento y racismo por llamar “simio” a la vicepresidenta, Márquez se expondría a que, electoral y políticamente le cobren lo que viene haciendo bien, mal o regular desde su rol como vicepresidenta y ministra de Equidad e Igualdad.

Ya veremos qué pasa en el 2026. Lo que si se advierte desde ya es que será una campaña electoral mucho más caliente y quizás violenta que la que vivimos en el 2022. Y será así porque la derecha está desesperada por recuperar el control del Estado que Petro les arrebató. Suma al desespero el hecho de que a dos años largos de las elecciones presidenciales no tienen un candidato carismático y formado, capaz de enfrentar a los que saldrán al ruedo a defender lo hecho por el actual gobierno. Aunque Uribe dijo que para el 2026 tiene ya un “tigre” (¿será Francisco Barbosa?), por ahora son otros los que deshojan las margaritas. Mientras llega el momento de exhibir a su feroz mascota, “tigresas” como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Claudia López y Vicky Dávila no permiten que el vulgar y violento caballista y latifundista antioqueño duerma plácidamente.



Imagen tomada de internet: https://www.google.com/search?sca_esv=23bfc37b28131238&rlz=1C1UUXU_esCO975CO975&sxsrf=ACQVn0-XQdJF3DxV9HTNXysDVBDrl5t2eA:1708831254771&q=vicky+davila+presidenta&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=2ahUKEwjgvq-_xMWEAxXcSTABHQCTAOcQ0pQJegQIERAB&biw=1350&bih=631&dpr=1#imgrc=-KBqEBsPyTlBhM


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